1. La eJnwvsew" th`"  qeiv" en el De divinis nominibus.

En el segundo capítulo[7] de esta obra, Dionisio intenta demostrar cuales son los nombres divinos comunes a toda la Trinidad[8]. Los análisis de la enwsi" (unitio) y de la diavkrisi" (distinctio o discretio) de los atributos de la esencia divina y de los atributos de las Personas divinas, constituyen el argumento principal de este capítulo. Su tesis, a nuestro juicio, afirma que sólo los nombres que se refieren a la eJnwvsew"th`" qeiva" podrán comúnmente nombrar a la Trinidad.

En otros términos, según Dionisio, para que sea posible la comunidad de nombres atribuidos, a la vez, a la Deidad y a la Trinidad, es necesario que tales nombres se refieran a la unicidad divina misma. Si hay una regla, ésta es que si un nombre se refiere a la unicidad divina, necesariamente puede referirse a la Trinidad[9].

Pero, ¿qué es propiamente la unicidad divina según Dionisio? A nuestro juicio, Dionisio supone y establece la unicidad divina a partir del análisis a que somete las propiedades divinas. Para ello procede uniendo y distinguiendo las propiedades mismas, según que estos atributos estén identificados o diferenciados en la Deidad [10]. Es la unicidad divina lo que no le permite separar lo que se une ni confundir lo que se distingue en la Deidad.

Así pues, si estos atributos se unen y se identifican en la Deidad misma, en la medida en que se dice comúnmente de toda la Deidad en su unicidad, los nombres que se atribuyen a estos atributos no servirán, necesariamente, tan solo para nombrar a la Deidad respecto de su unicidad, sino, también, a la Trinidad en lo que se diferencian los atributos de las Personas divinas, porque son nombres que denominan a los atributos de la unicidad divina misma.

Sin embargo, si los atributos se distinguen entre sí, la razón de las diferencias no se fundamenta en la unicidad misma de la esencia divina, sino en las propiedades no comunes de las Personas divinas; por ello, es posible que los nombres atribuidos a estas propiedades, no sirvan sino para identificar a los distintos atributos de las Personas divinas y no propiamente a la Deidad misma, en la medida en que se refieren a la unicidad de su esencia en cuanto tal.

Por esta razón, según Dionisio, algunos nombres son comunes a toda la Deidad[11], pero hay también otros nombres que significan realidades distintas y suprasustanciales, como por ejemplo, el Padre, el Hijo y el Espíritu, que no pueden intercambiarse ni tienen nada en común[12].

Según lo expuesto, y conforme a lo que habíamos señalado más arriba, si algún nombre se refiere a la unicidad divina, debe necesariamente hacerse proprio de la Trinidad, y eso porque aun siendo Tres las Personas divinas, una sola es la esencia. Así, por ejemplo, el nombre hJ uJperouvvsio" u{parxi"[13], es decir, la supersubstantialis essentia[14], se atribuye comúnmente a las Tres Personas divinas, porque se refiere a la eJnwvsew"th`" qeiva".

Con la intención de esclarecer el modo como la unitione divina se dice comúnmente de Dios y de la Trinidad, Dionisio recoge el ejemplo de la luminosidad de la luz para explicar su tesis acerca de la común atribución de nombres a Dios y a las Tres Personas divinas. El ejemplo, además de interesante, es muy ilustrativo porque sirve no solo para entender que la diversidad de Personas no anula la unicidad de la supersubstantialis essentia, dado que hay distinción en la unidad y unidad en la distinción[15], sino también para identificar una legítima metáfora neoplatónica acerca de la participación[16]:

 

la luz de varias lámparas en una casa se compenetra a la vez que cada una permanece distinta. Hay distinción en la unidad y unidad en la distinción. Aunque haya muchas lámparas en la casa, una sola es la luz, sin diferencia; todas ellas producen un solo resplandor. Nadie, creo yo, puede separar una de otra la luz de aquellas lámparas extrayéndola del aire que contiene la de todas. Ni puede ver la luz de una sin ver la de las otras, pues todas están igualmente mezcladas a la vez que cada una conserva su plena distinción[17].

La analogía de la mezcla de luz de las varias lámparas, en cuanto que forman una en luminosidad, sirve para que Dionisio ponga de relieve que hay atributos propios de la Unicidad, en la medida en que son propios de la indivisible Trinidad[18], porque no se refieren sino a la unicidad misma de la esencia divina y no a sus distintos atributos.

Dionisio da ejemplos de nombres que son atributos propios de la unicidad divina y que, en vista de la misma unicidad, son propios de la Trinidad. Destaca los siguientes: esencia suprasustancial, Deidad supradivina, Bondad que trasciende todo bien, Supraidentidad por encima de toda propiedad individual, Unidad superior a cualquier principio de unidad, Inefabilidad, Inteligibilidad de todo cuanto se pueda conocer[19].

Y eso no significa sino, como subraya el propio Dionisio, que las Personas divinas son fuente de unicidad por cuanto están, sin que se confundan las propias diferencias, supraesencialmente unidas en un todo[20], por lo que no sería lícito, según nos asegura, separar lo unido ni confundir lo distinto[21]. La eJnwvsew"th`" qeiva" de Dionisio, es decir, la unitione divina según los latinos, aquí la interpretamos como unicidad divina[22], en la medida en que no significa sino la unión e identidad misma del esse y de la essentia de Dios.

Dionisio parece tener en cuenta esta identidad, porque subraya que la eJnwvsew"th`" qeiva" debe ser entendida como una unidad unificante[23],  porque se refiere tanto a la unidad divina de la Deidad, como también a la unidad misma de las Tres Personas divinas, en la medida en que se afirma la unicidad de la esencia en las Tres Personas.