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Vayamos, por último, a la primera obra escrita por Llull, y
también la primera catalana que de él se conserva, que, como ya
hemos anunciado, es su famoso Libre de contemplació en Déu, que
data de 1272, veinticinco años anterior a las dos obras que hemos
analizado hasta ahora.
En el libro primero, distinción primera, Llull investiga las
diferentes especies de alegría, considerando que la primera y
principal es la alegría de existir, participación de la felicidad y
alegría divinas. Por ello titula esa distinción: "Que todo hombre
debe alegrarse porque Dios existe" [38].
El capítulo primero se abre con una argumentación de especial
profundidad metafísica, en la que Llull debe conjugar los distintos
signifiados de la palabra "ser.
Después de presentar el gozo del personaje evangélico que encuentra
la perla preciosa (Mt. 13,44-46), considera que mayor
deberá ser la alegría de encontrar a Dios, que existe. "[...]
con mucha más razón nosotros, que sabemos que [Tú] existes,
deberíamos alegrarnos en tu ser, porque [tal ser] existe y no está
privado de existencia" [39].
La expresión "vos sóts en ésser", referida a Dios, que Llull
repite tres veces en el primer capítulo (traducida literalmente "vos
estáis en el ser"), se opone a la expresión "ésser en
privació". Más en concreto: la oposición es entre "és en
ésser" y "és en privació". Llull se atreve a un juego de
palabras todavía más arriegado, pero de gran belleza: "[vostre
servu] considera lo vostre ésser ésser en ésser" ("vuestro siervo
considera que vuestro ser consiste en ser") [40]. Dios es por
esencia, existe por esencia, su esencia consiste en existir. En
cambio, "nosaltres siam venguts de privació a ésser" ("nosotros
hemos pasado del no-ser al ser").
No obstante, el sintagma "ésser en ésser" se aplica también al
hombre, aunque éste, como criatura que es, proceda de la nada ("de
privació a ésser") [41]. Llull no teme traducir nuestro existir
por "ésser en ésser". Traduce nada por "privació [de
ésser]". Sin embargo, el hombre es sólo "ésser en ésser",
pues procede de privación de ser; mientras que el ser de Dios
consiste en ser: "[vostre servu] considera lo vostre ésser ésser
en ésser". Ramon ha conseguido expresar una nueva noción: la
contingencia o posibilidad, opuesta a la necesidad. Otra vez aparece
la indefinición entre la modalidad lógica y la modalidad real o
metafísica (sic!).
La pretensión, en efecto, de que los modos (posible, necesario,
contigente, imposible) no sólo se digan de las proposiciones, sino
que sean también propiedades reales de los seres, es un tema de un
alcance extraordinario, con el que la filosofía medieval tuvo que
habérselas, sobre todo por infuencia de la filosofía desarrollada por
los musulmanes. Avicena fue capaz de formular el problema de forma
bellísima, cuando estableció que las tres primeras nociones son
"ens', "res" y "necesse"; tales nociones son inmediatas y,
según Ibn Sina, se adquieren sin mediación de otras nociones
previas. Los escolásticos cristianos tuvieron que dialogar con tal
postulado, negando, en unos casos, que "necesse" fuese noción
primera, y afirmándolo en otros. Aquino, por ejemplo, se limitó a
recoger sólo una parte del postulado aviceniano: "primo in intellectu
cadit ens", olvidando la referencia a la necesidad.
Un cristiano, en efecto, y por contraposición a un musulmán, no
podía aceptar que la necesidad fuese una primera noción derivada
inmediatamente de la apertura del intelecto a las cosas, puesto que las
cosas no son "realmente" necesarias: la creación, según la
tradición cristiana, es libre. Llull, en cambio, tan pendiente de
la cultura árabe, y obsesionado por la conversión de los musulmanes,
tomó en consideración el tema, incorporándolo decisivamente a su
discusión sobre la existencia del Ser divino.
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