V

¿ Y el Beato Raimundo Lulio?

Desde el siglo XIII hasta nuestros días se ha debatido muy sabiamente la cuestión; muchas páginas de tratados de Teología, de artículos de revistas, de libros ad hoc se han escrito procurando esclarecerla; y puede decirse que cuantos argumentos de razón se han esgrimido en favor de la encarnación no motivada por la redención ya los había dado antes Lulio. Precedió a Escoto en el tiempo y lo superó en el número y calidad de las razones.

Ahora bien; acerca de esa doctrina hubo evolución en la mente del sabio mallorquín; y debe tenerse en cuenta, porque a veces se alegan textos del mismo que no hacen al caso, por tomarlos de obras lulianas escritas cuando todavía Lulio no contemplaba más encarnación que la ordenada a redimir al linaje humano[26].

Antes de entrar a analizar las manifestaciones de Lulio sobre esta materia en sus diversas obras, debo advertir, para hacerle justicia, que jamás ha enseñado, ni siquiera vaga e implícitamente, la necesidad metafísica de la encarnación, ni la física, ni la moral; ni defiende tal conveniencia que implique inconveniencia en lo contrario, a no ser en el sentido de menor conveniencia. Preludio del Optimismo llama Michel a la doctrina de Lulio[27]. Es una muestra más del desconocimiento o de la torcida interpretación de sus doctrinas. Nunca enseñó que puesto Dios a crear tuviese necesariamente que producir el mejor mundo posible, sino todo lo contrario[28]; su optimismo es el anselmiano: lo que sea mejor dentro de cada orden providencial es lo que hay que atribuir a Dios[29]. El Beato Lulio explícita y reiteradamente enseña que si bien en sus operaciones ad intra obra Dios por naturaleza y necesidad, nunca obra así ad extra, y que por tanto la encarnación no es obra de necesidad natural, sino de su libérrima determinación y elección[30]; "non dico quod necessitas incarnationis fuisset naturalis sed quoad bene esse et moraliter et libera intellecta et considerata: sicut agens qui libere et ad placitum causat effectum[31]. Expresamente de la encarnación dice:

"Quaestio: Utrum Deus sit incarnatus de necessitate? Respondeo et dico quod non secundum Supremam Necessitatem, sed secundum subalternatam necessitatem; et vade ad Caput De Potestate in 3ª Distinctione."

Y en esa Dist. III, cap. 5, dice:

"Necessario sequitur quod Deus sit incarnatus; non autem dico Supremam necessitatem, sicut est necessitas Divinae Trinitatis, quia illa est naturaliss; sed dico subalternatam necessitatem, et quia est de bene esse"[32].

Igualmente recarga la tinta Michel al decir, en el lugar citado, que Lulio da a los dogmas carácter racional; no sólo los tiene por sobrenaturales en sí mismos, cuando se trata de los que lo son, como Trinidad, Encarnación, por ejemplo; pero también en cuanto a la primera noticia de su conocimiento, que sólo puede tenerse por revelación. Si, llevado de apostólico celo y con la mira puesta en la conversión de los infieles, pretende dar demostraciones de tales dogmas, dice y repite hasta la saciedad que se requiere siempre previa luz de fe, y admite que sus argumentos se llamen suasorios y no apodícticos.

Dije que el pensamiento luliano había evolucionado acerca de la finalidad de la encarnación; he aquí la prueba palmaria. Cotéjese lo que escribía hacia 1270 y lo que después escribió en 1289 y 1295, es decir, en sus maravillosas enciclopedias Libro de Contemplación en Dios y Questiones per Art. demonstrativam solubiles, y Arbol de Ciencia, respectivamente:

"La causa y razón que Vos, Dios y Señor, tuvisteis de tomar carne humana fue, ciertamente, por motivo de la naturaleza humana, que cayó en infernal pecado en Adán, por causa de la desobediencia que tuvo para con Vos. Y para que la naturaleza humana fuese recreada quisisteis Vos venir a este mundo para purificarla del pecado original. Habéis querido que en vuestra encarnación hubiese motivo y causa, y tanto como fue grandemente necesaria la recreación humana, otro tanto fue grande la causa que tuvisteis de tomar carne humana por amor nuestro"[33]

"Del pecado de Adán sacó Dios el grande bien de que por motivo del pecado de Adán se encarnó"[34]

"Si el pecado de Adán no fuese general, no habría tenido Dios motivo de encarnarse"[35]

"Si la redención humana hubiese sido más principal fin que la ostensión y el amor divinos, seguiríase que si no hubiese habido pecado original no se habría encarnado Dios, mas por haber habido pecado original convino que encarnase para redimir al género humano..., lo que es imposible"[36]

Pone en labios de María Santísima las siguientes palabras:

"Aquellos que dicen que el pecado ha sido la causa de mi honra, me hacen grande agravio y vituperio: por cuanto que el pecado no puede ser causa de bien alguno;... y aquellos me dan gran honor que dicen que soy Madre de Dios porque Dios quiso ser hombre... y aquellos que dicen que yo no sería Madre de Dios si no hubiese sido por el pecado, dicen que el fruto de la Maternidad no es mi Hijo Jesucristo" [37]

¿ Cuando rectificó su primera idea? No es muy fácil averiguarlo; pero rastreando en sus escritos se observa que en las obras de su primera época no contempla otra encarnación más que la motivada por la redención de la humanidad. Presentaré textos de las principales obras en que expresamente toca la cuestión, para ir cotejando sus expresiones y poder observar la evolución en la idea principal. Ningún autor, que yo sepa, la ha señalado hasta ahora; el mismo insigne lulista y meritísimo vndicador de Lulio, Padre Pascual, no ha reparado en ella, y aunque notó que "la doctrina de Lulio de que Jesucristo es el fin de todo el universo es tan trillada que casi no hay un libro suyo en que no la profese"[38], no observó que esa doctrina es común a las dos teorías sobre la finalidad de la encarnación, y, por tanto, no afecta a la evolución doctrinal de Lulio sobre la cuestión.

He aquí los textos:

A) Acabamos de ver tres tomados de su obra fundamental, testigo de su primera formación y fruto maduro que contiene en germen toda la futura producción luliana: La Contemplación en Dios. Pondré alguno más, de tantos como se podrían aducir:

"Si el pecado no fuese general no hubierais tenido Vos la misericordia de tomar carne humana"[39]

Y para que se vea cómo desde el principio junta con su opinión de entonces (la hoy llamada tomista) acerca del motivo principal de la encarnación, conceptos que después de cambiar de opinión seguirá exponiendo, porque son comunes a ambas doctrinas, nótese que en el mismo capítulo 183 dice también que sin el pecado original no hubiera habido un individuo humano más amado de Dios que todas las criaturas, y el mayor amador que puede Dios tener:

"...para que este amor tan grande hubiese entre criador y criatura quisisteis, Señor, estar unido a criatura; la cual unión no hubiera si el pecado no fuese general en la especie humana"[40]

Y lo mismo en todo el resto de la obra; el Verbo se encarnó para juntar las naturalezas divina y humana; la humanidad de Cristo es mucho mejor y más noble que todas las demás criaturas, y más que todas juntas ama a Dios[41]; pero siempre la encarnación la concibe como motivada por la redención.

Trata del amor de los ángeles al santísimo cuerpo de Cristo,

"que ha redimido la especie humana"[42]

Al final de la obra, cuando ya germina en su mente el Arte Magna, y a la caldeada y elocuente exposición comienza a sustituir la algebraica combinación de letras que representan conceptos, la encarnación (representada por la letra D) y la no encarnación (letra E) significan siempre la idea encarnación para redención, aunque aparece también en germen, sin desarrollo, y, por tanto, sin el predominio que luego tendrá la idea de "el ordenamiento del mundo" por la encarnación:

"...encarnación y pasión y redención y ordenación que el mundo toma por la Encarnación"[43]

B) En el libro de Doctrina pueril, destinado a su hijo y escrito hacia 1279[44], dice:

"Jesucristo vino al mundo para recrearlo y para levantar al humano linaje, que había caído, y que fue levantado con la verdadera unión de naturaleza divina y naturaleza humana, y con el trabajo y pasión que soportó por amor nuestro"[45]

C) En 1275 ya tenía escrita su típica obra De Demostracions, conocida en latín con el título que le dio la edición Maguntina: Mirandarum demonstrationum. En ella de tal modo liga ambos misterios que ni por asomo plantea la cuestión de encarnación sin redención. Véase el prólogo del libro IV, libro dedicado a demostrar a los infieles la Encarnación; dice que ésta es tan necesaria para la redención como el Soberano Bien para la creación y sustentación, y aclara este concepto en el número VIII, 5, con estas palabras:

"...pues si el Soberano Bien es apetecido por los vegetales y por los irracionales para conservación, a la humana especie, que está corrompida por el pecado, conviene que sea apetecible para reparación."

D) Da, cierto, razones que podría igualmente alegar si la encarnación no tuviese por finalidad la redención, y, con efecto, los seguirá usando cuando varíe de opinión; pero entretanto los mezcla y trenza frecuentemente con referencias ala reparación del linaje humano, de suerte que es patente que no contempla sino siempre unidos y en mutua dependencia ambos misterios. Así, por ejemplo, dice:

"La criatura recibe más poder por la recreación que por la creación..., y el soberano Hijo tomó carne con tal que el mundo por virtud de aquella encarnación fuese reparado"[46]

Todo el VIII, intitulado De mayor justicia, trata de la encarnación como reparadora de la justicia divina, ofendida por el pecado de toda la especie humana; y el X, De mayor misericordia, presenta al Hijo encarnado para sanarla; y así por todo el libro IV, es más, llega a decir (XXVIII,2), que si la encarnación es el perfeccionamiento de la obra creadora, el más alto grado de ese perfeccionamiento ha sido morir el Hombre-Dios para reparar la naturaleza humana; y, ¿ que más?, del hecho de la divina encarnación arguye demostrando la existencia del pecado original (XXXIII), lo que ciertamente no haría si concibiese una encarnación que no tuviese por finalidad la redención.

E) Me he de detener, sin embargo, en un párrafo de esta misma obra De Demostracions, porque presenta especial dificultad, y, además, nos muestra cómo se va elaborando lentamente en el pensamiento de Lulio la nueva doctrina que luego abrazará y profesará constantemente.

En él dice Lulio:

"El hombre es el fin de todas las criaturas que están debajo de él en cuanto a nobleza; es, a saber, las plantas, los metales y los irracionales...; y porque el Supremo Bien es el fin del hombre, conviene que un hombre sea el fin de todos los individuos de la especie humana y que el Supremo Bien sea el fin de este hombre; porque así como el hombre es medio por el cual el Supremo Bien es el fin de las plantas, los metales y los irracionales, así necesariamente conviene que un hombre sea el medio por el cual el Supremo Bien sea el fin de todos los hombres; y si sin ese medio el Supremo Bien fuese fin de todos los hombres, seria perfección de todos ellos; y si así fuese, no usaría de justicia en hombres pecadores y justos, porque todos tendríamos la gloria; mas porque un hombre es fin de todos los hombres, y para este hombre, o sea Jesucristo, es fin el Supremo Bien, por eso ese hombre es fin para todos los bienaventurados por influencia de la unión del Hijo de Dios y ese hombre; y los hombres pecadores e injuriosos son dignos de pena, por cuanto son lo opuesto del fin para que fueron creados"[47]

Este argumento prueba la conveniencia del hecho actual conocido por fe (conformes fieri imagini Filii eius); pero no prueba, tal como se da aquí, la inconveniencia de haber Dios adoptado otro plan, porque así como Adán, sin ser Hombre-Dios, fue cabeza de todos y medio de transmisión de pecado como pudo serlo de justicia, y así como el hombre, sin ser Dios, es fin subordinado e inmediato de los seres inferiores, así un ángel o un nuevo Adán podía haber sido medio entre Dios y los hombres sin ser Hombre-Dios; por tanto, el argumento no sirve para probar la Encarnación, por causa de la injusticia que habría, a juicio de Lulio, para con justos y pecadores, pues aunque para tal justicia se necesitase un hombre que fuese medio, no era imprescindible que en él encarnara Dios[48]. No dice Lulio que fuera imprescindible. Por eso no quiero tocar aquí si Lulio erró en pretender demostrar la necesidad de la encarnación por vía de necesidad moral, por cuanto lo contrario implicaría la inmoralidad, es, a saber, injusticia. Baste ahora indicarlo; oportunamente completaré el pensamiento.

F) En 1283 escribió el Blanquerna, y en el Arte de Contemplación con que pone fin a la obra dice:

"Para demostrar todo eso (las infinitas perfecciones divinas) quiso vuestra sabiduría crear una criatura mejor y mayor que todas las otras criaturas y virtudes criadas, y quiso el Hijo de Dios ser una persona con aquella criatura";

pero lo liga inmediatamente con el pecado de Adán y la pasión y muerte redentora, y repite varias veces, y siempre unidas, las palabras "encarnación" y "pasión"[49]

G) Bien se ve que Lulio no desliga todavía ambos conceptos, e igual se han de interpretar obras anteriores, en que emplea razones que cuando los desligue seguirá usando; así, en 1282 (?), vuelve a decir que uno de los fines de la creación había sido que su Hijo fuese conocido y amado[50].

H) Y en la misma obra, escrita para su hijo, expone de igual modo varios fines de la encarnación: mostrar a ángeles y hombres la grandeza de la bondad, del pode, de la caridad, etc. de Dios; hacer una criatura unida personalmente a Dios, la cual lo conociese y amase de la manera más perfecta asequible a un ser creado; exaltar el poder de una criatura todo cuanto es posible; glorificar más la naturaleza humana por medio del Hombre-Dios, y, por último, la redención del hombre, que había perecido y caído en la ira de Dios por el pecado del primer padre; pero aquí añade que no es conveniente que esta intención sea primera y la de mostrar Sus virtudes segunda y como ordenada a aquélla; porque la misma justicia, que es la razón de la redención, tiene por fin primero la manifestación de la bondad y sabiduría divinas y por secundario la redención[51]. Pero esto es doctrina común a ambas tesis; no afecta a la división de opiniones; no valdría aducir ese texto como prueba de que Lulio defendía la encarnación sin necesidad de redención.

I) En otra obra (escrita según unos en 1285, y años antes según Obrador), dice:

"Un recreador de cuanto existe - se hizo hombre en una virgen - con una tal condición - que viniese a salvación - el género humano perdido." "Hay un Hijo de Dios en deidad, - hijo de su hija, Cristo llamado - que es por su padre enviado - a ser nuestro salvador."

En toda la obra no considera la encarnación sino como motivada por la redención. Sin embargo, como flor de gentileza dedicada a María Santísima, y acaso como claror de aurora, nuncio de la luminosa idea que pronto dominará en la mente de Lulio, exclama:

"El mundo tiene un solo creador - que lo ha creado para hacer honor - a la doncella su Madre"[52]

Lo mismo se diga de la redacción en prosa de otras Horas de Nuestra Señora, obra gemela de la anterior[53].

Si nos fijamos en los datos que he ido presentando de las obras de Lulio, podremos distinguir dos etapas. En la primera, representada por el Libro de Contemplación en Dios y demás textos que he marcado con las letras A, B, C, G, I, observaremos que como finalidad de la encarnación campean la idea de la redención, la de la manifestación de las virtudes de Dios y de Jesucristo, clave de la creación[54]; esta época corresponde a las primeras producciones de Lulio, hacia 1270-1271. En la segunda (textos D, E, obras escritas hacia 1275, sigue siempre dominando la idea de redención, pero van tomando cuerpo otros conceptos, especialmente el de un Hombre constituido en fin de todos los hombres, y cuyo fin sólo es Dios, para que por él se salven los que han de alcanzar el último fin. Y desde el principio hasta 1284 al propósito de la redención se empareja la idea de una criatura mejor y mayor que todas, la más amante de Dios, la más digna de ser conocida y amada, la más poderosa y excelsa, gloria de la naturaleza humana (textos A, F, H).

No hay duda que la mente de Lulio aparece ya excelentemente dispuesta para prescindir de la redención como finalidad principal de la encarnación; pero por ahora no parece vislumbrar siquiera la posibilidad de una encarnación que no sea para redimir. Como si desconociera la tesis del Abad Ruperto y las cuestiones planteadas sobre ella por San Alberto, San Buenaventura y Santo Tomás.