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Al final del Árbol de los ejemplos, Llull nos presenta un filósofo
que, desanimado con los resultados obtenidos con su filosofar, se
aleja cabizbajo de la fuente a la que había acudido para solazarse.
Aún dentro del bosque, se encuentra con un buey que ruminaba
constantemente la hierba que había comido. Esta escena lleva al
filósofo a concluir que no había digerido bien la ciencia que sabía y
por tanto era necesario repensarla otra vez.
Algo análogo sucede con el pensamiento de nuestro mallorquín. Creo
que solamente se podrá captar el sentido de su obra si, como el buey
de la historia, volvemos a ella una y otra vez; hoy, sobre todo,
desde la perspectiva actual, una vez agotado el bajón del “pensiero
debole” que caracterizó la modernidad. Estas líneas pretenden
demostrar suficientemente que Llull es al mismo tiempo un autor
clásico y moderno, y que por lo tanto, si se le entiende bien, su
pensamiento puede ayudar a rescatar la modernidad desde dentro,
aprovechando su legítima virtualidad.
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