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¿ Y el Beato Raimundo Lulio?
Desde el siglo XIII hasta nuestros días se ha debatido muy
sabiamente la cuestión; muchas páginas de tratados de Teología, de
artículos de revistas, de libros ad hoc se han escrito procurando
esclarecerla; y puede decirse que cuantos argumentos de razón se han
esgrimido en favor de la encarnación no motivada por la redención ya
los había dado antes Lulio. Precedió a Escoto en el tiempo y lo
superó en el número y calidad de las razones.
Ahora bien; acerca de esa doctrina hubo evolución en la mente del
sabio mallorquín; y debe tenerse en cuenta, porque a veces se alegan
textos del mismo que no hacen al caso, por tomarlos de obras lulianas
escritas cuando todavía Lulio no contemplaba más encarnación que la
ordenada a redimir al linaje humano[26].
Antes de entrar a analizar las manifestaciones de Lulio sobre esta
materia en sus diversas obras, debo advertir, para hacerle justicia,
que jamás ha enseñado, ni siquiera vaga e implícitamente, la
necesidad metafísica de la encarnación, ni la física, ni la moral;
ni defiende tal conveniencia que implique inconveniencia en lo
contrario, a no ser en el sentido de menor conveniencia. Preludio del
Optimismo llama Michel a la doctrina de Lulio[27]. Es una
muestra más del desconocimiento o de la torcida interpretación de sus
doctrinas. Nunca enseñó que puesto Dios a crear tuviese
necesariamente que producir el mejor mundo posible, sino todo lo
contrario[28]; su optimismo es el anselmiano: lo que sea mejor
dentro de cada orden providencial es lo que hay que atribuir a
Dios[29]. El Beato Lulio explícita y reiteradamente enseña
que si bien en sus operaciones ad intra obra Dios por naturaleza y
necesidad, nunca obra así ad extra, y que por tanto la encarnación
no es obra de necesidad natural, sino de su libérrima determinación y
elección[30]; "non dico quod necessitas incarnationis fuisset
naturalis sed quoad bene esse et moraliter et libera intellecta et
considerata: sicut agens qui libere et ad placitum causat
effectum[31]. Expresamente de la encarnación dice:
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"Quaestio: Utrum Deus sit incarnatus de necessitate? Respondeo et
dico quod non secundum Supremam Necessitatem, sed secundum
subalternatam necessitatem; et vade ad Caput De Potestate in 3ª
Distinctione."
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Y en esa Dist. III, cap. 5, dice:
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"Necessario sequitur quod Deus sit incarnatus; non autem dico
Supremam necessitatem, sicut est necessitas Divinae Trinitatis,
quia illa est naturaliss; sed dico subalternatam necessitatem, et quia
est de bene esse"[32].
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Igualmente recarga la tinta Michel al decir, en el lugar citado, que
Lulio da a los dogmas carácter racional; no sólo los tiene por
sobrenaturales en sí mismos, cuando se trata de los que lo son, como
Trinidad, Encarnación, por ejemplo; pero también en cuanto a la
primera noticia de su conocimiento, que sólo puede tenerse por
revelación. Si, llevado de apostólico celo y con la mira puesta en
la conversión de los infieles, pretende dar demostraciones de tales
dogmas, dice y repite hasta la saciedad que se requiere siempre previa
luz de fe, y admite que sus argumentos se llamen suasorios y no
apodícticos.
Dije que el pensamiento luliano había evolucionado acerca de la
finalidad de la encarnación; he aquí la prueba palmaria. Cotéjese
lo que escribía hacia 1270 y lo que después escribió en 1289
y 1295, es decir, en sus maravillosas enciclopedias Libro de
Contemplación en Dios y Questiones per Art. demonstrativam
solubiles, y Arbol de Ciencia, respectivamente:
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"La causa y razón que Vos, Dios y Señor, tuvisteis de tomar
carne humana fue, ciertamente, por motivo de la naturaleza humana,
que cayó en infernal pecado en Adán, por causa de la desobediencia
que tuvo para con Vos. Y para que la naturaleza humana fuese recreada
quisisteis Vos venir a este mundo para purificarla del pecado
original. Habéis querido que en vuestra encarnación hubiese motivo y
causa, y tanto como fue grandemente necesaria la recreación humana,
otro tanto fue grande la causa que tuvisteis de tomar carne humana por
amor nuestro"[33]
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"Del pecado de Adán sacó Dios el grande bien de que por motivo del
pecado de Adán se encarnó"[34]
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"Si el pecado de Adán no fuese general, no habría tenido Dios
motivo de encarnarse"[35]
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"Si la redención humana hubiese sido más principal fin que la
ostensión y el amor divinos, seguiríase que si no hubiese habido
pecado original no se habría encarnado Dios, mas por haber habido
pecado original convino que encarnase para redimir al género
humano..., lo que es imposible"[36]
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Pone en labios de María Santísima las siguientes palabras:
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"Aquellos que dicen que el pecado ha sido la causa de mi honra, me
hacen grande agravio y vituperio: por cuanto que el pecado no puede ser
causa de bien alguno;... y aquellos me dan gran honor que dicen que
soy Madre de Dios porque Dios quiso ser hombre... y aquellos que
dicen que yo no sería Madre de Dios si no hubiese sido por el
pecado, dicen que el fruto de la Maternidad no es mi Hijo
Jesucristo" [37]
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¿ Cuando rectificó su primera idea? No es muy fácil averiguarlo;
pero rastreando en sus escritos se observa que en las obras de su
primera época no contempla otra encarnación más que la motivada por
la redención de la humanidad. Presentaré textos de las principales
obras en que expresamente toca la cuestión, para ir cotejando sus
expresiones y poder observar la evolución en la idea principal.
Ningún autor, que yo sepa, la ha señalado hasta ahora; el mismo
insigne lulista y meritísimo vndicador de Lulio, Padre Pascual, no
ha reparado en ella, y aunque notó que "la doctrina de Lulio de que
Jesucristo es el fin de todo el universo es tan trillada que casi no
hay un libro suyo en que no la profese"[38], no observó que esa
doctrina es común a las dos teorías sobre la finalidad de la
encarnación, y, por tanto, no afecta a la evolución doctrinal de
Lulio sobre la cuestión.
He aquí los textos:
A) Acabamos de ver tres tomados de su obra fundamental, testigo de
su primera formación y fruto maduro que contiene en germen toda la
futura producción luliana: La Contemplación en Dios. Pondré
alguno más, de tantos como se podrían aducir:
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"Si el pecado no fuese general no hubierais tenido Vos la
misericordia de tomar carne humana"[39]
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Y para que se vea cómo desde el principio junta con su opinión de
entonces (la hoy llamada tomista) acerca del motivo principal de la
encarnación, conceptos que después de cambiar de opinión seguirá
exponiendo, porque son comunes a ambas doctrinas, nótese que en el
mismo capítulo 183 dice también que sin el pecado original no
hubiera habido un individuo humano más amado de Dios que todas las
criaturas, y el mayor amador que puede Dios tener:
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"...para que este amor tan grande hubiese entre criador y criatura
quisisteis, Señor, estar unido a criatura; la cual unión no
hubiera si el pecado no fuese general en la especie humana"[40]
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Y lo mismo en todo el resto de la obra; el Verbo se encarnó para
juntar las naturalezas divina y humana; la humanidad de Cristo es
mucho mejor y más noble que todas las demás criaturas, y más que
todas juntas ama a Dios[41]; pero siempre la encarnación la
concibe como motivada por la redención.
Trata del amor de los ángeles al santísimo cuerpo de Cristo,
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"que ha redimido la especie humana"[42]
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Al final de la obra, cuando ya germina en su mente el Arte Magna, y
a la caldeada y elocuente exposición comienza a sustituir la algebraica
combinación de letras que representan conceptos, la encarnación
(representada por la letra D) y la no encarnación (letra E)
significan siempre la idea encarnación para redención, aunque aparece
también en germen, sin desarrollo, y, por tanto, sin el predominio
que luego tendrá la idea de "el ordenamiento del mundo" por la
encarnación:
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"...encarnación y pasión y redención y ordenación que el mundo
toma por la Encarnación"[43]
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B) En el libro de Doctrina pueril, destinado a su hijo y escrito
hacia 1279[44], dice:
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"Jesucristo vino al mundo para recrearlo y para levantar al humano
linaje, que había caído, y que fue levantado con la verdadera unión
de naturaleza divina y naturaleza humana, y con el trabajo y pasión
que soportó por amor nuestro"[45]
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C) En 1275 ya tenía escrita su típica obra De Demostracions,
conocida en latín con el título que le dio la edición Maguntina:
Mirandarum demonstrationum. En ella de tal modo liga ambos misterios
que ni por asomo plantea la cuestión de encarnación sin redención.
Véase el prólogo del libro IV, libro dedicado a demostrar a los
infieles la Encarnación; dice que ésta es tan necesaria para la
redención como el Soberano Bien para la creación y sustentación, y
aclara este concepto en el número VIII, 5, con estas palabras:
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"...pues si el Soberano Bien es apetecido por los vegetales y por
los irracionales para conservación, a la humana especie, que está
corrompida por el pecado, conviene que sea apetecible para
reparación."
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D) Da, cierto, razones que podría igualmente alegar si la
encarnación no tuviese por finalidad la redención, y, con efecto,
los seguirá usando cuando varíe de opinión; pero entretanto los
mezcla y trenza frecuentemente con referencias ala reparación del
linaje humano, de suerte que es patente que no contempla sino siempre
unidos y en mutua dependencia ambos misterios. Así, por ejemplo,
dice:
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"La criatura recibe más poder por la recreación que por la
creación..., y el soberano Hijo tomó carne con tal que el mundo
por virtud de aquella encarnación fuese reparado"[46]
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Todo el VIII, intitulado De mayor justicia, trata de la
encarnación como reparadora de la justicia divina, ofendida por el
pecado de toda la especie humana; y el X, De mayor misericordia,
presenta al Hijo encarnado para sanarla; y así por todo el libro
IV, es más, llega a decir (XXVIII,2), que si la
encarnación es el perfeccionamiento de la obra creadora, el más alto
grado de ese perfeccionamiento ha sido morir el Hombre-Dios para
reparar la naturaleza humana; y, ¿ que más?, del hecho de la
divina encarnación arguye demostrando la existencia del pecado original
(XXXIII), lo que ciertamente no haría si concibiese una
encarnación que no tuviese por finalidad la redención.
E) Me he de detener, sin embargo, en un párrafo de esta misma obra
De Demostracions, porque presenta especial dificultad, y, además,
nos muestra cómo se va elaborando lentamente en el pensamiento de
Lulio la nueva doctrina que luego abrazará y profesará
constantemente.
En él dice Lulio:
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"El hombre es el fin de todas las criaturas que están debajo de él
en cuanto a nobleza; es, a saber, las plantas, los metales y los
irracionales...; y porque el Supremo Bien es el fin del hombre,
conviene que un hombre sea el fin de todos los individuos de la especie
humana y que el Supremo Bien sea el fin de este hombre; porque así
como el hombre es medio por el cual el Supremo Bien es el fin de las
plantas, los metales y los irracionales, así necesariamente conviene
que un hombre sea el medio por el cual el Supremo Bien sea el fin de
todos los hombres; y si sin ese medio el Supremo Bien fuese fin de
todos los hombres, seria perfección de todos ellos; y si así fuese,
no usaría de justicia en hombres pecadores y justos, porque todos
tendríamos la gloria; mas porque un hombre es fin de todos los
hombres, y para este hombre, o sea Jesucristo, es fin el Supremo
Bien, por eso ese hombre es fin para todos los bienaventurados por
influencia de la unión del Hijo de Dios y ese hombre; y los hombres
pecadores e injuriosos son dignos de pena, por cuanto son lo opuesto
del fin para que fueron creados"[47]
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Este argumento prueba la conveniencia del hecho actual conocido por fe
(conformes fieri imagini Filii eius); pero no prueba, tal como se
da aquí, la inconveniencia de haber Dios adoptado otro plan, porque
así como Adán, sin ser Hombre-Dios, fue cabeza de todos y medio
de transmisión de pecado como pudo serlo de justicia, y así como el
hombre, sin ser Dios, es fin subordinado e inmediato de los seres
inferiores, así un ángel o un nuevo Adán podía haber sido medio
entre Dios y los hombres sin ser Hombre-Dios; por tanto, el
argumento no sirve para probar la Encarnación, por causa de la
injusticia que habría, a juicio de Lulio, para con justos y
pecadores, pues aunque para tal justicia se necesitase un hombre que
fuese medio, no era imprescindible que en él encarnara Dios[48].
No dice Lulio que fuera imprescindible. Por eso no quiero tocar
aquí si Lulio erró en pretender demostrar la necesidad de la
encarnación por vía de necesidad moral, por cuanto lo contrario
implicaría la inmoralidad, es, a saber, injusticia. Baste ahora
indicarlo; oportunamente completaré el pensamiento.
F) En 1283 escribió el Blanquerna, y en el Arte de
Contemplación con que pone fin a la obra dice:
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"Para demostrar todo eso (las infinitas perfecciones divinas) quiso
vuestra sabiduría crear una criatura mejor y mayor que todas las otras
criaturas y virtudes criadas, y quiso el Hijo de Dios ser una persona
con aquella criatura";
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pero lo liga inmediatamente con el pecado de Adán y la pasión y
muerte redentora, y repite varias veces, y siempre unidas, las
palabras "encarnación" y "pasión"[49]
G) Bien se ve que Lulio no desliga todavía ambos conceptos, e
igual se han de interpretar obras anteriores, en que emplea razones que
cuando los desligue seguirá usando; así, en 1282 (?), vuelve
a decir que uno de los fines de la creación había sido que su Hijo
fuese conocido y amado[50].
H) Y en la misma obra, escrita para su hijo, expone de igual modo
varios fines de la encarnación: mostrar a ángeles y hombres la
grandeza de la bondad, del pode, de la caridad, etc. de Dios;
hacer una criatura unida personalmente a Dios, la cual lo conociese y
amase de la manera más perfecta asequible a un ser creado; exaltar el
poder de una criatura todo cuanto es posible; glorificar más la
naturaleza humana por medio del Hombre-Dios, y, por último, la
redención del hombre, que había perecido y caído en la ira de Dios
por el pecado del primer padre; pero aquí añade que no es conveniente
que esta intención sea primera y la de mostrar Sus virtudes segunda y
como ordenada a aquélla; porque la misma justicia, que es la razón
de la redención, tiene por fin primero la manifestación de la bondad
y sabiduría divinas y por secundario la redención[51]. Pero esto
es doctrina común a ambas tesis; no afecta a la división de
opiniones; no valdría aducir ese texto como prueba de que Lulio
defendía la encarnación sin necesidad de redención.
I) En otra obra (escrita según unos en 1285, y años antes
según Obrador), dice:
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"Un recreador de cuanto existe - se hizo hombre en una virgen - con
una tal condición - que viniese a salvación - el género humano
perdido." "Hay un Hijo de Dios en deidad, - hijo de su hija,
Cristo llamado - que es por su padre enviado - a ser nuestro
salvador."
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En toda la obra no considera la encarnación sino como motivada por la
redención. Sin embargo, como flor de gentileza dedicada a María
Santísima, y acaso como claror de aurora, nuncio de la luminosa idea
que pronto dominará en la mente de Lulio, exclama:
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"El mundo tiene un solo creador - que lo ha creado para hacer honor
- a la doncella su Madre"[52]
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Lo mismo se diga de la redacción en prosa de otras Horas de Nuestra
Señora, obra gemela de la anterior[53].
Si nos fijamos en los datos que he ido presentando de las obras de
Lulio, podremos distinguir dos etapas. En la primera, representada
por el Libro de Contemplación en Dios y demás textos que he marcado
con las letras A, B, C, G, I, observaremos que como finalidad
de la encarnación campean la idea de la redención, la de la
manifestación de las virtudes de Dios y de Jesucristo, clave de la
creación[54]; esta época corresponde a las primeras producciones
de Lulio, hacia 1270-1271. En la segunda (textos D, E,
obras escritas hacia 1275, sigue siempre dominando la idea de
redención, pero van tomando cuerpo otros conceptos, especialmente el
de un Hombre constituido en fin de todos los hombres, y cuyo fin sólo
es Dios, para que por él se salven los que han de alcanzar el último
fin. Y desde el principio hasta 1284 al propósito de la
redención se empareja la idea de una criatura mejor y mayor que todas,
la más amante de Dios, la más digna de ser conocida y amada, la
más poderosa y excelsa, gloria de la naturaleza humana (textos A,
F, H).
No hay duda que la mente de Lulio aparece ya excelentemente dispuesta
para prescindir de la redención como finalidad principal de la
encarnación; pero por ahora no parece vislumbrar siquiera la
posibilidad de una encarnación que no sea para redimir. Como si
desconociera la tesis del Abad Ruperto y las cuestiones planteadas
sobre ella por San Alberto, San Buenaventura y Santo Tomás.
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