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Identificada -aproximadamente- la necesidad de la que nace la
búsqueda, los lugares que se escogen para la respuesta señalan
también el topos radicular de un pensamiento.
El lugar que Llull había escogido era París. Como es sabido,
Ramon de Penyafort cerró este camino. ¿Deseaba realmente Llull ir
a París?
La alternativa fue Mallorca, con sus peculiaridades de sociedad
nueva. Demasiado lejano el tiempo de la expulsión del Islam,
demasiada reciente la implantación de la cristiandad.
Posiblemente jamás sabremos qué tal lector fue Llull: qué
escogió, cómo interpretó, qué desechó, qué transformó. A
buen seguro, todo ello ayudaría a conocer su raigambre.
Nuestros recursos para responder son limitados. Por lo menos por lo
que a la génesis se refiere. Pues el resultado -me refiero al Libre
de contemplació (= LC)- nos resulta excesivo.
En la selva de esta obra primera surge -más bien para desorientación
nuestra- una de las escasas referencias lulianas a un autor concreto:
el filósofo -Aristóteles- en su De caelo et mundo (LC 331,
30).
¿Conocimiento de segunda mano? Seguramente. Pero, ¿cómo
explicar las extensas y elaboradas teorías filosóficas que en el libro
aparecen: la teoría sicológica, la teoría del conocimiento, los
esquemas hilemórficos, el uso del esquema de las cuatro causas, la
profundización en la ontología del ser creado, las reflexiones sobre
los universales y los predicamentos... que de todo eso se trata -y
no meramente de pasada- en el Libre de contemplació?
Con una condición -también es verdad- que todo ello parece
subyugado por una primera intención: la comprensión de la fe a
alcanzar a través de la "significació e demostració que les coses
donen de son creador".
Hasta el punto que todo lo anterior, el cúmulo de filosofía
mencionado, se diluye en el trasfondo de esa única preocupación:
saber de qué se habla.
La traducción latina de la Lógica de Al-Gazålî se abre con
estas palabras: "Scientiarum, quamvis multi sunt rami, duae tamen
sunt primae partes, imaginatio et credulitas. Imaginatio est
apprehensio rerum, quas significant singulae dictiones ad intelligendum
eas et certificandum. Sicut est apprehensio significationis huius
nominis, `lapis', `arbor', `angelus', `spiritus' et
similium. Credulitas vero est sicut hoc quod dicitur, quia `Mundus
coepit', et `Obedientia remunerabitur'. Necesse est autem, ut
omnem credulitatem praecedant ad minus duae imaginationes. Quisquis
enim non intellexerit significationem huius dictionis per se quae est
`mundus', et huius dictionis per se quae est `coepit', non
intelliget credulitatem hanc quod `Mundus coepit'. Sed hoc nomen
`mundus' non imaginanti eius significationem, erit nihil
significans, ut `bundus'. Similiter et significatio huius verbi
quod est `coepit', non intelligenti eam, erit velut significatio
huius vocis quae est `cebit', quasi nulla. Et tunc si diceretur
sibi: `bundus cebit', nec crederet nec contradiceret. Quod enim
quis non intelligit, quomodo concedet vel negabit?" [2].
Los ejemplos que al-Gazålî utiliza no están tomados al azar.
Para el buen creyente, que él era, que se proponía reavivar la fe,
lo fundamental era entender lo que se decía al repetir el texto
sagrado, cada una de las palabras dictadas por el ángel. Y
al-Gazålî recurre a los filósofos resumiendo, para cribar después
aquello que pueda serle útil para su empeño.
Para los creyentes en el libro, lo fundamental no es lo que se ve,
sino lo que se ha escuchado.
En el caso del cristianismo -medieval- lo fundamental es lo que se
dice. La verdad es la palabra que se repite, en voz alta.
La visión es, en todo caso, el más allá que premiará la
perseverancia y la integridad del decir.
Nunca se mostró Llull partidario de adelantar la visio; como,
podría decirse, fue el afán de tantos otros místicos cristianos.
Por contra, nadie fue tan exigente como él en la comprensión de lo
que se recita como artículo de fe.
Por esto, la gran empresa que acomete el Libre de contemplació es la
formulación de un mode e manera con que desentrañar la significació;
cuestión no de palabras (oficio sería, luego, de auctoritates),
sino apprehensio rerum (como definía al-Gazålî), atribuyéndolo
a la imaginatio y considerándolo instrumento al servicio de la
credulitas.
La ascensio luliana precisa de dos escaleras: una representa el orden
jerárquico de los seres; la segunda, escalona la búsqueda de la
significació.
Son, con pequeños retoques, las dos escaleras del De ascensu et
descensu intellectus (I; ROL IX, p. 22-23).
En Libre de contemplació la primera tiene poca importancia. Queda
velada por el programa fundamental: "pujar de les sensualitats a les
entel.lectualitats i per unes entel.lectualitats atrobar altres
entel.lectualitats" (cf. LC 169, 170).
La visión de las cosas -al fin y al cabo necesaria para acceder a la
comprehensio- es siempre una visión mediatizada: imaginatio.
En su compendio al De sensu et sensato, Averroes comenta un curioso
símil: Sea, dice, una persona que se mira en un espejo de dos
caras. Mientras se mira en una cara del espejo, ésta se refleja en
el agua. Al mismo tiempo otra persona mira la segunda cara del espejo
y ve en ella reflejada la cara reflejada en el agua. La primera
persona -explica Averroes- es el objeto sensible, el espejo es el
medio y el agua los ojos. La segunda cara del espejo es el sensus
communis, y la segunda persona, la imaginación. La imaginación
puede representarse la cara reflejada en el agua aún cuando la primera
persona se haya retirado[3].
No voy a detenerme ahora en estos temas, que expondré en otra
ocasión. Diré como resumen que el descubrimiento final del Libre de
contemplació, el afigurar figures, es la formulación final de ver la
realidad "en la segunda cara del espejo".
Si la visión directa en el espejo acontece a través de las formae
spirituales o intentiones que causa la luz y el color en el medio, la
figura/espejo luliana, forzando la teoría científica convencional,
retiene las proprietats e qualitats en que consiste la significació de
las cosas.
Aquello que -recurriendo de nuevo a al-Gazålî- sirve a la
credulitas, al decir, a la hipótesis -por referirnos a un término
luliano más tardío.
La figura/espejo luliana, la que refiere proprietats e qualitats
puede sobreescribirse con lo que se dice; al fin y al cabo, el decir
transmite la forma espiritual de aquello que el decir dice. Affatus
-baste la mención.
Así, llena la figura de proprietats e qualitats, puede reflejar en
ella la escala de los seres, manifestar su ordonament, devenir
demostració.
Quiero decir: el objetivo que Llull se señaló de devolver la
integridad a su fe y, como medio central para ello, alcanzar la
comprensión de la fe, le llevó a buscar una forma, un instrumento,
un recurso lógica y metafísicamente justificable.
La "figura" fue la respuesta encontrada. Para justificarla Llull
se apoya en estos principales fundamentos:
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- Toda la realidad es ontológicamente constituida por el
ordo/ordonament del acto creador.
- El ordo es definido por unas proprietats e qualitats dadas por el
acto creador.
- Cada ser en concreto se define en relación a estas proprietats e
qualitats; son su forma, su figura.
- El hombre -microcosmos- está abierto a la comprensión de la
realidad porque le es posible percibir estas formas. Sus proprietats e
qualitats son básica y principalmente esto: recoger (de una manera
activa) las figuras de las cosas (materiales y espirituales)
definiéndolas según proprietats e qualitats.
- La percepción de las figuras/formas de las cosas le es, pues,
posible al hombre a través de la sensibilidad, a través de las
figuras/formas que le aporta la sensibilidad. Y concretamente: la
sensibilidad corporal, por lo que se refiere a los seres mundanos
elementados; la sensibilidad espiritual, por lo que toca a los seres
espirituales (alma y ángeles).
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A lo que cabe anotar: en la sensibilidad espiritual se incluyen
aquellas operaciones del alma por las que se recogen las aportaciones de
la sensibilidad corporal.
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- En cuanto a aquellas realidades que definen al Creador y a sus
actos, el hombre las comprende gracias al don que Dios le ha hecho de
la fe. Ahora bien, este don -de manera tan similar al don de lo
creado- le llega al hombre también en su sensibilidad: en el decir la
fe. Es decir, en una figura definible por sus proprietats e
qualitats.
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