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Llull nos revela su reflexión sobre la naturaleza intrínseca del acto
al describir los llamados correlativos, del acto, o triple[15]
constitución interna del mismo. Así, no se podrá dar un acto de
bondad sin lo bonificativo, lo bonificable y el bonificar.
De acuerdo con esto, todo ente creado participa del Ser por los actos
intrínsecos y naturales de estos principios —que en Dios son llamados
Dignidades, o atributos—, por cuya acción todo lo que es se
encuentra en acto primero o segundo[16] .
Además de estos principios universales, Llull introduce otros,
también universalísimos y necesarios, que integrarán todos los entes
sin excepción, sin los cuales nada podría estar en acto. Así,
sobre la “diferencia” existente entre los principios y sus
operaciones, a la que me he referido antes, el mallorquín indica
también la “concordancia” de todos los principios entre sí, con sus
actos mutuos e influencias respectivas; la “contrariedad” que surge
una vez destruida la concordancia; el propio “principio”, que debe
necesariamente principiar todo lo que es principiado; el “medio”, a
través del cual el principio alcanza su fin y perfección, por lo que
la razón de fin tiene que ser también un principio necesario. Llull
clasifica el principio que tiende a un fin aún no poseído, como
principio menor. Por eso, habrá en las cosas los principios de
“mayoridad”, “igualdad” y “minoridad”, sin los cuales no podría
haber orden, paz o tranquilidad, ni nada movido de menor a mayor,
sino sólo confusión y separación y por consiguiente ausencia de
conocimiento y operación[17] .
El sistema del Ars abraza pues una constelación de entes en acto,
sean substanciales, o accidentales, o entes de razón, entes
instrumentales, artificiales o posibles, con todas las operaciones
inmanentes y transeúntes a que tengan derecho, y todos ellos
principiados por los principios acabados de mencionar.
Este realismo cognoscitivo estará siempre presente en el
funcionamiento del mecanismo del Arte: significar presupone entender,
y entender presupone siempre el ser. Con otras palabras, el entender
depende de la cosa, y el significar depende del entendimiento y del
entender. Será necesario también exprimir siempre los conceptos de
la mente por voces que expresen la realidad más íntima del objeto y,
al mismo tiempo, claro está, saber lo que decimos con los nombres.
A continuación se definen nueve grupos, o ámbitos, sobre los cuales
se puede dirigir cualquier duda humana: Dios, ángel, cielos,
hombre, el mundo de la imaginación, el mundo sensible, el mundo
vegetal, el mundo de lo elemental, y el de lo artificial. Estos
dominios abrazan todas las posibilidades del errar y del actuar
humano[18] . Finalmente, adviértase que con relación a los entes
implicados en estos dominios, cabe dudar de nueve maneras diferentes:
si es, lo que es, de qué se es, por qué es, cuánto es, cuál
es, dónde está, cuándo es, de qué modo es y con qué es.
Mediante estas preguntas, y siempre respetando las definiciones, las
reglas y las condiciones descritas en el Ars, Llull ofrece un sólido
sistema de apoyo al pensamiento humano.
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