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Los estudios de teología medieval estuvieron hasta hace poco
decisivamente determinados por los postulados teóricos de la
Neoescolástica. Los investigadores, en gran parte miembros de
órdenes religiosas, centraron su interés en Santo Tomás y, en
menor medida, en San Buenaventura y Duns Escoto. Este hecho es,
por una parte, explicable dado el peso específico de estas figuras.
Esta investigación de corte neoescolástico, aunque supo mostrar el
valor perenne de los planteamientos y soluciones de la época medieval,
dejó, sin embargo, una visión parcial, monolítica y, por ello,
incompleta del pensamiento medieval en su conjunto dejando olvidados
aspectos extrateológicos y dejando de lado a pensadores que expresaron
sus ideas al margen del rígido lenguaje de la enseñanza universitaria
o al margen de los particularistas programas de estudio de las órdenes
mendicantes.
A medida que se fue superando esa visión parcial se abrió un panorama
más amplio del pensamiento en los siglos medievales. La especulación
filosófica medieval se nos muestra más rica y variada. Con cierto
retraso va ocupando también Lulio y el lulismo el puesto que le
corresponde dentro del pensamiento cristiano occidental, pues la
interpretación que se vino haciendo de Lulio dentro de esa visión
neoescolástica era parcial e incompleta. Se limitaba a estudiar los
escritos de Lulio como reflejo del monolítico pensamiento escolástico
buscando afinidades y divergencias con Santo Tomás y, sobre todo,
con la tradición franciscana, lamentando, casi siempre, en Lulio
una falta de rigor intelectual que se explicaba por su falta de
formación universitaria y su condición de autodidacta. Contra esta
visión se viene resaltando en los últimos años el carácter original
del pensamiento luliano sin medir sus logros o deficencias en exclusiva
confrontación con la teología escolar contemporánea. El pensamiento
luliano no se comprende sólo en relación con los grandes autores
medievales, sino, sobre todo, en el hecho de haber intentado -
quizá encontrado - Lulio nuevos y originales caminos en la
comprensión de los problemas fundamentales de su tiempo.
Lulio desarrolló su pensamiento en más de 250 obras escritas
durante los cincuenta años que median entre su conversión (ca.
1263) y su muerte (1316) utilizando en ellas el catalán, el
latín y el árabe. La crítica histórica se enfrentó con el
problema de la transmisión de este ingente corpus. Como sucedió con
otros autores medievales, también ya a partir de los años inmediatos
siguientes a su muerte, se atribuyeron a la autoría de Lulio obras
que nada tenían que ver con su pensamiento y que con frecuencia
contenían incluso doctrinas contrarias a las enseñadas por él.
Después de numerosos intentos a lo largo de los últimos siglos se
logró establecer definitivamente un catálogo seguro de las obras de
Lulio y partiendo de esta base se pudo acometer la edición crítica de
sus obras.
A lo largo de los siglos las obras de Lulio tuvieron una amplia
difusión. Nicolás de Cusa transcribió de su propia mano gran
número de ellas. Jacques Lefèvre d´Etaples gestionó la
impresión de algunas de ellas en el siglo XVI. La primera
tentativa de una edición más completa fue emprendida en Maguncia
(Alemania) durante los años 1712-1742. A principios de
este siglo, durante los años 1905-1950 se publicaron en
Mallorca 21 volúmenes de las obras de Lulio escritas en catalán.
Esta edición ha sido reemprendida en 1990. La gran empresa de la
edición crítica de las obras latinas se inició con la fundación en
la Facultad de Teología de la Universidad de Freiburg (Alemania)
del Raimundus Lullus Institut el año 1957. De 1959 a
1965 se publicaron en Mallorca los cinco primeros tomos, a partir
del tomo VI, es decir, desde 1975 se publican las Raimundi
Lulli Opera latina en la serie "Corpus Christianorum-Continuatio
mediaevalis", Turnhout (Bélgica). Se han publicado 22 tomos y
están en imprenta otros dos más.
Gracias a los trabajos preparatorios que este esfuerzo editorial ha
requerido, el pensamiento de Lulio ha podido ser estudiado con mayor
exactitud dentro de su contexto medieval. El Raimundus Lullus
Institut no es, por ello, un centro dedicado sólo a Lulio, sino
que figura oficialmente como centro de estudio de las fuentes de la
Teología de la Edad Media.
Un estudio de la obra de Lulio está, sin embargo, impedido por una
serie de obstáculos. Su obra, sin embargo, no sólo es difícil de
comprender a causa de su volumen sino, sobre todo, por la amplia gama
de temas tratados que van más allá del monolítico temario lógico y
filosófico de la enseñanza universitaria.
También su estilo singular hace que los no habituados vean en sus
escritos una extraña mezcla de geniales pensamientos con increibles
representaciones, singulares malabarismos gramaticales y aburridas
repeticiones. A esto hay que añadir la barrera de su hermético
lenguaje pues Lulio no sólo escribió en latín sino también en
árabe y catalán. Aunque no se han encontrado obras suyas en árabe,
el conocimiento de este idioma, que él sabía mejor que el latín,
determina decisivamente su pensamiento que él expresó fundamentalmente
en lengua catalana. Las personas habituadas a la lectura de latín
medieval encuentran en sus obras latinas, determinadas en estilo y
dicción por su lengua materna, un lenguaje insulso y mediocre (por no
decir deficiente). Como escritor catalán merece Lulio el
calificativo de genio, pues fue el creador del lenguaje literario en
esa lengua. Fue, sin duda alguna, el primer escritor medieval que
expresó contenidos filosófico-teológicos en lengua vernácula. Es
por eso que para comprender a Lulio plenamente hay que leerlo en
catalán.
Además de este no fácil acceso formal a la lectura de sus obras el
pensamiento luliano está íntimamente ligado a su personalidad y a su
agitada biografía, todos los temas están tratados desde una
perspectiva muy personal y en la íntima convicción de estar llevando a
cabo una tarea impuesta y dictada por Dios. Las dificultades del
discurso luliano no vienen, por ello, no tanto condicionadas por la
complejidad de los conceptos y sus aparentes contradicciones sino por
las cesuras y silencios que impone la lectura de sus obras en las que no
se propone presentar una exposición académica y sistemática de sus
presupuestos intelectuales. Su única y exclusiva finalidad es la
conversión del infiel. La determinante del discurso luliano no es,
por ello, discursiva sino fundamentalmente apologética. Toda su obra
se subordina a ese único fin. El objetivo fundamental de Lulio era
escribir un libro que hiciese inteligible los dogmas cristianos a los
musulmanes y judíos. A este libro le dará el título de Ars
inveniendi veritatem y, considerándola una labor impuesta por Dios,
trabajará incansablemente en la composición de este Arte (método)
durante más de treinta años. El Ars inveniendi veritatem de Lulio
es el medio en que se hallan contenidos los principios que fundamentan y
hacen posible el fin primordial, en tanto que dichos principios son
verdaderos, pues coinciden o reflejan exactamente los principios
ontológicos universales.
Al fin de su vida Lulio mismo es consciente que, a pesar del
convencimiento profundo de haber descubierto la verdad, ha fracasado en
su intento de comunicar su ideario a sus contemporáneos. Su
preocupación de legar sus obras a la posteridad muestran, a pesar de
todo, su convicción de que su obra después de su muerte habría de
seguir teniendo validez.
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