|
Llull es clásico y moderno al mismo tiempo. Moderno porque empieza
su construcción a partir del sujeto; clásico porque lo ve todo desde
la perspectiva del acto de ser.
Volvamos a la figura del “ente”. La, digamos, “materia” del
Ars luliano será todo el Ser inteligible. Su “forma”, la verdad
real. Está pues implícito en el funcionamiento del Ars que el Ser
es inteligible y que el entendimiento humano puede alcanzarlo. Así
como un ojo sano necesariamente ve el cuerpo situado en frente, aclara
Le Myésier, un entendimiento bien dispuesto, en un cuerpo bien
dispuesto, necesariamente entenderá, y no podrá no entender, la
verdad de su objeto —las propositiones per se notae—, si ese objeto
estuviere presente en él. El Ars luliano busca pues concluir
proposiciones verdaderas. Le Myésier destaca todavía que la verdad
de las proposiciones depende de la verdad real del objeto
extramental[7] y que es esta última —la verdad del ser—, la que
interesa al Arte.
La teoría del conocimiento que subyace en la Ars es, pues,
realista. Podría resumirse con estas pocas palabras: lo que se
encuentra en el entendimiento humano no es la cosa, sino una semejanza
suya, o especie inteligible. A continuación, por otro acto —el
acto de conocer o entender propiamente dicho— el entendimiento
expresará[8] o manifestará, mediante el concepto, la re
obiectata. El concepto expresado remite a la cosa. Voz
significativa, el concepto es, pues, un signo segundo, por ser signo
del primer signo que es la especie inteligible. Lo que está
sobreentendido en este proceso es que si la especie inteligible proviene
directamente de la cosa conocida —la re obiectata—, el entendimiento
podrá alcanzar la cosa[9] .
Dos cosas llaman la atención en la “figura del ente”. En primer
lugar, el hecho de estar toda ella montada sobre el Ser. Más
concretamente, sobre el acto de Ser. Las criaturas descienden de
Dios según un orden de semejanza de mayor a menor. De las más
sutiles, puras y luminosas, hasta las menos sutiles, puras y
luminosas, como los cuerpos. Llull, no monta un universo de
esencias. Como todo auténtico filósofo, desea conocer el ente
concreto empírico. Contempla, pues, el esse mundi, en el que
introduce también los entes posibles[10] . Sobre este universo de
verdades reales, que se extienden de Dios hasta los cuerpos más
ínfimos, se derramará el ansia de saber del espíritu humano. Por
qué admirarse de que el hombre, criatura racional, desee conocer
estas cosas con el máximo fervor?[11]
En segundo lugar, Llull enfatiza el conocer como acto. Siempre que
conocemos, conocemos por un acto, pero no necesariamente conocemos
siempre mediante una operación[12] . La operación es también
acto, pero el hombre realiza otros actos de conocimiento que no son
operaciones. Qué conocemos con las operaciones intelectuales?
Objetos. Lo inteligido en acto en una operación intelectual es lo
intencional. Es el conocimiento conceptualizable.
Ahora bien, el conocimiento que es acto pero no operación, es
decir, el conocimiento que trasciende la operación, trasciende el
objeto. Tenemos esos conocimientos? Sí. Cómo los realizamos?
Primero, con los hábitos. Los hábitos son también actos, pero
superiores a las operaciones. Constituyen como un modo de ser
habitual.
Que conocemos con los hábitos? Nuestro propio ser individual y el
ser de las otras cosas, aquellas que conocemos mediante las
operaciones. La autoconciencia de nuestro existir y la existencia, el
ser, de lo extra-mental son, pues, conocimientos habituales.
Entre los conocimientos que son acto pero no operación hay que situar
también el conocimiento inherente al propio acto de ser: Dios, ipsum
Esse subsistens, es conocimiento subsistente. Y en el acto de ser
del hombre, esse hominis —aunque ese acto no lo tenga el hombre por
sí mismo, como ocurre con Dios —, hay inherente también un cierto
conocimiento.
Comparado con el conocimiento que se realiza mediante una operación,
los conocimientos no operativos son de un nivel superior. El
conocimiento obtenido mediante el Arte luliano es un conocimiento a
partir de principios universalísimos y que por lo tanto se sitúa en un
nivel habitual. El Arte de Llull quiere conducir al artista a un
hábito de ciencia superior.
En las últimas cuestiones del Arbor scientiae, las De fructibus
Arboris Quaestionalis, concretamente en De Quaestionibus habitus
huius scientiae, Llull lo deja bien claro. Primero, el hábito de
conocimiento que se obtiene a partir de los principios: Quaestio:
Monachus a Raimundo quaesiuit, utrum haec Arbor scientiae sit
generalis. Solutio: Dixit Raimundus, quod haec Arbor scientiae
generalis est, quia est de generalibus principiis, secundum quod in
suis radicibus apparet, et est generalis, quia est de sexdecim
arboribus, quae generales sunt ad omnem habitum scientiae.
Todo el tema del Arbor no tiene otra finalidad que la de adquirir el
hábito de la ciencia: Quaestio: Subiectum huius Arboris
scientiae, quod est? Solutio: Subiectum huius arboris est illud,
per quod humanus intellectus acquirit uniuersalem habitum sciendi.
Finalmente, el método para mantener actual el hábito: Quaestio:
Habitus huius scientiae, cum quo conseruari potest? Solutio:
Imaginando frequenter et recolendo arbores speciales huius arboris
generalis conseruari potest generalis habitus scientiae, quam homo
habere potest per ipsum.[13]
|
|