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Pienso que se debe continuar considerando actual a un autor, cuando la
vitalidad de su pensamiento ayuda a plantear y a resolver, aunque sea
parcialmente, las dificultades que hoy amenazan nuestro filosofar. En
este sentido, cabe señalar que ya en los tiempos de Llull, algunos
depositaban en el mallorquín sus esperanzas. Le Myésier[1] , por
ejemplo, que fue educado en la Sorbona, conoció Llull en 1287 y
se tornó su discípulo y admirador, creía que las obras de su maestro
debían ser divulgadas y conocidas, pues tendrían un papel importante
en la solución de la fuerte crisis que sacudía la filosofía en los
comienzos del siglo XIV. Aristóteles es actual porque las
soluciones de su filosofía, nacida en medio de una crisis, pueden
servir para la crisis contemporánea de la filosofía. Lo mismo se
puede pensar de Llull.
El lulismo supera y prolonga el aristotelismo[2] . Llull realizó
algo semejante a lo que hizo Tomás, lo que tiene un mérito
peculiar, pues no se puede olvidar que durante los últimos cuarenta
años de su vida, es decir, casi desde que empezó a escribir —el
Compendium Logicae Algazelis, la primera obra de Llull según el
catálogo de Bonner, fue escrita en 1271/2— , el tomismo
permaneció condenado. Pienso dejar claro con estas líneas que Llull
situó el pensamiento de Aristóteles bajo la perspectiva de lo
transcendente.
Cual era el papel que Le Méysier atribuía a Llull a los comienzos
del siglo XIV? Mantener en todo su vigor la inteligencia,
exactamente en el momento en que nacía y se abría paso el “pensiero
debole” de la modernidad. Porque en aquellos primeros años del mil
trescientos se pensó la modernidad; sobre todo por Escoto y Ockham,
dos franciscanos del área inglesa que reaccionaron mal —como casi
todos los franciscanos de aquella época—, frente a Aristóteles.
Por que les caía mal Aristóteles? Porque les parecía que la
revelación se tornaría superflua si se pudiese conocer la realidad
como el estagirita proponía. En Aristóteles, parece que el
conocimiento humano agota el ser.
Que hará entonces Escoto? Transformará la inteligencia en facultad
puramente receptora, en un simple espejo, y dejará la realidad fuera
de ella. El contacto con lo real se hará mediante la voluntad
espontánea. Según Escoto, la inteligencia es pasiva y la voluntad
activa. Pocos años después, Ockham dirá que si la voluntad es lo
único activo, pura espontaneidad independiente de las formalidades,
será pura arbitrariedad sin límite. Y así, las formas pensadas se
desvanecen, no sirven para nada: es el nominalismo.
A fin de cuentas, lo que se inaugura al comienzo de siglo XIV es
una interpretación estrecha de Aristóteles. Hay un descenso en el
nivel del pensar. Se le tiene miedo por la fuerza que aparenta tener,
aunque de hecho se desconoce esa fuerza. Según Ockham no se puede
conocer nada desde su fundamento intrínseco. Desde luego, a Dios
no. Este es el declive que inaugura la edad Moderna: se declara al
hombre incapaz de Dios, porque es incapaz del Ser.
Llull está fuera de esto. Continua realista. No teme aceptar que
la inteligencia sea tan potente que pueda agotar el ser. Llull quiere
agotarlo, y su Arte tiene esta finalidad.
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