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Llegados a este punto en el examen sobre el Ars luliano será preciso
penetrar en el intrincado problema de las relaciones entre ser y
pensar. Siendo el Ars una lógica universal, basada en el acto de
ser de los entes, el movimiento implícito en este acto levanta una
importante pregunta. En el Ars luliano, el pensar se fundamenta en
el ser, o es el ser el que encuentra su fundamento en el pensar, como
defienden todos los inmanentismos?
Para responder a esta indagación, parece útil recordar que la
principal tesis inmanentista no sólo identifica ser y pensar, como
hizo Parménides, sino que parte de un pensamiento vacío. El eleata
tenía completa conciencia de la imposibilidad de un acto de pensar sin
objeto pensado; sin embargo, dada la dificultad que encontró en
admitir la posibilidad real, concluyó que el ser actual o es actual o
no es; y a partir de esta conclusión condujo su atención hacia la
actividad de pensar, quitando importancia al objeto pensado, y
abriendo así las puertas para el inmanentismo posterior.
A partir de Descartes, esa identificación entre pensar y ser
llegará a perder su núcleo interior —aquél que permitiría llegar a
una solución para el problema de las relaciones entre pensamiento y
realidad—, por originarse el inmanentismo cartesiano en un pensamiento
vacío de contenido. Concebíase así, por primera vez, una
actividad de pensar sin cualquier objeto, y esta postura llevará
necesariamente a afirmar, en un primer momento, que el ser es puesto
por el pensar, y finalmente, que nada tiene valor, lo que es
coherente pues de la nada se partió.
Bien diferente es la metafísica luliana. Para Llull, el pensar
estará siempre incluido en el ser y tendrá siempre contenido. El
pensamiento es el acto propio del ser inteligente. Recordemos aquí de
nuevo que Llull dice que nada estaría en acto si no fuese por los
actos de los principios universalísimos y es por ese camino de los
principios que anda la investigación luliana. Lo que las cosas son
realmente, el valor de las cosas, vendrá dado —y descubierto
mediante el Ars—, por sus principios constitutivos. Y conoceremos,
mediante un acto, el valor de los entes en la medida en que descubramos
sus relaciones con el todo, principalmente sus relaciones con los seres
personales, Dios el primero de ellos, en el cual esos principios son
infinitamente actuales y se identifican con su Esencia[38] . Por
consiguiente, todo está en acto y el pensamiento a su vez es un acto.
La metafísica luliana es una metafísica de actos y de
co-actualidades, y en Llull el pensamiento humano, siendo también
un acto —el acto de un ser inteligente—, será siempre subsidiario
del ente concreto.
En los diversos inmanentismos históricos el verum es el fundamento del
ens, mientras que en los realismos, el ens fundamenta el verum y el
bonum. Qué dice Llull sobre este punto? En el verano de 1300,
en su tierra natal de Mallorca, el filósofo catalán terminó su
Principia Philosophie que tenía como objetivo exponer los principios
filosóficos[39] que se podrían extraer con el método de su Ars.
Su discurso, como siempre extremamente sistemático, consiste en una
extenso análisis del ente. Empieza con una reflexión sobre el ente
en cuanto ente, y con ayuda del Ars, obtiene innúmeras conclusiones
verdaderas y necesarias. A continuación, su método le lleva a
investigar el ente mediante indagaciones binarias, del tipo
ente/no-ente, posible/imposible, verdadero/falso, ente
bueno/malo, etc. etc. El realismo de las argumentaciones es
patente. No sólo implícito, sino también explícito. Cuando se
pregunta, por ejemplo, por la posibilidad de que algún no-ente sea
de algún modo ente real, responde diciendo que no, pues ningún
no-ente es ente fuera del entendimiento, siendo el no-ente que se
encuentra en el alma sólo una semejanza del ente real. A2firma
claramente la realidad del ente extra-mental, y dice que el no-ente
es construido exclusivamente por el entendimiento[40] .
De todos modos, el realismo básico del Ars debe ser bien
comprendido. El Ars consiste en un método de aproximación a los
actos que fundamentan los entes, los cuales, por ser actos, son
inteligibles. Pero por inteligible no se debe entender sólo
conceptualizable. Nuestro entendimiento puede alcanzar los actos de
los entes, no obstante no los posee. El entendimiento sólo se
enseñorea con las formas por las cuales el acto siempre se manifiesta;
pero estas formas pensadas se encuentran en el entendimiento por su
propio acto de conocer: el ser de lo conocido, en cuanto conocido, es
el ser del conocimiento. Ahora bien, conocer entes no se reduce a
conocer sus formas; es necesario conocer también su ser, y a esto se
destinará el Ars. Pero el ser, insistimos, no es
conceptualizable. Las formas encierran el ente, pero no encierran el
ser. A pesar de esto, la identidad del ente no proviene de la forma,
sino del ser. Llull lo sabe, y sabe también que el mecanismo del
Ars sólo aproxima hacia esa identidad del ser en sí, sin obviamente
llegar a poseerla nunca en toda su riqueza, dado que el ser de los
entes concretos es actividad. Sin embargo, conocemos el ser de los
entes por un conocimiento habitual, de un rango superior al
conocimiento con objetos.
Cabe decir, pues, que las formas pensadas, escondiendo el carácter
activo del ser, ejercen un papel limitador del conocimiento, y delante
de esto, el mecanismo del Ars aparece como subsidiario del
conocimiento, al intentar aproximarse de la verdad real del ente
concreto, mediante el conocimiento de su acto.
Llull, por tanto, con su Ars, nos ofrece una herramienta poderosa
que nos ayuda a penetrar en el acto del ente concreto. Como acabamos
de ver, el mecanismo del Ars supone el realismo y parte siempre de lo
real. No obstante, algunos autores[41] llegaron a ver en la
“figura del ente” luliana, y en el Ars, un sistema próximo al
idealismo, deformando así —sin duda alguna desde una perspectiva
extrínseca a la intención de Llull y a lo que realmente se
proponía—, su pensamiento. Tampoco parece correcta una
interpretación tal que considerase los principios universalísimos como
conceptos a priori del entendimiento, con los cuales, a semejanza de
una analítica transcendental en sentido kantiano, pensaríamos los
objetos. Repetimos que Llull parte siempre del ente real concreto.
Y si parte del real, a algo también real llegará necesariamente.
La metafísica luliana no es por tanto un ontologismo, que ve las
cosas en Dios, sino que al contrario, llega a Dios a partir de las
cosas.
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