II. Las contradicciones aparentes y el décimo de los modi del Ars compendiosa inveniendi veritatem

En la primera de las artes de Llull, el Ars compendiosa inveniendi veritatem[9] (ca. 1274), vuelve a aparecer el tema de las contradicciones aparentes. En este caso, en la presentación de los dieciseis modi generales de esta Arte. El décimo de estos modos se refiere a la "contrariedad, y a aquello que parece ser contrario y no lo es"[10]. Aunque Llull, según la edición maguntina, hable de "contrariedad", de contrarietas (quizás por influencia del término árabe naqîd, que tiene el doble sentido de contrario y contradictorio[11]) se refiere, sin lugar a dudas, a la contradicción (contradictio). En el tratamiento de este modus, Llull deja de lado la distinción entre las diversas causas posibles de la apariencia como contradictoria de una contradicción inexistente y se centra en la caracterización de lo que es este tipo de pseudocontradicción a partir de algunos de los términos de la figura S de su Ars. El párrafo que Llull dedica al décimo de los modos generales del Arte es, como tantos otros de las primeras obras lulianas, balbuceante, poco feliz en la traducción del pensamiento a las palabras. Pero vale la pena retener un par de las ideas que se encuentran en él[12].

Llull centra su análisis en la contradicción aparente que puede surgir en una disputa cuando uno de los contendientes afirma, siguiendo el recto dictado de su intelecto, lo significado en una determinada proposición y el otro, siguiendo el recto dictado del suyo, lo niega[13]. En tanto que estas afirmación y negación son rectas, o, como afirma el texto, "científicas", las dos son verdaderas. (Esto, como es obvio, aunque Llull no se entretenga en decirlo, sólo es posible porque entre ellas no se dan las condiciones que, según el De interpretatione aristotélico, dan lugar a una contradicción real[14].) Pero la incomprensión por parte de los contendientes en la disputa de las razones ajenas hace que lo que en realidad no es una contradicción aparezca como tal en su intelecto. En esta situación el intelecto de los disputantes deja de entender rectamente (C de la figura S) para caer en una suposición errónea (L de la figura S).

Aunque Llull tampoco lo diga, esta suposición errónea, la de que hay una contradicción cuando en realidad no hay tal, coincide, en el contexto de una disputa (pues de esto es de lo que se trata), con otra creencia: la de que se ha logrado una refutación cuando en realidad no es así. Una creencia falsa con apariencia de verdadera que Aristóteles analiza, en los Sophistici Elenchi, cuando trata de la ignorancia de la refutación (ignorantia elenchi) y de los sofismas que de ella dependen[15].

En las cuestiones del Ars compendiosa inveniendi veritatem, Llull sólo recorre en una ocasión al modo décimo. En la sexta razón de la cuestión quinta, una cuestión que tiene por objecto la Encarnación del Hijo de Dios[16]. En uno de los párrafos de esta sexta razón Llull expone como se oponen los fieles y los infieles cuando, respectivamente, afirman y niegan, la Encarnación: cuando los fieles la afirman, dice Llull, no atribuyen a Dios el triángulo rojo de la figura T del Ars (principio-medio-fin)[17]; en cambio, los infieles la niegan porque juzgan imposible que pueda atribuirse a Dios este triángulo[18]. Para Llull la cosa es clara: cuando los infieles pretenden refutar la Encarnación, no lo hacen porque lo que entienden como Encarnación no tiene nada que ver con lo que los fieles entienden al afirmar este artículo de fe[19]. Nos encontramos, aunque Llull de nuevo no se refiera a ello, ante un caso que se corresponde al primero de los modos de la contradicción aparente presentados en el Compendium logicae Algazelis: el que surge de la equivocidad entre los sujetos de las dos proposiciones presuntamente contradictorias[20].

Llull apunta con este ejemplo uno de los problemas que, a su juicio, enturbiaban las disputas interreligiosas: la degeneración de estas en un diálogo de sordos en el que los contendientes, desconociendo el contenido de los respectivos artículos de la fe, pretendían refutarlos.