|
¿Sería muy arriesgado afirmar que la filosofía existió y existirá
por necesidad? La necesidad que experimenta el hombre de ponerse en
claro, de aclararse más hacia el futuro, que no sobre su pasado. La
ética, el bene et beate vivere, es el término del preguntar
filosófico. Sin olvidar que, antes y ahora, algunos, por mor del
bene vivere, puedan convertir la filosofía en negocio.
A la necesidad de ponerse en claro, el hombre responde con la
comprensión de la realidad que le atañe y con la fundamentación de
los objetivos que propone a su acción. Por eso mismo la filosofía es
plural y en gran parte biográfica. Y es en esta parte biográfica
donde casi siempre se encuentra el tono de la reflexión filosófica.
Formulando concreta la pregunta: ¿qué necesidad experimentó Llull
para dedicarse a la filosofía?, ¿por qué percibió a la filosofía
como necesidad?
Podemos responder enseguida con unas palabras de la Vita coaetanea:
"Christum integre deservire" (cf. ROL VIII, p. 274).
Es decir, Llull parte de la necesidad personal de restaurar la
integridad de su fe.
La experiencia personal que es transmitida por el relato de la
conversión y que resuena con insistencia en toda la obra de Llull,
apunta a un sentimiento de frustración: la fe recibida se vió
frustrada por la ocupación intelectual en otros temas y la dedicación
de la vida a otros intereses.
La decisión por el cambio implica, en primer lugar, ocuparse
intelectualmente de la fe. Inseparablemente es necesario, en segundo
lugar, que esta ocupación norme el propio estado de vida. La
contemplatio aúna ambos elementos: estilo de vida y ocupación
intelectual.
Ahora bien, la integridad de la fe que con lo anterior pueda
alcanzarse, topa con una realidad entorno que puede desbaratarla de
raíz: el hecho de que esta integridad de fe no es compartida por
todos. No lo es por los miembros de la cristiandad, ni lo es por los
que permanecen en el error de otras religiones.
La gravedad de esta situación es tan claramente percibida por Llull,
que se convierte en un condicionante esencial de la integridad de la fe
incluso personal. Es decir, nadie puede pretender servir integre a
Cristo, si no asume la misión de conseguir que los demás inicien su
propio camino hacia la integridad de la fe.
El camino personal recorrido por el misionero es la cantera de donde
extraer sus argumentos. Su camino personal: el de la comprensión de
la fe y el de la actuación virtuosa.
Esa es la necesidad que experimenta Llull. Es una necesidad
misionera, pero no la que sólo se siente por la eficacia de un
método, sino la que cuestiona la propia posición. No es necesidad
apologética, sino necesidad comprensiva.
Sería extemporáneo objetar si esta necesidad expresada por Llull
puede considerarse filosófica o teológica. ¿Acaso esta distinción
no es hija del olvido? Lo que constituye la necesidad filosófica no
se constituye, como por su objeto, por un determinado segmento de la
realidad. Es más bien la radicalidad de su postulado (ponerse el
sujeto en claro), lo que determina la universalidad de su objeto.
|
|