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23. La actividad apostólico-misionera de los santos
Cirilo y Metodio, que se sitúa en la segunda mitad del
siglo IX, puede considerarse como la primera
evangelización efectiva de los eslavos.
Esta actividad alcanzó, de diversa manera, a cada uno
de los territorios, concentrándose principalmente en los
de la Gran Moravia de entonces. Ante todo, abarcó las
regiones de la metrópoli, cuyo pastor era Metodio, esto
es, Moravia, Eslovaquia y Panonia, en suma, una
parte de la actual Hungría. En el marco del influjo
más vasto ejercido por esta actividad apostólica —en
especial por parte de los misioneros preparados por
Metodio— se encontraron los otros grupos de eslavos
occidentales, sobre todo, los de Bohemia. El primer
príncipe histórico de Bohemia, de la dinastía de los
Premyslidi, Bozyvoj (Borivoj), fue bautizado
probablemente según el rito eslavo. Más tarde este
influjo llegó hasta las tribus serviolusacianas, así
como a los territorios de la Polonia meridional. Sin
embargo, desde el momento de la caída de la Gran
Moravia (905-906 aproximadamente), a este rito
le sustituyó el rito latino y Bohemia fue puesta
eclesiásticamente bajo la jurisdicción del Obispo de
Ratisbona y la metrópoli de Salzburgo. Mas, es digno
de atención el hecho de que aún a mediados del siglo X,
en tiempos de san Wenceslao, existía una compenetración
recíproca de elementos de ambos ritos con una avanzada
simbiosis de las dos lenguas usadas en la liturgia: la
lengua eslava y la lengua latina. Por lo demás, no era
posible la cristianización del pueblo sin servirse de la
lengua nativa. Solamente sobre esta base pudo
desarrollarse la terminología cristiana en Bohemia y de
aquí, sucesivamente, desarrollarse y consolidarse la
terminología eclesiástica en Polonia. La referencia
sobre el príncipe de los Vislanos en la Vida de Metodio
es la alusión histórica más antigua relativa a una de
las tribus polacas.[41] Faltan datos suficientes para
poder relacionar con esta noticia la institución de una
organización eclesiástica de rito eslavo en las tierras
polacas.
24. El bautismo de Polonia en el año 966, en la
persona del primer soberano histórico Mieszko, que se
casó con la princesa bohema Dubravka) tuvo lugar
principalmente por medio de la Iglesia bohema y, por
medio de ella, el cristianismo se introdujo en Polonia
desde Roma en la forma latina. De todas maneras,
subsiste el hecho de que los orígenes del cristianismo en
Polonia se conectan de algún modo con la obra de los
hermanos que partieron de la lejana Salónica. Entre los
eslavos de la península Balcánica, la solicitud de los
santos hermanos fructificó de modo aún más visible.
Gracias a su apostolado, se consolidó el cristianismo,
radicado desde hacía tiempo en Croacia.
Principalmente a través de los discípulos, expulsados
del primer terreno de actividad, la misión
cirilo-metodiana se consolidó y desarrolló
maravillosamente en Bulgaria. Aquí, gracias a san
Clemente de Ojrid, surgieron centros dinámicos de vida
monástica, y aquí tuvo un desarrollo particular el
alfabeto cirílico. Desde aquí el cristianismo pasó
también a otros territorios hasta llegar, a través de la
vecina Rumania, a la antigua Rus' de Kiev y extenderse
luego desde Moscú hacia el Oriente. Dentro de algunos
años —precisamente en el 1988— se cumplirá el
milenario del bautismo de san Vladimiro el Grande,
príncipe de Kiev.
25 Justamente, por tanto, los santos Cirilo y
Metodio fueron muy pronto reconocidos por la familia de
los pueblos eslavos como padres, tanto de su cristianismo
como de su cultura. En muchos de los territorios ya
mencionados, si bien habían sido visitados por diversos
misioneros, la mayoría de la población eslava
conservaba, todavía en el siglo IX, costumbres y
creencias paganas. Solamente en el terreno cultivado por
nuestros santos, o al menos preparado por ellos para su
cultivo, el cristianismo entró de modo definitivo en la
historia de los eslavos durante el siglo siguiente.
Su obra constituye una contribución eminente para la
formación de las comunes raíces cristianas de Europa;
raíces que, por su solidez y vitalidad, constituyen uno
de los más firmes puntos de referencia del que no puede
prescindir todo intento serio por recomponer de modo nuevo
y actual la unidad del continente.
Después de once siglos de cristianismo entre los
eslavos, constatamos que el legado de los hermanos de
Salónica es y sigue siendo para dichos pueblos más
profundo y serio que cualquier división. Ambas
tradiciones cristianas —la oriental que viene de
Constantinopla y la occidental que viene de Roma—
surgieron en el seno de la única Iglesia, aunque sobre
el entramado de culturas diversas y con una óptica
distinta respecto a los mismos problemas. Tal
diversidad, cuando sea bien comprendido su origen y
convenientemente ponderados su valor y significado, no
hará sino enriquecer tanto la cultura de Europa como su
tradición religiosa, y convertirse, de esta manera, en
una base adecuada para su deseada renovación espiritual.
26. Desde el siglo ix, cuando en la Europa cristiana
se estaba delineando un sistema nuevo, los santos Cirilo
y Metodio nos proponen un mensaje que se manifiesta de
gran actualidad para nuestra época la cual, precisamente
por razón de tantos y tan complejos problemas de orden
religioso y cultural, civil e internacional, busca una
unidad vital en la real comunión de sus diversas
componentes. De los dos evangelizadores se puede afirmar
que una característica suya fue el amor a la comunión de
la Iglesia universal tanto en Oriente como en Occidente
y, dentro de ella, a la Iglesia particular que estaba
naciendo en las naciones eslavas. De ellos procede,
también para los cristianos y hombres de nuestro tiempo,
la invitación a construir juntos la comunión.
Pero es en el terreno específico de la actividad
misionera donde destaca todavía más el ejemplo de Cirilo
y Metodio. En efecto, dicha actividad es tarea esencial
de la Iglesia y es en nuestros días urgente en la forma
ya mencionada de la «inculturación». Los dos
hermanos no sólo desarrollaron su misión respetando
plenamente la cultura existente entre los pueblos eslavos,
sino que, junto con la religión, la promovieron y
acrecentaron de forma eminente e incesante De modo
análogo, en nuestros días, las Iglesias de antigua
fundación pueden y deben ayudar a las Iglesia y a los
pueblos jóvenes a madurar en su propia identidad y a
progresar en ella.[42]
27. Cirilo y Metodio son como los eslabones de
unión, o como un puente espiritual, entre la tradición
oriental y la occidental, que confluyen en la única gran
tradición de la Iglesia universal. Para nosotros son
paladines y a la vez patronos en el esfuerzo ecuménico de
las Iglesias hermanas de Oriente y Occidente para volver
a encontrar, mediante el diálogo y la oración, la
unidad visible en la comunión perfecta y total; «unión
que —como dije durante mi visita a Bari— no es
absorción ni tampoco fusión».[43] La unidad es el
encuentro en la verdad y en el amor que nos han sido dados
por el Espíritu. Cirilo y Metodio, en su personalidad
y en su obra, son figuras que despiertan en todos los
cristianos una gran «nostalgia por la unión» y por la
unidad entre las dos Iglesias hermanas de Oriente y
Occidente.[44] Para la plena catolicidad, cada
nación y cada cultura tienen un papel propio que
desarrollar en el plan universal de salvación. Cada
tradición particular, cada Iglesia local, debe
permanecer abierta y atenta a las otras Iglesias y
tradiciones y, al mismo tiempo, a la comunión universal
y católica; si permaneciese cerrada en sí misma,
correría el peligro de empobrecerse también ella.
En la actuación del propio carisma, Cirilo y Metodio
dieron una contribución decisiva a la construcción de
Europa, no sólo en la comunión religiosa cristiana,
sino también con miras a su unión civil y cultural. Ni
aún hoy existe otra vía para superar las tensiones y
reparar las rupturas y antagonismos existentes, tanto en
Europa como en el mundo, los cuales amenazan con provocar
una espantosa destrucción de vida y de valores. Ser
cristiano en nuestro tiempo significa ser artífice de
comunión en la Iglesia y en la sociedad. A tal fin
ayudan un espíritu abierto hacia los hermanos, la mutua
comprensión y la prontitud en la cooperación mediante un
generoso intercambio de los bienes culturales y
espirituales.
En efecto, una de las aspiraciones fundamentales de la
humanidad actual es la de volver a encontrar la unidad y la
comunión para una vida verdaderamente digna del hombre a
nivel mundial. La Iglesia, consciente de ser signo y
sacramento universal de salvación y de unidad del género
humano, está dispuesta a desempeñar este deber suyo,
«que las condiciones de nuestra época hacen más urgente»
, para que «todos los hombres, que hoy están más
íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales,
técnicos y culturales, consigan también la unidad
completa en Cristo».[45]
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