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El sentido primario más verdadero y estricto del término sustancia es decir que es
aquello que nunca se prédica de otra cosa ni puede hallarse en un sujeto. Como ejemplo
de ello podemos poner un hombre concreto o un caballo concreto. Sin embargo, podemos
hablar de sustancias secundarias, entre las cuales, si son especies, quedan incluidas las
sustancias primarias a primeras, y en las cuales, si son géneros, quedan contenidas las
mismas especies. Por ejemplo, incluimos un hombre particular en la especie llamada
«hombre», y, a su vez, incluimos la misma especie en el género llamado «animal». Esas
son, pues, sustancias secundarias, es decir, hombre y animal, o de otra manera, la especie
y el género.
De lo dicho se deduce con evidencia que el nombre y la definición de los predicados
pueden igualmente afirmarse del sujeto. Por ejemplo, predicamos «hombre» de un
hombre individual, como de un sujeto. El nombre de la especie llamada ahombre» se
predica afirmativamente datada individuo; aplicamos la palabra «hombre» a un hombre.
Y la definición o significada de la palabra ahombre» se aplicará a un hombre de igual
manera, porque un hombre es a la vez hombre y animal. De manera que el nombre y la
definición de la especie se aplicarán ambos a un sujeto.
Por el contrario, cuando se trata de casas que están presentes o se hallan en un sujeto, nos
encontramos con que sus nombres y definiciones no podemos afirmarlos o predicarlos de
un sujeto, al menos en la mayoría dalos casos. En verdad la definición misma no podrá
aplicarse en ningún caso. Solo en algunos casos nada impedirá, que utilicemos el nombre
del sujeto. Tomemos, por ejemplo, el nombre «blanco». «Blanco» está, sin duda, en un
cuerpo y se afirma por ello de un cuerpo, porque el cuerpo es el que es llamado blanco.
Sin embargo, la definición de «blanco», es decir, del color que llamamos blanco, nunca
puede ser predicado de un cuerpo cualquiera.
Ahora bien: todo lo que recibe el nombre de sustancia primera o bien se afirma de una
sustancia primera, o bien se halla presente en ella como en su sujeta. Esto es evidente par
casos particulares que ejemplificamos. Predicamos «anímalo de «hombre». De manera
que predicamos «animal» también de cada hombre en particular. Donde no existen
individuos de quienes se pueda afirmar esto así, tampoco puede afirmarse ella de la
especie. Finalmente, el color está en el cuerpo, de manera que también está en ese o
aquel cuerpo. Pues si pudiera existir donde no existiera ningún cuerpo, el color no estaría
absolutamente en un cuerpo. De manera que todas las cosas, cualesquiera sean, excepto
las sustancias primeras, son predicados de las sustancias primeras o se hallan en ellas
como en sus sujetos. Y donde no existe una sustancia primera, ninguna de esas cosas
puede existir.
De entre las sustancias secundarias, la especie se llama sustancia con mayor razón que el
género: está más cerca de la sustancia primera, mientras que el género se halla más
alejado de ella. Supongamos que alguien nos pregunta «qué es esto» mirando una
sustancia primaria. La respuesta que demos será más instructiva y más apropiada al
sujeto si hacemos mención de su especie que si hacemos mención de su género. Tomemos
como ejemplo ese hombre o aquel. Daremos una explicación más explicativa de él si
determinamos la especie o el «hombre», que no lo botemos si le llamamos un «animal».
Lo primero le pertenece a él más plenamente, mientras que lo íntimo es algo demasiado
amplio o lejano. O bien tomemos como ejemplo un árbol individual. Mencionando la
especie o «árbol», daremos de él una referencia más explicativa que si ofrecemos su
género o «planta».
Además, las sustancias primeras merecen este nombre con más derecho que todas las
cosas, porque ellas subyacen a, todas las cosas, las cuales, a su vez, serán sus predicados
o estarán en ellas como en sus sujetos. Ahora bien: exactamente igual que las primeras
sustancias están presentes a todo lo que existe, de igual manera. las especies lo están
respecto de los géneros. La relación de la especie al género es la misma que hay de un
sujeto a su predicado. Predicamos el género de la especie; pero nunca, de manera
inversa, podemos predicar la especie del género. De este razonamiento podemos inferir
que de entre las sustancias secundarias la especie es más verdaderamente sustancia que
el género.
Volviendo ahora nuestra atención a las especies mismas, ninguna, a menos que sea
también un género, es entre ellas más sustancia que otra. No es más apropiada
descripción el llamar «hombre» a un hombre concreto que lo puede ser llamar «caballo»
a un cabello concreto. También vale esto para las sustancias primeras: ninguna es más
sustancia que las otras. Porque ese o aquel hombre, por ejemplo, no puede ser más
verdaderamente sustancia que ese o aquel buey.
Fuera, pues, de las sustancias primarias, solamente la especie y el género entre todas las
demás cosas pueden ser llamadas rectamente sustancias secundarias, porque de entre
todos los predicados posibles tan solo ellos definen la sustancia primaria. En efecto, ese
o aquel hombre solo puede ser definido de una manera apropiada por medio de la
especie u «hombre» que por medio del género o «animal». Cualquier otra cosa que
determinemos, como, por ejemplo, «él corre», o bien «es blanco», será ajeno a lo que
pretendemos inmediatamente. Así, pues, solamente la especie y el género se denominan
rectamente sustancias, exceptuadas tan solo las sustancias primera.
Por otra parte, «sustancia», hablando estrictamente, se aplica solo a las sustancias
primeras, porque solamente ellas no subyacen a todas las demás cosas. De la misma
manera que la sustancia primera es referible a todas las demás cosas; igualmente lo son
el género y la especie respecto de los demás atributos no incluidos en la especie o el
género. Pues estos son sujetos de los otros. Podemos denominara un hombre «conocedor
de la gramática». Y por ello su especie y su géner o, es decir, hombre y animal, pueden
denominarse «conocedores de la gramática». Y lo mismo en todos los demás casos.
Es común a toda sustancia el no estar presente en un sujeto. Porque lo que llamamos
sustancia primera no puede estar presente en un sujeto ni puede predicarse de ningún
sujeto. Y evidentemente, la sustancia segunda tampoco se halla en un sujeto. Predicamos
la especie «hombre» de un hombre; sin embargo, «hombre» no se halla en un sujeto.
Porque la Humanidad no está en un hombre. Y como la especie, igual el género. El
género «animal», en efecto, se predica asertivamente de ese o aquel hombre en
particular, pero no puede hallarse presente en él. Por otra parte, hemos de tener en
cuenta esto. Cuando una cosa puede hallarsé en un sujeto, nada nos impide entonces
utilizar como nombre suyo el del suieto en cuestión; no, sin embargo, su definición. En
cambio, en las sustancias secundarias se pueden aplicar ambas cosas al sujeto, el nombre
y la definición. La definición de la especie, hombre, y la del género, animal, pueden
utilizarse en un hombre particular. Por consiguiente, la sustancia no se halla en un sujeto.
Que no pueden hallarse presentes en un sujeto es verdad no solo para las sustancias, sino
también para las diferencias. Así, de la especie llamada «hombre» podemos nosotros
decir asertivamente que «anda sobre sus pies» o «que es bípedo». Pero estas diferencias
no se hallan en él. Ninguna de ellas, en efecto, está en el hombre. Por otra parte, cuan, do
se predica afirmativamente una diferencia se predica igualmente su definición. Supóngase
que de la especie llamada «hombre» predicamos «anda sobre sus pies». La definición de
este atributo se aplicará también a esta especie. Porque el «hombre» en verdad camina
sobre sus pies.
Que las partes de las sustancias están presentes o se hallan en sus todos como en sujetos
es un. hecho que apenas debe perturbarnos ni hacernos temer que tengamos que señalar
tales partes como no sustancias. ¿No hemos acaso especificado que presente en un sujeto
significa «no como las partes en el todo»?
La diferencia y la sustancia tienen en común la siguiente característica, que, cuando
quiera que das predicamos, las predicamos unívocamente. Porque tales preposiciones
tienen siempre corno sujetos, individuos o especies. La sustancia primera, sin duda, al no
predicarse nunca de cosa alguna, tampoco puede ella misma ser predicada nunca de una
proposición cualquiera. No ocurre así con la sustancia secundaria. La especie se predica
de todos los ejemplos individua les, y el género se predica de todos estos y de las
especies. Y lo mismo ocurre con las diferencias. Se predican de igual manera de las
especies y de los individuos. Las definiciones de ambos, además, es decir, las de los
géneros y las especies, se aplican a la sustancia primaria, y la del género, a la especie.
Pues todo lo que nosotros afirmamos del predicado se podrá, también afirmar del sujeto.
La definición de cada diferencia se aplica de manera análoga a los individuos y a las
especies. Pero como hemos hecho notar hace poco, lo unívoco se utiliza en aquellas
cosas que no solo poseen el mismo nombre, sino que además se definen. de la misma
manera. De aquí se sigue que, en todas las preposiciones que tienen por predicado una
sustancia o una diferencia, este predicado es completamente unívoco.
Toda sustancia se nos aparece como un individuo. Y eso es indiscutiblemente verdadero
en el caso de la sustancia primera. Lo que ella significa o indica es un uno indivisible.
En el caso de las sustancias secundarias, el lenguaje ordinario puede dar también esta
impresión, como cuando decimos «animal», «hombre». Ello, con todo, no es realmente
así, porque lo que se significa es más bien una cualidad. La sustancia segunda no es una y
singular, como lo es, sin duda, la sustancia primaría; predicamos los términos «animal»,
«hombre», no de una sola, sino de muchas. La especie y el género no indican meramente
una cualidad, sin embargo, como lo hace, por ejemplo, «blanco». Los accidentes, es
decir, «blanco», por ejemplo, significan simple y exclusivamente una cualidad. Solo que
la especie y el género indican una cualidad que está relacionada con la sustancia. Ellos
nos dicen la manera de ser de una sustancia. En el caso del género, con todo, esta
calificación determinativa abarca un campo mucho más amplio que en el caso de la
especie. Decimos «animal»; abarcamos más que lo que comprenderíamos si, por
ejemplo, dijéramos «hombre».
Las sustancias nunca tienen contrarios. ¿Cómo podrían tenerlos las sustancias, por
ejemplo, este hombre, este animal? No hay nada contrario a ellos. Tampoco los tienen las
especies y los géneros. Esta característica particular no pertenece tan solo a la sustancia.
Ella, en efecto, pertenece a muchas cosas buenas, y entre ellas, por ejemplo, a la
cantidad. La expresión «largo de dos codos» carece de contrario; tampoco la tiene «tres
codos de longitud»; y tampoco la tiene «diez», ni otra cosa semejante a ello, a no ser,
claro está, que alguien dijera que son contrarios «grande» y «pequeño», «mucho» y
«poco». Con todo, las cantidades definidas ciertamente no tienen nunca contrarios.
Ninguna sustancia, al parecer, tiene grados o admite un más y un menos. No quiero con
eso significar que una sustancia no pueda ser llamada sustancia con más verdad que otras
o con menos verdad que otras; en verdad, hemos dicho que ello era posible. Pero quiere
decir que ninguna sustancia; como tal, admite grados en sí misma. Por ejemplo la misma
sustancia, hombre, no puede realmente ser más o menos hombre, comparado consigo
mismo o con otros. Este hombre no puede ser más hombre que aquel, como una cosa
blanca » no puede ser más o menos blanca que otra cosa blanca, o bien como un objeto:
bello puede tener más o menos belleza que otro. A veces, la misma cualidad, en un
mismo sujeto, puede variar temporalmente su grado. Por ejemplo, un cuerpo blanco
puede llamarse más blanco cuando viene a serlo más de lo que era, o bien un cuerpo
caliente puede llamarse más o menos caliente. Pero una sustancia, en cuanto sustancia, no
puede serlo más o menos de lo que es cualquier otra. Pues un hombre no es más un
hombre de lo que era hace algún tiempo. Lo mismo vale para todas y cada una de las
sustancias. Por consiguiente, la sustancia no admite grados.
Ahora bien: lo que parece más característico de 1a sustancia parece ser esto que, a pesar
de permanecer numéricamente una y la misma, es capaz de recibír en si calificaciones
contrarias. De entre las cosas que son distintas de la sustancia, apenas podríamos aducir
un ejemplo que poseyera esta característica. Por ejemplo, un color articular,
numéricamente uno y el mimo, no puede en manera alguna ser negro y blanco; y una
acción, siendo una y la misma, en manera alguna puede ser mala y buena. Y lo mismo
ocurre en todo lo que no sea una sustancia. Pero la sustancia, permaneciendo la misma,
admite con todo cualidades contrarias. Un solo y mismo individuo es en unas ocasiones
blanco, caliente o bueno, y en otras ocasiones, negro, frío o malo. No ocurre esto con
cualquier otra cosa, aunque se pueda defender que las aserciones u opiniones hayan
admitido los contrarios. Es decir, que una misma afirmación pueda parecer ser verdadera
y ser falsa. Puede, por ejemplo, ser verdad decir «él está sentado». Pero si él se levanta,
viene ello a ser falso. Y lo mismo ocurre en el caso de las opiniones. Uno puede opinar,
y con verdad, que tal o cual persona esta sentada. Y no obstante, cuando esta persona se
haya levantado, esa opinión, si se la mantiene, es falsa. Aun cuando admitimos esta
excepción, de hecho se diferenciaría del resto por su manera de suceder. Porque cuando
una sustancia admite unas cualidades contrarias, ello ocurre por medio de un cambio en
sí misma. Es, en efecto, por medio de un cambio en sí misma cómo una cosa, que estaba
caliente, viene a estar fría, pasando de un estado a otro, o bien cómo una cosa, que era
blanca, es luego negra, o bien una cosa, que era buena, viene a ser mala. Y de igual
manera ocurre en todos los demás casos en que la sustancia. admite determinadas
cualidades. En cambio, el juicio o la opinión permanecen inalterados en sí mismos, en
todos y cada uno de sus aspectos. Si pasan a poseer una cualidad contraria, siendo unas
veces verdaderos y otras veces falsos, lo que ha cambiado han sido los hechos del caso.
Pues el juicio «él está sentado» no ha cambiado, sino que, por relación a las condiciones
existentes, lo llamamos unas veces verdadero y otras veces falso. Igual que con los
juicios ocurre con las opiniones. En su manera de suceder o producirse, pues, es
realmente peculiar de la sustancia admitir cualidades contrarias, a saber, por medio de un
cambio en sí misma.
Por consiguiente, si alguien quisiera hacer una excepción en favor de los juicios y
opiniones, sosteniendo que estos también admiten calificaciones contrarias, su punto de
vista sería, en verdad, heterodoxo. Si se dice que los juicios y las opiniones admiten
tales calificaciones, el hecho es que no son ellos en sí mismos los que padecen un
cambio, sino que lo que lo padece es algo distinto. Pues es, gracias a los hechos del caso,
a su existencia o no existencia, que un juicio se llama verdadero o falso. No es posible
que el juicio mismo pueda admitir cualidades contrarias de esta clase. Porque, en una
palabra, nada puede alterar la naturaleza de las opiniones y los juicios, y puesto que no
ocurre en ellos un cambio, no pueden admitir contrarios tales como los dichos. La
sustancia, por el contrario, admite esta clase de contrarios por haberlos recibido ella en
si misma: alternativamente coloca en sí misma salud, enfermedad, blancura, negrura, etc.
Por recibirlos ella en sí misma se dice que admite tales contrarios.
De manera que, para concluir, podemos decir sobre todos los distintivos de la sustancia
que, permaneciendo estrictamente una y la misma, puede recibir en sí misma cualidades
contrarias por medio de un cambio realizado en sí misma.
Baste con esto acerca de la sustancia.
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