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Nos toca ahora hablar de la cualidad. Por «cualidad» significo aquello en cuya virtud los
hombres son llamados tales o cuales. La palabra «cualidad» tiene muchos sentidos.
Admitamos que los hábitos y las disposiciones constituyen una clase de cualidad. Los
primeros son distintos de las últimas, en que, son más durables y estables. Entre lo que
llamamos hábitos quedan incluidas las virtudes y todas las clases de conocimiento. Pues
el conocimiento se considera duradero y difícil de desplazar de la mente, aunque un
hombre puede, de hecho, haberlo adquirido solo en un grado moderado, a menos que se
haya producido en él un cambio brusco por enfermedad o algo semejante. Y lo mismo se
puede decir, con razón, de las virtudes, por ejemplo, de la templanza, de la justicia. Se
admite, en efecto, que estas son difíciles de desplazar o de cambiar. Las disposiciones,
en cambio, son cualidades de fácil cambio o muda, como son el calor, el frío, la
enfermedad, la salud, etc. Un hombre está dispuesto de determinada manera, según tales
condiciones, pero rápidamente experimenta un cambio. Estando caliente, en un momento
puede enfriarse; estando bueno, puede ponerse instantáneamente enfermo. Así ocurre con
todas las demás disposiciones, a menos que sucediera que ello viniera a ser una segunda
naturaleza, durante un largo lapso, resultando algo inveterado o, al menos, muy difícil de
hacer desaparecer cuando ya lo podemos llamar, según creo, un hábito.
Es, pues, evidente que los hombres se inclinan a llamar hábitos a estas cualidades, los
cuales son por naturaleza más duraderos y lo más difícil de borrar. Aquellos que no
pueden en absoluto dominar su conocimiento y son de humor inestable o mudable, pueden
apenas ser descritos como peseedores de un hábito de conocer, si bien podemos decir
que sus mentes, consideradas desde este punto de vista, están dispuestas para un
conocimiento es decir, para un conocimiento mejor o peor. Así, pues, el hábito es distinto
de la disposición: el primero es duradero y estable; la segunda, fácil y rápidamente
experimenta un cambio. Los hábitos son también disposiciones pero las disposiciones no
siempre son hábitos. Mientras que los que poseen un hábito están consecuentemente
dispuestos de una u otra manera, los que están dispuestos de una determinada manera por
ningún motivo poseen en cada caso un hábito.
Con la siguiente clase de cualidad significo aquello que nos lleva a hablar de buenos
luchadores, buenos corredores, llenos de salud o enfermizos. En realidad, abarcará todos
los términos que connotan alguna capacidad natural o alguna natural incapacidad. No
tanto por su manera de ser, dispuesta o condicionada de este o aquel modo, sino más bien
por poseer un poder que les es natural, innato o congénito, o bien, es posible, por la
carencia de este tal poder de hacer con facilidad tal o cual cosa, o de evitar el fallo de
alguna cosa, decimos que los hombres poseen tal cualidad. Llamamos a los hombres
buenos luchadores o buenos corredores, no en virtud de una. determinada disposición,
sino atendiendo a la capacidad natural de hacer tal o cual cosa con facilidad. Cuando
hablamos de la salud, significamos que esta gente tiene poder de resistencia pronto,
innato, constitucional, contra todas las enfermedades corrientes; cuando hablamos de
constitución enfermiza, significamos que ellos parecen no poseer tal poder. Lo mismo
vale también para la dureza y la blandura. Predicamos la dureza de aquello que resiste
prontamente una desintegración, y la blandura de lo que no la resiste.
Siguiendo adelante, la tercera clase comprende las cualidades pasivas y también las
afecciones o modificaciones. Ejemplo de ello son la dulzura y la amargura, la acedía y
todas las cosas afines a ellas; tales son también la frialdad y la calidez, y también la
blancura y la negrura, etc. Es evidente que todas estas cosas son cualidades, supuesto que
las cosas que las poseen son llamadas, en consecuencia, tales o cuales. Igual que la miel
contiene por sí misma la dulzura, y por ello se dice que es dulce, así también el cuerpo
mismo contiene la blancura; y por ello se dice que es blanco. Igual ocurre en los casos
similares.
Las cualidades que llamamos pasivas no son, en verdad, designadas con este nombre
para significar que las cosas que las poseen están por ello afectadas de alguna manera o
bien experimentan un cambio en sí mismas. Así, llamamos dulce a la miel, tal como
hemos dicho; pero con eso no implicamos que la miel misma se vea de alguna manera
modificada. Y lo mismo en todos los demás casos semejantes. Por su parte, si tomamos
el caso particular del frío y el calor, aunque llamamos pasivas a estas cualidades, no
pretendemos con ello connotar que las cosas que admiten o poseen estas cualidades sean
pasivas. Significamos que las cualidades mencionadas pueden, una y todas, causar una
sensación. El sentido del gusto, por ejemplo, se ve afectado por la dulzura o la acedía, y
el del tacto, por la frigidez o el calor. Eso vale asimismo para todas las cualidades
análogas a estas.
Todos los colores, como, por ejemplo, el blanco y el negro, son también cualidades y
pasivas, pero, con todo, no en el mismo sentido que los que hemos mencionado con
anterioridad. Les damos este nombre por el hecho de que ellos brotan de estados
afectivos o pasionales. Hay numerosos cambios de color que tienen sus raíces claramente
en estados afectivos. Cuando los hombres están avergonzados, se sonrojan; cuando están
inquietos, se ponen pálidos, etc. Hasta tal punto es esto asi que, según creo, cuando un
hombre está dispuesto por naturaleza a la vergüenza o a la inquietud, como nacidas de
una especial concomitancia de los elementos corporales en él, podemos concluir, sin ser
injustos, que posee el correspondiente color. Pues el estado de los elementos corporales,
que acompaña el sentimiento de vergüenza o de inquietud, puede muy bien ser también el
resultado de su constitución física, y entonces puede producirse un color igual en un
proceso de la naturaleza. Por consiguiente, todos los estados de este tipo pueden ser
incluidos entre las cualidades pasivas, dado que la fuente u origen de las mismas puede
hallarse en una afección constante y duradera. Pues tanto si su fundamento, se halla en la
constitución corporal, o en una disfunción duradera y larga, o en una calentura solar,
cuando estas cosas no se pueden eliminar fácilmente, y aun pueden durar toda la vida, una
complexión pálida y una complexión negruzca reciben aún de nosotros la denominación
de cualidades, porque, por poseer esa palidez o ese color negruzco, se nos llama tales o
cuales.
Sin embargo, las condiciones que proceden de causas tempranamente inoperantes, si no
es que han sido enteramente eliminadas, no se considerarán como afecciones ni como
cualidades, habida cuenta de que nada se dice que es tal o cual en relación con esas
condiciones. Aquel que enrojece por la vergüenza no es considerado, por consiguiente,
como naturalmente rojo o rubio, ni aquel que palidece por el miedo es considerado de
complexión pálida. Decimos que «estaba afectado de tal o cual manera». Estos estados
son modificaciones, no cualidades.
De igual manera, hay en el alma cualidades pasivas y también afecciones. Cuando un
hombre tiene un determinado temple que le viene de nacimiento, cuyo fundamento se
halla en unas determinadas afecciones no fáciles de cambiar o de borrar, le damos
entonces a esto el nombre de cualidad. Casos concretos de esto son la locura y la
irascibilidad. Es, en efecto, por estas casas por las que llamamos loco o irascible a un
hombre. De igual manera, las distracciones de la mente; que aunque no sean en sí mismas
innatas, nacen o proceden de una determinada concomitancia de algunos otros elementos,
y parecen ser duraderas o, al menos, difíciles de eliminar, se denominan también
cualidades. La gente, en efecto, se llama de tal o cual manera de ser en relación con
condiciones como estas. Por el contrario, aquellas cosas que proceden de un fundamento
fácilmente curable las llamaremos con el nombre de afecciones, por ser ello como una.
irritación cuando molesta. En efecto, no se conoce a un hombre como de un temperamento
malo por naturaleza estando irritado cuando se le molesta. Decimos entonces «este
hombre está afectado». Tales estados son afecciones, no cualidades.
El cuarto tipo de cualidades consiste en las formas y las figuras de las cosas; hay que
añadir a estas también la curvatura, la rectitud y las demás cualidades bodas análogas a
estas. Las cosas, efectivamente, se definen por medio de estas cualidades, diciendo por
ellas que son de tal o cual naturaleza. Y las cosas poseen una naturaleza definida por el
hecho de ser triangulares, cuadrangulares, rectas, curvas, etc. Es decir, cada cosa. es
calificada en virtud de su forma o figura. Lo raro y lo denso, lo áspero y lo pulido,
aunque aparecen a primera vista términos indicadores de cualidad, son, de hecho,
extraños a esta clase de cualidades. Más bien significan una particular posición de las
partes. Así llamamos densa una cosa cuando las partes que la componen están
estrechamente compactadas; y la llamamos rara cuando sus partes tienen entre sí
intersticios; la llamamos áspera cuando algunas partes sobresalen, y lisa, cuando su
superficie está pulida de modo que, por así decirlo, parece que sus partes están debajo
de ella.
Esas son las cuatro clases o especies de cualidad. Es posible que haya otras, pero solo
son estas la estrictamente llamadas tales.
Son cualidades, pues, las que hemos mencionado. Las cosas que derivan sus nombres de
ellas o dependen de ellas de cualquier otra manera, se dice que son cosas calificadas de
una u otra manera definida. En muchos casos, es decir, prácticamente en todos, los
nombres de las cosas calificadas derivan de los nombres de las cualidades. De
«blancura», «gramática», «justicia», decimos «blanco», «gramatical», «justo». Igual en
todos los demás casos análogos.
A veces, sin embargo, las cualidades, al no tener ellas nombre propio, no admiten la
posibilidad de -nombres derivados. Así, el nombre de corredor o luchador, llamado así
por una capacidad innata, no pueden derivarse de una cualidad. Es decir, esas
capacidades no tienen un nombre particular, como tienen las ciencias, con una referencia
a aquello por lo que llamamos a un hombre un luchador, a otro un luchador, etc. Por
ciencia sigfinicamos aquí una disposición. Cada ciencia tiene su nombre propio, como,
por e jemplo, boxear, luchar. Y los hombres que están dispuestos de esta manera sacan su
nombre del nombre de su ciencia. Además, algunas veces la cualidad posee un nombre
bien definido, pero la cosa que participa de ella no toma de la misma su nombre. Por
ejemplo, un hombre bueno es bueno por, poseer la cualidad que llamamos virtud. Sin
embargo, no derivamos el nombre o término «bueno» del término «virtud». Con todo, eso
ocurre rara vez.
Así, pues, aquellas cosas que tienen su nombre derivado de una cualidad o que de alguna
manera dependen de ella, poseen esa cualidad definida.
Las cualidades admiten la contrariedad, aunque no en todos los casos. Son contrarias la
justicia y la injusticia., la negrura y la blancura, etc. Las cosas quo llamamos tales o
cuales, en atención a que poseen esas cualidades, quedan incluidas en esta ciase. Lo justo
y lo injusto, en efecto, son contrarios, coma lo son lo blanco y lo negro, etc. Pero eso no
ocurre así en todos los casos. El rojo, el amarillo y otros colores semejantes son
cualidades que carecen de contrarios.
Si uno de los contrarios es una cualidad, también es una cualidad el otro. Esto resultará
evidente a quienquiera. que examine el resto de las categorías. La injusticia es contraria.
a la justicia, y la justicia misma es una cualidad también, pues, lo es la injusticia.
Ninguna otra categoría, en efecto, se acomoda a ella, ni la cantidad, ni la relación, ni el
lugar, ni, en breve, otra cualquiera. Eso ocurre en la totalidad de los casos de todos los
contrarios que llamamos cualidades.
Las cualidades admiten grados. Una cosa, efectivamente, es más blanca que otra; y otra, a
su vez, es menos blanca. Y una cosa es más justa que otra. Y una cosa puede poseer un
grado mayor aún de una cualidad: en efecto, las cosas que son blancas pueden ser más
blancas. Esa regla, aunque tenga vigencia en la mayoría de los casos, está, con todo,
sujeta a algunas excepciones. Pues si la justicia puede ser más o menos justicia, puede
ella dar lugar a cientos problemas, lo mismo que ocurriría en el cases de las demás
cualidades que podemos llamar disposiciones. Así, algunos llegan a. decir que esas no
pueden admitir grados. Sostienen ellos que la salud y la justicia,. no están sujetas a
variaciones de tal tipo ; pero la gente posee la salud, la justicia, etc., en grados variables.
Y lo mismo tiene lugar en el conocimiento gramatical y todos las disposiciones análogas.
Y ciertamente, nadie puede negar que las cosas que están señaladas por estas cualidades
las poseen en mayor o menor medida. Ese hombre, por ejemplo, conocerá más acerca de
la gramática, estará más sano o será más justo que aquel otro.
Los términos que expresan la figura de las cosas, triangular, rectangular, etc., apenas
pueden admitir grados. Pues los objetos. á los que se aplica la definición de triágulo o
circulo son igualmente triangulares o circulares. Otros, a quienes no se aplica la
definición de ninguna de estas cosas, no pueden diferenciarse a sí mismos en el grado. Un
cuadrado, en efecto, no es más un círculo que un rectángulo. A ninguno de esos objetos se
aplica la definición que damos de círculo. Es decir, en una palabra, a menos que la
definición de la cosa o el término que está en cuestión sea apropiado a ambos objetos,
ellos no pueden, compararse entre sí en absoluto. Por consiguiente, no todas las
cualidades admiten grados.
Las características susodichas no son una manera peculiar de la cualidad. Lo peculiar de
ella es esto, a saber, que nosotros predicamos el «igual» o «distinto» tan solo de la
cualidad. Una cosa, en efecto, es igual o semejante a otra solamente bajo el aspecto de 1a
cualidad. Ese es, pues, distintivo de la cualidad.
Sin embargo, no debe causarnos desorientación alguna el que se nos pueda objetar por
alguno, a nuestras afirmaciones, que, siendo el tema de nuestro estudio la cualidad,
incluimos en esta categoría muchos términos relativos. Ya que hemos admitido que los
hábitos y las disposiciones son términos relativos. Ahora bien: al menos en la mayoría de
los casos, ocurre que los géneros son, sin duda, relativos; no así los individuos. El
conocimiento, considerado como género, lo definimos por una referencia a algo que está
fuera de él, ya que el conocimiento es conocimiento de algo. Sin embargo, las clases
particulares del conocimiento no se explican así. Por ejemplo, no definimos el
conocimiento de la gramática o de la música por medio de una referencia a algo externo a
ellas. Pues esos, aunque en algún sentido sean relaciones, pueden tomarse solamente
como tales en el aspecto de su género o conocimiento. Es decir, llamamos gramática al
conocimiento, no a la gramática, de algo, y llamamos música al conocimiento, no a la
música, de algo.
Así, pues, las clases particulares de conocimiento no se deben clasificar entre los
relativos. La gente se llama tal o cual por poseer o no estas clases concretas de
conocimiento. Por tanto, esas son las cosas que ellos voseen cuando reciben la
denominación de «conocedores» o «expertos», y nunca es el género o conocimiento lo
que poseen. Y por ello esas clases de conocimiento, en virtud de las cuales se nos
describe a veces como de tal o cual naturaleza, deben incluirse ellas mismas baja la
categoría de la cualidad, no de la relación. Además, si algo sucede que es ambas cosas,
cualidad y relación, entonces no sería en manera alguna absurdo incluirlo en ambas a dos
categorías.
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