CAPITULO VI. LOS DOS ENTENDIMIENTOS: AGENTE Y POSIBLE. V. EL ENTENDIMIENTO AGENTE POTENCIAL O POSIBLE EN S. TOMÁS.

14. Al defender la interpretación expuesta del pensamiento de Aristóteles, hemos seguido a la vez el pensamiento de S. Tomás, de cuya exposición a su vez se hacen solidarios, en lo fundamental por lo menos, Brentano [267] y otros comentaristas. Por eso creemos inútil insistir demasiado en ella. Sólo queremos anotar, a la luz de sus textos, cómo ha cuidado de esclarecer y desarrollar precisamente estos aspectos más obscuros e imprecisos de la doctrina aristotélica de la inteligencia.

El entendimiento humano es una potencia realmente distinta del alma substancial [268]. La razón dada por S. Tomás en ese lugar es general para todo principio inmediato de operación creado: en ninguna creatura -por su distinción real de la esencia y existencia- un tal principio puede identificarse con la substancia; porque "sólo entonces el principio inmediato de operación es la misma esencia de la cosa operante, cuando la misma operación es su existencia [...]; pero sólo en Dios es lo mismo su entender que su existir (in solo autem Deo idem est intelligere quod suum esse)" [269].

Este entendimiento es primeramente potencia pasiva, en el sólo sentido de "que está en potencia para los objetos inteligibles", "lo cual aparece con evidencia, porque al principio somos inteligentes solamente en potencia, y después llegamos a ser inteligentes en acto" [270].

Este es el entendimiento estrictamente tal, cuyo acto es la intelección, de la cual trataremos en el capítulo siguiente.

Pero a más de este entendimiento que pasando de la potencia al acto llega a conocer su objeto, hay un entendimiento agente [271], tanbién potencia del alma [272], pero realmente distinto del entendimiento posible [273], e individual en cada hombre y que en manera alguna puede ser único para todos [274], a causa de constituir él una facultad del alma individual [275]. Como se ve, en la Summa Theologica, la obra de su madurez, el Angélico Doctor vuelve a tomar sintéticamente todos los puntos que ampliamente había desarrollado antes en varias obras, especialmente en sus comentarios al tratado "De Anima” de Aristóteles [276] y en su opúsculo ex profeso sobre el tema "De unitate intellectus contra averroistas parisienses" [277] dirigido contra los defensores de un entendimiento agente único, común a todos los hombres (Siger de Bravant, etc.).

La naturaleza de este entendimiento según S. Tomás, queda expuesta más arriba (n. 4 de este capítulo y n. 3 del anterior) a la luz de su propia finalidad de actualizar la inteligibilidad de las esencias, sólo inteligibles en potencia en las imágenes de la fantasía, mediante su abstracción de las notas materiales. Como el efecto para el que se lo exige como causa -la abstracción inmaterial de las esencias materiales-, el entendimiento agente es facultad -"algo del alma" [278] humana- enteramente inmaterial o espiritual [279]. A continuación del pasaje más arriba citado (n. 4 del presente capítulo), en que S. Tomás comenta el c. V del lib. III "De Anima" de Aristóteles, después de esas palabras sobre la causalidad propia del entendimiento agente, se ocupa el Aquinate de su naturaleza íntima: "Después, cuando [Aristóteles] dice "y éste", pone cuatro condiciones del entendimiento agente, de las cuales la primera es que sea separable [de la materia, es decir, espiritual]; la segunda que sea impasible, la tercera que sea sin mezcla, es decir no compuesto de naturalezas corporales, ni dependiente a un órgano corporal; cuarta condición es que esté en acto según su substancia, en lo cual difiere del entendimiento posible, que está en potencia según su substancia y está en acto sólo según la forma recibida. Y para probar estas cuatro condiciones [Aristóteles] aporta una razón, que es ésta. El agente es más honorable que el paciente y el principio activo más que la materia [o potencia]; pero el entendimiento agente se compara con el posible como el agente con la materia [o potencia], como ya se dijo; luego el entendimiento agente es más noble que el posible. Pero el entendimiento posible está separado [espiritual], es impasible y no mezclado, como más arriba se mostró: luego con mucha más razón lo será el entendimiento agente". Rechaza luego la interpretación de los que hacen al entendimiento agente un entendimiento separado, según su substancia, de nuestra alma. Pero "esto no parece verdad. Porque el hombre no estaría suficientemente dotado por la naturaleza, si no poseyese en sí mismo los principios, con los cuales pudiese realizar la operación, que es entender: la cual no puede ser realizada sino por el entendimiento posible y por el entendimiento agente. Podo que la perfección de la naturaleza humana requiere que ambos sean algo en el hombre. Vemos también que, así como la operación del entendimiento posible, que consiste en recibir los objetos inteligibles, se atribuye al hombre, así también [se le atribuye la operación del entendimiento agente, que consiste en abstraer los objetos inteligibles. Pero esto no se podría hacer, si el principio formal de esta acción no estuviese unido a él según su existir [...] . La mencionada tesis [averroísta de la unidad del entendimiento agente es contra la intención de Aristóteles, que expresamente dijo que estas dos diferencias, a saber, el entendimiento agente y el posible, estaban en el alma: con lo que expresamente da a entender que son partes o potencias del alma, y no substancias separadas [...]. El entendimiento posible está en potencia para los objetos inteligibles como lo indeterminado a lo determinado [...]. En cuanto a esto [a los objetos inteligibles] el entendimiento agente no está en acto. Porque si el entendimiento agente tuviese en sí la determinación de todos los inteligibles, no necesitaría el entendimiento posible de las imágenes de la fantasía, sino que por solo el entendimiento agente se reduciría al acto de todos los inteligibles, y así no se referiría a los objetos inteligibles como el que hace a lo hecho, como dice el Filósofo, sino como siendo los mismos objetos inteligibles. Por consiguiente, se refiere como acto respecto a los objetos inteligibles, en cuanto es cierta virtud inmaterial activa, que puede hacer a las otras cosas semejantes a sí, a saber, inmateriales. De este modo, hace inteligibles en acto los objetos inteligibles en potencia. Porque así también la luz hace los colores en acto, no porque ella tenga en sí la determinación de todos los colores. Esta virtud activa es cierta participación de la luz intelectual de la substancia separada. Y por eso el Filósofo dice que es como cierto hábito o luz: lo cual no podría afirmarse de él, si fuese una substancia separada" [280].

De intento hemos querido transcribir íntegramente este pasaje del Aquinate, porque en él, el Angélico Doctor expone de una manera clara y sintética la naturaleza del entendimiento agente a la vez que fundamenta su interpretación del pensamiento de Aristóteles, basándose en razones tomadas del mismo Aristóteles.

Fuera de estos entendimientos, S. Tomás no admite ninguna otra facultad intelectiva realmente distinta de ellos. La memoria, la facultad judicativa, la razón o facultad de raciocinar, el entendimiento especulativo y práctico, son siempre el mismo entendimiento potencial. En efecto, las facultades se constituyen y distinguen por su objeto formal, y el objeto formal de todas esas facultades cae dentro del objeto formal de la inteligencia potencial o posible: el ser o esencia de las cosas [281].

.Tal, en síntesis, la doctrina aristotélico-tomista de los dos entendimientos, agente y posible. No se trata de almas separadas actuando en la nuestra, sino de facultades de nuestra propia alma, con la que ésta realiza su único acto de intelección. Porque, preciso es notarlo, aunque en razón de su objeto formal ambos entendimientos constituyan dos potencias realmente distintas y distintas del alma (como propiedades suyas, sin embargo la actividad de ambas, subordinadas entre sí, confluye al único acto de entender, y ambos entendimientos relacionados entre sí -como acto y potencia- n o forman sino un solo sistema total de intelección.

Y henos ya conducidos como por la mano a completar esta exposición sobre los dos entendimientos con la doctrina del acto mismo de la intelección, meta suprema y final de toda la actividad intelectiva. Precisamente la existencia y naturaleza de la intelección nos ha llevado a establecer la existencia de los dos entendimientos y de las especies inteligibles y de la misma alma espiritual, como causa suya. A la luz de este efecto de la actividad intelectiva, que es el acto de entender y que se nos entrega como un hecho de nuestra experiencia interior, hemos ido desenvolviendo con Aristóteles y S. Tomás todo el orden y naturaleza de causas por él exigidas. Justo es que ahora volvamos explícitamente sobre él para ver de aprehender con precisión su naturaleza íntima -tan singular y distinta de todo otro acto que no sea él y por eso tantas veces estudiado y siempre tan lleno de misterio- en relación con sus mismas causas ya estudiadas.




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