CAPÍTULO II. DE LA MANERA QUE TIENE EL DEMONIO EN PELEAR CON LOS JUSTOS

En las dos batallas primeras parece que el demonio deja hacer a los suyos y a los que son de su parte, esto es, a la carne, que es el primer vicio de que los hombres son combatidos; y también deja hacer al mundo, que abiertamente favorece al demonio contra Cristo; empero, desde que alguno vence estos dos vicios, viviendo castamente y no dándose al mundo, sino a Dios, entonces, viendo el demonio que estos dos amigos suyos son vencidos, envía en batalla interior a los compañeros suyos y vasallos, que son los otros demonios; así que de él se puede decir aquello del salmo (Sal 77,49-50): Envió contra ellos la ira de su indignación, enojo e ira y tribulación, enviadas por los ángeles malos; hizo camino a la senda de su ira, y no perdonó la muerte a las ánimas de ellos.

Para declaración de esto debes saber que en la humana y corporal victoria el vencido, viendo su daño, humillase y hace de la necesidad virtud, o a lo menos muestra humildad, por no indignar más a su prisionero, como parece en aquel gran señor Adonibesech, el cual después de preso decía (Jue 1,7): Setenta reyes, cortadas las extremidades de manos y pies, cogían debajo de mi mesa los relieves y sobrajas de los manjares; así lo ha hecho Dios conmigo como yo lo hice con ellos, pues tengo cortadas las extremidades de manos y pies.

Has de notar que esta sujeción acaece a los presos, mas no a los vencidos que no son presos, sino que huyen destruida su gente, los cuales van tan indignados cuanto más vencidos, como parece en Lisias, capitán esforzado, del cual se dice (1 Mac 6,35): Viendo Lisias el huir de los suyos y la osadía de los judíos, que estaban aparejados o para vivir o para, fuertemente peleando, morir, fuese a Antioquía para que, multiplicados los suyos, tornase otra vez contra Judea. Lisias quiere decir desatador, y es el demonio que se trabaja de desatar y deshacer y destruir en nosotros el recogimiento que nos ata con nosotros mismos y con Dios, porque los lazos de él son ataduras de salud.

Este malvado Lisias puede ser con el divino favor de nosotros vencido, mas no preso; y vencido huye lleno de tanta saña, cuanta fue la confusión con que lo vencieron, y busca manera con que, multiplicados sus artes, vuelva a se vengar con acrecentado furor, de lo cual se sigue que tanto lo debemos esperar más furioso e indignado contra nosotros cuanto más lo hemos vencido; y en esto difiere la batalla espiritual de la corporal: que en lo espiritual el que vence se debe aparejar a sufrir mayor encuentro y trabajo, y en lo corporal el victorioso descansa.

Por eso tú, hermano, si has dejado el mundo y vencido algún vicio, piensa que has enojado más contra ti al demonio y le has dado causa que tenga especial odio y rencor contigo; el cual, aunque parezca que calla, no pienses que hace otra cosa sino armarse y hacer gente contra ti. Por eso tú ponte en cobro y anda más sobre el aviso, ca por ventura se te tornará en confusión la victoria pasada si aflojas en el rigor que tuviste en ella, viviendo ya algo más descuidado que cuando peleabas. No de esta manera, sino que, como otro David, andas la barba sobre el hombro (1 Re 27,1), por no caer algún día en las manos de tu enemigo Saúl, que en persona te busca, y, según dijo el salmo, envía contra ti la ira de la indignación que recibió cuando lo venciste. Y te envía mediante sus ángeles malos, con que ha de arder en el fuego que les está aparejado, ira y enojo y tribulación espiritual con el fastidio de las malas imaginaciones y pensamientos que causan en tu ánima, dándote guerra continua, tanto peor cuanto de más cerca.

La ira del demonio viene contra los más nuevos como por senda estrecha, porque Dios no le da contra ellos tanta suelta, mas contra los que alguna vez lo han vencido viene como por camino bien ancho en abundancia, cuasi hecho juramento de no perdonar las ánimas de ellos, porque la intención con que el demonio trae la ,guerra de los malos pensamientos no es sino por te hacer desesperar o enojar o tornarte loco; y por eso dijo David que había por sus malos ángeles enviado tres cosas: tribulación, que induce a desesperación; e ira, que induce y provoca a enojo; e indignación, que provoca a que el tal se torne loco.

Y por que tú, que sigues el recogimiento, no temas estas guerras interiores que a tanto mal traen, no pienses que con solos los recogidos usa el demonio de aquesta astucia, antes el no ser los hombres recogidos es principio de malas cogitaciones y pensamientos. Y por que no echemos todas las pedradas al demonio, debes saber que de muchas partes se puede causar en ti guerra de pensamientos. Y esta guerra será tal cual el que la moviere, porque si Dios la mueve en tu corazón en pena de tus muchos y envejecidos pecados, será guerra justa para castigar a los que quieren tener falsas amistades con el demonio, como aquellos de que dice San Pablo (Rom 1,28-31): Trújolos Dios a sentido reprobado por su malicia de ellos, para que hagan lo que no conviene, llenos de toda maldad y malicia, fornicación, avaricia, perversidad; llenos de envidia, de homicidios, de contenciones, de engaños, de malignidad; murmuradores, discordes, aborrecibles a Dios, contumeliosos, soberbios, engreídos, inventores de maldades, inobedientes a sus padres, derramados, ignorantes, sin amor, sin fidelidad, sin misericordia.

Esto dice el Apóstol mostrando cómo Dios trae a sus enemigos a las manos de sus enemigos; onde cuando estamos muy enemistados con Dios, que es la persona con que más paz deberíamos tener, en pena de nuestro pecado permite que caigamos en las manos de nuestros mayores enemigos, que son los vicios; de lo cual se nos seguirá exterior e interior guerra, y aun si nos volvemos a él iremos a la batalla del infierno a pelear con las estantiguas infernales a tizonazos y a bocados, según dice el profeta (Is 9,18-19). Hay algunos tan malignos y perversos, que no sólo cuando estuvieren en el infierno, mas ahora se podrá decir de cada uno de ellos aquello de Isaías (Is 42,25): Derramó sobre él la indignación de su furor y batalla fuerte. Sobre el varón incorregible derrama Dios la indignación; lo cual es fuerte batalla, porque los tales tienen tan confusos sus pensamientos como los edificadores de Babilonia tenían las lenguas; y estos tales son guerra continua a sus prójimos, y en ellos se hallan todas las astucias y malas artes que se pueden pensar.




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