|
Hay en esta vía del recogimiento algunos que se pueden decir aprovechantes o que tienen el
segundo grado, los cuales, en recogiendo el corazón, no cesan de derramar lágrimas sin tener
ellos intento a llorar, sino solamente a se recoger; de lo cual se siguen las lágrimas que sin
gemido ni sollozo salen calientes del corazón y manan dulcemente por los ojos sin ruido
interior ni exterior, porque aquéstos no piensan entonces cosas que los provoquen a llorar, mas
solamente se trabajan de recoger el corazón, ni tampoco hacen ruido en lo de fuera, porque sin
plañir ni hacer gestos salen estas lágrimas, que son figuradas en las amables aguas de Siloé (Is
8,6), que no debemos desechar, las cuales corren con silencio del corazón y de la boca y de
todos los sentidos.
Acontéceles a estos que así lloran como a la alquitara, que por el fuego que recibe no cesa de
gotear agua saludable y cálida sin ruido alguno ni pena. De esta manera, cuando viene la gracia
del Espíritu Santo a poner fuego en esta nuestra tierra mortal, el alquitara del corazón se
enciende, y por los caños de los ojos envía el agua de las lágrimas, figuradas en las aguas cálidas
(Gen 36,24) que se hallan en la soledumbre del recogimiento del ánima.
De aquestas preciosas lágrimas, causadas por la gracia del Espíritu Santo recebido en el
corazón, dice San Bernardo hablando con el Señor: ¿Cómo, Señor, sabremos cuándo obras en el
ánima y qué señal nos das de tu venida? Por ventura los testigos de aquesta consolación y
alegría y sus mensajeros son lágrimas y suspiros. Si así es, nueva contraposición es ésta y
significación no usada; ca ¿qué conveniencia hay de la consolación a los suspiros, de la alegría a
las lágrimas? Si, empero, éstas se deban decir lágrimas y no por mejor hablar abundancia
superfluente de rocío interior enviado de arriba, y purgación del hombre exterior para muestra
del alimpiamiento secreto de dentro, para que así como en el bautismo de los niños por el
lavamiento de fuera se figura el secreto lavamiento interior del ánima, así aquí, por el contrario,
primero es la purgación y lavamiento de dentro en el ánima que la de fuera en el cuerpo.
¡Oh dichosas lágrimas, por las cuales se purgan las manchas interiores, por las cuales se matan
los encendimientos de los pecados!; benditos los que así lloráis, porque reíros heis.
En estas lágrimas conosce, ¡oh ánima!, tu esposo; abraza el deseado; embriágate ahora con el
arroyo del deleite; saca leche del pecho de su consuelo y miel; éstos son maravillosos donecillos
y consolaciones que te dio tu esposo, esto es, lágrimas y gemidos; trae para ti beber en estas
lágrimas por medida; estas lágrimas son a ti pan de día y de noche, panes que ciertamente
confirma el corazón del hombre y más dulces que la miel y el panal.
¡Oh Señor Jesús!, si en tanta manera son dulces estas lágrimas que se despiertan por tu memoria
y deseo de ti, ¿cuán dulce será el gozo que recibiremos de tu abierta y manifiesta visión? Si tan
dulce es llorar por ti, ¿cuán dulce será gozarse hombre contigo? ¿Mas para qué manifestamos en
público estos secretos coloquios, para qué estas inefables afecciones nos trabajamos declarar por
palabras comunes?
Los no experimentados no entienden estas cosas si no las leyeren más claramente en el libro de
la experiencia, a los cuales la misma unción enseña; mas en otra manera ninguna cosa aprovecha
al que lee la letra exterior; y muy poco sabrosa es la lección de la letra de fuera si el hombre no
toma la glosa y el sentido interior del corazón. Esto ha dicho este santo, lo cual conviene
mucho a las lágrimas de los aprovechantes en este ejercicio del recogimiento.
|
|