CAPÍTULO II. DE CÓMO HEMOS DE BUSCAR LA QUIETUD DE LA CONCIENCIA

Toda la solicitud del hombre se había de aplicar a buscar este asosiego y quietud de la buena conciencia; pues nos va tanto en ello que todo nuestro bien esté aquí; lo cual amonesta la presente letra en decirnos que íntimamente asoseguemos nuestro entendimiento; y hacerlo hemos si desarraigáremos de nosotros todo vicio, y plantáremos con todo estudio la virtud contraria que se arraigue en nuestro corazón para que así se satisfaga nuestro entendimiento práctico, que nos dicta lo que debemos hacer, viendo que salimos a recibir o antevenimos su buen consejo; y de esta manera tendrá paz nuestra conciencia de toda parte como otro Salomón, lo cual nos amonesta el profeta Jeremías diciendo (Jer 29,7): Buscaréis la paz de la ciudad a que os hice pasar, y orad por ella al Señor, porque en la paz de ella tendréis vosotros paz. Ciudad quiere decir unidad de ciudadanos, y es nuestra buena conciencia, en que están unidos muchos bienes. A ésta nos hace pasar el Señor de nuestra mala conversación, porque solas nuestras fuerzas no basta; y hemos de rogarle que conserve la paz y asosiego de ella, para que nosotros tengamos paz con Él, y no se diga de nos aquello del Sabio (Eclo 33,5): Las entrañas del loco son como rueda de carreta, y sus pensamientos son como quicial que se vuelve.

La rueda de la carreta no untada siempre anda gruñendo y rechinando, y así las entrañas malignas del pecador no se pueden asosegar por la remuneración de la conciencia que anda peleando dentro, y el tornarse al mismo punto andando al derredor sin apartarse de lo que le veda su conciencia, y así no tiene paz consigo ni con Dios, y por eso nunca se podrá recoger ni acallar su entendimiento.

He querido hacer aquí mención del asosiego de la conciencia, aunque en otra parte lo haya tocado, para mostrar que sobre este cimiento se ha de fundar el recogimiento del ánima, y que sin este asosiego no se hará cosa alguna que dure; mas acontecerles ha a los que no fundaren sobre él como a los que edificaban sobre arena, que luego se les cayó el edificio; así que es menester que ponga Dios los fines nuestros en paz saneando nuestras obras, para que nos harte de la grosura del trigo (Sal 147,14), que es la divinidad de Cristo, para que así sea, como dice Isaías (Is 32,17), la obra de la justicia paz, ca no se da esta paz del recogimiento sino a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14); esto es, de buena conciencia, según lo cual nos conviene rogar las cosas que pertenecen a la paz de Jerusalén (Sal 121,6), que son, según dice Job (Job 22,21), obedecer al Señor, y así tendremos paz y por ella muy buenos frutos, no sin duda de otro sino del Espíritu Santo, que fructifica en el ánima que le agrada para que de la tal se pueda decir: La mujer fuerte deleita a su varón y henchirá en paz los años de su vida (Eclo 26,2).

La mujer fuerte, que con dificultad se halla, es buena conciencia, quieta al Espíritu Santo, que es su varón, cuyos deleites son morar con los hijos de los hombres, para henchirlos de bienes en la paz soberana del recogimiento que excede todo sentido y guarda nuestros corazones y nuestras inteligencias, para que así, lanzada fuera la turbadora compaña de los pensamientos, resucite Cristo, nuestro Redentor, la doncella (Mt 9,24-25), que es nuestra ánima, a nueva manera de vida, para que lo contemple a Él ya resucitado y asentado igualmente con su Padre en un mismo trono, que es su esencia.

Este asosiego de entendimiento más incluye que serenidad de conciencia; a la cual añade harto, porque, según San Gregorio, cada uno que se apareja a los mandamientos de la vida, antes que reciba los premios de la vida eterna gusta los principios de la futura seguridad; y aunque esto convenga a toda quieta conciencia, el varón recogido debe más asosegar los cuidados que tiene su entendimiento, menospreciando los acaecimientos de la vida presente, que más espantan que atormentan, viviendo como en un ahora sin anticipar con el cuidado lo que está por venir.

No te hagas mísero antes de tiempo, como dijo Séneca, ni salgas a recibir tus males, imaginándolos antes que asomen, antes debes decir que por ventura no vendrán. No trabajes en sospechas, haciendo caso donde no lo hay; vuelve las espaldas a todos los negocios de que te puedes desembarazar; no busques las cosas tuyas, sino las de Jesucristo; piensa que eres un espárrago sobre la tierra, al cual pocas cosas bastan; haz muy poca cuenta de ti, para que puedas hacer mucha de Dios; despréciate, para que así descargues la solicitud y halles el verdadero sosiego de la humildad, que no teme caer ni espera subir; no te reveas en las cosas que tocan al mundo, si quieres asosegarte; no cures de los conocimientos y amistades de los hombres, ni hagas caso de ser tenido o desechado de ellos, para mejor te asosegar; ten mucha confianza en nuestro Señor Dios, que Él, si tú callas, sacará tus cosas a luz; no temas la pérdida, ni ames la ganancia, pues no puedes perder tanto que te falte con qué pases la vida; ni puedes ganar tanto que se satisfagan tus deseos, antes podrá ser que todo lo que ganares en lo corporal pierdas en lo espiritual, como las más veces acaece; conoce finalmente, para que tengas cumplido sosiego, que ninguno te puede quitar por fuerza las virtudes, ni puedes contra tu deliberada voluntad seguir los vicios.




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