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Allende de esto, has de saber que hay una manera de tentaciones carnales que vienen con torpes
imaginaciones, y otras vienen sin ellas. Las primeras bien conocidas son, pues cada día
atormentan a muchos; ca el oficio del demonio es traerte a la memoria todos los males pasados,
para te dar a entender que cuando hacías aquello eras su especial amigo, y que ya no lo quieres
ver; empero pide que a lo menos le pagues con algún aplacimiento y buen gesto el favor que
entonces te dio; y cuando teme que abiertamente no le darás audiencia, inspírate que te acuerdes
dónde estará el ánima de fulana; y de uno en otro te hace pensar el placer que con ella hubiste, y
cómo se pasaron en breve aquellos tiempos sin que gozases de ellos por entero; y en todo esto
tiene ojo el demonio a ver si te ríes o suspiras o haces algún gesto en que pueda conocer la
conclusión y determinación tuya.
Otras veces trae tan apeñuscadas y juntas las cosas, tan hecho el discurso y concluido lo que él
quiere para nos lo presentar como cosa que habemos ya determinado, y tan sutilmente lo lanza
en nuestra imaginación, que parece que juntamente sentimos y consentimos; y entonces nos
espantamos de nosotros mismos; ¿quién nos cegó, cómo pudo ser cosa tan arrebatada, cómo
nos pudo tomar a manos tan a deshora?
Esta manera de tentar más resolutoria usa él con los que sabe que no admiten sus discursos,
sino que luego sienten al principio su malicia y lo envían con una higa en los ojos; y por esto
busca manera más breve para herir antes que sea sentido, haciendo como argumentador
importuno que propone la razón y él mismo dice respondiendo por el otro antes que hable.
Decís que si todo esto suele formar el demonio en nuestra memoria muy brevemente, y en tanto
tiénenos enfuscados y embarazados con la imagen de lo que representa, haciendo a manera de
lobo, que luego que es visto embaraza y torna como atónito al que lo ve, y por algún espacio
tiene suspenso al que lo ve súbitamente.
El remedio de todas estas cosas es dejar llegar la razón, y que luego comience a detestar y tener
en abominación toda deshonestidad, mirando hombre que es amigo y siervo leal de la Virgen
sin mancilla, Señora de todos los castos, y que su bendito Hijo, Dios nuestro, vivió en la carne
con limpieza para nos dar ejemplo; el cual aborrece más que el infierno todo deshonesto
pensamiento y nos está mirando al corazón para ver si lo desechamos luego.
Si los torpes pensamientos y arte endiablado nos hacen creer que ya consentimos, bien es
preguntarse hombre si cometería los tales delitos; y si ve que no, según el testimonio de su
conciencia, señal es harto clara que no fue nada lo pasado, sino escarnio que nos quiso hacer el
demonio; el cual irá más confundido si le certificamos que hemos de ganar, aunque le pese, la
silla que perdió, y que lloverán sobre él todas sus arterías. Si permitiéndolo la justicia de Dios, y
mereciéndolo el poco amor que le tienes, no rehúye luego tu voluntad, ni se aparta del pecado
que se le representa, paréceme que debes ponerte a razón contigo mismo y decir: ¿Por ventura,
hombre bestial, mejor para cieno y gusanos que para venir a Dios, dudas aún de lo que muchos
años antes habías de tener determinado?, ¿quiéreste tornar a las cebollas y ajos de Egipto, que
no se comen sin lágrimas de remordimiento?, ¿tan poco amor tienes a Dios y a la limpieza, que
lo dejarías todo por este manjar de puercos?, ¿qué es de tus buenos propósitos pasados, con que
decías nunca jamás haber de tornar al vómito?, ¿quieres perder tus trabajos, dejando de estar
bienquisto con Dios por el amor presente?, ¿qué más de verdad es aborrecimiento que tienes a
tu ánima? Si bien miras en ello, ¿con qué cara osarás volverte a Dios ni parecer delante su
bendita Madre, si una vez te apartas de ellos?, ¿no sabes que el demonio, deseoso de tu
perdición, está esperando el fin de tu daño?, ¿qué es de la pasión de Jesucristo?, ¿qué es de la
compañía de los siervos de Dios?, ¿qué es de la gloria del cielo?, ¿qué es de los santos a que te
has encomendado?, ¿qué son de tus devociones y servicios que has hecho a Dios?, ¿qué es del
consejo de tus mayores?, ¿qué es de los votos que hiciste y juraste?, ¿qué es de la guarda de los
mandamientos del Señor?, ¿qué es de los buenos deseos con que viniste a servir a Dios?, ¿qué es
del perdón de los pecados pasados?, ¿qué es de lo que hasta ahora has padecido?, ¿qué es de la
resistencia pasada con que has vencido semejantes encuentros?, ¿quieres por ventura dar ahora
con todo en un pozo y perderlo en un punto? Si te hubiesen de cortar un solo dedo del pie,
¿osarías pecar?; si te hubiesen de cortar la mano, ¿menospreciarías el dolor que de cierto
esperabas por el falso deleite que te es ofrecido? Pues que esto no escogerías, ¿por qué quieres
ser tan loco que des contigo en el infierno para siempre? Deja, deja tu bestialidad; mira que has
de ser compañero de los ángeles, hijo de Dios, amigo de vírgenes, particionero de los mártires,
ciudadano del cielo, donde no acogen sino a personas señaladas; toma corazón de hombre;
desecha las cosas de niño; no te dejes caer, pues has de subir; ten vergüenza de ser vencido
donde hay tantos vencedores; obra virtud en Dios, que Él tornará a nada tus enemigos.
Estas y otras preguntas se puede hacer el que no está tan firme en el amor que claramente
conozca el aborrecimiento del pecado; y créeme que si las usas, aunque el demonio te lleve de
vencida, cobrarás tanto ánimo que vuelvas sobre él, como hizo Abner sobre aquel muy ligero
Asabel que porfiosamente lo perseguía (2 Sam 2,18-23).
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