CAPÍTULO V. DE OTRAS COSAS QUE NOS DAN GUERRA

Suelen darnos también guerra de pensamientos nuestros cinco sentidos cuando nos da enojo en la oración lo que vimos y lo que oímos, viniendo con mayor tropel cuando nos ven de más espacio orar; donde todos los negocios del mundo ocurren, como si el hombre se quisiese recoger para les dar o para pensar en ello de espacio. De esto decía el santo Job (Job 31,7) que sus ojos habían seguido su corazón; lo cual suele acaecer a muchos que cuando trabajan de se recoger se les va el corazón tras lo que vieron, como los muchachos que andan tras las mariposas que vuelan; y esto suele acaecer a los que miraron algunas cosas curiosamente y oyeron otras con atención, dándoles demasiado crédito.

Causan también guerra de pensamientos las cuatro pasiones del corazón, que son gozo y esperanza, temor y tristeza, las cuales, como cuatro vientos (Dan 7,2) al recogimiento muy contrarios, pelean en la mar de nuestra conciencia para la turbar e inquietar y alborotar.

Danos también guerra nuestra misma memoria, que de sí misma se desmanda y se le anda la cabeza, no pudiendo estar firme en una cosa; mas de su misma flaqueza, sin otra causa alguna, se cae a una parte y a otra, pensando diestros y siniestros pensamientos, y a las veces entonces con más ahínco y más adrede cuando más las queremos quietar con el recogimiento.

Causa también guerra de pensamientos en nuestro corazón la disposición corporal, porque así como los enfermos suelen más desvariar que no los sanos, así suelen pensar en más vanidades; de lo cual se quejaba un santo varón que yo mucho conocí, el cual, estando a la muerte, se quejaba como de mayor daño que no se podía recoger: espantándose mucho cómo lo que tan en uso tenía le faltaba entonces.

Según la diversidad de los humores predominantes y que más dominio tienen, suele dar guerra la diversidad de los pensamientos; y también la mala complexión hace al hombre de pequeño e inquieto corazón; y los bien acomplexionados son más pacíficos en la poca guerra de desvariados pensamientos, aunque la costumbre de los refrenar puede harto remediar al mal acomplexionado, y el descuidado dará guerra al que pensaba tener paz.

Todo el día y aún también de noche constituyen, según dice David, las cosas dichas y otras muchas batallas de pensamientos contra nosotros; así que, mirando en ello, podremos decir aquello del salmo (Sal 55,2): Habe misericordia de mí, Señor, Dios mío, porque el hombre me trae todo el día debajo de los pies, y peleando me da tribulación; acoceáronme mis enemigos todo el día, ca muchos guerreros fueron contra mí; temeré de la alteza del día, mas yo, Señor, en ti esperaré; loaré en Dios mis palabras; en Dios esperaré, y no temeré lo que me ha de hacer la carne; todo el día maldecían mis palabras contra mí todas las cogitaciones de ellos en mal.

En estas pocas palabras ha tocado David, aunque en breve, las cosas que ya he dicho- 'y por que veas cuán bien vienen al presente propósito entendiéndolas espiritualmente, es razón que notes el título de aqueste salmo que comienza: Habe misericordia. El cual es éste según la glosa: Para la victoria por la paloma muda de las elongaciones apartadas. Hizo David humilde este salmo cuando lo prendieron los filisteos en Geth.

Según este título, que espiritualmente quiero declarar, este salmo es una oración que hace el varón recogido a Dios para que lo libre de las guerras ya dichas; donde David quiere decir amado, y es el varón recogido, al cual ama el Padre celestial, porque, según nos declaró su Hijo (Jn 4,24), de los tales quiere Él ser adorado en puro espíritu sin corpóreas imaginaciones. Y es tan bien amado del Espíritu Santo, que se dice holgar sobre el humilde y quieto, y por esto aquí se dice que David humilde hizo este salmo; y hácese más mención al presente de la humildad de David que de las otras virtudes, porque para el recogimiento es principalmente necesaria, según adelante diremos.

Este salmo o oración se hace para la victoria de la guerra sobredicha; la cual se alcanza enteramente cuando se hace en el cielo y parte superior y más alta del ánima aquel divino silencio, aunque breve, donde en paz, sin ruido de imaginación, huelga el ánima en aquel bien no imaginable (Ap 8,1).

De esta victoria tan grande y en espíritu se puede entender aquello que de la mayor victoria de todos los hombres puros se lee, y es (1 Mac 1,1): Calló toda la tierra en su acatamiento.

En el cielo más alto de los tres que hay en nuestra ánima dije ser hecha esta victoria con el divino favor, que en la oración se alcanza la cual el dragón infernal y sus ángeles se trabajan impedir con todas sus fuerzas, trayendo para ello las cosas que les parecen más convenibles, que son desvariados pensamientos según lo cual bien se figuran éstos en los filisteos, que quiere decir llenos de polvo, el cual ellos traen para cegar el corazón del que está orando, y con él le hacen guerra. Por tanto, según esto, es de notar que vence o perturba el demonio al que está orando como el águila al ciervo, que para vencerlo vase, según se dice, a un arenal, y allí se revuelca y se carga de polvo y arena menuda las alas, y poniéndose sobre la cabeza del ciervo, y aferrando sus uñas, comienza con grande astucia a sacudir el polvo que trae sobre los ojos del ciervo hasta que así lo ciega, y él, no viendo por dónde va, se despeña, y a las veces de tan alto que se hace pedazos, y el águila hace de él lo que quiere.

De esta águila filistea cargada de polvo de sus malos pensamientos, con que piensa cegar al ciervo ligero, que es el varón contemplativo, se puede muy bien decir aquello del profeta (Dt 28,49-50): Traerá sobre ti una gente de lejos y de las postreras partes del mundo, en semejanza de águila que vuela con ímpetu, cuya lengua no podrás entender, gente desvergonzada que no cate honra al viejo ni haya compasión del chico.

Desvergonzados pensamientos se trabaja el demonio de traer al que ora, aunque sea tan viejo que la naturaleza le niegue lo que el demonio le ofrece; y estos pensamientos son de tan lejos, que las cosas que el hombre hacía cuando era muy niño le trae a la memoria para le dar guerra con ellas; y si no puede con esto, trae pensamientos que jamás pudo el hombre imaginar; donde claramente se conoce ser traídos por arte del demonio, y esto es no poder el hombre entender la lengua, porque aún apenas se pueden hablar cosas tan malamente enredadas, y vienen como águila que ligeramente vuela con ímpetus tan recios que quieren derribar al hombre en el consentir, y tan ligeros y prestos, que no se puede hombre dar a manos; ni basta la solicitud de Abrahán (Gen 15,11) para echar del sacrificio de la oración aves tan prestas y dañosas, si Dios nuestro Señor no favorece al que ora, así como favoreció a David; el cual primero fue llevado de los filisteos a Geth, que quiere decir lagar donde se estruja el orujo; porque primero que el hombre alcance victoria, sufre mil coces y es traído muchas veces debajo de los pies, según dijo David en el principio de este salmo cuyo título declaramos. Ser traído debajo de los pies y sufrir coces es sufrir el hombre en esta guerra espiritual tan recios encuentros, que cae perdida la esperanza de alcanzar lo que desea.

Para más declararnos David que en espíritu se había de entender la victoria que le demandaba, dice que hizo la oración de su salmo por la paloma muda de aquellas elongaciones y apartamientos que dice el profeta (Sal 54,7-8): Mirad que me alongué huyendo y permanecí en la soledad. Esta paloma sin hiel de malicia es la única paloma del Señor, que en los Cánticos se dice ser el ánima fiel, y ha de ser muda, porque para con el Señor no son menester palabras, sino amor, del cual tiene la paloma mucha abundancia y es cosa muy necesaria para el recogimiento.

De lo ya dicho podemos conocer cuán necesaria sea la oración hecha especialmente a fin que sea hombre librado y escape vivo y victorioso de la guerra interior, causada por los malos pensamientos. En figura de lo cual se halla que judas Macabeo oraba cada vez que había de entrar en la batalla, y una vez que no oró fue vencido. Conforme a lo cual dice el patriarca Jacob (Gen 49,19) para nos dar industria cómo hemos de vencer: Gad batallará delante de él y ceñirse ha atrás. El linaje de Gad se dice que había de pelear delante del linaje de Dan, y que Gad se había de ceñir atrás; porque la voluntad se debe adelantar para que el entendimiento salga vencedor, y debe olvidar las cosas mundanas.

Donde Gad quiere decir dichosa, y es nuestra voluntad, cuyo amor es dichoso; pues que, según dice San Gregorio, entra donde no alcanza el entender, que se figura en Dan, que quiere decir el que juzga, y es nuestro entendimiento, al cual se deja el juzgar; empero no puede él juzgar claramente las cosas altas, que, según dice San Pablo (1 Cor 2,16), no caben en el corazón del hombre, a las cuales se adelanta el amor ceñido atrás, esto es, olvidando las cosas que están atrás, que son las bajas y zagueras del mundo.

De aquí puedes sacar otro documento para diestramente pelear, y es provocar mucho tu voluntad a que ame y produzca amor ferviente, el cual muy de ligero consume todas las pajuelas de los pensamientos que al entendimiento se ofrecen.




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