CAPÍTULO IV. DE OTRA DECLARACIÓN DE ESTA PRESENTE LETRA

También te quiero decir en esta letra, según otra declaración de ella, que obedezcas siempre a tu conciencia; lo cual, aunque siempre sea necesario, mayormente lo es a los que han recibido el deseo de buscar a Dios; y a éstos debe ser esto amonestado especialmente, porque la conciencia de ellos apenas calla; siempre quiere mandar y amonestar cosas de mayor perfección y oración; y manda que se dejen las vanidades del mundo y las costumbres, no solamente vanas y menos buenas, mas también las inútiles, y se cobren cosas de más ganancia y provecho.

Según esta declaración, aquella palabra espíritu quiere decir conciencia, y aquella palabra persona quiere decir sensualidad; y andar siempre juntamente se denota la conformidad y paz o sujeción que la sensualidad ha de tener, porque de otra manera huirá y con la rencilla aborrecerá la compañía. De este espíritu que es la conciencia, dice el Apóstol (Rom 8,6): La prudencia del espíritu es vida y paz. Prudencia del espíritu llama el santo apóstol a los amonestamientos de la conciencia, mediante los cuales hay vida espiritual y paz de corazón en el hombre.

Y para que veas cuán a nuestro propósito habló San Pablo, has de saber que así como cuando este cuerpo terreno que tenemos está informado del espíritu vital, que es el ánima, se dice vivir, y no de otra manera, así cuando la sensualidad está informada y domada con las amonestaciones de la conciencia, se dice tener vida de gracia, según su posibilidad, aunque parezca estar muerta; entonces también hay paz y concordia en el hombre, y anda la sensualidad llevada con las riendas de la conciencia y, adoquiera que le mandaren ir, irá juntamente con el espíritu de la conciencia.

Esto que he dicho amonesta Cristo nuestro Redentor a este nuestro hombre exterior cuando dice: Cata que seas luego consentidor a tu adversario entre tanto que con él estás en la carrera, porque por ventura no te ponga en las manos del juez, y que el juez te ponga en poder del alguacil y seas lanado en la cárcel; porque en verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el más pequeño y postrimero maravedí. Mandamiento con grande amenaza es este que el Señor aquí ha hecho, y palabras todas de notar; y digo que es mandamiento y muy obligatorio, entendien do por aquel adversario al cual nos manda presto consentir la buena conciencia remormuradora contra el mal y amonestadora del bien que debemos hacer.

Y sobre aquella palabra luego dice San Crisóstomo: Ninguna cosa hay por cierto que tanto puede destruir nuestra vida como disimular y dejar las buenas obras, dilatándolas de día en día para delante, ca esto nos hizo caer muchas veces de todos los bienes.

Esto mismo que dice este santo doctor se apunta muy bien en nuestra letra, diciendo que anden siempre juntamente; lo cual se entiende, así en el obedecer como en el luego obedecer a la conciencia; porque el que la obedece y tarde, bien se muestra no andar del todo juntamente con ella. Y debemos espantar el amenaza del Señor todopoderoso, pues es muy áspera, diciendo que nos pondrá en las manos del demonio, su alguacil, para que nos lance, si no somos tales en la cárcel del infierno, adonde a grandes tormentos nos demandarán el postrer cuadrante y cornado, que es hasta padecer pena intolerable y eterna, aun por los pecados veniales que se juntan a los mortales, según algunos tienen; y pienso yo que también te demandarán a gran tormento el bien que te amonestó tu conciencia que hicieses y no lo heciste, teniendo mucha oportunidad para ello. Y quién sabe también si te demandarán lo que de allí se te pudiera seguir de provecho a ti y a la común compañía de la Iglesia, donde se ha de pagar el postrer cornado, y una palabra ociosa no sé que se perdone.

Anda, pues, hermano, junto con tu conciencia mientras estás en la carrera de esta vida, y siempre; y no digas tal o tal día comenzaré, sino comienza luego, porque todas las cosas se pueden cobrar, salvo el tiempo pasado, con el cual se nos pasa la vida; vase el tiempo y llévate la vida y déjaslo ir.

Refrán común es que todas las cosas se pasan con el tiempo; y que las corporales se pasan con el tiempo, pues son temporales y que no duran, no lo he a mucha pérdida; empero, si el espiritual aprovechamiento tuyo se pasa, es gran mal, porque las cosas corporales, aunque se pasan, se han de tornar a renovar cuando, renovados nuestros cuerpos, aparecerá el cielo nuevo y la tierra nueva, purificados ya los elementos; mas lo que no ganas y lo que pierdes en cualquiera de los tiempos, para siempre quedará perdido sin más lo cobrar. Y si dices que para eso hizo Dios un día tras otro, convidándonos a que lo que no hacemos un día lo hagamos otro, verdad es que podemos hacer un día lo que otro no hicimos; mas no podemos cobrar un día lo que otro perdimos sin de nuevo perder algo; porque cada día debíamos dar fruto distinto por sí, como lo da el esclavo que gana jornal para su señor; y si una falla hace, para siempre se queda hecha.

Por esto te ruego que pares mientes a esto que dice el Sabio (Ecl 9,10): Cualquiera cosa que tu mano pudiera hacer, óbrala de presto, porque ni obra exterior, ni meditación, ni ciencia de las obras humanas, ni sapiencia de las divinas, habrá en los infiernos, donde tú te das prisa a ir según tu mala vida. Y debes saber que entre la conciencia y la sensualidad hay un consentimiento bueno y otro malo: el bueno es cuando la sensualidad consiente con la conciencia en lo que se amonesta; el malo es cuando la conciencia calla casi otorgando a la inclinación de la sensualidad en el pecado; y conforme a esto decimos que hay unos hombres de buena conciencia y otros de mala. Nuestra letra te amonesta que tu conciencia y sensualidad sean conformes y de un parecer; mas esto ha de ser en el bien y buenamente; porque, según dice el Sabio, en el buen consentir está la virtud y beneplácito de Dios; porque él mismo escribe: En tres cosas se agradó mi espíritu, que son probadas delante de Dios y de los hombres, y éstas son (Eclo 25,2): la concordia de los hermanos, y el amor de los prójimos, y el varón y la mujer que en bien consienten.

Puesto que estas cosas a la letra, según se dicen, tengan mucha verdad, empero, espiritualmente y a nuestro propósito entendidas, tienen mucha más. Son de notar que estas tres conformidades y consentimientos que aquí dice el Sabio, todas figuran el buen consentimiento que ha de haber entre la sensualidad y la razón. Es de saber que conciencia es la razón y lumbre natural que está en nuestro entendimiento, y nos avisa de lo que hemos de hacer acerca de las buenas costumbres.

Esta razón y la sensualidad, que consiste en los sentidos y inclinación a las cosas delectables, se dicen hermanos, no por naturaleza, pues lo uno es más celestial que terrenal, y lo otro más terrenal que celestial; mas dícense hermanos en cuanto han de heredar entrambos a quien sirven, aunque han gran diferencia, porque la razón y conciencia interior que proviene de parte del entendimiento heredará mucho, y la sensualidad que proviene de parte de los sentidos corporales, ha de heredar poco en comparación de lo primero, y la herencia será del padre a quien agradan. Si agradaren al demonio, al mundo o a la carne, que son padres malos, heredarán mal; si al Padre celestial, heredarán el reino de los cielos, a todos sus hijos prometido. Y digo que también heredará la sensualidad, porque en los cielos estos nuestros sentidos corporales, si obedecieren y fueren conformes a la razón, que es el dictamen de la conciencia, allá estarán en perfecto gozo y ocupados en perfecta obra.




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