CAPÍTULO IV. DE LA TERCERA PUERTA DEL CORAZÓN

La tercera puerta del corazón es el hombre exterior o la sensualidad, que es lo mismo, por la cual da la carne combate al corazón, y a ella se ha de poner el cuchillo del temor que corte toda ocasión de mal, y con pena muy presta amenace y castigue a los que dieren combate, y ponga esfuerzo a los que son combatidos, así por amenaza como por favor, para que se defiendan y no den entrada. Y es de notar que a esta puerta se pone espada aguda y muy presta, porque aquí está el mayor peligro, como en puerta falsa y que está medio caída; al socorro de la cual hemos de ser muy ligeros meneando la espada de a dos manos, que es el temor servil o filial, por que así, de miedo o de vergüenza, se ponga resistencia.

De esta manera, aunque por la primera puerta, que es el entendimiento, venga la soberbia con sus vanas imaginaciones, será vencida por la sujeción que dará a Dios la lumbre de la razón; y aunque por la segunda puerta de la voluntad venga la avaricia, quemarle ha el amor de Dios todo su ejército, amando enteramente las cosas celestiales y teniendo por muy pocas las terrenales; y ronque por la puerta de la sensualidad venga la lujuria, el temor de Dios, que es cuchillo muy agudo, circuncidará a todas las demasías de la carne y la hará estar sujeta al espíritu, para que así esté el corazón guardado con toda guarda.

El corazón es también figurado en el arca del Señor, en la cual traban tres cosas correspondientes a las que guardaban el paraíso. A los querubines, que quiere decir muchedumbre de ciencia, corresponden las tablas de la ley de Dios que estaban en el arca; al fuego del amor corresponde el dulce maná que descendió del cielo; a la espada corresponde la vara castigadora, que mandó el Señor poner en el arca, para que con estas tres cosas se llamase arca de la amistad de Dios, como el corazón, con las ya dichas, se llama paraíso del deleite y deporte de Dios.

Para más cumplida declaración de la sentencia en que amonesta el Sabio que guardamos el corazón, debemos notar cada palabra, por que van redobladas y repetidas por nos encargar más el negocio. No se contentó en decirnos que guardásemos el corazón, lo cual bastara, mas añadió que lo guardásemos con guarda; y no satisfecho de esto dice que con toda guarda, por comprehender toda la posibilidad nuestra; y dice que el corazón es nuestro, por nos provocar más, ca mejor guarda el hombre lo que es suyo que no lo que es ajeno, y la causa que dio por que lo habíamos de guardar, también es comprehensiva y general, porque no dijo que moraba en él la vida solamente, en lo cual quisiera decir que lo guardásemos, pues nos iba la vida en ello; mas dijo que procedía de él la vida, yendo a vivificar todo lo que en nosotros vivía; de manera que quiso decir que, faltando en él la vida, faltaría en todo lo demás, pues que en él se proveía de vida todo lo que en nosotros vive; donde mucha razón hay que se guarde y con guarda y con toda guarda lo que a todo da vida.

Si la culebra guarda con toda astucia la cabeza escudándola con todo el cuerpo, porque de ella procede la vida a toda ella; y la naturaleza esconde las raíces de los árboles en la tierra, porque la vida que de allí procede a las ramas y hojas y flores y fruta no sea de ligero molestada ni herida, ¿cuánto más debes tú guardar con mucha diligencia tu buen corazón, pues todo lo que en ti hay de vida procede de él?

En decir el Sabio que guardásemos el corazón con toda guarda, mostró que de toda parte le podía venir daño; porque si de alguna estuviere seguro, por allí no tuviera necesidad de guarda, y así no fuera menester toda guarda para lo hacer más seguro; mas como el corazón sea muy semejable a la bomba de la nao, toda parte puede recoger inmundicia. La bomba del navío es un lugar que está en medio de él, al cual se acoge toda la agua que en el navío se derrama, y también cuando el navío está abierto por alguna parte y por allí entra agua, todo va a parar a la bomba, por estar en medio de la nao y más baja que todas las otras partes de ella.

Así es nuestro corazón, situado en medio de esta navecilla de nuestro cuerpo, al cual se recogen todos los males y llagas y fatigas y vicios y ocupaciones que tenemos en el cuerpo; lo cual conocen los que se retraen a orar, cuanto todo lo que antes les acaeció, cualquiera que fuese, lo hallan en su corazón, y allí viene a los distraer y dar pena; y así como la bomba es el más bajo lugar de la nao, así nuestro corazón es el más bajo del cuerpo; ca vemos que muchas veces están nuestros cuerpos en el alto lugar del coro y del altar con los ángeles alabando a Dios, y nuestro corazón anda entremetido con las cosas más bajas de la tierra.

Así que, pues de toda parte le puede venir perjuicio, bien nos aconseja el Sabio (Prov 23,19) que lo debemos guardar con toda guarda; conforme a lo cual nos amonesta la Escritura, aunque en partes diversas, guardar todos los miembros de nuestro cuerpo, por que así esté mejor guardado el corazón y más seguro. Dícenos el Sabio (Prov 23,26) que nuestros ojos guardasen sus caminos, y esto por que no yerre el corazón, y mándanos en otra parte que guardemos la lengua, y esto por que no mienta el corazón; y el profeta Isaías (Is 56,2) nos dice que será bienaventurado el que guardare sus manos, y esto por que no obre mal el corazón; y en otra parte nos es dicho (Prov 21,23) que guardemos nuestra boca, y esto por que de las murmuraciones no sienta mal sabor el corazón; y en otra parte es dicho (Eclo 4,22) que guardemos nuestros pies, y esto por que no caiga el corazón; y San Pablo dice (1 Tim 5,22) que guardemos nuestro cuerpo en castidad, y esto por que no se ensucie nuestro corazón; y Moisés nos dice (Dt 4,9) que guardemos nuestras ánimas con solicitud, y esto por que no sean con ellas condenados nuestros corazones.

Si nos es mandado (Lev 26,2) que guardemos las fiestas de Dios, es por que tengan alguna quietud y reposo nuestros corazones; si nos es mandado que guardemos la justicia, es por que sean bien regidos nuestros corazones; si nos es mandado (Eclo 21,12) que guardemos las leyes, es por que nuestros corazones no experimenten ninguna cosa del mal; si nos es mandado (Prov 19,16) guardar la ciencia, es por que nuestros corazones sean sabios, y así se goce con ellos el corazón de Dios, según Él lo dice (Mal 2,16); si nos es mandado guardar la prudencia, es por que nuestros corazones sean bien regidos y sepan regir a otros; si nos es mandado (Prov 29,17) guardar la inocencia, es por que sean nuestros corazones sin malicia; si nos es mandado (Prov 23,17) guardar la penitencia, es por que con ella sean domados nuestros corazones; si nos es mandado (Sal) guardar la clemencia, es porque nuestros corazones sean blandos y piadosos (Os 12,7); de manera que por comprehender el Sabio esto dijo que guardásemos el corazón con toda guarda; el cual es más movible que el azogue, y de más sutileza, ca por resquicio muy pequeño se va y se cuela por donde no pensaba hombre. Es tan delicado, que cualquier cosa le hace mal, y por eso debe ser con diligencia, según dice el Sabio, guardado con toda guarda. No guardaban de esta manera sus corazones aquellos de los cuales dice el Señor (Lc 8,12) que vino el demonio y tomó la palabra de Dios de sus corazones, por que no fuesen salvos creyendo.




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