UNDÉCIMO TRATADO

NOS AMONESTA QUE TRAIGAMOS A DIOS EN NUESTRA MEMORIA, Y DICE: MEMORIA TEN DE CONTINO, Y LLAMA A DIOS CON SUSPIROS


CAPÍTULO I

Los que tienen por costumbre de hacer las cosas contra razón, también suelen entender las amonestaciones y sanos consejos al revés, porque no quieren entender para bien obrar, sino para mal; y, por tanto, se trabajan de pervertir aun las muy manifiestas doctrinas a su mala costumbre; hacerles que quieran decir lo que ellos hacen, por no hacer ellos lo que ellas dicen, como quien tuerce la regla para la conformar a sí, y no se endereza a sí para se conformar con ella.

De esta manera podrían decir los que dejaron riquezas en el siglo, y después por otras vías se trabajan de tornarse a ellas, o les pesa por las haber dejado, que las tienen siempre en la memoria y suspiran a Dios para que los restituya en lo que perdieron, y que así les parece cumplir el consejo de esta letra.

Otros hay que tienen siempre en la memoria las injurias recibidas, y casi nunca piensan otra cosa; mas revuélvenlas muchas veces en el corazón, agraviando la malicia de su contrario, y mirando la inocencia propria enciéndese más en ellos el deseo de la venganza, y suspiran a Dios suplicándole que haga justicia.

También hay otros tan malos que, habiendo por obra dejado los deleites, no los dejan por corazón, mas guardan, como los hijos de Israel (Num 11,4-6), la recordación de ellos en la memoria, y con suspiros ruegan a Dios que vuelvan los primeros tiempos para tornar a las cosas pasadas, y trabajan por vías secretas de se recuperar y restituir en lo que ya dejaron, volviendo siquiera la cabeza del deseo a ello, como la mujer de Lot (Gen 19,26), y tráense como Raquel los ídolos, que son las figuras de los deleites, guardadas en la memoria.

Éstos, aunque parezca en sus palabras que llaman a Dios, si miras el son con que las dicen y sus intenciones, conocerás claramente que llaman al demonio; y si suena Dios en sus palabras, será para mal de ellos, porque no quieren tomar el consejo que les da en el salmo, diciendo (Sal 44,11-12): Oye, hija, y ve e inclina tu oreja y olvida tu pueblo y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura, porque él mismo es tu Señor Dios, y adorarlo han.

El pueblo que debemos olvidar es el ayuntamiento y congregación de los vicios, apartándonos de ellos por buenas obras; y también quiere el Señor que olvidemos la casa del mal padre, que es el demonio; y esta casa es la depravada imaginación, donde el demonio tenía puesto todo su ajuar, haciéndola como cosa de impresión, porque allí ponía él en molde todas sus obras para que saliesen a lo público de obra; y su mal pueblo, que son los hombres viciosos, viesen a la clara lo que había hecho en secreto; por que el ánima olvide todo esto, le es prometido que será del Rey eterno Dios suyo deseada; no solamente recibida de él, mas deseada.

Y para que veamos que este deseo en Dios es verdadero y no fingido, grande y no pequeño, se alaba en este verso la hermosura del ánima fiel para que se conozca que con razón el Señor la desea; y como aquello tengamos más en la memoria que más deseamos, síguese que el Señor tiene de continuo memoria del ánima que lo ama; y aun Él mismo la llama, cuasi con suspiros, según aquello del salmo (Sal 136,5-6): Si me olvidare de ti, Jerusalén, sea mi diestra dada a olvido; mi lengua se me junte al paladar si no me acordare de ti y si no te pusiere en el principio de mi alegría.

La espiritual y pacífica Jerusalén es el ánima dada al recogimiento; y ésta, por corresponder a Dios en los servicios según las mercedes que recibe, no debe olvidar al que con tan amoroso juramento dijo que no la olvidaría; y no solamente lo debe poner como principio de su alegría, mas a El solo debe desear y suspirar siempre por él; lo cual nos amonesta la letra presente, diciendo: Memoria ten de contino, y llama a Dios con suspiros.




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