NONO TRATADO

HABLA DE CÓMO DEBE EL HOMBRE REPRIMIR LOS DISCURSOS, DICIENDO: JAMÁS PASE SIN CASTIGO LA SALIDA SIN PROVECHO


CAPÍTULO I

Mucho sería de culpar el que, habiendo de recibir en su casa a algunas notables personas, se fuese de ella al tiempo que se presumía que habían de venir, ca parecería menosprecio si no esperaba a los huéspedes en su casa; de lo cual se podría seguir que el huésped buscase otra posada y el descuidado se quedase solo, porque otra vez escarmentase y aguardase al que había de venir para le honrar su casa. Si el patriarca Abrahán no estuviera en su tienda, no mereciera recibir a los ángeles que le honraron su casa y le prometieron un hijo que muy deseado tenía (Gen 18,1-10). Si Lot fuera negligente en recibir los peregrinos (Gen 19,1) y no los estuviera aguardando a las puertas de la ciudad, no mereciera recibir los mismos ángeles que lo libraron del fuego de Sodoma y lo pusieron en salvo. Si Labán no estuviera en su casa (Gen 24,50), no recibiera por entonces al mayordomo de Abrahán que venía cargado de riquezas para su hermana. Si Rahab no estuviera en su casa (Jos 2,1), no posaran en ella los varones que fueron causa que ella sola y todas sus cosas viviesen. Onde si estas personas fueron solicitas en guardar sus casas, y guardar en ella a los huéspedes de cuya venida aún no tenían certidumbre, cuánta mayor solicitud espiritualmente debe tener cada ánima devota en esperar dentro en sí a Dios, que ha de ser huésped suyo.

Estamos por cierto muy certificados y apercibidos por la boca del mismo Hijo de Dios que Él con su Padre y el Espíritu Santo vendrán a posar con aquel que lo amare y harán morada acerca de él (Jn 14,23), no en otra parte sino en su ánima, que es aposentamiento donde Dios se recibe; empero es menester que el mismo hombre esté consigo para recibir al Señor cuando viniere. Sabemos que vendrá; empero, el cuándo ignoramos, y por nos avisar el mismo Señor que lo esperemos y estemos con este cuidado nos dice en el Evangelio (Lc 12,40): Estad aparejados, ca la hora que no penséis vendrá el Hijo de la Virgen.

No quiere el Señor señalarnos la hora en que ha de venir por que en todas las horas y tiempos estemos aparejados para lo recibir cuando viniere; y esta vigilancia y aviso con que hemos de esperar su venida para nos dar el consuelo de su gracia y manifestarse a nuestros corazones ha de ser tan solicita, según el mismo Señor dice, como lo es la de aquel que guarda su casa en la hora que sabe que ha de venir a ella algún ladrón, en la cual hora trabaja de estar dentro muy velando, por que no le escalen la casa.

Una diferencia hallo yo que hay entre la venida espiritual del Señor, la cual, según dice Job (Job 10,13-14), es visitación que guarda nuestro espíritu trayéndole toda la provisión necesaria para su defensión; y la diferencia es que el ladrón entonces se da más prisa a entrar en la casa cuando el señor de ella está ausente; mas nuestro Señor Dios, como persona de mucha cortesía, no quiere entrar en la casa de nuestro corazón si nosotros mismos no estamos dentro en él esperándolo; y entonces, según el mismo Señor dice en el Apocalipsis (Ap 3,8), llama a las puertas del consentimiento con sus santas inspiraciones, para que de mejor voluntad sea recibido; mas cuando el hombre no está recogido ni dentro en su corazón, hácelo estar a la puerta casi burlando, llamando y diciendo al ánima aquello de los Cánticos (Cant 5,2) : Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía, mi sin mancilla, porque mi cabeza está llena de rocío, y mis cabellos llenos están de las gotas de las noches. No dice solamente que abra, sino que abra a El, dando en esto a entender que no debe abrir a otro sino a Él; y queriéndole también en esto decir que cierre los postigos falsos del corazón y los portillos por donde ha saltado a se ir fuera de sí como aquellos malvados de los cuales se dice: Salidos apartáronse de sí (Dan 13,51).

La hora que se aparta hombre de sí por dañosas distracciones se aparta de Dios; ca no es Dios amador de discordia, sino Dios de paz y amor y unidad. Llámala hermana suya, teniendo Dios respecto en esto a la humanidad que tomó, mediante la cual se hizo hermano nuestro, para que con más confianza nos lleguemos a Él y como a pariente lo recibamos con más obligación, y lo amemos más naturalmente, donde el nombre que se sigue, con que llama al ánima, es amiga, de la castísima amistad que suele haber entre los hermanos.

A todos los hermanos abrimos de buena voluntad; empero, de mejor al que más amamos; lo cual aplica el Señor a sí mismo, llamándose hermano y amigo, que quiere decir muy amado hermano. Empero, porque el ánima adúltera, que por las variedades de los negocios mundanos y seglares en que no se debiera implicar ha desechado ya a Dios, por lo cual hubiera vergüenza y temor de tornar a Él, pues que lo menospreció no una vez, sino muchas, por quitarle esta vergüenza y empacho la llama el Señor paloma suya.

No se contenta de la llamar paloma, mostrándole que si viene a Él con gemido humilde la recibirá; mas llámala suya, mostrando en sí más obligación de la recibir, pues que es suya, y ninguno debe negar las cosas suyas. Para se mostrar prontísimo y muy aparejado para quitar de ella todo pecado y mancha de mal amor, la llama también sin mancilla, porque tomando el ánima alguna osadía en se llamar limpia del que no puede mentir, no dude llegarse al que la desea, aunque de él esté escrito (Sab 1,4) que no entra en el ánima maliciosa ni en el cuerpo sujeto a pecados.

En lo que más se sigue, allende de mostrar cuán mucho ha esperado y espera cada día que le abramos el corazón, nos quiere notificar dos cosas que nos deben provocar a le abrir: La primera es que la cabeza de su divinidad está llena de rocío, que es gracia celestial figurada e incluida en la bendición dada a Jacob del rocío del cielo (Gen 27,28). La segunda, que sus cabellos, esto es, su santa humanidad, que es como cabellera de Dios, está llena de las gotas de las noches, que son las fatigas de las pasiones que por nosotros pecadores padeció; así que, pues nos viene a dar gracia, haciéndonos grandes mercedes, y viene cansado de los trabajos que por nos ha padecido, razón es, y mucha, que abramos la puerta del corazón, dando lugar a solo él, encerrándonos y recogiéndonos para que le podamos mejor abrir y recibir con más aparejo; y más, que si no ve que estamos dentro en nosotros, pasarse ha delante, viéndonos derramados con distraciones dañosas y penosas; lo cual vemos figurado en Santo Tomás, al cual no apareció hasta lo ver recogido con los otros y que ya iba tornando en sí.

Sabemos también que por ser idas las vírgenes locas a do no debieran, les fue negada la vista y buena habla del esposo; y que, si Noé no estuviera dentro en el arca para tomar la paloma y meterla dentro la primera vez que tornó (Gen 8,8-9), por ventura se estuviera fuera y, careciera de ella. Por tanto, si queremos que Dios alumbre nuestro entendimiento como el de Santo Tomás, y que como esposo virginal enamore de sí nuestra voluntad como las voluntades de las prudentes vírgenes; y si queremos que como paloma nos enseñe el Espíritu Santo a gemir, o por lo que en el vuelo de la contemplación no podemos alcanzar, o porque las aguas de nuestros pecados aún no son agotadas, menester es que estemos recogidos dentro en nosotros mismos y no andemos distraídos en vanidad de pensamiento y negocios seglares o mundanos; y que si por nuestra flaqueza algunas veces lo hiciéremos, tomemos de nos venganza para que la pena nos sea escarmiento y nos haga avisar, lo cual nos amonesta nuestra letra diciendo: Jamás pase sin castigo la salida sin provecho.

Dos maneras hay de salidas: unas sin provecho y otras provechosas; porque las primeras toca más derechamente nuestra letra, ellas sean las primeras de que hablemos.




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