CAPÍTULO V. DE OTRA MANERA DE SEGUIR A CRISTO

La segunda manera de seguir a Cristo nuestro Redentor, de que hace mención la segunda mitad de nuestra letra, es más sutil y añade sobre lo que tenemos dicho; donde así como en Cristo hay dos naturalezas, así en dos maneras lo podemos seguir; porque si, como dice San Jerónimo, una cosa es imitar a Cristo en cuanto hombre y otra imitarlo en cuanto Dios, también una cosa será seguirlo en cuanto hombre y otra seguirlo en cuanto Dios. Y así como imitarlo en cuanto Dios es más que imitarlo en cuanto hombre, así seguirlo en cuanto Dios es más que seguirlo en cuanto hombre. Lo uno es como quien corre, y lo segundo como quien vuela. Trabajo es el correr, y no es tanto el volar y gana más tierra. Nuestro cuerpo corre, nuestra ánima vuela; por lo cual dice Job (Job 5,7): El hombre nace para trabajo, y el ave para volar.

Este nuestro hombre exterior, este cuerpo animal, nace para trabajar y correr siguiendo a Cristo en la manera ya dicha, que es siguiendo su aspereza y penitencia y pobreza en todas las cosas; mas nuestra ánima y parte superior de ella, que es ave muy ligera, nace para volar a la divinidad, conforme a lo que dice la segunda mitad de nuestra letra: Y su divinidad tu ánima. Aunque siga tu cuerpo a Jesús, no te des por contento si tu ánima no sigue a su divinidad.

Este seguir la divinidad es cosa grande, de pocos conocida y de menos obrada; pertenece a los varones angélicos, que dondequiera que van buscan a Dios, y traen a Dios delante de sí como ángeles; en figura de lo cual dijo el ángel a Tobías (Tob 11,3): Hermano, si te place, vámonos delante y las compañas seguirán de espacio nuestro camino juntamente con tu mujer y con los animales. Hermano de los ángeles ha de ser, así en el oficio como en la vida, el que ha de seguir la divinidad, y más que le ha de placer y agradar este camino.

Por el otro camino primero hemos de ir casi aunque nos pese, mayormente los que somos por voto constreñidos; a palos hemos de llevar este nuestro cuerpo harón, mas nuestra ánima, como es grande señora, quiere ser rogada; y así es que el ángel mismo que la guarda, por secretas inspiraciones se lo ruega, amonestándole que le plega de ello.

Esta ligereza de camino, este vuelo espiritual, no pueden tener las compañías del mundo, ni las mujeres, que son los hombres de temeroso corazón, según el ángel dijo a Tobías; ni los animales, que son los pecadores, aunque siguen de espacio este camino, porque todos desean ir a Dios. Ni en un solo hombre pueden seguir las cosas ya dichas este camino, porque la mujer, que es la carne, es enferma; las compañas de los sentidos tampoco pueden, antes su tropel estorba; ni pueden tampoco los animales, que son las corporales inclinaciones: sólo el espíritu con las alas del deseo es el que ha de hacer este vuelo con que se sigue Dios; del cual seguimiento dice el Apóstol (Flp 3,12): Sigo si en alguna manera comprehendiese, en la cual soy comprehendido de Cristo Jesús.

Hermanos, yo no pienso haber comprehendido una cosa; mas, olvidando las cosas que están atrás, extiendo a mí mismo a las que son primeras, y voy a la promesa aparejada al premio de la superna vocación de Dios en Cristo Jesús, pues todos los que somos perfectos sintamos esto.

Muy bien, aunque muy oscuramente, ha tocado el Apóstol y dicho de este seguir espiritual todo lo que se puede de él decir. Estaba el Apóstol escribiendo, y dice que seguía; estaba sentado, y dice que andaba, para nos mostrar que este seguimiento ha de ser en todo negocio y lugar, pues en todo está Dios. Al cual seguimos, y para nos mostrar que los pies que siguen a Dios no son corporales; que los tales poco pueden correr, mas son las alas del ánima, esto es, sus deseos, los cuales tanto son más intensos y profundamente raigados, ca que no han de ser alas fingidas, ni postizas, ni tiernas, porque no bastan.

La glosa interlinear dice declarando la primera razón de San Pablo: Sigo si pudiese perfectamente conocer a Cristo, que es la suma bienaventuranza, para lo ver aun ahora como es Él, pues me ve como yo soy, o para lo ver en aquella divina claridad que me pareció cuando me prendió en el camino. Esta glosa mucho ha subido el seguir del Apóstol, y con mucha razón; porque los que siguen a alguno es para lo conocer o tener con él más familiaridad en el camino, y así los que siguen a Cristo en cuanto Dios, es para conocer a Dios y verle por una alta manera de conocimiento y visión espiritual que satisface mucho al ánima, de la cual dice el profeta (Os 6,3): Seguiremos por que conozcamos a Dios, y venir nos ha así como lluvia que viene a buen tiempo.

San Agustín glosa aquesta primera razón de San Pablo, y parécele que quiso decir: Sigo por ser perfecto posesor de la justicia, pues soy de ella perfecto viador. Con razón el que es perfecto viador, éste es perfecto seguidor de la justicia, que está en la primera vía o manera de seguir a Cristo, que llamamos corporal; pasa adelante y sigue deseando ser posesor, que es cosa de mucha más importancia. Buen viador es el que guarda bien la justicia que Cristo le mandó; empero, si éste desea gustar el fruto de aquel trabajo, ya quiere ser posesor, ya comienza a seguir la divinidad de Cristo remuneradora de los trabajos.

Estos que así comienzan a seguir la divinidad de Cristo, en alguna manera se hacen posesores, comenzando aquí a gozar de premio celestial; acércanse al paraíso siguiendo la divinidad, y por ella suspirando; conforme a lo cual dice el Sabio (Eclo 23,38): Grande gloria es seguir a Dios, porque de Él será tomada longura de días. Grande gloria es seguir a Dios, porque, como dijo San Agustín, el que quiere ser posesor ha de ser primero perfecto viador.

Mal me parece querer tu ánima seguir la divinidad de Cristo, si tu cuerpo no quiere seguir su humanidad; lo uno es principio de lo otro; mas si procedes según la orden de nuestra letra, es muy gran gloria; de la cual dice Dios por el profeta Jeremías (Jer 9,23-24) : No se gloríe el sabio en el saber, ni el fuerte en el poder, ni el rico en las riquezas; mas en esto se gloríe el que se quiere gloriar que me sabe y me conoce, porque yo soy Señor que hago misericordia y juicio y justicia en la tierra, ca estas cosas me placen.

En lo que más dice el Sabio (Prov 3,2) que de Dios tomará el que lo sigue longura de días, quiere decir que a este tal acercará Dios la bienaventuranza que se llama longura de días, que está en la diestra de Dios. Y este dicho no debe espantar a nadie, pues cabe en cortesía salir a recibir a la persona notable que con deseo de vuestra amistad viene a vuestra casa. Van estos tales a buscar a Dios, y síguenlo y persíguenlo con amor; lo cual Él viendo, sálelos a recibir y comiénzales a dar lo que demandan con tanto ahínco, porque, según está escrito (Eclo 4,12-13), la sabiduría inspira vida a sus hijos, y recibe a los que son en la buscar solícitos, y va delante de ellos en la vía de la justicia; y el que la ama es amador de la vida, y los que madrugaren a ella abrazarán la suavidad de ella.

Acuérdome que, estando una vez hablando con mi maestro espiritual de algunas cosillas que a mi ánima tocaban, venimos a hablar de la atención y devoción que había de tener el varón devoto en el oficio divino; y para me provocar, y a mucha instancia mía, díjome que eran tan grandes los gustos que él sentía en las laudes y alabanzas de Dios que se cantan después de maitines, que le pareció una vez que no estaba dos dedos del cielo, y que el tiempo de las laudes no se le hacía un soplo, y que deseaba que nunca se acabasen.

Esto es conforme a lo que hemos dicho de acercarse el paraíso a los que siguen al Señor del paraíso, al cual este varón de que hablo seguía en esta última forma de que hablamos más había de cuarenta años; y aun siendo muy viejo, no dejaba de seguir también su cuerpo a Jesús en grandes trabajos y penitencia en la vejez, donde otros piensan ya ser jubilados y exentos de ayunos y trabajo.




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