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No se te haga de mal estar en tu cámara por amor del Señor, pues que Él por tu amor hasta que
murió estuvo en la cruz. Si la celda te es áspera y desabrida, piensa que muchos, por ventura en
lo interior menos culpados que tú, están en oscura cárcel y otros en purgatorio, y aun otros en
el infierno; los cuales puede ser que partiesen de este mundo con menos pecados que tú tienes
ahora, y nunca saldrán de las profundidades infernales; de las cuales te librará a ti tu celda si la
guardas y la tienes por cárcel de amor; a la cual te condenaste por amar al Señor, más que a
otros que la tienen por sepulcro.
Créeme, hermano, que la costumbre te la hará amar tan suavemente, que te sea cosa muy dura
después apartarte de ella; empero, antes que vengas a esto has de estar mucho tiempo en ella,
aunque no sea por otra cosa sino por acostumbrarte a ella y avezarte a estar en jaula como ave
mansa del Señor, lo cual tanto puedes acostumbrar que luego te vuelvas a ella, como las aves
que se encierran muy de su voluntad en las jaulas y retraimientos suyos por la costumbre pasada
que las tiene muy domadas.
El varón recogido debería ser como el arca de Dios, que nunca salla de la interior y más secreta
capilla del templo, y a este retraído lugar no entraban todos (Num 4,5-6); y cuando el arca era
traída por el desierto venía envuelta con tres coberturas para que viniese más recogida y
encerrada; y esto sin el oro que cubría el arca de toda parte, donde se figura que no te debes
contentar con el recogimiento interior sin el exterior, que también te es necesario para que el
secreto y recogido lugar te provoque y convide a entrar dentro en ti mismo, según aquello del
Sabio (Sab 8,16): Entrando en mi casa, juntamente holgaré con ella, porque no tiene amargura
su conversación ni enojo su compañía, sino gozo y placer.
Si entras de voluntad en tu casa y te vas luego a la celda con deseo de la ver, haciendo cuenta
que una hora que estés fuera de ella te es un día, y un día te es casi un año; si con tal deseo
vuelves, holgarás juntamente con ella, esto es, en el cuerpo y en el ánima, porque su
conversación no tiene amargura si tú no la traes de otra parte, y su compañía nunca te dejará
enojo, ni pena, ni reñirá contigo; antes te dará placer en el cuerpo y gozo en el ánima por la
visitación celestial, que más suele ser hecha a los retraídos que a los distraídos; y también los
avisados presidentes suelen ocupar los que ven fuera de la celda, por que la ocupación los torne
a ellas; y no son enojosos ni penosos a los que ven retraídos, antes les dan placer y gozo
favoreciendo su recogimiento.
Si buscas paz y sosiego, en ninguna parte lo hallarás mejor que en tu celda; en figura de lo cual
se dice de la paloma que no halló do holgase su pie hasta que se tornó al arca (Gen 8,9). En
ninguna parte hallará sosiego el pie de tu buen deseo sino en tu celda; por ende, tiempo perdido
será buscarlo en otra parte; porque al fin no lo hallarás sino en la celda, en la cual nunca te
pesará haber estado, ni te placerá haber de ella salido, dejando aparte las inevitables necesidades.
Entre los clérigos, aquel es tenido por mejor que más permanece en la iglesia; y entre los
religiosos, aquel es tenido por más santo que más permanece en la celda; y entre los seglares,
aquel es tenido por más cuerdo que menos sale de su casa; lo cual mayormente se requiere en
este santo ejercicio, que recoge todas las cosas a lo más secreto, y no se contenta con meter al
hombre en la celda, mas amonéstale que cierre las puertas y las ventanas por estar más retraído.
¡Oh hermano!, si comenzases a gustar el retraimiento de la celda, y si conocieses el bien que
pierdes en perderla, y cómo estando en ella estás dentro en el seguro navío que te llevará al
puerto de la vida eterna; y estás en el arca de Noé, que te subirá muy alto de la tierra, y te
comunicará con los ángeles del cielo, subiéndote a montes de gran perfección. En ella estás
como en tienda de campo muy favorecido de las armas de guerra, que son los espirituales
ejercicios con que has de pelear contra el demonio.
Son, finalmente, tantas las excelencias del lugar retraído, celda, o cámara, o ermita, o otra
cualquier parte secreta donde se apartan los justos a orar, que me parece poderse muy bien decir
de la celda aquello del Sabio (Eclo 34,19-20): Es guarda de la potencia, firmeza de la virtud,
cobertura del ardor, pabellón y tienda del medio día, suplicación de la ofensa, favor de la caída,
ensalzadora del ánima, alumbradora de los ojos, dadora de sanidad, de vida y bendición. En
estas pocas palabras ha tocado el Sabio muchos bienes que ocasionalmente causa la celda a los
varones que se llegan a Dios.
Dice en la primera palabra que la celda es guarda de la potencia espiritual que el justo tiene para
se llegar a Dios; la cual es amparada si se retrae a su celda, que es por esto figurada en el alcázar
de David, donde la potencia de David estaba más favorecida.
Lo segundo favorece la celda a los que allá se retraen, observando la perfección de ellos y
fortificándolos para resistir, y, por tanto, dijo el Sabio que era firmeza de la virtud; y de aquí es
que los varones espirituales, mientras más permanecen en sus celdas, están más firmes en sus
buenos propósitos.
Onde muy bien se pueden comparar los varones recogidos en sus celdas a las águilas en sus
altos nidos; las cuales, según se dice, desde allí examinan sus hijos, volviéndolos hacia el sol, y
parando mientes si lo miran derechamente sin pestañear y si no, lánzanlos de su compañía; casi
de esta forma hacen los justos, cuando se entran en sus nidos, que son sus celdas, donde
examinan todos sus propósitos y deseos, que son como hijos suyos; y si conocen que se
enderezan cumplidamente al sol del glorioso mundo, que es Dios, afírmanse en ellos y críanlos
hasta los poner en perfección; empero, si los ven pestañear, no siendo tales como deben,
lánzanlos de sí y afírmanse en los buenos.
Lo tercero da la celda favor a los justos templando la tentación, para que la puedan sufrir y no
los fatigue tanto; y por esto dijo el Sabio que también era cobertura del ardor, lo cual hace
amparándonos de las incentivas ocasiones que mueven los malos ardores que dentro en nos
causó el pecado.
Favorece también la celda a los justos, siéndoles causa de recreación y consolación espiritual, y
por tanto le llama pabellón o tienda ramada de medio día. Y dice de medio día, porque en
aquella hora es más necesaria la refacción y consuelo a los que han trabajado hasta entonces; y
también en esto nos da el Sabio a entender que no gustan el bien de la celda los que no
perseveran en ella, a lo menos la mitad del tiempo que es figurada en el medio día.
Si quieres, pues, hermano, ser consolado y gustar las cosas de Dios, has de permanecer en tu
celda; porque aquél es el lugar donde hace Dios el convite a los suyos y les da en secreto a
gustar lo que muchas veces se pierde en público, según lo cual te es bien a ti permanecer en tu
celda y esperar, como otro Daniel, la comida que el Señor te ha de enviar.
Favorece también la celda a los justos, dándoles mucha oportunidad de llorar en secreto sus
pecados; que mejor los llora el hombre en su celda que en otra parte alguna; y por tanto, según
prosigue el dicho del Sabio, es llamada suplicación o petición de la ofensa; y según esto, a
ejemplo del profeta, debes hacer que en lo escondido de tu celda llore tu alma como otro San
Pedro. No hay duda sino que el lugar donde lloramos nuestros pecados nos es favorecedor para
con Dios, pues que desde él llaman nuestras lágrimas y suspiros a Dios mejor que la sangre de
Abel llamaba a Dios desde la tierra.
Ítem favorece la celda nuestra caída, guardándonos de una y muchas caídas que daríamos y dan
los que tropiezan a menudo fuera de ella, ofreciéndose ellos mismos a las caídas que no dieran
si no salieran, como Dina, a ver lo que con sólo ser visto derriba y hace caer; según parece en
David, que por salirse de su retraimiento a pasear por los corredores cayó en un lazo que le
tenía armado el demonio para cuando saliese, del cual lo guardara su cámara si no saliera.
Favorece también la celda a los justos, siéndoles causa, si en ella permanecen, que suban a gran
perfección. Por ende, añadió el Sabio que ensalzaba el ánima a la perfección de las virtudes
como otra arca de Noé sobre los montes de Armenia.
Alumbra también los ojos del ánima, que tanto más claramente ven las cosas de Dios, por
cuanto esto más se apartan nuestros ojos corporales de ver vanidades, retrayéndose en la celda,
donde, como otro Tobías, serán alumbrados a cosas mayores, si se sientan con reposo en la
celda secreta para pensar en Dios.
Danos también sanidad del mal de él, donde la celda es enfermería donde se retraen a ser
curados los que Dios con su amor hiere; y tiene esta enfermedad tal condición, que no puede
ser curada sino por aquel que la causó, y en parte conforme al lugar do fue causada. Dios la
causó en el secreto corazón y El la viene a curar en la secreta celda.
Dice también el Sabio que da vida la celda, porque en ella resucita Cristo a la doncella, que es
nuestra ánima, para que viva nueva vida con el espíritu de Cristo y el corazón nuevo que le cría
el Señor.
Da lo último bendición, porque los permanecientes en las celdas son benditos del Señor, según
se figura en Jacob, que por ser hombre recogido, que apenas salla de casa, alcanzó la bendición
que perdió Esaú por salirse a caza. Según esto, mucho debe todo religioso ser amigo de la celda
y guardarse de salir de ella cuanto más pudiere, examinando primero entre sí la causa de su
salida y castigar en sí mismo, según dice nuestra letra, la salida sin provecho.
En favor de las cosas ya dichas dice San Bernardo: Imposible es afirmar el hombre fielmente su
ánimo en una cosa, si primero no tuvo fijo su cuerpo perseverando en algún lugar; porque el
que se procura huir la enfermedad del ánimo, pasándose de un lugar a otro, es como el que
huye la sombra de su cuerpo; húyese a sí mismo y tráese al derredor; múdase el lugar y no el
ánimo; en toda parte se halla a sí mismo, salvo si la mudanza no lo hace peor, así como suele
dañar al enfermo que, llevándolo de un lugar a otro, lo atormenta. Y Gersón dice que en
ninguna manera debe algún religioso salir de su monasterio a morar a otra parte de su voluntad
si manifiesta o grandísima ocasión de pecado mortal no interviene, la cual debe huir, si no es
fingida del falso temor, que teme do no hay que temer.
Es tanta la astucia y maña que el demonio pone para distraer los varones recogidos, que anda
buscando mil ocasiones por darles solamente qué pensar y ponerles algún cuidado en el corazón
que les desasosiegue, mediante algunas cosas de más daño que provecho; y póneles en la
memoria la sucesión de tal o de tal negocio, y qué podrá suceder de esto y qué podrá suceder de
lo otro.
Contra la malicia del demonio, que anda por hacerte salir de ti mismo, has de ser avisado, lo
uno en desechar y apartar de ti, cuanto posible fuere, toda cosa que te sea causa de algún
pensamiento, ahora sea malo o bueno o indiferente; y no te maravilles porque haya dicho
bueno, ca muchas veces acarrea el demonio buenos pensamientos al varón recogido por lo
inquietar y traerlo a malos. Tú debes negociar y concluir todos tus negocios cuanto más presto
pudieres, por solamente no tener en qué pensar, en tal manera que, preguntándote a ti mismo si
tienes qué hacer o en qué pensar, puedas responderte que no, sino que estás muy pronto para
guardar la fiesta del Señor y las fiestas de las fiestas (Lev 23,44), que no son otra cosa sino
descanso y holganza tuya y de tu Dios (Dt 5,14), en la cual fiesta aun las obras penales de
penitencia cesan, como parece en Judit (Jdt 8,6), que ayunaba todos los días de su vida, sacados
los sábados, porque, según dice el profeta (Is 58,13), este sábado, que es la holganza del
recogimiento, ha de ser llamado sábado delicado, en el cual no hemos de hacer otra cosa sino
holgar con el Señor, sepultándonos y encerrándonos en nuestros corazones, esperando cosas
mayores.
Esto que hemos dicho se incluye en el mandamiento de guardar espiritualmente la fiesta del
Señor, según se escribe en el Éxodo, adonde se dice (Ex 16,29): Huelgue cada uno acerca de sí
mismo, y ninguno salga de su lugar. No podemos holgar acerca de nosotros mismos si no cesan
del todo los cuidados exteriores que nos sacan de nuestro lugar, que es nuestro recogimiento; y
tanto más holgaremos cuanto más cesaren.
Lo segundo que debes hacer ha de ser en remedio de lo primero, y es que, pues no podemos así
descargarnos de los terrenos cuidados, a lo menos tengamos este aviso, que, cuando vinieren los
negocios al pensamiento, se despachen presto, sin vacilar mucho en ellos, como si dijeses a ti
mismo: De este negocio, a la mejor parte, se podrá seguir esto y esto, y si va a la peor parte
podrá parar en esto o en esto; guíelo el Señor por do le pluguiere; tan buen corazón entiendo de
hacer a lo uno como a lo otro; baste la pena que me dará cuando viniere, sin que desde ahora
me comience atormentar.
El determinar hombre, tiempo y lugar para lo que hubiere de hacer o pensar aprovecha mucho
para no salir de sí a cada paso y tener algunas horas o días para darse a la vacación del espíritu,
en la cual se ve cuán suave es el Señor.
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