Francisco de Osuna

1492 - 1541

TERCER ABECEDARIO ESPIRITUAL


DEDICATORIA

Dirigido al ilustrísimo y muy magnífico señor don Diego López Pacheco, duque de Escalona, marqués de Villena, conde de San Esteban, mayordomo mayor de la Casa Real de Castilla.

Así como en aquel acabado fin que todos esperamos consiste la felicidad del hombre, así en el cumplido fin de la buena obra que comienza consiste su virtuoso y alegre descanso; porque en los medios ninguno debe descansar, sino animarse prometiéndose holganza y gozo en el fin bueno que siempre debe creer que dará nuestro Señor a la buena obra que comenzare.

Pienso que ha dado nuestro soberano Dios buen fin a esta obra de vuestra ilustrísima señoría; y no se debe maravillar si la llamo suya, porque el gran amor que le tiene se la ha con justa razón apropiado; ca costumbre es del amor hacer suyo lo que ama; donde, según dice Ricardo: “no despojando a ninguno, hace suyas todas las cosas la caridad con sólo alegrarse con ellas; y ésta es una posesión maravillosa del derecho divino que la concede, diciendo: Todo lugar en que pusiereis el pie será vuestro (Dt 11, 24)”.

Nuestro pie espiritual es nuestra afición, que debe carecer de polvo, porque esté muy lavada y limpia para nos aficionar puramente a las cosas santas, aunque sean ajenas, y hacerlas escalera con que subamos al cielo.

Hasta hoy son las cosas espirituales y las obras de virtud comunes entre los buenos, como lo eran las temporales entre los varones de la nueva Iglesia. Y no se le haga a nadie de mal creer que con amar solamente la obra de virtud ajena la hace en alguna manera propia; pues que con amar el ajeno pecado lo hace suyo; con no buscar la caridad lo que es suyo, se enseñorea de todos los bienes.

Ningún buen amor ama en tal manera sus cosas que las quiera retener sin las comunicar, y por esta franqueza, recibiendo ciento por uno, posee todos los bienes aun con más seguridad que los propios; porque acaece tomar hombre vanagloria en la buena obra que hace, y no la suele hombre tomar en las buenas obras ajenas que hizo suyas amándolas.

Si, según hemos dicho, el amor hace suyo el bien que ama, síguese que lo que más amare más lo hará suyo; de lo cual se puede concluir que podrá aficionarse alguno tanto a la buena obra ajena, que mereciese más por hacerla de esta manera suya que el mismo que la obró. Y esto no carece de autoridad, porque la Escritura dice ser mejor el varón sabio que no el fuerte; dando a entender que el amor de Dios, que se llama honorable sabiduría (Eclo 1, 14), puede ser tan prudente que, amando holgadamente el bien ajeno, merezca tanto como el varón fuerte que a fuerza de brazos lo hizo.

Aquel soberano amor en que se comunican el Padre y el Hijo, pienso que ordenó esta manera de merecer en la tierra para consolación de los muy enfermos y delicados, como vuestra señoría, que puede restaurar por vía de amor lo que le niegan las fuerzas; así que ni se puede quejar ni excusar delante de Dios, que mira más al amor que a otra cosa ninguna.

Muchas personas de estima han amado el presente libro; empero, porque siento que el amor que vuestra señoría le tiene excede al de todos, y aun al mío, se lo presento; pues que el amor mayor se lo ha más apropiado, y miro en el presente negocio más al amor que a otra cosa ninguna, conformándome en algo a David (2 Sam 12,25), que, entre todos los que pensaban heredar su reino, quiso escoger al que tenía más amor de Dios, para que se asentase sobre su silla real. Y aun lo mismo hizo el Salvador del mundo con San Pedro, ca olvidando todas las otras excelencias del santo apóstol, solamente lo examinó del amor, porque para lo dejar en su lugar fue menester que más que los otros estuviese transformado en su amor, porque mejor representase a Cristo, cuyo lugar tenía.

Reciba, pues, vuestra ilustre señoría aqueste libro que con tanta razón le es por mí ofrecido; porque allende de la sobredicha posesión que tiene de él por título de caridad, que es el mayor de los títulos, porque se extiende a más y a mejores cosas, tendrá otra por título de perpetuo establecimiento que a sólo él podrá convenir; mediante el cual título pienso que tendrá vuestra señoría igual parte con el autor en la obra presente si la hace estable y perpetua; porque, según se dice, no es menos virtud guardar las cosas ganadas que adquirirlas.




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