CAPÍTULO IV. DE LAS LÁGRIMAS DE LOS APROVECHADOS

Hay en esta vía del recogimiento algunos que se pueden decir aprovechantes o que tienen el segundo grado, los cuales, en recogiendo el corazón, no cesan de derramar lágrimas sin tener ellos intento a llorar, sino solamente a se recoger; de lo cual se siguen las lágrimas que sin gemido ni sollozo salen calientes del corazón y manan dulcemente por los ojos sin ruido interior ni exterior, porque aquéstos no piensan entonces cosas que los provoquen a llorar, mas solamente se trabajan de recoger el corazón, ni tampoco hacen ruido en lo de fuera, porque sin plañir ni hacer gestos salen estas lágrimas, que son figuradas en las amables aguas de Siloé (Is 8,6), que no debemos desechar, las cuales corren con silencio del corazón y de la boca y de todos los sentidos.

Acontéceles a estos que así lloran como a la alquitara, que por el fuego que recibe no cesa de gotear agua saludable y cálida sin ruido alguno ni pena. De esta manera, cuando viene la gracia del Espíritu Santo a poner fuego en esta nuestra tierra mortal, el alquitara del corazón se enciende, y por los caños de los ojos envía el agua de las lágrimas, figuradas en las aguas cálidas (Gen 36,24) que se hallan en la soledumbre del recogimiento del ánima.

De aquestas preciosas lágrimas, causadas por la gracia del Espíritu Santo recebido en el corazón, dice San Bernardo hablando con el Señor: ¿Cómo, Señor, sabremos cuándo obras en el ánima y qué señal nos das de tu venida? Por ventura los testigos de aquesta consolación y alegría y sus mensajeros son lágrimas y suspiros. Si así es, nueva contraposición es ésta y significación no usada; ca ¿qué conveniencia hay de la consolación a los suspiros, de la alegría a las lágrimas? Si, empero, éstas se deban decir lágrimas y no por mejor hablar abundancia superfluente de rocío interior enviado de arriba, y purgación del hombre exterior para muestra del alimpiamiento secreto de dentro, para que así como en el bautismo de los niños por el lavamiento de fuera se figura el secreto lavamiento interior del ánima, así aquí, por el contrario, primero es la purgación y lavamiento de dentro en el ánima que la de fuera en el cuerpo.

¡Oh dichosas lágrimas, por las cuales se purgan las manchas interiores, por las cuales se matan los encendimientos de los pecados!; benditos los que así lloráis, porque reíros heis.

En estas lágrimas conosce, ¡oh ánima!, tu esposo; abraza el deseado; embriágate ahora con el arroyo del deleite; saca leche del pecho de su consuelo y miel; éstos son maravillosos donecillos y consolaciones que te dio tu esposo, esto es, lágrimas y gemidos; trae para ti beber en estas lágrimas por medida; estas lágrimas son a ti pan de día y de noche, panes que ciertamente confirma el corazón del hombre y más dulces que la miel y el panal.

¡Oh Señor Jesús!, si en tanta manera son dulces estas lágrimas que se despiertan por tu memoria y deseo de ti, ¿cuán dulce será el gozo que recibiremos de tu abierta y manifiesta visión? Si tan dulce es llorar por ti, ¿cuán dulce será gozarse hombre contigo? ¿Mas para qué manifestamos en público estos secretos coloquios, para qué estas inefables afecciones nos trabajamos declarar por palabras comunes?

Los no experimentados no entienden estas cosas si no las leyeren más claramente en el libro de la experiencia, a los cuales la misma unción enseña; mas en otra manera ninguna cosa aprovecha al que lee la letra exterior; y muy poco sabrosa es la lección de la letra de fuera si el hombre no toma la glosa y el sentido interior del corazón. Esto ha dicho este santo, lo cual conviene mucho a las lágrimas de los aprovechantes en este ejercicio del recogimiento.




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