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Tres cosas se requieren principalmente para la contemplación quieta y recogida, dejadas otras
muchas que también pueden hacer al caso.
La primera es el lugar, que ha de ser en sí apto y convenible y recogido y sano y devoto y digno
de reverencia y quietud, ca sabemos haber sido reprehendidos por el padre de las compañas los
que estaban en la plaza; y los ángeles dijeron a Lot (Gen 19,17) que no estuviese en toda aquella
región de Sodoma, sino que se hiciese salvo en el monte; y también fue dicho a Abrahán (Gen
12,1) que saliese de su tierra y de entre sus parientes y de la casa de su padre; y otra vez le fue
dicho (Gen 22,2) que se fuese a la tierra de la visión a ofrecer allí en sacrificio a su hijo; y Jacob
decía (Gen 28,16-17) estar Dios en aquel lugar donde su ánima se había hallado bien, y que no
era otra cosa aquel lugar sino casa de Dios y puerta del cielo. Y sabemos también que la muy
limpia paloma no halló en el diluvio dónde sentar el pie hasta que tornó al arca; y al santo
patriarca Jacob dijo Dios (Gen 35,1) que se levantase y subiese a Betel, que quiere decir casa de
Dios, y morase allí, el cual dijo lo mismo a toda su familia; y según el mismo Dios dice (Ex
29,46), él sacó a su pueblo de Egipto para morar con él, dando a entender que en Egipto no
podía tan bien morar con su pueblo como en la tierra de promisión; y el mismo Señor mandó al
santo profeta (Dt 32,49-51) que se subiese a morir al monte, dando a entender que, mientras
más apartados estuviéremos del mundo, mejor podríamos morir a él para vivir a Dios; y de
Zabulón e Isacar se dice (Dt 33,18-19) que en el monte habían de sacrificar ofrendas de justicia;
y huyendo David de Saúl moraba en el desierto en lugares muy seguros (1 Sam 23,26); y por
salir Mifiboset de Jerusalén incurrió en sentencia de muerte (1 Re 2,39-45); y el profeta David
dice (Sal 83,11) que quiso escoger más morir, aunque menospreciado, en la casa de su Dios que
no en las moradas de los pecadores. Y Isaías dice: Venid, subamos al monte del Señor, y a la
casa del Dios de Jacob, y enseñarnos ha sus vías y andaremos en sus senderos; dándonos en esto
a entender que en un lugar se reciben mejor las cosas espirituales que no en otro.
Si quisiésemos probar por la Escritura cómo unos lugares son más convenibles para la
contemplación que otros, sería cosa prolija; bástenos, empero, saber que San Antón y San
Antonio dejaron los lugares que primero tenían, porque claramente conocieron no ser
aparejados para orar. Y el Señor se subía a los montes y se iba a los lugares desiertos por más
quietamente orar, siendo el lugar más oportuno; y esto no lo hacía por sí, al cual ningún lugar ni
aun la penosa cruz estorbó que orase, mas solamente por darnos ejemplo de buscar los lugares
solitarios, amigos de llorar y del silencio, apartados de los bullicios y nuevas del mundo.
Lo segundo que principalmente favorece a la vida espiritual es la buena compañía, porque,
según está escrito, no es bien que el hombre esté solo (Gen 2,18), esto es, sin tener algunos que
en su buen propósito le favorezcan; onde el santo patriarca mandó a David (1 Sam 17,17-18)
que fuese a visitar a sus hermanos y que mirase con quién se acompañaban; y de aquí es que una
señal de los varones virtuosos es acompañarse con los buenos, y no como Saúl, que se apartaba
de David porque era varón bueno y prudente (1 Sam 18,13). El cual dice hablando de la buena
compañía que había hecho a los criados de Nabal: Nunca les fuimos enojosos, ni jamás les faltó
alguna cosa de su grey todo el tiempo que estuvieron con nosotros en el monte Carmelo. Y los
mismos criados de Nabal dan testimonio de esto mismo diciendo (1 Sam 25,15-16): Estos
hombres harto buenos fueron a nosotros y no molestos, ni jamás pereció cosa alguna todo el
tiempo que conversamos con ellos en el desierto; eran a nosotros así como muro de día y de
noche, todos los días que apacentamos acerca de ellos nuestros ganados.
En el desierto hallaron aquéstos la buena compañía, porque los varones espirituales luego
trabajan de buscar, según viste, el lugar correspondiente a sus deseos; y dicen que les fueron
harto buenos ayudándoles a llevar y sufrir los trabajos, según lo cual dice Jeremías: Buena cosa
es al varón traer el yugo desde su niñez. Y has de notar que el yugo nunca lo trae uno solo, sino
dos juntos, y por tanto quiere decir Jeremías que desde pequeños hemos de buscar buena
compañía, la cual, según dice el Sabio (Ecl 4,9-12), causa un aparejo de favor para menos sentir
los trabajos; no solamente en los hombres, mas aun en las animalias, que más trabajan y menos
sienten el trabajo acompañadas que solas; pues harto buena es la santa compañía en quitarnos
alguna y no pequeña parte del trabajo que los solos suelen sentir en las cosas espirituales, ca
menos dificultad es orar el hombre una hora en compañía de personas devotas que no entre
regalados y parleros, que no ven el punto de irse a pasear, y cuando están orando, manifiestan
en el poco rigor de fuera el poco fervor de dentro.
Lo segundo que de la buena compañía se suele seguir, según se toca en las palabras susodichas,
es que de los varones devotos nunca recibe el hombre enojo, ni es de ellos afligido ni
molestado, lo cual suele causar mucha quietud en el corazón; y por que no la pierdas con enojos
importunos te da el Sabio un buen consejo diciendo (Eclo 22,14-18): No hables mucho con el
loco, y no vayas con el hombre sin seso; guárdate de él por que no tengas enojosa molestia; ca
cosa más fácil es sufrir arena y sal y masa de hierro que no un hombre imprudente y loco.
Según esto que el Sabio ha dicho y lo que cada día vemos, el mayor trabajo que los varones
discretos y devotos sienten en morar con los no avisados es sufrir sus desconcertados pareceres
y las necedades que dicen y hacen, y sobre todo el pensar ellos que aciertan, y el multiplicar
palabras tan al revés y sin razón, que basta para quitar la verdadera devoción a todo el mundo; y
por tanto es mejor ser uno azotado por la mano de un discreto que no reprehendido con la
lengua de un necio, que es la cosa peor de sufrir que hay en el mundo; porque cuando ha de
sanar lastima y cuando ha de lastimar dice mil malicias, por tan grosero estilo, que ni podéis
escudaros ni dejar de sentiros.
Lo tercero de que es alabada la buena compañía del santo David es que jamás se perdió cosa de
sus compañeros. Alabóse Cristo que no perdió ninguno de los que le dio su Padre, y esto por la
mucha guarda que puso en ellos, porque condición es del que está cobrado cobrar a los otros; y
no tan solamente dejan de perecer las virtudes en la buena compañía, mas cobra el hombre otras
que antes no tenía, y esto en todo tiempo, según arriba se dice, ca en todo tiempo ama el que es
buen amigo. Cierta está la pérdida si te juntas con los disolutos, y si te juntas con los recogidos,
en ningún tiempo perderás; y como sea cosa casi imposible no subir o descender en la escalera
de la virtud, donde ninguno se vio parado, síguese que, pues está cierto el no perder, que está
cierto el ganar e ir adelante multiplicando el ganado de los dones y virtudes que nos acrecienta
el Señor mediante los méritos de la santa compañía en que moramos; porque, según se dice, el
que anda con los sabios se hace sabio (Prov 13,20).
Y aunque nuestro Señor dijo (Mt 18,20) que vendría a uno que le amase, por darnos a entender
cuánto le aplace morar los hermanos juntamente, añadió sobre lo primero, diciendo que Él está
con ellos, hablando en esto de presente y con perseverancia, y en lo otro del solo no hace sino
prometer de futuro; y puesto que todo haya de tener efecto, empero mucho va de tener a estar
cerca. Así que en esta manera de hablarnos mostró el Señor cuánto sea mejor estar el hombre
siendo bueno con los buenos, que no solo, aunque no deje de ser bueno; porque en lo primero
hay mucha ocasión de más de aprovechar, la cual falta en lo segundo; y por tanto dice el Sabio
(Eclo 37,15-16): Está de continuo con el varón santo que conocieres guardar el temor de Dios,
cuya ánima es según la tuya.
Porque hay muchas maneras de santidad, nos dice el Sabio que nos juntemos con aquel santo
cuya ánima es según la nuestra, casi diciendo que, como sean muchos los santos ejercicios, no se
debe el hombre llegar sino a aquellos que siguen los que él mismo sigue, para que tenga con los
tales más entera conformidad; porque escrito está que las aves, que son los varones
contemplativos, concurren y van a los que son a ellos semejantes.
Lo que más se dice de la buena compañía que hizo David a los que se allegaron a él y a los
suyos, es que les fue muro muy defensivo en la noche de la tentación y adversidad, dándoles
favor de consuelo y consejo y subsidio de oraciones, y levantando a los caídos, y a los que suben
dando avisos, y a los que desmayan esfuerzo, haciendo también lo mismo en el día de la
próspera consolación si menester fuere, o las cosas que fueren más convenibles, en tal manera
que la buena compañía sea muro no vencible; porque el hermano que de su hermano es
ayudado, ciudad firme dice el Sabio (Prov 18,19) que es, torreada de mil favores y mureada de
mil amparos. Donde San Jerónimo dice: La verdadera caridad y no violada con algún rencor,
cuanto se acrecienta en número crece en fuerza.
Si quieres, pues, hermano, apacentar las greyes de tus santos deseos en el pasto de la devoción,
que en el monte Carmelo, que es el recogimiento, se halla, júntate a la buena compañía que
mora en el mismo monte, ca te será cosa muy provechosa; y toma escarmiento en los varones de
la ciudad de Lays, que presto fueron vencidos (Jue 18,27-28) porque ninguno les favoreció; y la
causa de esta falta de favor fue porque con ningún hombre tenían amistad ni compañía; y los
ídolos entre que moraban no les pudieron dar algún amparo, antes fueron causa de la presta
destrucción; lo cual nos acaece cada día morando entre los perversos, donde más aína cae el
hombre que en otra parte. Según lo cual tengo por cosa cierta que un hombre malo derriba más
aína de la virtud a un justo que no lo derribaría un demonio; y no es maravilla, porque el uno le
favorece con el otro peleando, el uno a la clara y el otro secretamente, y así entre dos
combatientes cae más presto el que no siendo combatido no cayera; ni aun creo que cayera si
entrambos fueran visibles o entrambos invisibles, mas siendo el uno en celada y el otro en
descubierto, hacen como los lobos, que mientras el uno huye queda el otro haciendo caza.
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