CAPÍTULO IV. DE LAS EXCELENCIAS QUE TIENE LA CELDA SI MUCHO TE RECOGES EN ELLA

No se te haga de mal estar en tu cámara por amor del Señor, pues que Él por tu amor hasta que murió estuvo en la cruz. Si la celda te es áspera y desabrida, piensa que muchos, por ventura en lo interior menos culpados que tú, están en oscura cárcel y otros en purgatorio, y aun otros en el infierno; los cuales puede ser que partiesen de este mundo con menos pecados que tú tienes ahora, y nunca saldrán de las profundidades infernales; de las cuales te librará a ti tu celda si la guardas y la tienes por cárcel de amor; a la cual te condenaste por amar al Señor, más que a otros que la tienen por sepulcro.

Créeme, hermano, que la costumbre te la hará amar tan suavemente, que te sea cosa muy dura después apartarte de ella; empero, antes que vengas a esto has de estar mucho tiempo en ella, aunque no sea por otra cosa sino por acostumbrarte a ella y avezarte a estar en jaula como ave mansa del Señor, lo cual tanto puedes acostumbrar que luego te vuelvas a ella, como las aves que se encierran muy de su voluntad en las jaulas y retraimientos suyos por la costumbre pasada que las tiene muy domadas.

El varón recogido debería ser como el arca de Dios, que nunca salla de la interior y más secreta capilla del templo, y a este retraído lugar no entraban todos (Num 4,5-6); y cuando el arca era traída por el desierto venía envuelta con tres coberturas para que viniese más recogida y encerrada; y esto sin el oro que cubría el arca de toda parte, donde se figura que no te debes contentar con el recogimiento interior sin el exterior, que también te es necesario para que el secreto y recogido lugar te provoque y convide a entrar dentro en ti mismo, según aquello del Sabio (Sab 8,16): Entrando en mi casa, juntamente holgaré con ella, porque no tiene amargura su conversación ni enojo su compañía, sino gozo y placer.

Si entras de voluntad en tu casa y te vas luego a la celda con deseo de la ver, haciendo cuenta que una hora que estés fuera de ella te es un día, y un día te es casi un año; si con tal deseo vuelves, holgarás juntamente con ella, esto es, en el cuerpo y en el ánima, porque su conversación no tiene amargura si tú no la traes de otra parte, y su compañía nunca te dejará enojo, ni pena, ni reñirá contigo; antes te dará placer en el cuerpo y gozo en el ánima por la visitación celestial, que más suele ser hecha a los retraídos que a los distraídos; y también los avisados presidentes suelen ocupar los que ven fuera de la celda, por que la ocupación los torne a ellas; y no son enojosos ni penosos a los que ven retraídos, antes les dan placer y gozo favoreciendo su recogimiento.

Si buscas paz y sosiego, en ninguna parte lo hallarás mejor que en tu celda; en figura de lo cual se dice de la paloma que no halló do holgase su pie hasta que se tornó al arca (Gen 8,9). En ninguna parte hallará sosiego el pie de tu buen deseo sino en tu celda; por ende, tiempo perdido será buscarlo en otra parte; porque al fin no lo hallarás sino en la celda, en la cual nunca te pesará haber estado, ni te placerá haber de ella salido, dejando aparte las inevitables necesidades.

Entre los clérigos, aquel es tenido por mejor que más permanece en la iglesia; y entre los religiosos, aquel es tenido por más santo que más permanece en la celda; y entre los seglares, aquel es tenido por más cuerdo que menos sale de su casa; lo cual mayormente se requiere en este santo ejercicio, que recoge todas las cosas a lo más secreto, y no se contenta con meter al hombre en la celda, mas amonéstale que cierre las puertas y las ventanas por estar más retraído.

¡Oh hermano!, si comenzases a gustar el retraimiento de la celda, y si conocieses el bien que pierdes en perderla, y cómo estando en ella estás dentro en el seguro navío que te llevará al puerto de la vida eterna; y estás en el arca de Noé, que te subirá muy alto de la tierra, y te comunicará con los ángeles del cielo, subiéndote a montes de gran perfección. En ella estás como en tienda de campo muy favorecido de las armas de guerra, que son los espirituales ejercicios con que has de pelear contra el demonio.

Son, finalmente, tantas las excelencias del lugar retraído, celda, o cámara, o ermita, o otra cualquier parte secreta donde se apartan los justos a orar, que me parece poderse muy bien decir de la celda aquello del Sabio (Eclo 34,19-20): Es guarda de la potencia, firmeza de la virtud, cobertura del ardor, pabellón y tienda del medio día, suplicación de la ofensa, favor de la caída, ensalzadora del ánima, alumbradora de los ojos, dadora de sanidad, de vida y bendición. En estas pocas palabras ha tocado el Sabio muchos bienes que ocasionalmente causa la celda a los varones que se llegan a Dios.

Dice en la primera palabra que la celda es guarda de la potencia espiritual que el justo tiene para se llegar a Dios; la cual es amparada si se retrae a su celda, que es por esto figurada en el alcázar de David, donde la potencia de David estaba más favorecida.

Lo segundo favorece la celda a los que allá se retraen, observando la perfección de ellos y fortificándolos para resistir, y, por tanto, dijo el Sabio que era firmeza de la virtud; y de aquí es que los varones espirituales, mientras más permanecen en sus celdas, están más firmes en sus buenos propósitos.

Onde muy bien se pueden comparar los varones recogidos en sus celdas a las águilas en sus altos nidos; las cuales, según se dice, desde allí examinan sus hijos, volviéndolos hacia el sol, y parando mientes si lo miran derechamente sin pestañear y si no, lánzanlos de su compañía; casi de esta forma hacen los justos, cuando se entran en sus nidos, que son sus celdas, donde examinan todos sus propósitos y deseos, que son como hijos suyos; y si conocen que se enderezan cumplidamente al sol del glorioso mundo, que es Dios, afírmanse en ellos y críanlos hasta los poner en perfección; empero, si los ven pestañear, no siendo tales como deben, lánzanlos de sí y afírmanse en los buenos.

Lo tercero da la celda favor a los justos templando la tentación, para que la puedan sufrir y no los fatigue tanto; y por esto dijo el Sabio que también era cobertura del ardor, lo cual hace amparándonos de las incentivas ocasiones que mueven los malos ardores que dentro en nos causó el pecado.

Favorece también la celda a los justos, siéndoles causa de recreación y consolación espiritual, y por tanto le llama pabellón o tienda ramada de medio día. Y dice de medio día, porque en aquella hora es más necesaria la refacción y consuelo a los que han trabajado hasta entonces; y también en esto nos da el Sabio a entender que no gustan el bien de la celda los que no perseveran en ella, a lo menos la mitad del tiempo que es figurada en el medio día.

Si quieres, pues, hermano, ser consolado y gustar las cosas de Dios, has de permanecer en tu celda; porque aquél es el lugar donde hace Dios el convite a los suyos y les da en secreto a gustar lo que muchas veces se pierde en público, según lo cual te es bien a ti permanecer en tu celda y esperar, como otro Daniel, la comida que el Señor te ha de enviar.

Favorece también la celda a los justos, dándoles mucha oportunidad de llorar en secreto sus pecados; que mejor los llora el hombre en su celda que en otra parte alguna; y por tanto, según prosigue el dicho del Sabio, es llamada suplicación o petición de la ofensa; y según esto, a ejemplo del profeta, debes hacer que en lo escondido de tu celda llore tu alma como otro San Pedro. No hay duda sino que el lugar donde lloramos nuestros pecados nos es favorecedor para con Dios, pues que desde él llaman nuestras lágrimas y suspiros a Dios mejor que la sangre de Abel llamaba a Dios desde la tierra.

Ítem favorece la celda nuestra caída, guardándonos de una y muchas caídas que daríamos y dan los que tropiezan a menudo fuera de ella, ofreciéndose ellos mismos a las caídas que no dieran si no salieran, como Dina, a ver lo que con sólo ser visto derriba y hace caer; según parece en David, que por salirse de su retraimiento a pasear por los corredores cayó en un lazo que le tenía armado el demonio para cuando saliese, del cual lo guardara su cámara si no saliera.

Favorece también la celda a los justos, siéndoles causa, si en ella permanecen, que suban a gran perfección. Por ende, añadió el Sabio que ensalzaba el ánima a la perfección de las virtudes como otra arca de Noé sobre los montes de Armenia.

Alumbra también los ojos del ánima, que tanto más claramente ven las cosas de Dios, por cuanto esto más se apartan nuestros ojos corporales de ver vanidades, retrayéndose en la celda, donde, como otro Tobías, serán alumbrados a cosas mayores, si se sientan con reposo en la celda secreta para pensar en Dios.

Danos también sanidad del mal de él, donde la celda es enfermería donde se retraen a ser curados los que Dios con su amor hiere; y tiene esta enfermedad tal condición, que no puede ser curada sino por aquel que la causó, y en parte conforme al lugar do fue causada. Dios la causó en el secreto corazón y El la viene a curar en la secreta celda.

Dice también el Sabio que da vida la celda, porque en ella resucita Cristo a la doncella, que es nuestra ánima, para que viva nueva vida con el espíritu de Cristo y el corazón nuevo que le cría el Señor.

Da lo último bendición, porque los permanecientes en las celdas son benditos del Señor, según se figura en Jacob, que por ser hombre recogido, que apenas salla de casa, alcanzó la bendición que perdió Esaú por salirse a caza. Según esto, mucho debe todo religioso ser amigo de la celda y guardarse de salir de ella cuanto más pudiere, examinando primero entre sí la causa de su salida y castigar en sí mismo, según dice nuestra letra, la salida sin provecho.

En favor de las cosas ya dichas dice San Bernardo: Imposible es afirmar el hombre fielmente su ánimo en una cosa, si primero no tuvo fijo su cuerpo perseverando en algún lugar; porque el que se procura huir la enfermedad del ánimo, pasándose de un lugar a otro, es como el que huye la sombra de su cuerpo; húyese a sí mismo y tráese al derredor; múdase el lugar y no el ánimo; en toda parte se halla a sí mismo, salvo si la mudanza no lo hace peor, así como suele dañar al enfermo que, llevándolo de un lugar a otro, lo atormenta. Y Gersón dice que en ninguna manera debe algún religioso salir de su monasterio a morar a otra parte de su voluntad si manifiesta o grandísima ocasión de pecado mortal no interviene, la cual debe huir, si no es fingida del falso temor, que teme do no hay que temer.

Es tanta la astucia y maña que el demonio pone para distraer los varones recogidos, que anda buscando mil ocasiones por darles solamente qué pensar y ponerles algún cuidado en el corazón que les desasosiegue, mediante algunas cosas de más daño que provecho; y póneles en la memoria la sucesión de tal o de tal negocio, y qué podrá suceder de esto y qué podrá suceder de lo otro.

Contra la malicia del demonio, que anda por hacerte salir de ti mismo, has de ser avisado, lo uno en desechar y apartar de ti, cuanto posible fuere, toda cosa que te sea causa de algún pensamiento, ahora sea malo o bueno o indiferente; y no te maravilles porque haya dicho bueno, ca muchas veces acarrea el demonio buenos pensamientos al varón recogido por lo inquietar y traerlo a malos. Tú debes negociar y concluir todos tus negocios cuanto más presto pudieres, por solamente no tener en qué pensar, en tal manera que, preguntándote a ti mismo si tienes qué hacer o en qué pensar, puedas responderte que no, sino que estás muy pronto para guardar la fiesta del Señor y las fiestas de las fiestas (Lev 23,44), que no son otra cosa sino descanso y holganza tuya y de tu Dios (Dt 5,14), en la cual fiesta aun las obras penales de penitencia cesan, como parece en Judit (Jdt 8,6), que ayunaba todos los días de su vida, sacados los sábados, porque, según dice el profeta (Is 58,13), este sábado, que es la holganza del recogimiento, ha de ser llamado sábado delicado, en el cual no hemos de hacer otra cosa sino holgar con el Señor, sepultándonos y encerrándonos en nuestros corazones, esperando cosas mayores.

Esto que hemos dicho se incluye en el mandamiento de guardar espiritualmente la fiesta del Señor, según se escribe en el Éxodo, adonde se dice (Ex 16,29): Huelgue cada uno acerca de sí mismo, y ninguno salga de su lugar. No podemos holgar acerca de nosotros mismos si no cesan del todo los cuidados exteriores que nos sacan de nuestro lugar, que es nuestro recogimiento; y tanto más holgaremos cuanto más cesaren.

Lo segundo que debes hacer ha de ser en remedio de lo primero, y es que, pues no podemos así descargarnos de los terrenos cuidados, a lo menos tengamos este aviso, que, cuando vinieren los negocios al pensamiento, se despachen presto, sin vacilar mucho en ellos, como si dijeses a ti mismo: De este negocio, a la mejor parte, se podrá seguir esto y esto, y si va a la peor parte podrá parar en esto o en esto; guíelo el Señor por do le pluguiere; tan buen corazón entiendo de hacer a lo uno como a lo otro; baste la pena que me dará cuando viniere, sin que desde ahora me comience atormentar.

El determinar hombre, tiempo y lugar para lo que hubiere de hacer o pensar aprovecha mucho para no salir de sí a cada paso y tener algunas horas o días para darse a la vacación del espíritu, en la cual se ve cuán suave es el Señor.




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