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Dos alas fueron dadas a nuestra ánima con que pudiese volar a Dios y a la soledumbre del
recogimiento interior; en la cual soledumbre, según San Juan dice, recibe de Dios cebo y
mantenimiento de gracia, y tiene lugar aparejado de la mano del Señor.
Las dos alas principales de nuestra ánima son el entendimiento y la voluntad, las cuales le
fueron dadas para que pudiese buscar el reposo en que la soledumbre del corazón se halla, de la
mano de Dios proveído de todo lo necesario para henchir nuestro deseo y aparejado por su
industria, que la nuestra no bastará.
Estas alas, según que San Juan dice, son de águila, cuyo vuelo y conversación es en el cielo;
porque los que siguen esta manera de oración más se deben llamar celestiales que terrenos, y
decir aquello de San Pablo (Flp 3,20): Nuestra conversación es en los cielos.
Aunque esto es así, no deja de haber algunos que piensan y trabajan por alcanzar este reposo de
contemplación, meneando la siniestra ala del entendimiento como quien rema con un solo remo
para venir al reposado puerto, y quiere nadar con un brazo para salir a la orilla. A estos tales
dice nuestra letra que no entendiendo, lo cual es usar de la ala izquierda, mas gustando, lo cual
es usar de la derecha, piensen alcanzar el reposo que desean.
Con mucha razón se debe creer que por la operación intelectiva no se halla reposo entero y que
satisfaga, aunque muchas y muy grandes consideraciones nuestro pensamiento halle y escudriñe,
porque en fin será más la menor parte de lo que ignoramos que todo lo que sabemos; y nuestro
entendimiento es potencia recibidora y causadora de las noticias y conocimientos de todas las
cosas que fueron, son y pueden ser; en tal manera que le diga tener tanto poder nuestro
entendimiento para entender como Dios para obrar, y de aquí es que nuestro entendimiento en
alguna manera es todas las cosas, porque de todas puede formar conocimiento y noticia.
De manera que así como la potencia obradora de Dios en obrar fuera de sí nunca está ni estará
cumplida, esto es, que nunca obrará Dios tanto cuanto puede, así la potencia del entender en el
hombre viador nunca está ni estará cumplida sin poder más entender; lo cual se requiere para
tener reposo, según se halla por ejemplo en la materia; la cual se dice que siempre piensa
desechar la forma que tiene para haber otra; y la causa de esto es ser ella de todas las formas
receptiva, y poderlas haber aunque no todas juntas; y la potencia hasta que en total acto sea
reducida no descansa.
Pues por comer de este árbol de la ciencia del bien y mal, según dice San Buenaventura, muchos
se apartan del gusto del árbol de la vida, bien es que temples en ti el demasiado apetito del
saber, porque no hay cosa que más desasosiegue el corazón, según aquello del Sabio (Ecl
1,17-18): Di mi corazón para que supiese prudencia y doctrina, errores y locura; y conocí que en
estas cosas también había trabajo y aflicción del espíritu, porque en la mucha sabiduría hay
mucha indignación; y el que añade ciencia, añade dolor y trabajo.
Para que uno sea letrado, primero ha de ser prudente, según aquí se toca; y la prudencia es muy
dificultosa de haber, porque si bien miras en ello, nunca las letras dan el seso que negó
naturaleza.
Ítem, para que uno sea letrado ha de saber doctrina especulativa y moral, porque la primera es
de poco provecho sin la segunda, y la segunda de poca autoridad sin la primera. Ha de saber
también los errores de los herejes y la locura de los gentiles, que se contiene en los oradores y
poetas.
En estas cosas no tan solamente hay trabajo, según dijo Salomón, mas también hay aflicción del
espíritu; lo cual conocen los medios letrados por experiencia, que nunca andan sino imaginando
cómo dirán esto y lo otro; y todo el tiempo han menester para componer sus trabajosos
sermones, y después de haber afligido su espíritu, quedan descontentos; en tal manera que más
les es de haber mancilla que envidia.
Una cosa se amonesta mucho en la Escritura a los predicadores, y ellos síguenla poco; no
porque les falte voluntad, sino poder: son muy inducidos a seguir la contemplación y oración; y
esto es lo que menos siguen, porque harto tienen que hacer en componer un curioso sermón, y
aun si salieren con él sin quedar desabridos y afligidos. ¡Oh qué aflicción de espíritu es venir las
lágrimas a los ojos, y la gracia al corazón, y el recogimiento al ánima, y los suspiros y gemidos al
pecho, y con gran dolor desecharlo todo por la necesidad que tiene de estudiar!
En las fiestas y pascuas que otros celebran con gozo del ánima, está con más afligido corazón;
tiene todo el cuidado en lo que ha de predicar y si le saldrá como desea o no; si será el sermón
conforme a la fiesta o menor que merece. En tal manera roba el estudio todo y el cuidado y
tiempo, que, como dice Job (Job 9,18), no deja al hombre tragar su saliva, ni descansar, ni
confesarse de reposo como querría, ni rezar con devoción y concierto, ni oír ni decir misa como
debe, ni aderezar su celda ni su persona. ¿Qué más aflicción de espíritu que ésta?
Cuanto más letrados son, andan más indignados, como dice el Sabio (Ecl 1,18). Cuando no
hallan cosa que les contente y que sea magnífica correspondiente a su saber y presunción,
entonces no les habéis de hablar, ca tienen el rostro triste y encendido que muestra la
indignación del ánimo: desconténtase de los libros, murmura de los autores, desea y busca
nuevos tratados, revuelve unos y otros, cánsase y añade trabajo a trabajo, cargado de libros.
Cargado de hierro, cargado de miedo.
Mientras tiene más ingenio y saber, dice que ha menester más libros, como si dijese que con las
mayores fuerzas son menester mayores armas; no mira que los muchos libros no son sino
mucha disolución del ánimo, sobra de trabajos, falta de reposo, carga de la memoria, vianda que
tu estómago no puede llenar, afeite de tu poco saber, para que se engañen los necios pensando
que, pues los tienes, los entiendes.
Acontece ser los muchos libros estorbo del saber, como la mucha gente a las veces estorba la
victoria por su confusión. Pluguiese a Dios que uno tuvieses y lo estudiases bien, por que no
anduvieses saltando por tantos sin hacer en ninguno hincapié; y entre ellos, como entre diversos
caminos, no te detuvieses, ignorando por dó has de ir, o cuál acierta mejor.
Mira que muchos libros pueden hacer librería tu celda, mas no tu memoria, porque en ella no
traban sino los títulos; empero, uno solo podría hacer tu memoria librería, y así te sería más útil
uno que muchos. ¿Qué diremos de los muchos libros, cuando a los que prometieron pobreza
causan dolor en la continencia, y ellos andan por lo desechar como el perro la saeta que lleva
travesada, y toman para esto consejo con muchos, como si ellos no bastasen para ser jueces de la
causa? Pues que son letrados, quieren que otro les conceda lo que su conciencia les niega.
De las cosas dichas puedes conocer cuán poco reposo interior tengan los que siguen solas las
letras, porque éstas son como Tántalo atormentado de sed en medio de las ondas.
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