CAPÍTULO II. DE CÓMO HA DE SABER EL RELIGIOSO

El buen religioso primero ha de buscar bondad y disciplina devota, y después ciencia; y ha de ver que la ciencia no ahogue la devoción, como la yerba mala que crece entre el trigo. El religioso necio es monstruo en la religión, ca el siervo de Dios ha de ser discreto y avisado; empero hay dos maneras de aprender: una orando, otra estudiando.

La primera es muy propia al religioso, porque, como dice Gersón, las religiones son escuelas de afección y amor. Debe, empero, el religioso que ha de ser sacerdote y confesor demandar a sus prelados estudio de letras competente al oficio que ha de tener. Hay algunos que, sabiendo poco, reciben el cargo que no saben ejercitar, y éstos piensan ser muy excusables sus ignorancias, no mirando que, como dice San Juan Clímaco, la obediencia no les encomienda los tales cargos sino creyendo que son ellos suficientes para los ejercitar; y si no, son obligados a excusarse, mostrando de verdad cómo no son idóneos; y si entonces les fueren impuestos, aún deben todavía ser solícitos en lo que reciben, porque con tal condición se lo encomiendan; empero, si tú nunca ves libro, ni eres estudioso, ni preguntas lo que pertenece a tu oficio, ¿quieres que vayan tus yerros sobre tu prelado?

Dejando esto, si quieres venir a la sabiduría espiritual de que hablamos, no has de dar mucha parte al sueño ni entrada a algún vicio, no al comer ni al beber ni a las vanas hablillas; no has de buscar causas para tu excusación ni dejarte vencer de la pereza; no eches la culpa a tu rudo natural, mas has de velar, pensar, suspirar, codiciar, esforzarte, levantar el corazón, incitar la fuerza del ánimo, sacudir del todo la flojedad, abstenerte de lo que lícitamente pudieras usar.

Date al trabajo de la oración, ca no hay cosa tan pesada que la atención y el estar sobre aviso no la haga ligera, ni tan dura que no la ablande, ni tan bota que no la aguce, ni tan perezosa que no la avive, ni tan soterrada y encerrada que no la saque, ni tan adormecida que no la despierte; pon espuelas a tu ánimo como a caballo perezoso; no te puedes excusar aquí con el cuerpo, mas antes tienes justa ocasión para el trabajo convenible a este negocio.

Hay algunos que, no se les dando una cosa a su voluntad, luego la dejan; tú no así, mas esfuérzate, trabaja, porfía, que el ánimo generoso la dificultad levanta y el trabajo lo sustenta; allí pone más esfuerzo y aquello tiene por cosa de más estima en que halla mayor resistencia; una cosa singular pocos la alcanzan, y singular es, loable y muy excelente cosa es y muy grata a Dios ser del número de los pocos.

Ni porque en ti sientas alguna inhabilidad para esta manera de oración has perdido la esperanza de aprovechar, antes has hallado necesidad para que tengas más industria; ca tanto es mayor gloria acerca de Dios y de los hombres ser uno ensalzado en virtud por su diligencia, que serlo por natura, cuanto es mejor hacer alguna buena cosa sobre pensado que hacerla acaso. No te engolosinen los estudios no necesarios, pues más y más seguro es ser claro por virtud que por letras.

Por que no pienses que son ignorantes los que se dan con instancia a la oración, has de saber que por muchas vías enseña Dios a los tales; la menos usada y más sospechosa si es de Dios o no, es por voz que se forma fuera del hombre; la cual, aunque no es oída bien, se conoce en su sonido y manera haber sido de espíritu y no de hombre, porque no tiene sino un sonido muy delgado, que parece oírse el remate de la voz y no más. Con esta voz reciben algunos amonestaciones y oyen cantos suaves y son despertados a las divinas alabanzas cuando duermen. Cuando con esta voz te fuere amonestado hacer alguna cosa, no le des crédito ligeramente sin mucho consejo.

La segunda manera con que Dios enseña los suyos es cuando dentro de sí mismos oyen como al oído del corazón con gran seguridad algunas cosas; y otras veces parece que salen las tales razones del corazón, y que el mismo hombre no las forma, sino que otro abre el corazón para que salgan; y a las veces es tan dilatada la capacidad de la ánima en quietud y suavidad, que le parece ver y conocer todo el mundo y los servicios que a Dios son hechos en él, y toma de ellos alegría; y otras veces parece que le extienden los ojos del corazón, para que vea las ofensas hechas a Dios y se duela de ellas, y vea lo que está por venir y lo que se hace lejos de allí. Aunque se reciban por esta forma cosas verdaderas, todavía debes temer, ca muchas veces finge el espíritu lo que desea y el demonio suele obrar tan sutilmente que no dirás sino que es ángel.

La otra manera en que Dios enseña los que se llegan a él es sin habla ni operación interior, en tan secreto que la misma ánima no lo siente por entonces, hasta que ve crecer en sí la discreción y el sano sabor para regir sus mismas cosas y las ajenas con aviso, y entiende muchas cosas de la Escritura que antes no entendía, sin saber de dónde le haya venido aquel saber. Hase Dios con éstos, a mi ver, como nosotros con los tordos y aves que enseñamos, sin que las tales aves sientan ser enseñadas. Esta manera de saber es muy buena, si carece de presunción y se ata con la razón y con la fe; es, empero, de temer la mucha soltura, ca cosa es de abominación extenderse hombre a más de lo que le conviene.

De las cosas que pasan en sueños hablaremos en el capítulo siguiente, y ahora debes saber que tiene Dios nuestro Señor otras maneras para enseñar los suyos; entre las cuales acaece que en ausencia de ellos se hacen algunas cosas de que habrán placer, o las desean; y entonces sienten en sus ánimas movimientos de gozo, y no sabiendo la causa, maravillanse; empero, desde que saben lo que acaeció, piensan que aquello les quiso Dios manifestar como por señas.

En esta manera no parece haber engaño, pues la prueba del hecho que acaeció da testimonio de lo pasado, aunque la sutileza del demonio es tanta que apenas hay cosa segura; y todas lo pueden ser, si te conviertes a Dios y no te extiendes más de lo que conviene. Entonces te conviertes a Dios en estas cosas cuando las tomas por medio para lo amar, y dices por obra al Señor después de cada una de ellas (Cant 8,2): Arrebatarte he, y llevarte he a la casa de mi madre y a la cama de la que me engendró; y allí me enseñarás, y darte he a beber vino adobado y mosto de mis granadas. El ánima prende y arrebata a Dios con lazos de caridad y amor, porque Dios no se sabe negar al amor; antes luego se da por vencido, como la garza cuando lanza el halcón que la prende; y así preso Dios por amor, es llevado del ánima no solamente a la casa, empero a la cama de su madre.

La madre del ánima, mediante la cual tiene ser meritorio, es la voluntad; la casa de ésta es el corazón: no sólo a esta casa es llevado Dios, mas a la cama, que es aqueste recogimiento de que hablamos en este tratado. En esta cama huelga Dios; el cual puso en tinieblas su morada, cerradas las ventanas de los sentidos; allí enseña Dios al ánima por experiencia muchas cosas, según dijo la esposa; y ella le da para lo adormir y tener consigo vino adobado con muchas especies, juntando todos sus deseos a solo Dios; y dale mosto de granadas, que es el fervor sacado de las partes íntimas de sus entrañas teñidas de caridad y cubiertas con pureza.

Gusta, pues, hermano, y mira cuán suave es el Señor (Sal 33,9), al cual cuando el ánima da a beber sus afecciones y deseos, ella es la que queda presa y embriaga(da) del mosto, que es el ferviente amor; por lo cual conjura el Señor y ruega en el dicho capítulo de los Cánticos, en acabando de beber el mosto, que no despierten a su amada hasta que ella quiera, dejándole a su escoger, porque siempre Dios es el postrero en dejar de amar; y la esposa dice que el Señor ha puesto su mano izquierda debajo de su cabeza, ensalzando la más alta parte del ánima sobre toda criatura; y que con la mano derecha la tiene abrazada, porque se ve cercada de la eternidad que contempla.




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