CAPÍTULO VI. DE LO MAS NECESARIO PARA ORAR

Lo tercero que se requiere para la contemplación es el aparejo y disposición de nuestra voluntad, la cual habíamos de tener siempre tan aparejada para la gracia del Señor como lo está la cera cuando le juntan el sello.

Hay algunos que son como colmenas sin miel de dulcedumbre; mas en el varón recogido nunca debería faltar, sino procurar de tener siempre el corazón y voluntad como la esposa, que decía (Cant.): Mi ánima se derritió en hablando el amado. Muy blanda y tierna estaba la voluntad que con una palabra se derritía, y aun no con palabra, sino en habiendo hablado el que amaba, casi antes que oyese lo que hablaba; porque cuando la candela, que es el ánima, tiene en sí algún fuego de amor y echa de sí el humo del santo deseo, antes que a ella llegue el fuego se enciende perfectamente en el amor de aquel divino fuego, que es Dios.

Trae, pues, tu voluntad apartada de malicia y adornada con ternura de corazón amoroso, porque la paz de Dios es prometida a los hombres de buena voluntad, la cual debemos tener siempre dirigida a aquel que sólo es esencialmente bueno. Todo nuestro espiritual aprovechamiento está en la disposición y aparejo de nuestra voluntad, y esta buena voluntad es la medida con que se nos dan las gracias del Señor, según lo cual cada vez que nuestro Señor nos ha de dar gracia dice, a lo menos en equivalencia, a nuestra voluntad aquello que fue dicho de Rebeca (Gen 24,57): Llamemos la doncella y sepamos su voluntad.

Cuando a este celestial esposo, capitán de virginidad, damos las manos de las obras para nos desposar con él, pone sus ojos en nuestra voluntad, y según ella se nos da; ca de las palabras poco cura, porque como la carne ninguna cosa aproveche en estas bodas, antes dañe, por tanto no se cura Dios sino del corazón y de la voluntad, según aquello que de los justos se dice (1 Par 5,20): En todo su corazón juraron, y en toda su voluntad lo buscaron y lo hallaron; y el Señor les dio holganza por todos los rededores, que son los sentidos e inclinaciones diversas que nos aquejan.

Mucho aprovechan estas tres cosas que hemos dicho para llegarse el ánima quietamente a Dios; empero la más esencial es la tercera, ca de ella podemos en este caso decir aquello del salmo (Sal 29,4): La vida está en la voluntad de él. Mucho aprovecha el lugar, empero no tanto que sólo baste, porque del cielo cayó Lucifer, y Adán pecó en el paraíso, y en medio de la casa de Dios hacen muchos grandes males; ni estorbó tanto la falta de lugar a Job que en el muladar no pudiera ser santo.

La compañía muy buena es, mas tampoco basta; pues que judas entre los apóstoles se dañó, y Satanás se halló entre los hijos de Dios. Ni la falta de la buena compañía estorbó tanto a la esposa que no sea comparada al lirio entre las espinas (Cant 2,2), porque hay muchos que por tener muy aparejada la voluntad, que es lo que más hace al caso, están entre los malos como rosa entre espinas y como castaña en medio del espinoso erizo, sin tener ellos dentro en sí mismos alguna espina de pecado.

Esto he dicho para que, si estuvieres en algunos estorbos de la vida contemplativa, no pienses que ellos te son suficiente excusa, pudiendo tener la buena voluntad, que ninguno te puede quitar si tú te humillas y abajas tus ojos y haces a manera de Saúl, del cual se dice (1 Sam 10,27) que disimulaba sus injurias y hacía que no las oía ni se daba nada por ellas.

Aprovecharte ha también lo que tengo dicho para que no creas de ligero estar alguno del todo apartado del recogimiento, aunque esté entre muchos estorbos, porque la voluntad, que es poderosa reina, los puede todos vencer, si está favorecida con la gracia y bastecida con el gusto de la contemplación interior.

Quita, pues, ¡oh ánima mía!, de tu parte todo estorbo, haciendo todo lo que en ti es, porque luego el Señor tiene cargo de hacer lo que es de su parte, ca por El nunca falta. Él llama siempre a la puerta de tu consentimiento; a ti conviene abrir el deseo. A la misericordia del Señor conviene el venir, y a Santo Tomás recogerse con los discípulos. El esposo llama a la media noche, denunciando cómo está cerca; mas a las prudentes vírgenes conviene aparejar sus lámparas, que son sus voluntades. La paloma, que es el don del Espíritu Santo, viene al arca de tu corazón; a ti conviene extender la mano del amor y prender. Para mientes, cuando fuere en ti, que estés aparejado para recebir la gracia, y ten aviso que quites todo estorbo que la impide, segurando el corazón y afijando en tierra los ojos, para conocer tu poquedad y no derramarte.




[ Capitulo Anterior ]
[ Retorna al Indice ]
[ Capitulo Seguiente ]