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Si pudiese el hombre hincar los ojos del ánima derecha fácilmente en Dios, poca necesidad
tendría de esta letra; mas diría con el salmista: Mis ojos siempre están al Señor levantados (Sal
24,15).
Empero, los que no tenemos ojos aguileños para mirar el sol sin pestañear, es menester que
hinquemos en la tierra los ojos corporales, para que los del ánima se puedan recoger a Dios.
Para que mejor entiendan los varones recogidos el aviso que en esta letra se les da, deben saber
que para más aprovechar les es necesario que tengan dos maneras de recogimiento: el uno ha de
ser general y el otro especial. El primero consiste en un aviso que debe el hombre siempre tener
sobre su corazón, como quien trae continuamente la rienda del caballo desbocado en la mano
encogida para lo retener; así que este recogimiento general es un andar el hombre
continuamente sobre el aviso trayendo apaciguado el corazón y teniéndolo cerrado, y andar sin
cuidado de cosas humanas; porque la primera piedra que se ha de poner en el edificio del
recogimiento es una vacación espiritual, en la cual conozcamos que nuestro corazón no tiene
que hacer sino llegarse a Dios.
Esta vacación y reposo del ánima, aunque los prelados y las personas ocupadas no la puedan tan
presto haber como los idiotas simples y que no tienen oficio ni cosas que los inquieten, no por
esto los prelados y las personas metidas en negocios y haciendas son excusados totalmente de la
contemplación; porque, si quieren tener tanta astucia y sagacidad en las cosas espirituales como
en las corporales, todavía podrán aprovechar algo, aunque no podrán tener tan por entero el
recogimiento general y la continua vacación del corazón, que es una mesura y serenidad del
ánima que está sosegada como en calma, trayendo siempre una honestidad y concierto
disciplinado consigo en lo de dentro; para lo cual necesariamente ha de recoger el hombre
también lo de fuera, porque lo uno ayuda a lo otro.
Y si hicieres algunas cosas manuales, no has de dejar el recogimiento; mas tenerlo en ellas todo
lo que fuere posible en lo de dentro y en lo de fuera, conservando en ti una continua
mortificación, la cual si por uso creciere tanto que te halles torpe en las cosas que hicieres y las
olvides y no las sepas tan bien como antes. Y aunque algunas veces te halles totalmente inútil
para las cosas de fuera, que parezca haber perdido la astucia humana, y no sepas encender una
candela, ni hacer fuego, ni aun rebanar un poco de pan, sino que hayas de rogar a otros que
hagan lo que a ti te fuere encomendado, no por esto te maravilles ni ceses de guardar el
recogimiento general, ca es aquél un estado por donde pasa el ánima para después ser en todo
sabia.
El recogimiento especial es cuando te retraes en secreto a orar bien al Señor en silencio,
dejando enteramente toda otra ocupación y negocio para solamente darte al recogimiento
entero sin repartir tu cuidado en otra cosa; y entonces debes pensar que estás muerto en cuanto
a todas las otras cosas, y que no pertenecen a ti ni tú a ellas; y ruégales y mándales que te dejen
todos, como si nunca te hubieran conocido, diciéndoles a todas: Idos de mí, que no soy yo el
que buscáis, ni por ahora os quiero ni me queráis; baste la fatiga que me dais en los otros
tiempos, ahora dejadme enteramente.
En este recogimiento especial te has de retraer en el corazón y apartarte de todas las cosas
criadas por espacio de dos horas: la una antes de medio día, y la otra después en el tiempo más
sosegado que hallares; y si tienes lugar de te retraer en secreto a orar por más espacio, tanto
mejor; mas si aun no puedes tener dos horas de recogimiento especial, sea, a lo menos, una, bien
aprovechada, cuando estuvieres menos ocupado, repartiéndola según vieres. Este recogimiento
especial pueden seguir los prelados, y deben, según diremos en otra parte; y entrambas maneras
pueden tener los señores y caballeros y ricos hombres del pueblo cristiano.
Dejemos el pueblo mundano aparte, porque no tiene parte en Israel, ni son para recogerse sino
en el infierno, donde serán a haces recogidos para hacinas con que se encienda el fuego
sempiterno; mas los señores y caballeros y ricos hombres del pueblo cristiano que viven sin
pecado mortal, tanto mejor lo pueden seguir cuanto tienen más tiempo desocupado y son más
apartados de los trabajos humanos y necesidades que suelen tener los pobres, las cuales los
desasosiegan y atormentan. Y si estos de que hemos hablado tienen cuidado de regir sus
haciendas y vasallos, claro está ser pequeño este cuidado, pues que descargan con sus oficiales y
hacedores, y que para los demás les bastan dos o tres horas cada día, y el otro tiempo gastarlo en
darse a Dios y recoger sus ánimas. De lo cual les demandará Dios tanto más estrecha cuenta
cuanto ellos tienen más oportunidad para lo hacer, y entonces sentirán mis palabras, las cuales
aun no hubiera hablado a todos los que son buenos cristianos, si en algunos no hubiera visto
cumplido largamente mi consejo; y Dios me es testigo, el cual sabe que no miento, ca he visto
mercaderes de grandes haciendas y negocios que, viviendo sin pecado mortal, tomaron por
principal cosa el recogimiento del ánima, y aprovecharon tanto en él, que yo me espantaba y
alababa con todas mis entrañas al Señor, que no es aceptador de personas, sino de corazones
dispuestos para su gracia.
He puesto verdadero ejemplo en los mercaderes, dejando todas las otras maneras de personas
seglares, porque, viendo la cosa cumplida en quien parece haber más repugnancia y
contradicción, creamos ligeramente que mejor se cumplirá en las otras personas que no son tan
entremetidas en diversos negocios que las aparten de aquéste, que al verdadero devoto debe ser
sobre todos; y por que las personas religiosas miren sobre sí, pues que les va tanto en ello, y
conozcan que muchas veces ocupa tanto el corazón un negocio que no importa un real como
otro que importa mil ducados, porque esto va en la estimación nuestra y no en las mismas
cosas. Y si tenemos buena estimativa para conocer y elegir las cosas, debemos estimar por arena
menuda todo oro, y la plata como lodo ha de ser reputada, lo cual hacen los que quieren trocar
su oro y plata corruptible por las cosas incorruptibles de Dios, atesorando tesoros en el cielo;
tras los cuales envían el corazón para lo poder mejor recoger, porque el rico que endereza su
hacienda a servir con ella a Dios y a su ánima lo más que pudiere, según dice San Ambrosio, no
siente impedimento para se llegar a Dios; porque, si tiene riquezas en abundancia, no llega a
ellas, sino a Dios, su corazón.
Las dos maneras de recogimiento que viste te son muy necesarias si quieres aprovechar en este
camino. Unos dicen que es más necesario el recogimiento especial; otros, que el general; empero
a mí me parece que de entrambas maneras debes tener mucho cuidado; aunque primero de la
general, porque se ordena para la especial, porque tal te hallarás en la oración especial cual fuera
de ellas te conservaste; y para que mejor puedas guardar el recogimiento general, para mientes al
consejo de nuestra letra, que te dice que quites de ti estorbo y señala una singular manera para
lo quitar, diciéndote que hinques en tierra los ojos, porque, como ellos sean puertas más
cursadas de nuestra ánima, en ellos has de poner más guarda.
No te dice que solamente los pongas en tierra, sino que los hinques en tierra estando mirando
de hito, como unos hombres que están olvidados y cuasi fuera de sí, que sin mudarse están
embelesados. Algunos se hallan mejor para el recogimiento teniendo cerrados los ojos; empero,
porque han menester de evitar el decir de la gente, es mejor que estando entre otros hinquen
con atención los ojos en la tierra, poniéndolos en el suelo, en alguna parte que no tenga
diferencia o tenga poca, para que así sea menos inmutada la fantasía interior teniendo dentro
menos imaginaciones; y así, aun hablando entre muchos podrás estar muy recogido, si, como
dije, tienes los ojos bajos y seguros en un lugar, y cuanto el lugar fuere más oscuro y prieto,
tendrás la vista más cogida y así el corazón menos derramado, ca, según está escrito, el
ensalzamiento de los ojos es dilatación del corazón, y, por el contrario, el recogimiento de ellos
es unión del corazón, para que tenga más esfuerzo estando más unido en sí mismo para mejor
llegarse el hombre a Dios, y también de esto que hemos dicho se puede entender aquello que
aconseja el Sabio diciendo (Ecl 11,9): Anda en las vías de tu corazón y en el miramiento de tus
ojos.
Aquel anda en las vías de su corazón que trabaja siempre de andarse cogido, trayéndose muy
sosegado el corazón consigo mismo, haciendo a manera de caracol, que doquiera que va lleva su
casa consigo, y a manera de tortuga, que anda muy recogida debajo de su concha; empero,
cuando a este tal fuere necesario hablar o negociar con alguno, debe permanecer en el
miramiento de sus ojos, hincándoles en tierra con atención a sólo Dios y a su amor, para quitar
muchos estorbos que de otra parte le pueden venir, ca de esta manera se podrá de él decir
aquello del Sabio (Prov 20,8): El rey que se asienta en la silla de su juicio disipa todo mal con su
miramiento. Rey, según la declaración del vocablo, quiere decir persona que rige, y es cada
varón recogido que rige sus inclinaciones y deseos para mejor llegarse a Dios. Este ha de andar
sentado en la silla de su juicio, que es el aviso y guarda que continuo ha de traer consigo, y con
el miramiento en hito que tengo dicho disipa y destruye todo mal que de parte de los ojos le
puede venir, el cual es mucho, porque las cosas que más dañan al recogimiento entran por los
ojos, y el ánima se derrama por ellos a las cosas de fuera.
Puedes tomar ejemplo de este consejo que te ha dado nuestra letra en nuestro Redentor, el cual
estando en la cruz inclinó la cabeza para enviar el Espíritu a su Padre celestial; y de esta manera,
si tú quieres perseverar en la cruz de amor, que es el recogimiento, debes inclinar la cabeza e
hincar los ojos en la tierra, para que así puedas libremente enviar más puro y desembarazado tu
espíritu al Padre celestial, que mora en lo interior de tu corazón y quiere ser en espíritu
adorado.
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