CAPÍTULO III. DE OTROS NOMBRES QUE AL RECOGIMIENTO CONVIENEN

Llámase también en la Escritura este ejercicio escondimiento, donde Dios se esconde en lo secreto del corazón del hombre; porque aun hoy día, espiritualmente hablando, se esconde Cristo ,le sus hermanos, que son los fieles devotos suyos que Él hizo y llamó sus hermanos, por que no se soberbezcan si lo ven consigo, ni tampoco quiere que carezcan de él, y por tanto se esconde en la misma casa y templo dellos (Jn 2,14). En este escondimiento ve el padre celestial lo que más le agrada; y a este escondimiento, estando las puertas de los sentidos muy bien cerradas, viene el Señor; y en este secreto lugar dice Dios la palabra escondida de su secreta amistad, según dice Job (Job 4,12); y el más pequeño por humildad se esconde mejor en este secreto y se escapa de la mano de Abimelec (Jue 9,5), que es el demonio; del cual no nos podemos mejor esconder que dentro en nosotros mismos, porque hallaremos dentro al fuerte David, Dios eterno, que en el establo de nuestra conciencia elige para se esconder el pesebre de nuestro corazón, donde Él mismo nos esconderá en el escondimiento de su cara, que es la secreta manera de conocimiento y visión escondida que allí se alcanza.

Ítem, llámase abstinencia porque no solamente de los pecados se ha de abstener, como de inmundicias, el que quiere seguir este ejercicio, mas aun de todo amor humano y del consuelo que de las criaturas pudiera lícitamente sacar. Y también ha de hacer abstinencia del pensamiento, pues que, según dice San Pablo (1 Cor 9,25), el que en la lucha se ejercita, se abstiene de todas las cosas y muy mejor lo debe hacer el que quiere luchar consigo mismo, haciendo abstinencia de todo el pensamiento que puede inebriar el corazón (Num 6,3), o quitarle el tiento y atención interior, y aun débese abstener para este ejercicio de toda cosa que tenga especie de mal, según dice el Apóstol (1 Tes 5,22).

Llámase también allegamiento, porque mediante este ejercicio se allega el verdadero Jacob a Dios (Gen 27,18), para que lo toque con sus manos, haciéndole beneficios; y este allegamiento es presto, porque, dejando con un no las criaturas, nos llegamos al Señor de ellas con un allegamiento apresurado, como quien va corriendo a se poner entre los brazos del Señor, viéndolos abiertos para nos recibir. Con este allegamiento se junta Moisés (Ex 20,21) a la extremidad del monte de la contemplación, donde lo esperaba Dios para hablar con él.

Ítem, llámase encendimiento, con que las teas de nuestros corazones se encienden en el amor del Señor, del cual dice Él mismo (Lc 12,49): Fuego vine yo a poner a la tierra; no quiero otra cosa sino que arda. El soplo con que este fuego se ha de encender es este santo ejercicio, que también se llama cinta, con que no solamente los lomos de la limpieza y castidad se deben ceñir, mas también con esta cinta hemos de apretar los pechos para reprimir los malos deseos y la flojura de los pensamientos (Ap 1,13).

Ítem, llámase recibimiento, con que nos adelantamos mediante el ligero deseo y abrimos todo el corazón y lo desembarazamos para dar a Dios.

Llámase también consentimiento, porque los que contradicen a Dios por otras vías, mediante ésta consienten en todo lo que quiere, y vencen una contradicción y rebeldía que sienten en sí mismos contra Dios; y aun a sí mismos son cargosos, según aquello de Job: ¿Por qué me pusiste a ti contrario y soy hecho a mí mismo grave? Contra esto es dicho a Job: Consiente ya a él, y tendrás paz y frutos muy buenos (Job 22,21).

Llámase también redaño y grosura, que con razón y derecho perdurable ha de ser a Dios ofrecida para encender los sacrificios (Lev 3,14-15); porque este ejercicio da fuerza y mejora a otros muchos, y manda Dios que ninguno coma este redaño, porque al mismo Señor debe dar las gracias el que de él hallare su ánima llena como David (Sal 62,6).

Ítem, llámase atraimiento, con que podemos atraer a Dios, porque así como lo vacuo atrae cosa que lo ocupe, así el corazón vacío de lo mundano atrae a Dios que ocupe y supla su falta; y de aquí es que se llama por esto hinchimiento de corazón y pechos.

Y también se llama prohijamiento, con que Ester, que es el ánima pobre, es prohijada de Mardoqueo (Est 2,7), que es Cristo; al cual en todo está sujeta y obedece; donde el que es adoptado en hijo, luego comienza a gozar de los bienes del padre; lo cual conviene a los que siguen este ejercicio, con el cual comienzan a gozar de Dios.

Llámase también advenimiento del Señor al ánima, porque mediante él visita el Señor a los suyos que con suspiros lo llaman.

Y dícese alteza que levanta el ánima, y amistad o abrazamiento del corazón devoto al de Cristo.

Y llámase ascensión espiritual con Cristo, y cautividad con que sujetamos a Él nuestro entendimiento.

Y cielo tercero, donde son arrebatados los contemplativos.

¿Para qué diré más? Es aqueste ejercicio un refugio do nos debemos retraer viendo las tempestades cercanas; es una continua resistencia contra los príncipes de las tinieblas, que secretamente nos combaten; es restitución que hacemos a Dios dándolo todo lo que en nosotros se halla suyo sin reservar cosa. Es una resurrección a vida espiritual, donde es dada al justo potestad en el cielo de su ánima y en la tierra de su cuerpo; es una reverencia que continuo tenemos a Dios estando con temor delante de él; es un rosal de virtudes, y es el reino de Dios que por conquista hemos de ganar y por maña, pues que dentro lo tenemos, y también cada día lo demandamos; y es sacerdocio real, con que, siendo de nosotros señores, nos ofrezcamos a Dios; es un silencio que en el cielo de nuestra ánima se hace, aunque breve y no tan durable como el justo desea; es un servicio que a sólo Dios hacemos, adorando su sola Majestad; es silla que le tenemos aparejada para que se detenga en nuestra casa interior; es tienda de campo para andar por el desierto; es torre fortísima de nuestro amparo, desde do hemos de atalayar las cosas celestiales, y vaso de oro para guardar el maná en el arca de nuestro pecho; es valle en que abunda el trigo que tiene grosura y redaño, y es victoria que vence el mundo menor, sujetándolo enteramente a Dios; es viña que hemos de guardar con vigilancia y sombra del que deseamos, do gustamos de su fruto; es unción enseñadora del Espíritu Santo, y huerto por todas partes cerrado, del cual damos la llave a sólo Dios, que entre cuando quisiere.

¿Para qué diré más? Pienso que he dicho algo y conozco de verdad que ha sido casi nada, según el merecimiento del santo ejercicio de que hablamos; el cual es de tanto precio, que apenas han podido los nombres ya dichos declarar su excelencia; que es tanta y tan necesaria a los mortales, que aunque del todo no se pueda decir, en ninguna manera se debe callar; porque los que la hallaron no sean argüidos y reprehendidos de maldad; donde, aunque la excelencia suya, por ser tanta, en alguna manera les ponga silencio, la necesidad, por ser mucha, los obliga.

Según lo cual habiendo uno recibido esta sabiduría y sabroso saber de que primero hablamos, se trabaja por declarar y notificar su excelencia, diciendo: Antepúsela a los reinos y a las sillas y las riquezas; dije ser ninguna cosa en su comparación; ni la comparé a la piedra preciosa, porque todo oro en su comparación es arena menuda, y así como lodo es estimada la plata delante de ella; más la amé que a la salud ni a la hermosura, y propuse tenerla por luz que me alumbrase, porque su lumbre no se puede matar. Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y honestidad innumerable me fue dada por sus manos, y alegréme en todas las cosas, porque esta sabiduría iba delante de mí y no sabía yo que era madre de todos los bienes, la cual aprendí sin fingimiento y la comunico sin envidia y no escondo su honestidad, porque infinito tesoro es a los hombres, del cual los que usan se hacen participantes de la amistad de Dios.

El que bien pensare estas palabras y las ponderare podrá venir en algún conocimiento del valor de aqueste ejercicio, y verá que yo no hice otra cosa en los nombres que de él puse sino señalar y tocar las partes de la Escritura donde secretamente se alaba, para que lo sigamos, y no quise ser prolijo en declarar lo que apunté por no engendrar fastidio en los lectores y por dejarles que decir en la prosecución de lo que yo comencé; lo cual no pienso que sabrá proseguir de palabra sino el que lo hubiere usado y proseguido algo con la mano de la obra.

Empero, por traer a lo llano lo que de sí está puesto en alto, parecióme que el nombre más convenible de aqueste ejercicio y que más claramente notifique a todos algo de él es recogimiento, y este recogimiento es, según dije, nombrado en muchos doctores por diversos nombres, y en la Escritura por los que ya puse, según diversos respectos que en la exposición entera de los dichos nombres se deben guardar; en lo cual no caerán todos tan abiertamente como en este ejercicio, cuyo oficio es recoger y congregar lo disperso, y tanto lo recoge y allega, que se llame él mismo recogimiento.

Este santo ejercicio usaban mucho los varones antiguos, que por recogerse mejor se retraían a los ermitorios y lugares secretos, ¡por no se distraer entre la gente; mas ahora solamente nos ha quedado el vocablo; el cual imponemos por ser tan bueno a la persona más pacífica y quieta que vemos, diciendo que es persona recogida, en lo cual apenas queremos decir sino que es hombre recogido y apartado y de honesta conversación; lo cual aunque sea bueno empero no es tan bueno que merezca este nombre de recogido, según su más verdadera y antigua significación. En la cual quiere casi tanto decir como este nombre unión, del cual apenas tiramos en cosas humanas y corporales, sino en las divinas y espirituales; empero, no tomando el vocablo en rigor, aún puede convenir a este nuestro ejercicio según todas sus significaciones, porque todas aprovechan mucho al negocio de que hablamos, que es llegarse el hombre estrechamente a Dios; según lo cual diremos por qué a este ejercicio le convenga más este nombre recogimiento que otro ninguno de los ya dichos.

Claro está que este nombre de que hablamos significa muchas cosas juntas, o también una que si, pudiéndose derramar, está junta, se dirá recogida en alguna manera. Empero, hablando de lo primero, es de notar que, pues aquesta cosa de que hablamos es tan excelente que por un solo nombre ni por nombre particular puede ser declarada, aquel nombre le convendrá mejor que más nombres incluyere en sí o más significaciones; lo cual se halla en este nombre recogimiento, que incluye y abraza en sí todos los nombres que primero puse, pudiéndose todos en alguna manera reducir a éste, el cual cuasi contiene en sí las perfecciones de ellos.

Pero dejando esto, que sería prolijo de referir y sería más curiosidad que utilidad, has de notar que este ejercicio se llama recogimiento; lo primero, porque recoge los hombres que lo usan haciéndolos de un corazón y amor, quitando de ellos toda disensión y discordia; con lo cual aún no se contenta; mas sobre todos los otros ejercicios tiene esta maravillosa y sensible o conocida propiedad, que cuando alguno de los que siguen este recogimiento ve a otro que también lo sigue, se mueve en gran manera a devoción, y claramente conoce que la presencia del otro le causó esta devoción, como si viera cosa muy favorable a negocio en que mucho le iba, y de olvidado que estaba, tan de presto torna sobre sí para se recoger a Dios, que él mismo se maravilla de esto; lo cual acaece a los algo ejercitados y que tienen crédito que el otro es persona estudiosa en el mismo negocio, y lo que más es, que algunas veces acaece lo mismo, no conociendo que el otro se ejercita en el recogimiento hasta que después mira en ello.

De esto podríamos traer por figura aquello de José (Gen 43,30), el cual viendo a Benjamín su hermano de un vientre nacido, se le movieron las entrañas en gran manera; no le acaeció esto viendo a los otros, aunque también eran sus hermanos, mas no de un vientre, como Benjamín. De esta manera, aunque todos los cristianos en lo espiritual sean hermanos, empero, por esta conveniencia particular, que es seguir en el otro ejercicio que éste sigue, acaece la novedad ya dicha y en el recogimiento muy experimentada a los que algo sienten de él.




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