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Creciendo el humilde en perfección, crece en humildad si es tal como debe; por lo cual notarás
una condición que tiene la verdadera humildad, y es que los dones y gracias la hacen crecer; y
esto porque el verdadero humilde recibe por cargo todos los dones y gracias que el Señor le da.
No mira tanto lo que toma como la cuenta que ha de dar de ello y la obligación que echan
sobre él; y de aquí es que no se ensalza, sino abájase más y gime debajo de la carga de los dones,
mirando que al que mucho recibe será mucho demandado, y que el mucho recebir lo hace muy
obligado; y de esta manera no anda en altivez sobre sí, antes se abaja y encorva hasta la tierra, de
la cual toma nombre, haciendo a manera de árbol, que mientras más fruta tiene más se abaja.
Y es también de notar que no abaja el árbol tanto la fruta vana y gusanienta como la maciza que
está de dentro llena, porque ésta pesa más y lo atrae a la tierra, y no hace tanto ruido; conforme
a lo cual se ha de tomar una muy cierta señal para distinguir los dones que da Dios de los que
finge el demonio, ca como los de nuestro Señor sean maravillosos, llenos de verdad y de gran
peso y quilate, humillan y abajan más al hombre que si no los tuviera; empero los que le finge el
demonio hácenlo vano, y dejando de lo abajar súbenlo a mayores para derribarlo de más alto y
despéñanlo hasta la profundidad del infierno.
Suelen decir los mal mirados que les quita Dios a ellos o a otros sus dones para los humillar;
empero mejor dirían que se los quita para los confundir y abatir, porque han sido soberbios y
negligentes; ca para humillar no suele Dios quitar dones, sino darlos. Conoce sin duda que de sí
mismo sus dones son tales y tan buenos que de sí mismo humillan al hombre que no está
dañado por algún vicio, como el buen vino, que adoba el vaso donde se echa; empero, si está
muy dañado, el mismo vino se daña.
Puesto que Dios aparte de nosotros algunas veces sus dones para nos abatir y confundir,
permitiendo que nos acaezcan otras cosas que también nos confundan, si queremos tornar
sobre nos y tener perfecta humildad, habemos de convertir la confusión y me nosprecio en la
misma humildad, haciéndonos de humillados humildes y de abatidos abatidores del
menosprecio, no lo teniendo en nada; ni permitamos que por él se quebranten nuestros
corazones, ni se derriben aunque estén bajos, ca mucha diferencia hay de estar caído a estar
sentado; el abatido y confuso está caído, mas el humilde está sentado, haciendo estrado del
despeñadero en que la persecución lo quería lanzar; y de esta manera se hace el peligro
seguridad, ca el caído padece peligro y el sentado está seguro, obrando esto la perfecta
humildad, que convierte el peligro en quietud y hace miel del hollín, como la abeja, la cual se
dice que al tiempo de los grandes aires, que le suelen derribar, toma una pedrezuela entre los
pies y vuela con ella por lo bajo, y cuando ve el recio aire, déjase caer, y dale favor la piedra, que
es la humildad, con que el ánima se derriba como con pesilla que atrae el proprio conocimiento
y bajeza nuestra.
Síguese de aquí que no ha de temer el humilde la confusión; pues que de allí puede, no sólo
sacar humildad, mas hacer perfecta la que ya tiene, que son dos cosas halladas en pocos, porque
pocos hay perfectos humildes; empero a los imperfectos dice San Bernardo: La humillación vía
es para ir a la humildad, así como la paciencia para ir a la paz y como la lección para la ciencia.
Si deseas la virtud de la humildad, no rehúyas la vía de la humillación, porque, si no sufres ser
confundido, no podrás ser traído a la humildad. A los perfectos humildes dice San Gregorio:
No es cosa grande ser humildes a los que nos honran, porque esto cualesquier seglares lo hacen;
empero debemos ser humildes a los que nos injurian, conformándonos a David, que dice: Mira
mi humildad con mis enemigos; y con los que aborrecieron la paz era pacífico.
De la comparación que se puso en el árbol se sigue que cuando viéremos tener alguno
cualesquier gracias y con ellas humildad, puede ser concluido que las tales gracias son de Dios,
conforme a lo cual dice San Gregorio: El ánima que es llena del espíritu divino tiene sus
evidentísimas señales, que son virtudes y humildad; las cuales si juntas en un ánimo se allegan
perfectamente, muéstrase a la clara que dan testimonio de la presencia del Espíritu Santo.
De esta manera de conocer, allende de otras muchas que tenía, parece haber usado Santa Isabel
con nuestra Señora, cuando, después de sentir la virtud de la que venía, dijo a gran voz: Bendita
eres tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre; cuasi diciendo: Pues tú eres tan
bendita que sin lo yo merecer vengas con tal ansia a me visitar y con tanta sujeción me
saludaste, sin duda que el fruto de tu vientre debe ser tal que obra en ti tales cosas y te abaja tan
humildemente a mí.
Síguese también de esta razón sobredicha que la sola presunción basta para que juzguemos no
ser de Dios los dones que algunos tienen, porque, si la fruta suena mucho o es muy liviana,
ninguna cosa vale.
Desciende, pues, hermano a la casa del ollero, que es la humildad, y date allí sujeto al soberano
Maestro, así como barro vil, para que haga de ti el vaso que le pluguiere, o en honra o deshonra;
allí hablará contigo mejor que en el templo santo de Jerusalén; mira que esta virtud asegura el
corazón y declara todas las dudas que suelen venir en el recogimiento, donde algunas veces se
sienten tan grandes cosas de Dios, que con mucha razón duda el ánima si sean buenas o no, y
esto porque mira su poquedad y la grandeza de ellas, y le parece que no cuadra lo uno con lo
otro, y así anda informándose de los experimentados, preguntando si es de Dios aquello que
siente, o si el ángel de Satanás se ha transfigurado para la engañar y hacer al ánima caer por
soberbia como él cayó.
A todas las dudas que en los sentimientos de Dios se pueden levantar, y a todos los temores que
en este caso suelen venir, pone remedio la presente letra si miras en ello, porque si con crecer en
ti la gracia crece la humildad, cree que aprovechas bien, y que no hay allí engaño, con esta letra
tiene cumplida verdad.
La segunda letra del segundo tratado de aqueste libro es que se aseguran las cosas que en la
oración se sienten, porque los perfectos humildes, como peces pequeños, escapan de la red
engañosa del demonio, el cual, como otro Nabucodonosor, lleva cautivos de la pacífica
Jerusalén, que es el sosiego de la contemplación, los grandes, esto es, los soberbios, y deja
seguros los pequeñuelos, que son los humildes (2 Re 25,11-12); así que, si tienes humildad,
hallarás la tierra segura, conforme a lo cual dice Gersón: Todas las amonestaciones interiores,
todos los instintos vehementes, toda revelación, todo milagro, todo amor extático, toda
contemplación, todo arrobamiento y finalmente, toda nuestra interior o exterior operación, si
humildad precede y acompaña y se sigue, si ninguna cosa se mezcla que la destruya, créeme que
todas las cosas dichas tienen señal que son de Dios, o de su buen ángel, ni eres engañado.
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