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Llámase también en la Escritura este ejercicio escondimiento, donde Dios se esconde en lo
secreto del corazón del hombre; porque aun hoy día, espiritualmente hablando, se esconde
Cristo ,le sus hermanos, que son los fieles devotos suyos que Él hizo y llamó sus hermanos, por
que no se soberbezcan si lo ven consigo, ni tampoco quiere que carezcan de él, y por tanto se
esconde en la misma casa y templo dellos (Jn 2,14). En este escondimiento ve el padre celestial
lo que más le agrada; y a este escondimiento, estando las puertas de los sentidos muy bien
cerradas, viene el Señor; y en este secreto lugar dice Dios la palabra escondida de su secreta
amistad, según dice Job (Job 4,12); y el más pequeño por humildad se esconde mejor en este
secreto y se escapa de la mano de Abimelec (Jue 9,5), que es el demonio; del cual no nos
podemos mejor esconder que dentro en nosotros mismos, porque hallaremos dentro al fuerte
David, Dios eterno, que en el establo de nuestra conciencia elige para se esconder el pesebre de
nuestro corazón, donde Él mismo nos esconderá en el escondimiento de su cara, que es la
secreta manera de conocimiento y visión escondida que allí se alcanza.
Ítem, llámase abstinencia porque no solamente de los pecados se ha de abstener, como de
inmundicias, el que quiere seguir este ejercicio, mas aun de todo amor humano y del consuelo
que de las criaturas pudiera lícitamente sacar. Y también ha de hacer abstinencia del
pensamiento, pues que, según dice San Pablo (1 Cor 9,25), el que en la lucha se ejercita, se
abstiene de todas las cosas y muy mejor lo debe hacer el que quiere luchar consigo mismo,
haciendo abstinencia de todo el pensamiento que puede inebriar el corazón (Num 6,3), o
quitarle el tiento y atención interior, y aun débese abstener para este ejercicio de toda cosa que
tenga especie de mal, según dice el Apóstol (1 Tes 5,22).
Llámase también allegamiento, porque mediante este ejercicio se allega el verdadero Jacob a
Dios (Gen 27,18), para que lo toque con sus manos, haciéndole beneficios; y este allegamiento
es presto, porque, dejando con un no las criaturas, nos llegamos al Señor de ellas con un
allegamiento apresurado, como quien va corriendo a se poner entre los brazos del Señor,
viéndolos abiertos para nos recibir. Con este allegamiento se junta Moisés (Ex 20,21) a la
extremidad del monte de la contemplación, donde lo esperaba Dios para hablar con él.
Ítem, llámase encendimiento, con que las teas de nuestros corazones se encienden en el amor
del Señor, del cual dice Él mismo (Lc 12,49): Fuego vine yo a poner a la tierra; no quiero otra
cosa sino que arda. El soplo con que este fuego se ha de encender es este santo ejercicio, que
también se llama cinta, con que no solamente los lomos de la limpieza y castidad se deben ceñir,
mas también con esta cinta hemos de apretar los pechos para reprimir los malos deseos y la
flojura de los pensamientos (Ap 1,13).
Ítem, llámase recibimiento, con que nos adelantamos mediante el ligero deseo y abrimos todo el
corazón y lo desembarazamos para dar a Dios.
Llámase también consentimiento, porque los que contradicen a Dios por otras vías, mediante
ésta consienten en todo lo que quiere, y vencen una contradicción y rebeldía que sienten en sí
mismos contra Dios; y aun a sí mismos son cargosos, según aquello de Job: ¿Por qué me pusiste
a ti contrario y soy hecho a mí mismo grave? Contra esto es dicho a Job: Consiente ya a él, y
tendrás paz y frutos muy buenos (Job 22,21).
Llámase también redaño y grosura, que con razón y derecho perdurable ha de ser a Dios
ofrecida para encender los sacrificios (Lev 3,14-15); porque este ejercicio da fuerza y mejora a
otros muchos, y manda Dios que ninguno coma este redaño, porque al mismo Señor debe dar
las gracias el que de él hallare su ánima llena como David (Sal 62,6).
Ítem, llámase atraimiento, con que podemos atraer a Dios, porque así como lo vacuo atrae cosa
que lo ocupe, así el corazón vacío de lo mundano atrae a Dios que ocupe y supla su falta; y de
aquí es que se llama por esto hinchimiento de corazón y pechos.
Y también se llama prohijamiento, con que Ester, que es el ánima pobre, es prohijada de
Mardoqueo (Est 2,7), que es Cristo; al cual en todo está sujeta y obedece; donde el que es
adoptado en hijo, luego comienza a gozar de los bienes del padre; lo cual conviene a los que
siguen este ejercicio, con el cual comienzan a gozar de Dios.
Llámase también advenimiento del Señor al ánima, porque mediante él visita el Señor a los
suyos que con suspiros lo llaman.
Y dícese alteza que levanta el ánima, y amistad o abrazamiento del corazón devoto al de Cristo.
Y llámase ascensión espiritual con Cristo, y cautividad con que sujetamos a Él nuestro
entendimiento.
Y cielo tercero, donde son arrebatados los contemplativos.
¿Para qué diré más? Es aqueste ejercicio un refugio do nos debemos retraer viendo las
tempestades cercanas; es una continua resistencia contra los príncipes de las tinieblas, que
secretamente nos combaten; es restitución que hacemos a Dios dándolo todo lo que en
nosotros se halla suyo sin reservar cosa. Es una resurrección a vida espiritual, donde es dada al
justo potestad en el cielo de su ánima y en la tierra de su cuerpo; es una reverencia que continuo
tenemos a Dios estando con temor delante de él; es un rosal de virtudes, y es el reino de Dios
que por conquista hemos de ganar y por maña, pues que dentro lo tenemos, y también cada día
lo demandamos; y es sacerdocio real, con que, siendo de nosotros señores, nos ofrezcamos a
Dios; es un silencio que en el cielo de nuestra ánima se hace, aunque breve y no tan durable
como el justo desea; es un servicio que a sólo Dios hacemos, adorando su sola Majestad; es silla
que le tenemos aparejada para que se detenga en nuestra casa interior; es tienda de campo para
andar por el desierto; es torre fortísima de nuestro amparo, desde do hemos de atalayar las cosas
celestiales, y vaso de oro para guardar el maná en el arca de nuestro pecho; es valle en que
abunda el trigo que tiene grosura y redaño, y es victoria que vence el mundo menor, sujetándolo
enteramente a Dios; es viña que hemos de guardar con vigilancia y sombra del que deseamos,
do gustamos de su fruto; es unción enseñadora del Espíritu Santo, y huerto por todas partes
cerrado, del cual damos la llave a sólo Dios, que entre cuando quisiere.
¿Para qué diré más? Pienso que he dicho algo y conozco de verdad que ha sido casi nada, según
el merecimiento del santo ejercicio de que hablamos; el cual es de tanto precio, que apenas han
podido los nombres ya dichos declarar su excelencia; que es tanta y tan necesaria a los mortales,
que aunque del todo no se pueda decir, en ninguna manera se debe callar; porque los que la
hallaron no sean argüidos y reprehendidos de maldad; donde, aunque la excelencia suya, por ser
tanta, en alguna manera les ponga silencio, la necesidad, por ser mucha, los obliga.
Según lo cual habiendo uno recibido esta sabiduría y sabroso saber de que primero hablamos,
se trabaja por declarar y notificar su excelencia, diciendo: Antepúsela a los reinos y a las sillas y
las riquezas; dije ser ninguna cosa en su comparación; ni la comparé a la piedra preciosa, porque
todo oro en su comparación es arena menuda, y así como lodo es estimada la plata delante de
ella; más la amé que a la salud ni a la hermosura, y propuse tenerla por luz que me alumbrase,
porque su lumbre no se puede matar. Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y
honestidad innumerable me fue dada por sus manos, y alegréme en todas las cosas, porque esta
sabiduría iba delante de mí y no sabía yo que era madre de todos los bienes, la cual aprendí sin
fingimiento y la comunico sin envidia y no escondo su honestidad, porque infinito tesoro es a
los hombres, del cual los que usan se hacen participantes de la amistad de Dios.
El que bien pensare estas palabras y las ponderare podrá venir en algún conocimiento del valor
de aqueste ejercicio, y verá que yo no hice otra cosa en los nombres que de él puse sino señalar
y tocar las partes de la Escritura donde secretamente se alaba, para que lo sigamos, y no quise
ser prolijo en declarar lo que apunté por no engendrar fastidio en los lectores y por dejarles que
decir en la prosecución de lo que yo comencé; lo cual no pienso que sabrá proseguir de palabra
sino el que lo hubiere usado y proseguido algo con la mano de la obra.
Empero, por traer a lo llano lo que de sí está puesto en alto, parecióme que el nombre más
convenible de aqueste ejercicio y que más claramente notifique a todos algo de él es
recogimiento, y este recogimiento es, según dije, nombrado en muchos doctores por diversos
nombres, y en la Escritura por los que ya puse, según diversos respectos que en la exposición
entera de los dichos nombres se deben guardar; en lo cual no caerán todos tan abiertamente
como en este ejercicio, cuyo oficio es recoger y congregar lo disperso, y tanto lo recoge y allega,
que se llame él mismo recogimiento.
Este santo ejercicio usaban mucho los varones antiguos, que por recogerse mejor se retraían a
los ermitorios y lugares secretos, ¡por no se distraer entre la gente; mas ahora solamente nos ha
quedado el vocablo; el cual imponemos por ser tan bueno a la persona más pacífica y quieta que
vemos, diciendo que es persona recogida, en lo cual apenas queremos decir sino que es hombre
recogido y apartado y de honesta conversación; lo cual aunque sea bueno empero no es tan
bueno que merezca este nombre de recogido, según su más verdadera y antigua significación.
En la cual quiere casi tanto decir como este nombre unión, del cual apenas tiramos en cosas
humanas y corporales, sino en las divinas y espirituales; empero, no tomando el vocablo en
rigor, aún puede convenir a este nuestro ejercicio según todas sus significaciones, porque todas
aprovechan mucho al negocio de que hablamos, que es llegarse el hombre estrechamente a
Dios; según lo cual diremos por qué a este ejercicio le convenga más este nombre recogimiento
que otro ninguno de los ya dichos.
Claro está que este nombre de que hablamos significa muchas cosas juntas, o también una que
si, pudiéndose derramar, está junta, se dirá recogida en alguna manera. Empero, hablando de lo
primero, es de notar que, pues aquesta cosa de que hablamos es tan excelente que por un solo
nombre ni por nombre particular puede ser declarada, aquel nombre le convendrá mejor que
más nombres incluyere en sí o más significaciones; lo cual se halla en este nombre recogimiento,
que incluye y abraza en sí todos los nombres que primero puse, pudiéndose todos en alguna
manera reducir a éste, el cual cuasi contiene en sí las perfecciones de ellos.
Pero dejando esto, que sería prolijo de referir y sería más curiosidad que utilidad, has de notar
que este ejercicio se llama recogimiento; lo primero, porque recoge los hombres que lo usan
haciéndolos de un corazón y amor, quitando de ellos toda disensión y discordia; con lo cual aún
no se contenta; mas sobre todos los otros ejercicios tiene esta maravillosa y sensible o conocida
propiedad, que cuando alguno de los que siguen este recogimiento ve a otro que también lo
sigue, se mueve en gran manera a devoción, y claramente conoce que la presencia del otro le
causó esta devoción, como si viera cosa muy favorable a negocio en que mucho le iba, y de
olvidado que estaba, tan de presto torna sobre sí para se recoger a Dios, que él mismo se
maravilla de esto; lo cual acaece a los algo ejercitados y que tienen crédito que el otro es persona
estudiosa en el mismo negocio, y lo que más es, que algunas veces acaece lo mismo, no
conociendo que el otro se ejercita en el recogimiento hasta que después mira en ello.
De esto podríamos traer por figura aquello de José (Gen 43,30), el cual viendo a Benjamín su
hermano de un vientre nacido, se le movieron las entrañas en gran manera; no le acaeció esto
viendo a los otros, aunque también eran sus hermanos, mas no de un vientre, como Benjamín.
De esta manera, aunque todos los cristianos en lo espiritual sean hermanos, empero, por esta
conveniencia particular, que es seguir en el otro ejercicio que éste sigue, acaece la novedad ya
dicha y en el recogimiento muy experimentada a los que algo sienten de él.
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