|
Lo segundo por que este ejercicio se debe llamar recogimiento es porque recoge el mismo
hombre a sí mismo, hablando de lo exterior, porque claro está estar el hombre en alguna
manera hecho tantos pedazos como negocios tiene, los cuales son como zarzas que repelan al
triste del hombre como a cordero aun hasta le sacar la sangre, y en comenzando a gustar algo
del recogimiento, según muchas veces he visto, comienzan a recoger su manera de vivir y dejar
los negocios distractivos y apocarlos mucho y moderarlos en tal manera, que con poco cuidado
puedan ser recogidos. Y los predicadores que siguen este santo ejercicio, después de pasado el
trabajo de la cuaresma, cesan de tantos sermones por coger sus cuidados y poder más
estrechamente llegarse a Dios, no por descansar ni recrear el cuerpo, sino por dar
mantenimiento a su ánima, a la cual acaece como al maestresala que da de comer a los
caballeros, y él tiene hambre, y plega a Dios que siquiera coma después de reposo, no
contentándose con los bocadillos pasados.
Lo tercero, este ejercicio recoge la sensualidad debajo del mando de la razón cual antes andaba
algo desmandada y no tan sujeta, a la cual sale a recibir este santo ejercicio, como el ángel a
Agar (Gen 16,9), y él aconseja que se torne debajo de la mano de Sara, su señora, que es la
razón.
Lo cuarto que recoge este ejercicio es convidar al mismo que lo tiene a que se aparte a lugares
secretos, como Isaac, que se iba al campo a meditar (Gen 24,63), y como Elías, que se iba a los
montes y huía de las gentes. Donde luego este ejercicio induce al hombre a se recoger del
tráfago de la gente y de los lugares bulliciosos y morar en las partes más retraídas y salir muy de
tarde en tarde; y si salen, volver al retraimiento codiciosos de se recoger, y tan de voluntad
como en sus principios, hallándose tan mal fuera como el anguila que se resbala de entre las
manos para se tornar corriendo al agua.
Según estas cosas que verdaderamente se hallan en los verdaderos amadores de este santo
ejercicio, es casi cierta en muchos principiantes una tentación; y es que se querrían hacer
ermitaños por algunos días, y procuran de mudar bisiesto con esta intención, a los cuales no
decimos sino que mire cada uno de la cualidad de su persona y estado según conviene.
La quinta razón por que este ejercicio se debe llamar recogimiento es porque también hace que
se recojan los sentidos; donde a los recogidos no aplacen las nuevas y parlas vanas, ni oír cosa
que les amoneste otra cosa sino que se tornen al corazón. Luego también retraen sus ojos y los
humillan no deleitándose en ver cosa alguna, C. desean ver con el corazón a Dios. Luego parece
que se echan un freno en la boca, y les aplace el callar, sintiendo en hablar trabajo; y por del
todo recoger los sentidos, aman los lugares oscuros y cierran las ventanas de su retraimiento por
no derramar sus ojos.
Lo sexto que recoge este santo ejercicio es los miembros corporales, ca es cosa maravillosa de
ver a uno que ayer era disoluto, sus miembros sueltos, prestos los pies para andar, las manos
para esgremir muy sueltas, la cabeza sin reposo movible a cada parte, y todo el cuerpo de tan
recio movimiento que no sosiega; ahora se asienta, luego se levanta, ya mira en alto, ya para
mientes qué hora es, ya qué tiempo hace, ya lo halláis en una parte, en poco espacio está en otra;
empero, desde a dos días que tome afición a este ejercicio, está tan recogido, tan amortiguado,
tan corregido de solo él, que es una alabanza de Dios.
Es también aquí de notar, a los ejercitados en este negocio, que acaece algunas veces, entrando
el ánima al más verdadero recogimiento, que lleva por fuerza tras sí la cabeza, y parece que
encoge el cuerpo mucho hacia el pecho, y pierden los miembros en alguna manera las fuerzas
por el mucho recogimiento del ánima; y acaece también hartas veces hallarse tullidos por algún
rato que no pueden mandar los miembros, ni levantarse de un lugar, y entonces débese más
recoger y no probar a menearse, ni curar del cuerpo, sino dejarlo como olvidado; ca si entonces
se quiere mudar o mandar los miembros, es impedimento. Lo cual pareció por ejemplo en un
hombre pobrecillo que por su trabajo ganaba cada día de comer, el cual era muy abastado en el
manjar espiritual y muy dado a este santo ejercicio; y como en la iglesia un día estuviese de esta
manera tullido y caído en tierra, llegaron a él unas personas que se movieron a compasión para
lo levantar, y como dende un rato tornase en sí, dijo: Dejadme, que me dais pena, como si
tuvieseis las alas a una ave y no la dejásedes ir. Este hombre era idiota sin letras, mas no sin esta
sabiduría de que hablamos.
Lo séptimo que hace recoger este ejercicio es las virtudes al hombre que se da a él; y según esto
dice el Sabio que él no sabía cómo era madre de todos los bienes; y dice no sabía por qué tras el
solo cuidado que pone alguno en se recoger, sin pensar en otra cosa alguna, se le vienen las
virtudes a casa sin trabajo. Donde se puede muy bien decir lo que dijo el Sabio, y fue: que le
habían venido con ella juntamente todos los bienes; y dice juntamente, porque sin especial
cuidado de las virtudes las trae consigo el mismo ejercicio, como en otra parte más largamente
diré.
Lo octavo que este ejercicio recoge es los sentidos del hombre a lo interior del corazón, donde
está la gloria de la hija del rey, que es el ánima católica; y así muy bien se puede comparar el
hombre recogido al erizo, que todo se reduce a sí mismo y se retrae dentro en sí, no curando de
lo de fuera; así que este ejercicio, que es piedra firmísima (Sal 45,12), es, según dice el salmo,
refugio para los erizos (Sal 103,18), que, estando recogidos en sí, ninguna cosa padecen dentro,
porque aun no piensan mal contra los ofensores.
Lo noveno es recoger las potencias del ánima a la sindéresis y muy alta parte de ella, donde la
imagen de Dios está imprimida, que se llama espíritu de los justos, y espíritu que con gemido
demanda (Rom 8,23); adonde cuando el ánima está subida sobre sí, toda recogida en el cenáculo
superior, intenta a una sola cosa que la ha levantado hasta lo más alto de la cumbre y alteza del
monte de Dios.
Ya no queda sino la décima manera de recoger en uno a Dios y al ánima, que por esto se ha
venido tanto a recoger en sí; lo cual de verdad se hace cuando la divina claridad, como en
vidriera o piedra cristalina, se infunde en el ánima, enviando delante como sol los rayos de su
amor y gracia, que penetran en el corazón, siendo en lo más alto del espíritu primero recibidos.
A lo cual se sigue el perfectísimo recogimiento que junta y recoge a Dios con el ánima y al
ánima con Dios; y la participación de ella es en el mismo Señor, en el cual está recogida toda; y
sube como otro Jacob a Betel, que quiere decir casa de Dios, porque allí se recoge Dios al
ánima como a casa propria; y como si no tuviese cielos en que morar, desciende sobre el monte
de Betel (Gen 35,1-4) a se recoger al que se acoge a él solo; y no menos es solicito en recogerse a
su casa que su casa en recogerse toda a él solo, no admitiendo a otro alguno.
Allí en aquella altura del monte aparece Dios obrando altísimas cosas, descendiendo sobre el
altar del corazón, que allí se edifica, juntas ya las piedras, que son sus fuerzas todas, y la tierra o
polvo (le sus cogitaciones; allí muda el nombre a Jacob, porque cesa la lucha interior, desechada
toda imaginación; allí le pone nombre nuevo de Israel, que quiere decir prevalecedor en la
victoria que hubo de sí mismo, recogiendo por fuerza y subiendo su ejército así como un varón
a lo alto del monte; y quiere también decir el que con Dios se enseñorea, lo cual hace el espíritu
humano cuando se recoge tanto a Dios y se junta con Él, que puede todas las cosas aquel que lo
conforta y le promete y le da, como a otro Jacob, grandes cosas.
|
|