CAPÍTULO VI. DE LAS ASTUCIAS QUE EL DEMONIO TIENE EN TENTAR

No te espanten, pues, las tentaciones que traen tanta utilidad, sino mira que se perfecciona tu virtud en la enfermedad de la carne; y para mientes que el astuto demonio no tienta a todos de una forma ni con una tentación, porque a los sabios acomete más sutil y encubiertamente, y a cada uno según ve su inclinación diversas medidas tiene.

No llena a todos por un rasero, ni en un mismo vicio se ha de una forma con todas las personas; lo cual fue mostrado al padre Santo Domingo cuando lo vio saltar por las mesas del refectorio y decir: Aquí poco, aquí mucho; aquí poco, aquí mucho. Como el santo mandase al demonio declarar esto, respondióle que a unos hacía comer poco y a otros hacía comer mucho. Suele el demonio inspirar a muchos que no coman, en viendo que tienen alguna devoción; y en tal manera les inspira esto, que les hace creer serles cosa grave comer mientras tienen aquella gracia, sino que ella lo suple todo; y esto procura el demonio porque después coman doblado, viéndose necesitados de se entregar en lo que perdieron; y por tanto nunca hombre debe dejar de tomar su necesidad, aunque se le haga de mal, porque entonces merecerá más en comer que otro tiempo en ayunar.

Por cosa muy probada tiene el demonio tentar más al hombre del pecado a que lo ve más inclinado, como el pajarero, que allí pone los lazos do ve que más se juntan las aves; y, por tanto, se quejaba David: En este camino que andaba, escondieron lazo para mí. Por esto debe ser el hombre avisado, enderezándose a la parte contraria de su mala inclinación, y mirar cautelosamente los lugares peligrosos. Aprende de las aves, que huyen del lugar do una vez tropiezan en algún lazo, y para mientes que cuando el demonio te vence una vez, aunque te levantes, piensa que tiene alguna jurisdicción sobre ti; hace a manera de buen podenco, que con más ánimo y codicia sigue la caza que una vez mordió, pensando que ya no se le irá, pues le ha dado un bocado; y pues de tu caída cobra ligereza, tú no desmayes, sino cobra esfuerzo, porque gran gloria te será si te le vas de entre las manos o le quiebras el argumento do una vez te prendió, para que puedas cantar: El lazo se quebró y nosotros fuimos libres.

Suele también el demonio tentar a muchos con una tentación, porque la tiene ya probada, y hace como buen médico, que usa más aquella medicina con que suele sanar, pensando que va el negocio sobre cosa segura, y de esta manera tentó a Cristo por la forma que había tentado al primer hombre, pensando tener por aquella vía segura la victoria, pues peleaba con probadas armas.

Si tú quieres hurtarle el viento, debes ir a personas que han vencido aquella tentación, porque de esta manera te servirás contra él de su misma cautela; ca un mismo remedio podrá aprovechar para evadir una misma tentación. Ítem, cuando ve dificultad, suele cesar por asegurarte un poco más: tú entretanto no ceses de velar y orar, y de esta manera, nunca teniéndole por seguro, nunca serás de él vencido, si siempre te haces fuerte.

Son tantas sus maneras de tentar y tan conformes a las complexiones y estados de los hombres y a los tiempos y lugares donde tienta, que sería cosa prolija decirse todo; solamente debes notar que los que andan con engaños, en siendo sentidos huyen; y si saben que no les guardan secreto, no se comunican ni participan con la tal persona, antes huyen; así que para vencer al demonio has de descubrir sus tentaciones a buenos consejeros, según aquello del Sabio (Eclo 27,19): Si desnudares sus cosas escondidas, no seguirás tras él.

Teme en toda cosa que tenga aparencia de mal y no te fíes de revelaciones; no te cures de los consejeros que puedes haber: bastarte deben los de tu casa, sin andar a buscar mujercillas, que por ventura están engañadas; y aunque no lo estén, mira que el consejo de tu prelado tiene más fuerza, porque él puede determinar tus dudas y no estas mujercillas devotas que tú buscas. Cuando tu espíritu no se quisiere sujetar sino a tal o tal persona que son señaladas en santidad y no a otras, piensa que estás ya engañado y que el demonio te ha hecho creer de ti que eres algo, como de verdad te engañe tu fantasía donde hace ídolo de ti mismo.

El tercer peligro que hay en esta soledumbre es muchos alacranes, según arriba se dijo, y son los que te muestran buen rostro y tras de ti dicen otra cosa; muerden en escondido murmurando de ti; júzgante por hipócrita; creen que les cumple guardarse de ti como de hombre doblado; no piensan que te recoges sino para juzgar dentro de ti sus derramamientos; tráente sobre los ojos colando tus mosquitos y tragando sus camellos; no te disimulará la menor culpa del mundo, sino guardártela ha para su tiempo, diciendo que, pues presumes de recogido, no parece de sufrir que hagas esto y esto; reduce todos tus hechos a presunción; el recogimiento dice que es fingimiento y fantasía honesta con que menosprecias a otros. En llegándote a Dios, has de ser notado por soñoliento, y tu sosiego será llamado pereza; y dirán que adrede te haces necio, como si no te entendiesen que lo haces más por holgar que por orar. Serás notado en el comer y vestir como si fuese de la hacienda de sus padres; y cuando por aquí no te pudieren entrar, pondrán tacha en tu linaje o en la edad, y traerán a la memoria los pecados de tu juventud, y entre burlas y veras te andan motejando con palabras odiosas; y más que cuando te quisieren corregir te alabarán primero, para de más alto derribarte, de manera que seas ensalzado y humillado y conturbado juntamente; y si por ventura muestras ira, alegarte han que has perdido la paciencia, no mirando que ellos han perdido la justicia. Dicen que no imitas a Jesucristo en padecer, y ellos imitan al diablo, cuyo oficio es tentar y fatigar los hombres desasosegando sus conciencias.

En lo que más estudio ponen los disolutos es en achacar las palabras de los recogidos y deslindarlas para las entresacar y condenar, o por de hombre falto de seso o endiablado; lo que ellos no entienden juzgan por error. No temas las persecuciones de los hombres, aunque son las peores; porque en este torbellino podrás, como otro Elías (2 Re 2,11), subir al cielo de la contemplación, y serás constreñido a hacer como el enjambre de las abejas, que se retrae a la colmena en el tiempo de la tempestad.

Y mira que la virtud de los árboles se fortalece en sí misma y se encierra en las raíces, y cuando hace mayor frío están las aguas más calientes en la fuente, y los peces se encierran y callan las ranas, para que en todas las cosas tomemos ejemplo de nos recoger más mientras más crece la persecución, porque ésta es la mejor manera de la vencer.

No gustan el fruto de las tentaciones sino los que las toman por espuelas de su recogimiento, y oyen con el oído del ánima que cada tentación y fatiga les dice que se tornen al corazón; éstos, como en lo secreto hallan a Dios, entonces más piadoso y dadivoso, conocen por experiencia ser verdad aquello del Sabio (Sab 11,14-15): Como oyesen ser hecho bien con ellos por sus tormentos, acordáronse del Señor, alabando el fin de la salida. En la salida se conoce el bien que nos traen las fatigas bien sufridas, y entonces nos debemos acordar del Señor y no de los tentadores, donde si, según dice San Gregorio, no debemos mirar en la escritura al que la escribió sino al que la notó, tampoco deberíamos mirar en las tentaciones a los que nos persiguen, sino al Señor, que lo permite para que seamos enseñados y la fatiga nos dé entendimiento.

Aunque de toda parte seas perseguido, no desmayes, porque el Señor sacará a luz tu causa y te librará como a David, que, estando cercado de toda parte, perdió la esperanza de escapar de las manos de Saúl; mas el Señor le dio tal puerto, que después fue señor de su enemigo y le dio lugar, no queriendo dar mal por mal.




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