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La más común tentación que en esta terrible soledumbre del recogimiento suele Dios causar es
una sequedad y falta de agua dulce de devoción que suele abundar en este desierto, y más dulce
que en otra parte, aunque con más trabajo se halla y no presto. En Cristo, según dice San
Bernardo, hay piedra y tierra: la piedra es su divinidad, y la tierra es la humanidad; los recogidos
cavan en la piedra, y los que piensan la pasión cavan más fácilmente en la tierra y también hallan
lo que buscan, y son consolados en figura de lo que salió del costado del Señor, agua y sangre,
para proveer a los unos y a los otros.
Todos trabajan en Cristo; unos entran a la divinidad y otros salen a la humanidad, y todos
hallan pastos abundosos. Empero algunas veces por nuestra culpa seca el Señor las fuentes, y
hace seco el lugar de su gloria en este desierto, y siempre por nuestra culpa; empero, has de
saber que en dos maneras suele Dios quitar la devoción. Lo primero, quitándoles aquel gusto y
contentamiento espiritual que suavemente suelen sentir los devotos; en lo cual se recrea y
consuela mucho el ánima, mayormente si siente esto en el recogimiento, cuyo pan de
consolación, por ser escondido, es más suave; pues la una manera de quitar la gracia es quitando
el Señor al ánima esta consolación para la afligir de sed.
La segunda manera es más de temer, ca es muy áspera; y es cuando, apartada la caridad, pierde el
hombre toda la solicitud y ansia que solía tener para buscar a Dios, que ya no se le da nada por
se recoger, ni se cura de orar, sino que pierde el cuidado y deseo santo que tenía, el cual suele
estar sin consolación alguna sensible, mas no cuidado y aviso para más aprovechar.
La primera gracia suélela Dios quitar, o por culpa presente y venial o por culpa pasada mortal
de que ya el hombre alcanzó perdón; mas no merece tornar tan presto a la estrecha familiaridad
comunicativa que antes tenía con la devoción, aunque esté en gracia y tenga caridad infusa.
Leemos haber Dios negado la entrada de la tierra prometida al profeta Moisés por el pecado
pasado, aun harto tiempo después de hecho amigo suyo; dando en esto a entender que muchas
veces castiga en sus amigos las cosas pasadas con pena temporal para que se guarden de cosa
semejante.
Y no te maravilles si por pecado venial quita Dios la devoción, ca un descuidado vaguear
merecía destierro de la consolación que no se da a los que admiten la ajena; y los que son
verdaderos devotos sienten gran detrimento en cada exceso que hacen por pequeño que sea,
aunque en este caso disimula el Señor y deja pasar muchas cosas, por que no vaya a luego pagar.
La segunda manera de gracia que dije nunca la quita Dios sino por pecado mortal presente, ni la
torna a dar sin que primero haga el hombre entera penitencia. Para mucho mientes en aquel
cuidado de buscar a Dios que suelen tener los devotos; que si este Dios por tu culpa te quita,
todo bien te falta. El remedio de esta tentación es no tornar hombre de las piedras pan, ni
declinar a las otras consolaciones de vanidad, sino proveerse de agua de lágrimas de día y de
noche, ca no sólo debes gemir por la consolación cuando careces de ella, que es como llorar de
noche, mas aun cuando la tuvieres debes gemir por que no te sea quitada cuando desfalleciere
tu virtud, y esto será llorar de día, y así mezclarás tu beber con lloro, a manera de niño, que
después de afligido llorando recibe la leche de los pechos de su madre; de lo cual se le sigue más
gozo, porque a leche añade su madre palabras de halago y lo aprieta consigo por lo alegrar.
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