CAPÍTULO IV. DE CUÁN NECESARIO TE ES SER DISCÍPULO

Aunque todos te parezcan bien y los mires como a maestros, debes, empero, huir a uno que sea a ti más convenible; donde, aunque, según verdad, todas las artes y ciencias del mundo quieran maestros que las enseñen, pues ninguno nació enseñado sino el hijo de la virgen, y aun a Él su Padre le enseñó todas las cosas antes de los siglos, cuando lo engendró; empero acá entre los mortales todos tienen necesidad de maestro para aprender lo que no saben.

Si tú quieres saber el recogimiento, no esperes que Dios te lo ha de enseñar, aunque a muchos lo haya enseñado; porque si esto esperases, sería atrevida tu esperanza si pensases que sin otro medio alguno te ha Dios de enseñar, sin que tú seas solicito por todas las vías que pudieres; y aunque pongas toda la diligencia que pudieres y tengas el mejor maestro del mundo, elegido entre los mil mejores, según dijo el Sabio, todavía es Dios necesariamente menester.

Empero, dejando a Dios, pues de suyo se está aparejado para ayudar a los que se ayudan, debes saber que no hay cosa en el mundo, ni ejercicio, ni ciencia, ni oficio, ni facultad, ni otra cosa alguna, por sutil que sea, que tenga tanta necesidad de maestro como el recogimiento, aunque el maestro humano de este negocio pueda hacer menos en él que el maestro de todas las otras cosas en su facultad; empero todavía es muy necesario, porque la plática viva del recogimiento mueve mucho los corazones; y en ella recibirás lo que no hallarás en los libros, porque lo que no puede escribir la péñola por unas maneras y rodeos de hablar y voces encubiertas, te lo dará a sentir tu maestro, si es tal; y yéndote a tu oratorio sobrevendrá el celestial Maestro y te dará a gustar lo que el otro te dijo: Primero ha de ser el maestro humano y luego el divino, porque sentencia común es que haga el hombre lo que es en sí; y que Dios luego pone lo que de su parte falta, lo cual también acaece en el caso presente; onde Tobías, conforme a esto, dijo a su hijo como por última despedida (Tob 4,18-19): Busca siempre con diligencia el consejo del sabio; bendice a Dios en todo tiempo y demándale que enderece tus vías, y todos tus consejos permanezcan en él.

Primero le dice que busque siempre con diligencia el consejo del sabio (lo cual es cosa muy necesaria en este camino para bendecir a Dios en todo tiempo); y después que pida a Dios que enderece sus caminos, que son los deseos, por los cuales se va el ánima a Dios; los cuales tanto serán más derechos cuanto el ánima estuviere más recogida y apartada de toda criatura; que es como una manera de rodeo para ir a Dios, el cual atajamos por el recogimiento, aunque no sin trabajo. Lo que más dijo Tobías fue que permaneciesen todos nuestros consejos en Dios; lo cual hace el que pone todo su estilo en inquirir y buscar cómo se podrá llegar a Dios muy estrechamente; y para esto busca persona que lo pueda industriar según su deseo, y darle los consejos que conviene, de los cuales dice el Sabio (Prov 12,20): Seguírseles ha gozo a los que comienzan consejos de paz. Aquí habla el Sabio del maestro y del discípulo, a los cuales se sigue gozo en Espíritu Santo; por que así la conciencia del que enseña como del que es enseñado, experimente un contentamiento y placer espiritual, si conoce que al otro da Dios alguna gracia, y tiene en más el que enseña esto darla Dios al otro que si se la diese a sí mismo; donde allí verdaderamente conoce el hombre el dicho de San Pablo (1 Cor 13,6), en que muestra cómo la caridad no quiere lo que es suyo, y se goza a la verdad.

Cuando el maestro y el discípulo son los que convienen y Dios corresponde, dando fuerza a los sanos consejos que humildemente son obedecidos, engéndrase un amor del discípulo al maestro, que casi como a Dios lo teme y lo ama; y es verdad que acontece temblar delante de él, aunque sea el hombre más manso del mundo, y tenerlo en tanta reverencia y acatamiento, que el mismo discípulo se espanta; y esto no es cosa humana, ni que se adquiere ni procura de una parte ni de otra, sino que, como el discípulo va aprovechando en el recogimiento, va creciendo en él este temor de no ofender a su maestro en las cosas tocantes al recogimiento; y el amor es tal, que en viéndolo luego se le mueve el corazón a devoción del Señor, y tiénelo en tanta reverencia, que casi como a Dios le obedece; y así se le asientan en el ánima sus consejos que le duran toda su vida, según aquello del Sabio (Prov 12,15): El que es suave vive en moderaciones de consejo. De la suavidad que el discípulo recibe de Dios mediante los buenos consejos del maestro se siguen las cosas dichas; la cual si se pierde, pierde consigo lo que habemos puesto que con ella se cobra, mas todavía queda en el ánima del tal una vergüenza de parecer delante del que lo había enseñado, que no osa mirarlo a la cara.

Si alguno en esta vía fuere discípulo y no amare a su maestro más que a su padre o madre ni a otra cualquier persona, crea que no ha gustado qué cosa sea tener maestro que le enseñe el recogimiento. Puede ser también que la culpa esté en el que enseña así como en el que es enseñado; porque, cuando el maestro no acierta en la vena del corazón, no saca la sangre del amor y temor ya dicho; y también puede ser por culpa del discípulo, mayormente si es persona doblada que va a tentar y nunca se acaba de sujetar, y defiende su parecer, y no se fía del que lo enseña, antes se tiene por tal como su maestro; y si va, no es sino por una manera de cumplimiento, y anda cotejando pareceres y examinando santidades, y no es fiel en las cosas que le son mandadas obrar, es curioso en el preguntar, descuidado en oír y obedecer, remiso en el orar, entremetido en otras cosas que no le traen provecho. Este tal no es discípulo del recogimiento, aunque a él le parezca que sí, porque de aquéste está escrito (Sab 1,5): El espíritu santo de la disciplina huirá del fingido.

Si verdaderamente quieres ser discípulo del recogimiento, has de ser verdadero discípulo o no serlo, y dejarlo del todo antes que entres en ello; porque, si comienzas y tornas atrás, costarte ha caro después; ca, según he visto, los que en algún tiempo fueron recogidos y lo dejaron, siempre paran en mucho mal si lo dejaron sin justa causa; empero, si has de seguir el recogimiento, este muy necesario ser primero discípulo de quien te lo sepa enseñar, y si no me crees a mí que te digo serte muy necesario que busques maestro en esta vía, nota esto que dice un santo: Es de saber que el hombre más fácilmente y en más breve tiempo podrá venir a la perfección si tuviere idóneo maestro, por el recogimiento del cual fuere guiado, cuya obediencia siguiese en todas las cosas grandes y pequeñas totalmente; en más breve tiempo vendría éste a la perfección que no otro, aunque sea de muy claro ingenio y tenga muchos libros, en los cuales halle escrita toda la perfección, si no quiere seguirse por maestro; y más digo: que nunca el Señor le administrará su gracia, sin la cual ninguna cosa podemos, al que tuviere quien lo pueda enseñar y no quiere seguir el consejo del otro, antes es en ello negligente, creyendo que él basta para sí mismo, y que por sí podrá investigar y hallar todo lo que ha menester.

Este camino de obediencia es camino real, que sin trompezar lleva a los hombres a lo alto de la escalera a que el Señor está arrimado. Esta vía llevaron todos los santos padres del yermo, y los que alcanzaron la perfección todos fueron por este camino, salvo si Dios por sí mismo ha enseñado algunos por privilegio de especial gracia, faltándoles o no hallando quien de palabra los enseñase; porque entonces la piedad divina por sí misma suple lo que falta y no se halla de fuera; por lo cual el Señor lo repara y suple de dentro, si con humilde y ferviente corazón demandan.

Esto dice un santo; por eso tú, si quieres seguir el recogimiento, mira que no menosprecies ser discípulo, aunque seas viejo y el que te hubiere de enseñar sea mancebo; porque te certifico que yo he visto hombre de sesenta años estar en este caso sujeto a otro de menos de veinte y siete; pero bien le pagó Dios la humildad.

De una cosa te aviso especialmente si hubieres de ser discípulo, y es que hagas caso de las cosas que te acaecieren en este camino, por pequeñas que sean, y todas las digas a tu maestro, para que te declare lo que es y cómo te debas otra vez haber en ello para lo conservar, o si no es bueno, te diga cómo lo has de desechar y guardar de ello. Y también te aviso que si topares con tal maestro, que te des muy sujeto a él en gran humildad, y le des crédito si tiene experiencia de las cosas tocantes a este negocio; porque si así lo haces, sepas que te imprimirá su espíritu y buenas costumbres; y aun por la gracia del Señor te vendrás a conformar con él en las gracias y dones interiores; empero, débeste dar a sus manos discretas como cera blanda o como barro muy amasado, para que haga de ti todo lo que quisiere.

Y para que creas lo que te dije, certifícote que yo conocí un mancebo que en esta vía del recogimiento quiso seguir los consejos de un santo viejo con toda su posibilidad, y cada día le preguntaba cosas que hallaba nuevamente en este camino del recogimiento; y al cabo de un año apenas había el viejo recibido cosa del Señor que el mancebo no tuviese en lo interior alguna experiencia de ello y quedó hecho casi dechado suyo: bien creo que fue en gran parte por los méritos de este santo varón.




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