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Cuanto a lo segundo que propuse, que es hablar de la gracia que nuestra letra nos amonesta
demandar, has de saber que este nombre gracia en la Escritura significa muchas cosas, porque
en su manera todas las cosas son gracia; así el supremo Señor, cuya cara es llena de gracias,
como las cosas que graciosa y voluntariamente crió, y ninguna de ellas dejó sin le dar alguna
gracia o virtud, para que de esta manera no solamente fuesen todas las cosas en su manera
obligadas a Dios, porque graciosamente les dio el ser, mas que también le fuesen deudoras por
las haber dotado de diversas gracias, según la capacidad de su poder recibir; y lo que más
admiración pone a los que miran en ello, es que así está el Señor siempre pronto a dar gracias
como si ninguna hubiese dado; y Él mismo nos provoca en el Evangelio a demandar, y no dice
qué gracias habemos de demandar; porque como en Él están todas las gracias y toda la plenitud
de ellas, y en nosotros están todas las necesidades y faltas, presupónese que cada uno demandará
lo que sintiere menos tener, y según esto no señala nuestra letra lo que debas demandar, sino
con un general nombre te amonesta que demandes la gracia.
Y llámase gracia toda merced que Dios nos hace, puesto que principalmente se llama gracia la
que hace al hombre que sea agradable a Dios; y es una forma, o don, o hábito, o disposición, o
cualidad o influencia divina que sólo Dios cría en el ánima de sus amigos, para que por esta
gracia sean de él amados y sean apartados de los otros.
Esta gracia es así como divisa o señal con que se conocen los que son del bando del príncipe de
la gloria Jesucristo, por los merecimientos del cual cría Dios esta gracia en el ánima de los fieles;
y si esta soberana gracia que tanto hemos menester se dice que hace agradables a los que la
tienen, también de parte de Dios, al cual los hace agradables, se puede decir gracia
graciosamente dada, pues Él la concede sin nuestros merecimientos, aunque no sin los de
Cristo; en respecto de los cuales ninguna gracia hay graciosamente dada, sino aquella pura
gracia con que el hombre fue unido a Dios. Mas esta gracia de que hablamos, que es muy
necesaria para que podamos obrar cosas dignas de vida eterna, principalmente se dice hacer a
los hombres graciosos a Dios; y por consiguiente también las obras de ellos, las cuales no
pueden agradar ni ser graciosas si ellos primero no lo son, mediante la gracia sobredicha, que
también hace a los hombres graciosos; esto es, que obren graciosamente y no como jornaleros.
Porque si graciosamente recibimos de Dios la gracia, que por eso se dice gracia, porque se da
graciosamente, mucha razón hay que nosotros demos a Dios nuestras obras graciosas y que no
le vendamos lo que es suyo; pues que es suyo el árbol de la gracia, no le vendamos la fruta de
sus obras, pues lo uno y lo otro más es por su industria que por la nuestra.
Onde, según dice San Jerónimo, no quiso Dios hacer al hombre tan libre que fuese en su mano
salvarse sin tener primero el favor de esta gracia, porque redundara en injuria del mismo Señor
en hacer dar cuasi por fuerza el reino de los cielos; y también fuera ocasión de contumacia y
poca sujeción que nuestro libre albedrío tuviera a Dios, si sintiera que cada hora y para cada
cosa no había menester su gracia, que es un gracioso don que nos hace todos graciosos a su
Majestad, y que de gracia nos demos todos a Él y Él a nosotros.
Y has de notar que nuestro Señor quiere que lo sirvamos graciosamente y de balde; y esto no es
por no pagarnos, sino por tornarnos a dar cosas mayores; ca el que vende solamente es digno
del precio tasado que vale lo que da; mas el que graciosamente concede todo lo que tiene,
hácese digno de todo lo que tiene el que recibe; y esto es lo que Dios quiere por dársenos todo,
si graciosamente mediante la gracia le servimos, porque así son nuestras obras meritorias de
gloria, no por sí mismas, sino por la gracia con que están señaladas.
Onde así como el dinero de bajo metal no valdría la cosa que dan por él, sino por el cuño que
tiene, así nuestras obras principalmente valen por el cuño de la gracia y no por sí mismas,
porque son de muy bajo metal; y aunque esta gracia sea una y la misma con la caridad, según los
que mejor sienten, empero, por los muchos efectos que obra en nuestra ánima se compara en la
Escritura a muchas cosas; ca se llama espíritu nuevo, porque renueva el corazón del hombre, y
fuego, porque gasta los pecados, y unción que sana las llagas espirituales, y luz que da claridad
en el entendimiento, y virtud que conforta nuestra flaqueza, y fuente que mata la sed de nuestra
ánima, y hacha encendida que nos inflama en el amor de Dios; y llámase paz que aplaca y pone
tranquilidad entre la sensualidad y la razón, y rayo muy claro que infunde el sol de justicia en las
tierras.
Ítem, llámase también la gracia que nos hace agradables a Dios pan de cada día, porque siempre
la hemos menester, y llámase trigo porque da seguridad del hambre que está por venir. Llámase
también río que sale del lugar del deleite, porque sale de Dios para deleitar nuestras ánimas;
llámase nube que nos antecede, por la templanza que nos causa, y porque nos es guía se llama
columna de fuego que alumbra nuestra noche; y llámase diamante por nos atraer a Dios y a las
cosas celestiales, y es agua limpia por la mundicia que causa en nosotros, y llámase mano de
Dios porque con su gracia nos levanta, cuando caemos, como con la mano.
Es una simiente espiritual que secretamente arraiga en el ánimo, y Dios le da crecimiento; es
vino, porque alegra el corazón del hombre y lo hace olvidarse de sus fatigas; y llámase lluvia
porque empreña la tierra de nuestro corazón para que dé fruto abundoso de buenas obras.
Llámase vida del justo, porque así como el ánima da vida al cuerpo, así la gracia da vida al
ánima.
Es anillo con que se desposa el ánima con Dios, y panal en que viene a nos la dulcedumbre
divina, y estola primera con que se adorna el hijo que se torna a su padre, y vestidura rica con la
cual vestidos nos admiten a las bodas del cordero, y sin ella nos desechan; es calzado de la hija
del príncipe, que es nuestra ánima, con que los pies de sus deseos se guardan limpios del polvo
de las cosas terrenas para mejor subir a las celestiales; y llámase rocío celestial que si entra en el
ánima, que como concha se debe abrir para le dar entrada estando en la orilla del mar de este
mundo, engendrará dentro en ellas piedras preciosas de muchas virtudes, como lo hace el rocío.
Ítem, es flor hermosa el ánima donde está y muestra que por ella se ha de seguir el fruto de la
gloria celestial; es llave del cielo, la cual hemos de llevar si queremos entrar dentro; es nave en
que pasamos seguros el mar de este mundo y nos lleva al puerto de la salud; llámase también la
gracia que nos hace gratos a Dios óleo; y dejando las prolijas razones por que esta gracia tiene
los nombres que hemos dicho, en este postrero nombre me quiero detener algo; donde la
primera causa por que la gracia se llama óleo es porque desciende de Cristo nuestro Redentor,
cuya plenitud recibimos todos, el cual se llama oliva fructífera (Jer 11,16) en la casa de Dios, que
es la Iglesia; y el fruto que esta oliva da es gran abundancia de muy gracioso óleo, que es la
gracia por el óleo figurada, el cual infundido sobre las llagas del samaritano (Lc 10,34), que es
cualquier pecador, luego lo sana.
Con este óleo mandaba el Señor a los suyos que untasen los enfermos (Mc 6,13) y sanaban de
cualquier enfermedad; porque mediante los méritos de los santos apóstoles daba el Señor a
aquéllos su santa gracia, y del ánima y aun del cuerpo eran sanos, por que el efecto interior se
manifestase por lo que de fuera parecía.
Tiene también el óleo virtud para tornar dulces las cosas amargas, como parece en las yerbas
que con él se guisan, y así la gracia quita el amargura a las tribulaciones; y, por tanto, entre los
otros beneficios que Dios hizo a Jerusalén dice (Ez 16,9) que le dio a comer óleo, notificando
en esto que le dio gracia para sufrir las tribulaciones dulcemente, lo cual no es pequeño bien.
Otra propiedad tiene el óleo que también conviene a la gracia, y es que consagra los varones
constituidos en dignidad; y así la gracia consagra a Dios los varones justos, onde de este óleo de
la gracia está escrito (Eclo 45,18): Ungiólo con óleo santo.
Tiene también el óleo de la gracia virtud de henchir de gozo las ánimas de los contemplativos,
según aquello que dice David a Dios (Sal): Engrosaste, Señor, en óleo mi cabeza, esto es, la
parte superior de mi ánima. Y porque la gracia tiene virtud de engendrar nueva mente los
hombres a Dios, se llaman en Zacarías los santos hijos del óleo (Zac 4,14), esto es, de la gracia
que los engendra al Señor espiritualmente. Y así como el óleo anda sobre todos los otros
licores, así la gracia de que hablamos tiene primado sobre todos los otros dones y virtudes y
bienaventuranzas y frutos del Espíritu Santo; ca si la gracia que nos hace gratos a Dios no
sobreviene, no nos podemos salvar por mucha abundancia que de todo lo otro tengamos;
porque así como ninguno, por buen maestro que sea en alguna arte y por muy ejercitado que
esté en ella, no puede obrar sin instrumento que le dé favor, así, por muchas virtudes y gracias
otras que tenga un hombre, no puede hacer obras meritorias de vida eterna si no sobreviene la
gracia de que hablamos para proporcionar su libre albedrío con las cosas sobrenaturales y dar
eficacia a sus obras, según la cual sean meritorias de vida eterna.
Hállase también otro efecto en el óleo, y es que libra de la muerte, según parece en Ismael (Jer
41,8), que no mató a los que tenían en el campo tesoro de óleo y de otras cosas, figurando que
el demonio no puede cosa alguna contra los que tienen la gracia en el campo de su conciencia.
Y libra también el óleo de la gracia a los que somos deudores a Dios, según se figura en el óleo
de la viuda (2 Re 4,7), que es la gracia del ánima mísera, que, vendida en buenas obras, nos libra
de la deuda y cuenta que Dios nos ha de tomar.
Tiene también la gracia virtud de alumbrar el entendimiento humano, y por tanto con mucha
razón se figura en el óleo con que era alumbrado el tabernáculo de Dios (Ex 27,20), que es el
ánima fiel. Y porque todas nuestras obras deben ser hechas en gracia, mandaba Dios que en el
sacrificio cotidiano le ofreciesen óleo (Num 28,4).
Si quieres, pues, ¡oh ánima mía!, salir dignamente a recibir el esposo (Mt 25,3-4), recibe primero
con aparejo el óleo en el vaso de tu corazón, para que puedas seguramente salir de esta morada
terrena con las vírgenes prudentes, y ser admitida a las bodas eternas del cielo, a las cuales sin el
verdadero óleo de la gracia no podrás entrar; y si dices que no está en tu mano haber este óleo,
haz como el enfermo que lo demanda cuando se quiere morir, y aquello basta para que a lo
menos reciba la virtud del sacramento; y acuérdate que cada día morimos, pues cada día
pecamos; y, por tanto, no ceses de demandar con lágrimas, según te aconseja nuestra letra,
aqueste óleo de la gracia, porque muy presto vendrá a ti la paloma (Gen 8,9), que es el Espíritu
Santo, y traerte ha no solamente el óleo de la gracia, mas la oliva, que es Cristo, con las hojas
verdes, para que, si lo plantares en ti, quede por el amor preso y lo riegues con el agua de que
primero hablamos, que son las puras lágrimas, para que vaya en ti creciendo de bien en mejor; y
si el demonio te diere a beber alguna ponzoña de tentación fea o pecado, ten aviso para luego
demandar a Dios con lágrimas el óleo de su gracia; porque con el tal óleo luego serás guarido y
libre, desechando de ti lo que te era nocible y dañoso.
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