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Estorbo y gran impedimento es al recogimiento manifestar a los otros la gracia que el Señor
concede en este ejercicio, en especial cuando se manifiesta a personas que nunca tuvieron
experiencia en las cosas espirituales, ni saben qué cosa son; mas si les dicen alguna revelación,
piensan ellos que es sueño; y si les hablan de la gracia que se siente en el corazón, creen que es
algún humor que allí se congela; y así por su bajo entender reducen todas las cosas a la tierra, de
la cual no saben salir; y, por tanto, si eres cuerdo, mira primero que hables qué persona es el que
oye; ca siendo tal, tres inconvenientes se te podrán seguir.
El primero, que las cosas que dijeres serán menospreciadas, a lo menos en ser dadas a ti, que te
ven ser hombre como los otros y no saben si más que los otros amasa Dios. Lo segundo,
podríasete seguir alguna vanagloria si eres creído; y si no, seguírsete ha tristeza y mal juicio de
aquél, ca lo tendrás por indevoto e incapaz. Lo último avísote que serás perseguido si descubres
estas cosas a quien no debes, según yo lo he visto en muchos que fueron muy afligidos de quien
no pensaban por solamente decir la verdad de lo que sentían. Y hallarás de esto ejemplo en José
(Gen 37), que por descubrir la revelación que había habido en sueños fue perseguido de sus
mismos hermanos, a los cuales la descubrió.
Pensarás muchas veces hacer servicio a Dios y caridad a tu prójimo por hablar alguna cosa del
espíritu, y de allí adelante quedarás enemistado con él; ca no teniendo el corazón aparejado,
piensa que le amonestas aquello porque lo has visto disoluto y porque eres inquisidor de su
vida; y así te tiene por malsín y se guarda de ti, y si esto no es, acudirte han otros con un libro
en que leyeron lo que tú les dices por cosa muy preciada; y aun pondránse contigo en
altercación, diciendo que en haber leído aquello lo entienden tan bien como tú que lo has leído
y gustado; por tanto, debes callar y apartarte de toda contención, y no hablar de las cosas del
espíritu sino después de muy rogado. Y para mientes que no digas de lo que sabes sino las cosas
que pertenecen a los que oyen solamente; porque la cosa que no es entendida no es bien
recibida; y si no es bien recibida, ni aprovechará a ellos ni a ti. Así que no solamente el varón
recogido debe poner los ojos en tierra, mas la boca, no hablando en público las cosas que le han
hablado en secreto.
Bien conozco yo que hoy día no se dirá que los niños pidieron pan y no hubo quien se lo
partiese, porque cada uno dice con el satírico: Harto sé para mí. Y si vemos que nos enseña
persona de nuestra manera o de nuestro estado, no estimamos su doctrina; porque pensamos
que, pues no nos excede en las cosas corporales, tampoco nos excede en las espirituales.
Olvidádose ha hoy día el refrán que dice: Mucho va de Pedro a Pedro, antes ya todos los Pedros
son iguales, y entre los predicadores apenas hallaréis quien quiera a otro dar la ventaja.
¿Qué diremos de los que hacen buena vida, que cada uno se tiene por muy aprovechado y
solicito? No sé cómo ahora dicen que no hay santos en el mundo, porque si a uno loáis por
santo, salen tantos mostrándose también santos, que en la casa de Dios no es menester hoy día
sino que loemos a uno por devoto, y luego hay entre ellos contención para ver cuál de ellos es
visto más devoto; y cada uno se tiene, no solamente por bueno, mas dicen que la santidad de
ellos es mejor, porque tiene envuelta menos hipocresía, y aun buscan otras tachas disparatadas
para hacer su caso.
Viendo esto, si tú has alcanzado entre tus hermanos alguna gracia singular, doite por consejo
que no la descubras, sino sobre juramento que no la diga aquél a otro señalándote, ni te alabe
delante de hombre nacido de don especial, porque si lo hace, aprovechando a uno, daña a
muchos y a ti más; en tanta manera, que de aquesto he visto venir muchos males, tan secretos y
solapados y maliciosos, que parecen increíbles; empero la experiencia los ha hecho manifiestos.
El provecho que a otros se puede seguir de la manifestación de estas cosas espirituales parece
provocar a que se descubra y comunique, según en otra parte dije; empero, el temor del daño te
da voces y te dice que pongas tu boca en el polvo y calles; aunque Cristo nuestro Redentor
comulgó a judas, no quiso delante de él manifestar aquel divino sermón de la cena, que por
singular privilegio se guardó para que San Juan lo escribiese, como persona entre todas más
amada, el cual era razón que escribiese aquello en que más amor se contenía; y por que judas no
lo oyese, le dijo el Señor que hiciese presto lo que hacía, para que así se saliese aquel malsín, y él
solo, permitiéndolo Dios, pudo tanto, que vendió a todos los que quedaron, porque en vender
al pastor vendió también a las ovejas que lo seguían; lo cual acaece hoy día muchas veces, ca uno
suele dañar a muchos, y es como perro rabioso, que solo basta para inficionar todos los otros.
Contemplando el profeta David las cosas y a dichas, y habiendo de manifestar las maravillas
secretas de Dios, con todo su corazón dice (Sal 110,1) que ha de ser esto en el concilio y
congregación de los justos, donde estén todos no menos juntos con los cuerpos que
congregados con los corazones.
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