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Pues que en cada virtud hay gran tentación y estorbo sobre la tierra, no te maravilles porque el
recogimiento sea muy combatido, antes debes mirar que, según dice Gersón, este ejercicio es
más invencible que otro ninguno, aunque es más impugnado; de manera que, si te espanta la
continua pelea, débete esforzar la mañosa manera de pelear que aquí hay; la cual es tan excelente
que, si miras en ella, te aprovechará también para vencer las muchas tentaciones que suele
ofrecer el demonio a los que piensan la sacra pasión.
Casi toda tentación se comienza en alguno de los sentidos, ca por ellos comienza el demonio
como por parte más flaca y más fácil de combatir. Eva y David comenzaron a ser vencidos por
los ojos, y Adán por el oído que se inclinó a la mujer; y la tentación de judas comenzó por oler,
ca si no oliera no conociera la preciosidad del ungüento derramado. En el tacto y en el gusto
comienzan la lujuria y la gula; así que, pues el demonio solamente obra en los sentidos y en la
fantasía, donde tienen principio todos sus engaños, bien parece que podrá muy poco contra el
varón recogido, cuyo primer intento es subir sobre las cosas sensibles que se pueden imaginar.
Los que siguen cualquier vía que sea, allende de su principal ejercicio, han de buscar alguna
manera de pelear; mas los varones recogidos con solo su ejercicio del recogimiento se escudan y
defienden del demonio; el cual es una guarda continua del corazón, donde se retraen, dejando
fuera burlados los enemigos; hacen como el erizo, que viendo venir los perros no tiene otro
mejor remedio que recogerse y encerrarse en sí mismo, en tal manera que ni sabéis do tiene los
pies ni la cabeza; y visto de esta manera, no saben los perros por do entrarle, sino quédanse
burlados; y así los que se retraen al corazón vencen fácilmente al demonio y lo dejan burlado;
empero enciéndese tanto algunas veces su rabiosa ira viendo que luego a la puerta le
contradicen, que con grandes golpes y espantos y aparecimientos se trabaja de contradecir al
hombre cuando por otra vía no puede.
La misma visión del demonio no espanta tanto a los de buena intención como decirles que en
este camino de la oración mental hay muchas tentaciones carnales figuradas en las serpientes
que hallaron los hijos de Israel (Dt 8,15) en la soledumbre, que sólo su resollo quemaba; y es la
lujuria que el demonio enciende, cuyo soplo, como dice Job, hace arder las brasas.
La tentación que es común a todo ejercicio, mal parece aplicarla solamente a uno por lo
infamar, ca, según dice Gersón, y también la experiencia da de ello testimonio, muchas veces
sobrevienen torpes pensamientos a los que piensan en la sacra pasión; y aquejan tanto que no
dejan mirar libremente la imagen del Salvador, antes hacen creer al hombre simple que ya debe
estar condenado por pensar aquello. Empero, el varón discreto búrlase de aquellos mosquitos
de Egipto y prosigue en su buen ejercicio.
Bien sabemos que hay en el recogimiento las tentaciones ya dichas; empero no por eso deja de
ser bueno y santo, ca si el ser tentado fuera cosa mala, el Señor nos enseñara a pedir que no lo
fuéramos; mas no nos manda que pidamos, sino que no fuésemos vencidos; suplica que no seas
vencido, y si padeces, conoce que, según dice San Bernardo, no es pequeña parte de bien
padecer males. Mira tú que no eres tentado si te deja el demonio por asegurarte, ca muchas
veces fueron con pequeña ocasión vencidos los que no habían sido tentados, y los que lo habían
sido salieron vencedores; y conoce la misericordia de Dios, el cual, viendo tu flaqueza, no lo
permite, ca luego serías vencido. Y pues Dios es fiel, piensa que a la mayor tentación da mayor
socorro, si por se llegar a Él incurre hombre en la tal tentación provocando al enemigo,
envidioso de los que suben a la paz que él perdió.
El que tiene la víbora en el seno, aunque esté adormida, no se debe asegurar, porque con un
poco de calor torna a vivir y muerde aun a San Pablo. Si entonces, como dice San Jerónimo,
más mañosamente nos combate el demonio cuando menos lo sentimos, claro está que nunca
nos deberíamos asegurar ni decir que no somos combatidos, pues que el demonio nunca
duerme.
Parece no pertenecer a la Iglesia militante el que se alaba que no es tentado, como si dijese de sí
una cosa loable, porque ella, según dice San Gregorio, aun sufre al jebuseo, por que el ánima
sienta de sí cosas humildes viendo que no acaba de vencer las pequeñas. Jebuseo quiere decir
acoceador, y es el cuerpo carnal que el ánima sufre siendo de él agraviada; empero, aunque este
nuestro hombre exterior se corrompa, el hombre de dentro se renueva de día en día (2 Cor
4,16-17), y el breve trabajo obra en nosotros eterno peso de gloria, porque contemplamos las
cosas invisibles. Dios y el demonio y la carne y los hombres suelen tentar al varón devoto según
aquello (Dt 8,14-15): Un caudillo fue el Señor en la soledumbre grande y terrible, donde había
serpiente que con su flato quemaba, y alacrán y áspide sedienta, y en ninguna manera había
aguas. El ser Dios nuestra guía y llevarnos adonde no hay agua parece que nos tienta, aunque su
tentar es diferente de los otros, porque nunca tienta a mala fin, sino a buena. Y por tanto, según
dice un doctor, su tentar no es sino promovernos y subirnos a cosas mayores, ca pone a mayores
encuentros a los que más ama, por que merezcan mayor corona; y por esto es lícito desear
hombre ser tentado de Dios, y no es bien desear ser tentado de otro alguno.
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