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Entre las otras causas porque el varón contemplativo se compara al águila, es una principal
aquella que escribe el santo profeta, diciendo (Dt 32,11): Es así como águila que provoca a
volar sus hijos, extiende sobre ellos sus alas volando encima de ellos muchas veces. El que
sabe subir en alto por el vuelo de la contemplación y pone en las alturas el nido de su
recogimiento, no es razón que olvide los que acá en lo bajo quedamos, sino que nos
provoque a volar; pues tenemos para ello habilidad y deseo, razón es que extienda sobre nos
sus alas, mostrándonos las maneras que él tiene en el volar; y si no bastare una vez, sea
muchas; porque los muy nuevos deben ser muy informados, mayormente para tan alto vuelo
como es el del recogimiento, donde acaece subir tanto que se pierde el contemplativo aun a
sí mismo de vista, como el que decía no saber si estaba en el cuerpo o fuera de él (2 Cor
12,2).
A la cual cumbre y altura debe el contemplativo, como el águila, provocar a que los otros
vuelen, siendo en ello tan solicito como el águila para que sus hijos vuelen, cuando los siente
para ello aparejados. Y débelos provocar y volar sobre ellos, que es enseñarlos por palabra
y por ejemplo; porque no basta provocar de palabra si falta la obra, que mueve mucho más; y
también posar sobre ellos es exceder a los que enseña, porque sea el maestro sobre el
discípulo y no al revés, sino que vuele más para que por oración vaya adelante a les aparejar
favor de aquel a quien todos vuelan; porque de esta manera habrá muchos enseñados en el
arte de volar; lo cual todos debemos desear y procurar con todas nuestras fuerzas, según lo
amonesta nuestra letra diciendo: Harás maestros a todos y, amándolos, huye a uno.
Esta letra tiene dos sentidos, según los cuales su glosa tendrá dos partes. El primer sentido o
declaración quiere decir que con nuestra buena doctrina y ejemplo hagamos a todos los otros
maestros, enseñándolos en el arte del recogimiento si lo hubiéramos aprendido; y amando a
los que así hubiéremos enseñado con amor especial, nos vamos huyendo a uno que sobre
todos es maestro en los cielos; en tal manera que no echemos todo el tiempo en enseñar
apartándonos de la escuela interior y secreta, adonde Dios enseña al ánima, ca no debemos
ser como unos letradillos, que, siendo enseñados en una ciencia, se apartan de los estudios
por la ir a enseñar a otros y no aprenden ellos otras cosas que les faltan; no así nosotros,
sino que enseñando a los otros aprendamos en el continuo estudio del recogimiento cosas
mayores, al cual debemos huir.
En el segundo sentido o declaración querrá decir nuestra letra a cada uno de los que siguen
el recogimiento que aprenda de todos, teniéndolos por maestros de alguna singularidad o
especial virtud que viere en cada uno digna de ser imitada, y en lo demás se aparte de todos,
no dejándolos de amar, y vaya huyendo a uno que debe elegir en único maestro para que le
enseñe este camino; y no debe tener con todos comunicación, sino que los imite en lo bueno
que viere, y no dejándolos de amar, se vaya a guarecer y amparar a uno que sea tal cual
conviene, al cual se debe dar sujeto para ser de él cumplidamente y con mucho amor
enseñado; y, por tanto, te dice que vayas huyendo, porque si vamos huyendo a alguno,
esperamos ser de él guarecidos, y favorecidos, y amados y recreados.
La causa que principalmente me movió a escribir este libro fue por traer a noticia común de
todos este ejercicio del recogimiento; donde por esto puse en la letra esta palabra a todos, no
siendo aceptador de personas, sino enseñando a todos cómo se han de llegar al universal
Señor, que quiere ser de todos servido y tener con todos amistad; ca escrito está (Prov
8,1-3) que la sabiduría dulce y muy sabrosa llama y da voces a los hijos de los hombres, no
solamente en los montes altos, mas a las puertas y entrada de la ciudad, y en las plazas da
olor de suavidad.
Algunos, empero, hay que no sufren con igual corazón que tan delicado ejercicio se
comunique a personas envueltas en pecado y dadas a los deleites carnales y entremetidas en
los negocios mundanos, y dicen que mal puede pensar de Dios el que tiene la mujer .¡I lado.
Al que dijere aquesto le puedo responder que yo no escribo ni amonesto aqueste ejercicio
sino a los que guardan los mandamientos de Dios, sean quien fueren; y a los que no los
guardan les notifico que son obligados a los guardar, y si los guardan les doy por muy sano
consejo que sigan la oración y se aparten de las cosas ,pie los apartan de Dios, y vivan sin
reprehensión de corazón, guardando los santos mandamientos de Dios, en los cuales está
entera y muy cumplida salud; por lo cual se llaman mandamientos de vida, ca dan vida al
ánima y la constituyen en caridad perfecta, para que el amor que procediere de la voluntad,
informado de ella, sea más acepto para con Dios y merecedor de todo bien.
Y si alguno dijere que San Jerónimo dice no tocar la gracia del Espíritu Santo el corazón de
los profetas en el acto matrimonial, bien lo creo; mas en este ejercicio no tenemos intento a
ser profetas, sino amigos de Dios, lo cual pueden ser los hombres sin ser profetas, y
puédenlo ser siendo casados, y aun merecer en esto mucho delante de Dios, si es el que
debe, como lo son muchos; y, por tanto, no se les debe negar cualquier manera de oración
que disponiéndose quieran usar. Si cuando San Jerónimo dice no tocaba el Espíritu Santo al
casado profeta, pudiéralo tocar después cuando vacase a la oración. Ningún fiel cristiano
negará lo ya dicho, si no quiere negar con algunos herejes el sacramento del matrimonio, en
el cual, según tiene la santa madre Iglesia, comunica Dios su gracia a los que lo reciben
dignamente; y por eso lo llama sacramento, que es señal de cosa sagrada que en él se recibe,
la cual es la gracia interior.
Este santo matrimonio es orden, no de Santo Domingo, ni de San Francisco, ni de San Pedro,
sino orden de Dios instituida por la boca del Padre Eterno en el paraíso terrenal, apoyada
por su Hijo en Caná de Galilea, donde alegró los convidados por su nueva maravilla; es
confirmada del Espíritu Santo, que comunica su gracia en el santo sacramento del
matrimonio a los que sin pecado mortal lo reciben. Los que guardan los santos mandamientos
de Dios y son leales en el sacramento del matrimonio, en ninguna manera deben ser
apartados de la contemplación, si la quieren seguir, antes han de ser favorecidos; y los que
les aconsejan que no oren, no pienso que pecan menos que si les vedasen entrar en religión;
ni piense alguno que su intención lo salva, pues procede de ignorancia, que no excusa
pecado.
Son hoy día algunos como los que defendían y apartaban los niños que no se llegasen al
Señor cuando su Majestad pasaba por alguna calle, a los cuales reprehendió el Señor
diciendo (Mt 19,13-14): Dejad los pequeños venir a mí y no los estorbéis.
Anda, sin duda, el Señor con su santa inspiración por las calles y por las plazas buscando
muy especiales amigos, ca no se contenta con los que están encerrados, sino que también
quiere de los otros; según dice San Gregorio sobre los Cánticos (Cant 3,1-3): Los que
estamos encerrados debemos en espíritu salirlo a buscar, como hace la esposa; y esto
ponemos por obra cuando tenemos humildad para imitar algunas especiales virtudes que
tienen ciertas personas que ¡notan en el mundo mediante las cuales mora Dios en ellas.
Lo que hace a algunos dificultad, es aquello que comúnmente dicen de la bestia que era
mandada apedrear si se llegaba al monte; lo cual ellos glosan a su propósito, mas no bien;
pues que en el mismo capítulo (Ex 19,12-13) es también mandado apedrear el hombre que
llegare al monte; y a los sacerdotes también se veda que no se acerquen al monte; donde, así
como yerran en esta glosa, yerran en todas las autoridades de la Escritura y dichos de los
santos, que alegan para probar que los seglares no deben ser instruidos ni enseñados en la
oración mental, contra lo cual amonesta nuestra letra a todos los que han recibido este don
que lo comuniquen debidamente a todos los fieles cristianos que quisieren darse al santo
ejercicio; porque no creo que santo alguno, ni escritura auténtica, veda tal cosa, antes hallo
que el bienaventurado San Pablo no amonesta en sus epístolas otra cosa con más instancia
que inducir a los cristianos que oren y se den al santo deseo de las cosas divinales; y Cristo
nuestro Redentor a la pobre mujer samaritana enseña cómo había de orar en espíritu, según
oran los verdaderos adoradores de Dios; y le amonestó pedir del agua viva (Jn 4,14), que
era el espíritu que habían de recibir los creyentes.
No sea nadie como Simón leproso, que luego juzgue por pecadores a los que no se contentan
en la forma de su vida, porque Dios obra dentro en las ánimas que se convierten a Él otras
cosas secretas. Ana, la madre de Samuel, lloraba en el templo (1 Sam 1,10-20), mas Helí
burlábase de ella, juzgándola por muy entremetida en las cosas no convenibles; empero
venció la humildad, y valió más su breve y Ferviente oración que no los muchos años que el
viejo había gastado en el templo con mucha negligencia, por la cual él y los que por él
habían de ser doctrinados perecieron.
Sabemos que el publicano, aunque estaba apartado del altar y no osaba alzar los ojos al
cielo (Lc 18,9-14), miró Dios y se llegó a él, y tan llegado, que lo justificó para que
descendiese a su casa justificado; lo cual no hizo con el fariseo, aunque se quedó en el
templo haciendo gracias a Dios, empero no bien hechas.
No solamente recibe cada día Dios a los pecadores a penitencia, mas come con ellos el
manjar interior, dándoles a sentir el gusto de la contemplación, y muchas mujeres suben con
él de Galilea a la espiritual Jerusalén, que es la pacífica, y recogida oración; y no solamente
recibe a los que vienen, mas El los llama con sus inspiraciones para que vengan, y los
convida con su gracia para que lo reciban en la secreta morada del corazón; según parece en
Zaqueo y San Mateo, que fueron provocados a recibir a Dios del mismo Dios. Lo cual he
hallado por experiencia que hace Dios no menos ahora que entonces; ca sabemos que no oró
el Espíritu Santo sobre solos los apóstoles, sino sobre toda la casa, que tiene figura de la
universal Iglesia, en la cual a todos los fieles cristianos se comunica la gracia del Señor;
según la cual dice el bienaventurado San Bernardo, hablando en esta manera: ¿Por ventura es
solamente Dios de los solitarios? Mas antes por cierto es y de todos, porque de todos ha
Dios misericordia y ninguna cosa aborrece de las que hizo. Quiero que pienses que en toda
parte está sereno sino acerca de ti, y que juzgues peor de ti que de otro alguno.
El cristianísimo Gersón, no menos santo que letrado, por traer a noticia de todos la muy
recogida oración, escribió en su romance un libro que se llama Monte de contemplación, y
quísolo dirigir a unas hermanas suyas, por que no pensasen que fue su intento de hablar con
solas personas religiosas, mas que también quería ver subir al monte de la contemplación
personas seglares; y así yo no tengo intento en este libro de hablar solamente a personas
retraídas, sino a todas querría enseñar, y en especial a las personas que están en el mundo;
entre las cuales hay muchas deseosas de todo bien y que no les falta oportunidad, sino
doctrina particular para se informar cómo se deban llegar a Dios en secreta oración, lo cual
apenas declaran los predicadores, por estar tan ocupados en reprehender los vicios. No
quiero reprehender a los que amonestan muy poco la oración, como sea un solo remedio del
buen cristiano en sus grandes necesidades; y otros, si la amonestan, es por unos rodeos y
palabras de admiración que más espantan que convidan, y son más para retraer los ánimos
que para atraer los corazones. No hay cosa que la Escritura Sagrada amoneste más, ni que
los santos hayan seguido y predicado con más instancia, que es la oración; mas nosotros así
disimulamos con ella y la reprochamos, que aborrecemos a los que nos la amonestan.
La conclusión de esto es que ni aun los casados se deben desechar de la oración; empero, si
la quisieren seguir o darse a ella, han de mirar que les conviene, según dice el Apóstol (1
Cor 7,5), cesar por algún tiempo del acto matrimonial por vacar a la oración, que, según
dice la glosa, es elevación del ánima a Dios, la cual no se les niega a ellos.
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