CAPÍTULO III. CONTRA LOS ENEMIGOS DE LA ESPIRITUAL CONSOLACIÓN

Esta letra deben mucho notar los que atrevidamente osan decir que no hemos de buscar la divina consolación ni el gusto de las cosas espirituales; y la razón que traen para favorecer su dicho se funda en sospecha, diciendo que los así consolados aman a Dios por aquello que les da gustar y no por sí mismo.

Este dicho es forjado en la fragua del demonio, que suele falsear y menoscabar las piadosas intenciones de los siervos de Dios, y él muestra a los suyos que todo lo echen a la peor parte que pudieren.

Dicen también que nos detenemos en los medios, retardándonos del fin; lo cual deben retorcer a confusión suya, pues no han comenzado. No son éstos dignos de respuesta, pues que igualan la consolación espiritual con la mundana; y ambas dicen que son amor proprio, aunque no sé si buscarán otro nombre para la consolación que siente hombre en comer, la cual es necesaria para conservar la salud; porque, si el manjar no sabe bien, aprovecha poco; y no sé qué nombre pondrán a la lealtad matrimonial, si a la espiritual consolación dicen amor proprio, que, como San Agustín dice, es fundamento de todo mal, ca ninguno pecaría si no fuese por el amor proprio.

Decir que no debemos buscar la espiritual consolación y gusto interior, que es una dulzura y refrigerio que sienten los devotos cada uno en su manera; decir que esta consolación ni se debe buscar ni admitir cuando el Señor la da, o puede ser dicho diabólico o humano, y ambos a mala parte, porque el demonio suele buscar falsas razones con que aparte a los varones justos de los piadosos ejercicios; porque viéndolos fuera de la espiritual consolación los pueda atraer más fácilmente a la carnal, ca sabe él que, según dice San Gregorio, no puede el ánima permanecer mucho tiempo sin consolación; y tanto crece más la consolación carnal cuanto más se desminuye a la espiritual, según aquello de San Gregorio: Dulce cosa es estar en las consolaciones humanas; empero no a todos, sino al que no gustó las celestiales; porque cuanto menos entiende las eternas, tanto más deleitablemente huelga en las temporales. Según esto, me parece que mañosamente procura el demonio que te apartes de la espiritual consolación, que es pan del ánima, por que viéndote sin ella te pueda vencer más presto, desde que te halle en el desierto muerto de hambre, como halló David al criado del varón amalecita, y así te aparte más fácilmente del rigor de la virtud.

Puede ser también humano aqueste dicho que nos niega la consolación, ca suele acaecer que pierdan los varones devotos aquesta consolación por su culpa, habiendo admitido otra ajena; lo cual basta para que les sea quitada, según dice San Bernardo, y ellos por consolar la tristeza que suele sentir su ánima, seca como tierra sin agua, dícenle que no consiste la perfección en ser hombre consolado, ca esto es amor proprio, sino en padecer, como si tuviesen ellos tanta virtud como Cristo, que estando en la cruz aún se quejó por le haber sido quitada la divina consolación que solía sentir en la parte sensitiva, ni los apóstoles osaron salir de Jerusalén hasta que recibieron al Espíritu consolador.




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