CAPÍTULO II. DE CÓMO ESTA LETRA SE APLICA A LOS QUE COMIENZAN Y A LOS APROVECHADOS

Si a los principiantes aplicamos esta letra, pues de ellos se hizo mención, querrá decirles que tornen sobre sí tomando ánimo y volviendo a la pelea, no dándose por vencidos aunque se vean muy fatigados en este desierto.

Paren mientes los que comienzan que todos los principios son dificultosos, y que siete veces mandó Elías (1 Re 18,43-44) a su discípulo que contemplase la mar antes que lloviese, y hasta la postrera vez no pareció rastro de lluvia; ca primero conviene mirar la vida pasada muchas veces y derramar lágrimas amargas de dolor, para que después gocemos de las dulces y celestiales, que no se dan de ligero sin que primero tengamos el silencio que, según dice una glosa sobre Isaías, se toma por la paciencia, y a la paciencia que a los tales es necesaria se ha de juntar la esperanza de salir con algo mediante Dios, ca esta obra no es de hombres, ni sus fuerzas de ellos bastan a esto, si el Señor no extiende su mano para hacer silencio, por que oigamos a su Majestad, según aquello (Hch 13,16): Levantándose, con la mano anunciaba solemnemente silencio.

La mano de Dios es su favor que nos hace tener quietud y oír lo que Él sin ruido de palabras habla a nuestro corazón, según aquello del salmo (Sal 84,9): Oiré lo que hablare en mí el Señor Dios, porque Él hablará paz sobre su pueblo, y sobre los santos suyos, sobre aquellos que se convierten al corazón.

Otra traslación dice en este lugar que habla Dios paz sobre los que se tornan a Él, dando a entender que es tanto tornarse hombre al corazón como tornarse a Dios, pues para esto se recoge y torna sobre sí. No pueden entender cuán buena sea esta letra sino los aprovechados en este ejercicio, y éstos de verdad tornan mucho sobre sí, porque tienen muy gustado a Dios, que los adormece y quieta obrando paz en ellos, porque ésta es su habla de paz, ca el hablar de Dios obrar es de mucha eficacia. Entre nuestra palabra y nuestra obra hay mucho; mas entre el hablar y obrar de Dios ninguna cosa media porque su palabra de Él tiene todo poder, y a Él es tan fácil el obrar como a nosotros el hablar, y aun mucho más porque nosotros no podemos hablar sin que recibamos alguna mucha mutación, y Dios permaneciendo inmutable obró todas las cosas.

Tienen los aprovechados una manera de obrar dentro de sí espiritualísima, que se hace con sólo tornar hombre sobre sí y estar consigo mismo; de la cual operación se puede decir aquello del Apóstol (2 Tes 3,12): Rogamos en el Señor Jesucristo que obrando con silencio coman su pan. Estos tales más obran en Dios que en sí mismos, el cual les es pan de cada día, que más les pone hambre que fastidio (Eclo 24,29). Lo que más deben hacer estos que obran en tornando sobre sí es guardar silencio de corazón para comer más en paz, y luego avivar la esperanza de más gustar su gracia; ca estas tres cosas deben hacer: lo primero tornar sobre sí del descuido que tenían, y parando mientes al corazón, callen de dentro, y guarden profundamente aquel divino silencio que guardaban los discípulos con el Señor después de resucitado a la ribera del mar (Jn 21,12); y lo tercero remueven en sí actualizando y avivando la esperanza de su gracia, para que puedan decir (Sal 4,9): En paz y en él mismo dormiré y holgaré, porque tú, Señor, singularmente me constituiste en esperanza.

Conforme a esta letra pone Isaías casi lo mismo cuando dice (Is 30,15): Estas cosas habla el Señor Dios santo de Israel: Si os tornareis y tuviereis quietud, seréis salvos; en silencio y esperanza será vuestra fortaleza. En mucha estima tuvo Isaías estas palabras, pues quiso antevenir a los que las oyesen apropriándolas al Señor Dios santo de Israel, de lo cual no había necesidad, pues sabemos que Él habla por la boca de sus profetas; empero quísolas encarecer de aquella manera por nos avisar que aquellas palabras hacían más a nuestro caso y eran más de notar entre otras muchas que el Espíritu Santo le inspiraba, por que así las imprimiésemos más en nuestra memoria.

Este silencio de que habla Isaías dice la glosa interlineal que ha de ser en reposo, y que la esperanza ha de estar muy fija en Dios, porque según dice Jeremías (Lam 3,26): Bueno es esperar con silencio la salud de Dios. La letra que antepone Jeremías a esto en su Tercer Abecedario quiere decir barrer o limpiar con escobas, porque este silencio con que callamos delante de Dios, que sabe lo que es menester, no es sino como un limpiar la casa de su morada, lo cual debemos hacer a ejemplo de David, que dice (Sal 76,7): Estaba meditando de noche con mi corazón, y ejercitábame y barría mi espíritu.

La meditación, según dice Ricardo, tiene su intento en una cosa con perseverancia, y podríamos decir que hay dos maneras de meditación: la una tiene intento a cosa criada y la otra a cosa increada, como es aquesta de que habla aquí David; y esta segunda meditación será una aplicación vehemente del corazón a Dios con intento a solo él. Esta meditación no trata cosas que se puedan platicar; y por esto no dice David lo que meditaba, mas dice que era de noche, la cual en otra parte dice que es su alumbramiento en sus deleites, y esto porque en este secreto recogimiento y aplicación del intento sólo Dios se deleita secretamente el ánima por una manera muy manifiesta a sí misma, y de aquí la llama alumbramiento, y porque no puede explicar ni declarar esto a otros, la llama noche.

Dice más David: que meditaba con su corazón; porque la meditación que se ocupa en las cosas criadas es en el corazón; empero ésta más alta es con el corazón que todo se aplica a Dios. De lo cual se podía poner ejemplo en el pobre que callando se pone delante del rico, mostrándole su necesidad más por obra que por palabra; y también se pone ejemplo en el perrillo que se pone delante la mesa muy vivo y muy atento coleando, alzada la cabeza, que parece todo él por obra demandar lo que ha menester. Y no te maravilles que compare el orador al perrillo, porque, si bien miras en ello, apenas hay cosa que más declare aquesta manera de orar, ca no sin misterio dijo la cananea, gran oradora, que los perrillos comían de las migajas que caían de la mesa de sus señores. Y para mientes que el perrillo cuando está a la mesa se pone muy atento y vivo, que parece querer saltar en ella; y allende de la atención suele dar una manera de gemidos para que miren lo que demanda; y de esta manera cuando tú te llegares a la mesa de la oración, que San Francisco llama tabla redonda de sus frailes devotos, y en la Escritura se llama mesa purísima que está muy proveída delante del Señor (Lev 24,6), cuando te llegares a esta mesa donde cena el Señor con los suyos, dejando, como el perrillo, todas las otras cosas, ven con gran codicia y deseo como otro Daniel (Dan 9,3); y a manera de perrillo todo tu hombre interior y exterior has de ordenar con gran atención y vivez al que está sentado en esta mesa, que es Dios; y has de guardar silencio, que es muy anejo y conviene mucho a la mesa; y si no te dieren luego lo que demandas, levántese o álcese la esperanza con algún gemido y voz secreta de corazón, que callando por palabra demanda por obra, ca escrito está que no afligirá Dios de hambre al justo.

Lo que más dice David es que se ejercitaba, porque este negocio quiere uso, y barría su espíritu, lo cual declarando la glosa dice que purgaba su ánima; y tanto que ningún polvillo de pensamiento humano quedase en ella que con el manojo de los santos deseos, que son la escoba, no fuese de allí lanzado.

Las cosas ya dichas quiso también sentir el abad lsaac declarando la manera con que Cristo nos manda orar en esta forma: Dentro en nuestra cámara suplicamos cuando quitamos nuestro corazón de todo ruido de pensamientos y cuidados totalmente, y en una manera secreta y familiar decimos a Dios nuestros ruegos. Oramos cerrada la puerta cuando, encogidos los labios, con todo silencio suplicamos al escudriñador no de las voces, sino de los corazones. Oramos en escondido cuando solamente con el corazón y con atenta ánima a solo Dios manifestamos nuestras peticiones; en tal manera que ni las adversas potestades puedan conocer la manera de nuestra petición, por lo cual es de orar con sumo silencio.




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