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Poca cosa es a los que quieren ser perfectos sacar de las cosas ya dichas el amor, pues que no
alcanzarán la cumbre de la perfección hasta que saquen el amor de las mismas virtudes que
obran y lo pongan en Dios para que vivan en solo amor, como la palomita que sale del gusano
de la seda al fin de su obra, la cual se mantiene de solo amor, no se curando de otra cosa alguna.
Apenas se puede en muchas palabras entender este punto, y aun los obradores de él apenas
miran en ello cuando lo obran; ca por la atención grande que al airar ponen no paran mientes a
las otras virtudes que hacen, porque todo les parece poco sin amor.
Los principiantes ponen gran vehemencia en callar y ayunar y rezar y andar mal vestidos; mas
los perfectos en tal manera obran esto, que no ponen en ello su afección, ni lo echan de ver, por
mirar a sólo el amor, que es más alto, según lo cual decía una persona espiritual que era
pequeña parte de la perfección ver el hombre que obraba obras de virtud.
Si fuesen dos hombres que volasen, y el uno, sin se detener ni mirar a lo bajo, volase en alto, y el
otro, alzándose de tierra, abajase los ojos parando mucho mientes en el espacio que había
volado, y tanteándolo en su memoria se ocupase algo en lo de dentro, claro está que sería en
esto menos perfecto que no el otro, que mirando adelante solamente echa de ver lo que le
queda por volar y no cura de lo que ha volado.
El que quisiere pensar bien en este ejemplo verá cómo ha de sacar el amor de las virtudes y
ponerlo en el alto Dios, al cual volamos; porque el Filósofo tomaba por fin suyo la misma
virtud; mas el cristiano solamente lo toma por instrumento para venir al perfecto amor de Dios,
y no busca las virtudes por el placer que hay en solas ellas, sino porque sin ellas no puede
alcanzar el perfecto amor de Dios, que es nuestro fin.
Estas cosas que hemos dicho quiso sentir el bienaventurado San Jerónimo cuando sobre
Ezequiel dice (Ez 28,13), hablando de las piedras preciosas con que estaba adornado el rey de
Tiro, que, según la glosa ordinaria, son virtudes entendidas en espíritu, de las cuales dice este
doctor: Aquéstas son las margaritas de los profetas y de los apóstoles, que todas se venden para
que se compre la preciosa margarita que tiene siete ojos; esto es, las siete gracias del Espíritu
Santo. No dice aquí este doctor que se han de vender las virtudes porque las hemos de lanzar
de nosotros, como decían los begardos; sino que para alcanzar la perfecta caridad hemos de
quitar de ellas el amor y ponerlo en Dios, que es más precioso que toda virtud; así que
poseyéndolas a ellas pongamos los ojos del corazón en el solo amor de su Majestad.
Hay algunos que se paran a contar por menudo las fatigas y trabajos que padecen en la religión,
y aun a mí me han dicho que no es posible que Dios dé dos infiernos a los frailes: uno en este
mundo por la áspera vida que sufren, así en el comer como en el vestir y calzar y dormir y hacer
siempre voluntad ajena, y no tener día a su entera voluntad, trayendo, mientras viven, a cuestas
el yugo áspero de la obediencia, que pesa mucho si lo pone algún malmirado.
A estas cosas que uno me relató respondí: Muy bien decís si Dios nuestro Señor comenzase por
ahí, tomando primero en cuenta eso que vos habéis contado primero; mas no comienza Él por
lo de fuera, sino por lo de dentro, y aun en lo interior primero habla con el corazón, y en el
corazón lo primero que mira de las cuatro pasiones de él es el amor, ca según está escrito (Ez
8,16), Él manda que comiencen desde su santuario, que es el corazón, en el cual mora El por
amor, donde así se toma la cuenta como se dieron los mandamientos; lo que Dios primero nos
manda es amor; y por allí comienza a juzgarnos, tomando después en cuenta todo eso que
habéis dicho si del tal amor procede, el cual si falta, todo es perdido; ca, según dice San
Gregorio, ninguna verdura tiene ni frescor, el ramo de la buena obra si no se enjere en la raíz de
la caridad.
Ítem, debemos sacar amor de los pecados que hemos hecho, pesándonos de ellos por el amor de
Dios que allí se quebró, y porque pasó aquel tiempo sin amor al Señor que tanto nos ama, el
cual para que le amemos nos espera a penitencia.
Aun del infierno podemos sacar amor, pesándonos más de la falta del amor de Dios que tienen
los que están allá que de las penas que sufren, y por esto principalmente lo huyamos.
Podemos también sacar de toda cosa el amor, si tanto más la amamos cuanto más se compadece
el amor de Dios con su amor, teniendo objeto a no admitir cosa alguna que nos impida el amor,
y darnos más a lo que más induce al puro amor del Señor, obrando siempre por más amar y ser
más agradables a su Majestad.
Los que bien miran en ello dicen que el amor es como fiel o lengüeta del peso, que es nuestro
corazón; y este fiel, que es el amor, si es verdadero, no se debe inclinar más a las tribulaciones
que a las consolaciones, mas hacer a todas buen rostro y a todas llamarlas mercedes del Señor;
aunque de verdad, si el amor es verdadero, de mejor voluntad se ha de inclinar a las
tribulaciones que a las consolaciones, porque es cosa más segura en este mundo padecer que
gozar; y el amor más fiel se muestra padeciendo que gozando, como el caballero, que en la pelea
muestra quién es y no paseándose entre las damas.
Cuando Dios nos da consolaciones muestra que nos ama, y cuando nos da tribulaciones quiere
ver si lo amamos; y por esto es sano consejo recibir todas las cosas de Dios para sacar de ellas el
amor, esto es, pensar que son pruebas en que el Señor quiere que se pruebe nuestro amor; y de
esta manera, cuando nos consuela pensemos que nos da el gusto para ver si nos aproximaremos
más al don que al dador, y que su intención es para que más lo amemos.
Y no sólo debes de tus obras sacar amor, mas también de las ajenas, amando al Señor en los
bienes de los otros; ca el amor es como abeja, que de toda flor saca miel para su colmena; y así
el amor, con sólo agradarse y tomar complacencia en el bien ajeno lo hace suyo, y como proprio
sacrificio lo ofrece al Señor. Donde San Gregorio dice: Nuestros son aún los bienes que no
podemos imitar, mas amárnoslos en los otros; y también son hechos de los amadores los bienes
que en nosotros son amados; y de aquí deben los envidiosos pensar de cuánta virtud es la
caridad, que hace nuestros sin nuestro trabajo los trabajos ajenos. Sin trabajo y sin temor nos
hace el amor poseer los bienes ajenos, porque en nuestros bienes siempre tenemos la vanagloria,
lo cual no acaece en los ajenos; y no debe alguno dejar de creer que el amar las buenas obras en
los otros nos hace señores de ellos, pues que el amar los pecados ajenos nos constituye
pecadores.
También es cosa de mucha utilidad pensar que todas las cosas que los otros hacen, si no son
manifiestamente malas, proceden de amor de Dios, para que así de toda cosa saquemos amor,
porque, según dice San Dionisio, todas las cosas que hace nuestro Señor Dios, así con los
buenos como con los malos, las convierte al amor de su Majestad; y nosotros hemos de hacer lo
mismo en cuanto fuere posible, contemplando en todas las cosas, como nuestra letra dice, el
amor.
Puedes también sacar el amor de Dios de todo parentesco y de todo oficio; ca si bien miras en
ello, el amor de Dios es tu padre y tu madre y tu hermano y tu pariente y tu perfecto amigo,
pues te hace mejores obras que todos éstos, y Él guarda los hombres, y anuncia cosas grandes, y
tiene cuidado de los príncipes, y reprime las potestades de los demonios mejor que cualquiera
de los ángeles, cuyos oficios ejercita.
Ítem, puedes sacar por otra vía de todas las virtudes el amor si lo contemplas en ellas, ca Él
ayuna con la abstinencia, y es casto con la virginidad, y dadivoso con la largueza, y así ejercita
por una manera espiritual lo que las otras virtudes.
Ítem, debes sacar amor de todas las cosas, refiriendo a ti las mercedes hechas, o a otras con las
cuales te debes alegrar, pues son hechas por los que son miembros de Cristo, que también es
cabeza tuya; ca como se alegran los ojos en su manera de ver calzados los pies y adornados los
otros, y la boca hace por ello gracias, te debes gozar con el bien de todos, y pensar que lo
recibes tú y que eres por Él deudor de amor a tu Señor Dios, que con sólo amor quiere ser
pagado. Conforme a esto dice San Crisóstomo: Ésta es afición de siervo fiel, que los beneficios
de su Señor, que comúnmente son dados a todos, los repute y tenga como si a él solo fuesen
concedidos, y como si él fuese deudor de todos y por todos él solo fuese obligado.
Puédese también la presente letra ejercitar muy dulcemente si, cada vez que viéremos alguna
falta en los terrenos amigos, volvemos a Dios nuestro pensamiento a considerar cómo en Él
nunca hallamos la tal falta ni menoscabo de amor que hallamos en los hombres; y en el tal
pensamiento debemos ablandar el corazón con hacimiento de gracias a nuestro muy fiel amigo y
Señor, que jamás nos faltó ni faltará; en tal manera que pensar esto sea como una confirmación
de nuestro amor a Dios, añadiendo como nuevo nudo a los lazos de la caridad que antes con Él
teníamos; y como estas faltas que en el amor de los hombres hallamos sean muchas, también
muchas veces nos podremos tornar mediante ellas a Dios, para de nuevo lo amar. Y de esta
manera, por la frecuentación repetida del amor, se arraigará en nosotros y se hará más intenso el
hábito y costumbre de amar al muy amable Dios nuestro, cuyo amor hallaremos incluido en
todas las cosas; porque si en todas es de bendecir, también en todas es de amar.
Cada cosa que viésemos había de ser estrella que por amor guiase las tres potencias del ánima a
Dios, y toda cosa se debe referir al amor de Dios, pues que el amor suyo les dio ser a todas; ca
con sólo amar que fuesen, las crió para que lo amasen. Ningún sonido llegue a los oídos del
amigo ferviente que no renueve en el amor, porque cada campana y cada instrumento y cada
canto que oye piensa que le dice de parte de Dios: Yo amo los que me aman. No sólo de las
criaturas, mas del amor que les tenemos podemos sacar amor; de esta manera: Viénete al
pensamiento que fulano te ama y te hizo tal beneficio, y dice bien de ti, o te desea ver; entonces
de suyo sale el amor a regradecer aquello y pagarlo mas si tú quieres ser avisado, vuelve la
consideración a Cristo, aplicándole señaladamente aquella causa que movió tu amor y como
Cristo sea a nosotros todas las cosas, imposible es no hallar en Él mejor que en otro lo que nos
despierte el amor.
Esto que he dicho has de notar mucho si quieres aprovechar. Aun de los pecados ajenos
podíamos sacar amor y causas de amar; porque si el mundano ama su amiga, ¿por qué no amaré
yo la mía, que es la divina sabiduría? Si aquél, por el feo amor que lo convida, se deleita en cosas
pésimas, ¿por qué no me alegraré yo en cosas santísimas?
Desde que miro a la diestra y a la siniestra, delante y atrás, lo alto y lo bajo, hallo ser muy
verdadero aquello de Ricardo que dice: Sin duda que el entero amador de Dios dondequiera
que se vuelve halla familiar amonestación de amor; de las cosas que ve hace espejos, y de todo le
resulta la memoria de su amador; mira todo lo que crió, y a qué fin, y en todo no tan admirable
cuan amable le ocurre Dios; y por las arras del amor que antes le dio juzga sabiamente cuán
grandes sean las cosas que le guarda para dote principal.
De la diestra y de la siniestra sacaremos amor, si conocemos que la prosperidad y adversidad
son espuelas que nos pone Dios para que corramos más de ligero la carrera de su amor. De lo
trasero y delantero sacas amor cuando, por ver el tiempo pasado mal aprovechado, y el por
venir incierto y breve, te esfuerzas a redimir lo que de la vida queda con más fervor. De lo bajo
y de lo alto sacas amor cuanto te sirves de la vida activa y contemplativa para te probar si amas,
y los pecadores te son cautela y los justos ejemplos.
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