CAPÍTULO II. DE DOS MANERAS DE RECOGIMIENTO

Si pudiese el hombre hincar los ojos del ánima derecha fácilmente en Dios, poca necesidad tendría de esta letra; mas diría con el salmista: Mis ojos siempre están al Señor levantados (Sal 24,15).

Empero, los que no tenemos ojos aguileños para mirar el sol sin pestañear, es menester que hinquemos en la tierra los ojos corporales, para que los del ánima se puedan recoger a Dios. Para que mejor entiendan los varones recogidos el aviso que en esta letra se les da, deben saber que para más aprovechar les es necesario que tengan dos maneras de recogimiento: el uno ha de ser general y el otro especial. El primero consiste en un aviso que debe el hombre siempre tener sobre su corazón, como quien trae continuamente la rienda del caballo desbocado en la mano encogida para lo retener; así que este recogimiento general es un andar el hombre continuamente sobre el aviso trayendo apaciguado el corazón y teniéndolo cerrado, y andar sin cuidado de cosas humanas; porque la primera piedra que se ha de poner en el edificio del recogimiento es una vacación espiritual, en la cual conozcamos que nuestro corazón no tiene que hacer sino llegarse a Dios.

Esta vacación y reposo del ánima, aunque los prelados y las personas ocupadas no la puedan tan presto haber como los idiotas simples y que no tienen oficio ni cosas que los inquieten, no por esto los prelados y las personas metidas en negocios y haciendas son excusados totalmente de la contemplación; porque, si quieren tener tanta astucia y sagacidad en las cosas espirituales como en las corporales, todavía podrán aprovechar algo, aunque no podrán tener tan por entero el recogimiento general y la continua vacación del corazón, que es una mesura y serenidad del ánima que está sosegada como en calma, trayendo siempre una honestidad y concierto disciplinado consigo en lo de dentro; para lo cual necesariamente ha de recoger el hombre también lo de fuera, porque lo uno ayuda a lo otro.

Y si hicieres algunas cosas manuales, no has de dejar el recogimiento; mas tenerlo en ellas todo lo que fuere posible en lo de dentro y en lo de fuera, conservando en ti una continua mortificación, la cual si por uso creciere tanto que te halles torpe en las cosas que hicieres y las olvides y no las sepas tan bien como antes. Y aunque algunas veces te halles totalmente inútil para las cosas de fuera, que parezca haber perdido la astucia humana, y no sepas encender una candela, ni hacer fuego, ni aun rebanar un poco de pan, sino que hayas de rogar a otros que hagan lo que a ti te fuere encomendado, no por esto te maravilles ni ceses de guardar el recogimiento general, ca es aquél un estado por donde pasa el ánima para después ser en todo sabia.

El recogimiento especial es cuando te retraes en secreto a orar bien al Señor en silencio, dejando enteramente toda otra ocupación y negocio para solamente darte al recogimiento entero sin repartir tu cuidado en otra cosa; y entonces debes pensar que estás muerto en cuanto a todas las otras cosas, y que no pertenecen a ti ni tú a ellas; y ruégales y mándales que te dejen todos, como si nunca te hubieran conocido, diciéndoles a todas: Idos de mí, que no soy yo el que buscáis, ni por ahora os quiero ni me queráis; baste la fatiga que me dais en los otros tiempos, ahora dejadme enteramente.

En este recogimiento especial te has de retraer en el corazón y apartarte de todas las cosas criadas por espacio de dos horas: la una antes de medio día, y la otra después en el tiempo más sosegado que hallares; y si tienes lugar de te retraer en secreto a orar por más espacio, tanto mejor; mas si aun no puedes tener dos horas de recogimiento especial, sea, a lo menos, una, bien aprovechada, cuando estuvieres menos ocupado, repartiéndola según vieres. Este recogimiento especial pueden seguir los prelados, y deben, según diremos en otra parte; y entrambas maneras pueden tener los señores y caballeros y ricos hombres del pueblo cristiano.

Dejemos el pueblo mundano aparte, porque no tiene parte en Israel, ni son para recogerse sino en el infierno, donde serán a haces recogidos para hacinas con que se encienda el fuego sempiterno; mas los señores y caballeros y ricos hombres del pueblo cristiano que viven sin pecado mortal, tanto mejor lo pueden seguir cuanto tienen más tiempo desocupado y son más apartados de los trabajos humanos y necesidades que suelen tener los pobres, las cuales los desasosiegan y atormentan. Y si estos de que hemos hablado tienen cuidado de regir sus haciendas y vasallos, claro está ser pequeño este cuidado, pues que descargan con sus oficiales y hacedores, y que para los demás les bastan dos o tres horas cada día, y el otro tiempo gastarlo en darse a Dios y recoger sus ánimas. De lo cual les demandará Dios tanto más estrecha cuenta cuanto ellos tienen más oportunidad para lo hacer, y entonces sentirán mis palabras, las cuales aun no hubiera hablado a todos los que son buenos cristianos, si en algunos no hubiera visto cumplido largamente mi consejo; y Dios me es testigo, el cual sabe que no miento, ca he visto mercaderes de grandes haciendas y negocios que, viviendo sin pecado mortal, tomaron por principal cosa el recogimiento del ánima, y aprovecharon tanto en él, que yo me espantaba y alababa con todas mis entrañas al Señor, que no es aceptador de personas, sino de corazones dispuestos para su gracia.

He puesto verdadero ejemplo en los mercaderes, dejando todas las otras maneras de personas seglares, porque, viendo la cosa cumplida en quien parece haber más repugnancia y contradicción, creamos ligeramente que mejor se cumplirá en las otras personas que no son tan entremetidas en diversos negocios que las aparten de aquéste, que al verdadero devoto debe ser sobre todos; y por que las personas religiosas miren sobre sí, pues que les va tanto en ello, y conozcan que muchas veces ocupa tanto el corazón un negocio que no importa un real como otro que importa mil ducados, porque esto va en la estimación nuestra y no en las mismas cosas. Y si tenemos buena estimativa para conocer y elegir las cosas, debemos estimar por arena menuda todo oro, y la plata como lodo ha de ser reputada, lo cual hacen los que quieren trocar su oro y plata corruptible por las cosas incorruptibles de Dios, atesorando tesoros en el cielo; tras los cuales envían el corazón para lo poder mejor recoger, porque el rico que endereza su hacienda a servir con ella a Dios y a su ánima lo más que pudiere, según dice San Ambrosio, no siente impedimento para se llegar a Dios; porque, si tiene riquezas en abundancia, no llega a ellas, sino a Dios, su corazón.

Las dos maneras de recogimiento que viste te son muy necesarias si quieres aprovechar en este camino. Unos dicen que es más necesario el recogimiento especial; otros, que el general; empero a mí me parece que de entrambas maneras debes tener mucho cuidado; aunque primero de la general, porque se ordena para la especial, porque tal te hallarás en la oración especial cual fuera de ellas te conservaste; y para que mejor puedas guardar el recogimiento general, para mientes al consejo de nuestra letra, que te dice que quites de ti estorbo y señala una singular manera para lo quitar, diciéndote que hinques en tierra los ojos, porque, como ellos sean puertas más cursadas de nuestra ánima, en ellos has de poner más guarda.

No te dice que solamente los pongas en tierra, sino que los hinques en tierra estando mirando de hito, como unos hombres que están olvidados y cuasi fuera de sí, que sin mudarse están embelesados. Algunos se hallan mejor para el recogimiento teniendo cerrados los ojos; empero, porque han menester de evitar el decir de la gente, es mejor que estando entre otros hinquen con atención los ojos en la tierra, poniéndolos en el suelo, en alguna parte que no tenga diferencia o tenga poca, para que así sea menos inmutada la fantasía interior teniendo dentro menos imaginaciones; y así, aun hablando entre muchos podrás estar muy recogido, si, como dije, tienes los ojos bajos y seguros en un lugar, y cuanto el lugar fuere más oscuro y prieto, tendrás la vista más cogida y así el corazón menos derramado, ca, según está escrito, el ensalzamiento de los ojos es dilatación del corazón, y, por el contrario, el recogimiento de ellos es unión del corazón, para que tenga más esfuerzo estando más unido en sí mismo para mejor llegarse el hombre a Dios, y también de esto que hemos dicho se puede entender aquello que aconseja el Sabio diciendo (Ecl 11,9): Anda en las vías de tu corazón y en el miramiento de tus ojos.

Aquel anda en las vías de su corazón que trabaja siempre de andarse cogido, trayéndose muy sosegado el corazón consigo mismo, haciendo a manera de caracol, que doquiera que va lleva su casa consigo, y a manera de tortuga, que anda muy recogida debajo de su concha; empero, cuando a este tal fuere necesario hablar o negociar con alguno, debe permanecer en el miramiento de sus ojos, hincándoles en tierra con atención a sólo Dios y a su amor, para quitar muchos estorbos que de otra parte le pueden venir, ca de esta manera se podrá de él decir aquello del Sabio (Prov 20,8): El rey que se asienta en la silla de su juicio disipa todo mal con su miramiento. Rey, según la declaración del vocablo, quiere decir persona que rige, y es cada varón recogido que rige sus inclinaciones y deseos para mejor llegarse a Dios. Este ha de andar sentado en la silla de su juicio, que es el aviso y guarda que continuo ha de traer consigo, y con el miramiento en hito que tengo dicho disipa y destruye todo mal que de parte de los ojos le puede venir, el cual es mucho, porque las cosas que más dañan al recogimiento entran por los ojos, y el ánima se derrama por ellos a las cosas de fuera.

Puedes tomar ejemplo de este consejo que te ha dado nuestra letra en nuestro Redentor, el cual estando en la cruz inclinó la cabeza para enviar el Espíritu a su Padre celestial; y de esta manera, si tú quieres perseverar en la cruz de amor, que es el recogimiento, debes inclinar la cabeza e hincar los ojos en la tierra, para que así puedas libremente enviar más puro y desembarazado tu espíritu al Padre celestial, que mora en lo interior de tu corazón y quiere ser en espíritu adorado.




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