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Porque con algunas glosas cautelosamente buscadas presuman algunos destruir el texto que
arriba pusimos, donde la Sagrada Escritura nos amonesta que siempre oremos, es razón que
aquí pongamos brevemente algunas glosas que del texto no se apartan, para que convencidos
digamos que no queremos y no que no podemos, en lo cual hay gran diferencia; porque
diciendo que no quieres manifiestas tu flojedad, y diciendo que no puedes quieres te excusar y
quedar en salvo, mostrándote ser sin culpa.
La glosa de la epístola a los de Éfeso dice sobre aquella palabra (Ef 6,18): Orando en todo
tiempo, no a horas; donde favorece al texto y reprehende a los que se contentan de darse a horas
a la oración. Y sobre la epístola a los de Tesalónica se dice (1 Tes 5,17): Sin entreponimiento.
Esto quiere decir: Vivid juntamente y desead los eternos bienes, porque el justo nunca deja de
orar si no deja de ser justo; siempre ora el que siempre obra bien, ca el mismo buen deseo es
oración; y si continuo es el deseo, continua es la oración. Y la glosa sobre aquella palabra de San
Pablo (2 Tes 1,11): Oramos siempre por vosotros, dice: Por evitar el peligro del día del juicio,
siempre habíamos de orar. Y sobre la oración que era hecha por San Pedro dice (Hch 12,5): Así
habíamos de orar sin entreponimiento, según aquello: Mucho vale la oración del justo continua.
Y sobre la epístola de Santiago dice la glosa (Sant 5,16): Una de las condiciones que hacen la
oración digna de ser oída es. que sea perseverante. Y el gran chanciller de París dice sobre
aquellas palabras del Señor (Lc 18,1): Conviene siempre orar y nunca desfallecer. Siempre ora el
que tiene siempre los ojosa Dios, y el que siempre desea con piadosa y humilde afección.
De todas estas glosas no se saca sino lo que el texto suena, porque mudar la oración en deseo y
afección y levantamiento de los ojos a Dios no. es inconveniente; ca lo mismo es orar y desear a
Dios, y aun la perfectísima oración es desear a Dios.
En lo que dice arriba que el justo no deja de orar si no deja de ser justo, o quiere decir que es
propiedad del justo orar siempre, o que la misma justicia y bondad del hombre, que parece en
los hijos de Dios que es cuasi una imagen suya, tiene fuerza de oración acerca de Dios; así como
la representación del Hijo de Dios delante de su Padre es continua oración por nosotros.
Si hay otras glosas que declaren la Escritura de otra manera, en este caso será por dar favor a los
menos perfectos y quitarles el espanto que de tan perfecto consejo como es orar siempre se le
puede seguir; porque sin duda orar siempre es la cosa más dificultosa que hay debajo del cielo,
si bien se mira nuestra flaqueza de corazón y cuán de ligero perdemos la atención en una sola
avemaría; y si se mira el gran fastidio que de la prolija oración se suele seguir, y cómo nuestra
cabeza siente en orar mucho detrimento, y cómo no podemos tanto cuanto querríamos.
Vistas estas cosas y otras semejantes, claro está que el orar siempre nos esa par de muerte y la
cosa más imposible que nos puede ser aconsejada. Mas si paramos mientes que la Escritura
habla con los que pueden todas las cosas en aquel que los conforta que es Dios (Flp 4,13), no
diremos ser cosa dificultosa, porque el dador del consejo, que es Cristo, dará todo el favor que
fuere menester para lo cumplir, tanto con mayor voluntad cuanto el consejo fuere más arduo de
cosas mayores, porque en éste se magnifica más su Majestad. Onde yo conocí algunas personas
que, puesto caso que a los principios se les hacía penosa la oración, empero ya no hallaban cosa
de más deporte, ni que más les agradase, y nunca jamás les faltaba devoción, antes no tenían
cosa más familiar que la gracia del Señor, aunque unas veces más que otras; y muchas veces que
ellos se descuidaban en algunas cosas, los hacía avivar la gracia y tornar en sí; empero, todavía se
quejaban de sí mismos que no trabajaban de orar siempre, pues conocían que con el favor del
Señor, que nunca falta, se podría hacer usándolo.
Síguese de aquí que la vida de los religiosos no había de ser sino un cuarto de oración eterna, y
un silencio perfecto del corazón de ellos, y un encendimiento de caridad que siempre había de
arder en sus corazones, y un deseo de Dios que nunca en ellos había de faltar; porque las
religiones principalmente fueron instituidas para orar, y aunque la vida activa en ellas sea
también necesaria, la contemplación había de ser más seguida. Onde San Bernardo dice: De
haber bien elegido, es María loada; porque ciertamente aquella vida de todo en todo en cuanto
en nos es habíamos de elegir, y la vida activa, si nos es mandada de nuestro mayor, hémosla de
sufrir. De las cosas ya dichas concluye cuán de culpar sean los religiosos indevotos, ca vinieron a
la religión, que es casa de oración, a orar.
Parece también por las cosas dichas cuán perversos y cuán al revés de su profesión sean los
prelados; dejando de imponer a los súbditos en el continuo estudio de la oración, los ocupan en
cosas mundanas; lo cual es tanto de más culpa cuanto ellas son de menos importancia. Pensando
que la ociosidad es enemiga del ánima, no dan a los súbditos oportunidad de orar, no
conociendo que, según dice San Bernardo, es ociosidad seguir cosas ociosas y sin fruto.
Pluguiese a Dios que todos los prelados distraídos fuesen como uno que yo conocí, el cual se
ocupaba muchas veces en los trabajos de manos por dar a sus hijos vacación para que orasen y
se diesen a las cosas espirituales; y hacía él esto porque había muy bien gustado cuán suave es el
Señor y deseaba que los otros asimismo lo gustasen, para lo cual conocía ser necesaria la
vacación de las otras obras, porque escrito está (Eclo 38,25) que el que menos se ocupare de
obras y acto exterior recibirá la sabiduría del ánima.
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