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Una diferencia muy grande conocemos que hay entre los justos y los ajenos de justicia; la
cual cuasi muestra a cada uno con el dedo, para que por sus obras sea conocido todo hombre
acerca de los hombres, porque acerca de Dios no se causa el conocimiento de las cosas
postreras, que es imperfecto, sino de las cosas primeras. Dios conoce al hombre por lo que
tiene en el corazón, y nosotros no podemos conocer sino por lo que cada uno manifiesta de
fuera; lo cual a las veces falta, porque acaece cubrirse con la nieve el estiércol, y dorarse las
píldoras, y confitarse las almendras amargas; las cuales cosas Dios conoce de raíz,
procediendo el conocimiento de lo interior a lo de fuera, y nosotros al revés, que por lo de
fuera juzgamos lo de dentro.
La principal señal en que conocemos ser un hombre justo es ver que es solicito y cuidadoso
acerca de su conciencia, y el que esto no hace, tenérnoslo por malo, viendo faltar en la raíz
de la bondad, que es el cuidado y aviso que debe tener de su ánima, conforme a lo cual dice
el Sabio (Prov 28,5): Los malos hombres no piensan el juicio, mas los que con diligencia
buscan a Dios en todas las cosas paran mientes. Sobre esto dice la glosa: Los malos hombres
no piensan la ejecución de la justicia que han de obrar, porque tienen el hábito y costumbre
contraria, según la cual piensan y obran; empero, los que buscan a Dios consideran todas las
cosas que son necesarias para la ejecución y obra de la justicia y santidad. Según esto, para
que tú seas del cuento y número de los justos debes tomar el consejo que da nuestra letra,
diciendo: Examina y hazte experto v afina tus obras todas.
Podrás decir que esta letra no tiene ni ocupa con razón el lugar tercero que a las más
perfectas sentencias se presume reservado. A esto se responde que en todas las cosas hay
principio y medio y fin, y en cada ejercicio hay principiantes y aprovechantes y perfectos,
así en las cosas de naturaleza como de arte y gracia. Si miras en ello, verás yerba y espiga y
grano, según lo cual no digo en cada alfabeto, mas en cada letra de él se hallan las tres partes
ya dichas, de principio, medio y fin; y, por tanto, si a todo justo conviene examinar y
perfeccionar sus obras, al más justo le conviene más, y cuanto más justo fuere, le podrá más
convenir.
Conforme a lo cual dice un doctor que a los perfectos la necesidad es regla casi en todas las
cosas; y tomando la necesidad no estrechamente, querrá decir que en los varones perfectos
se debe disminuir la latitud del medio, en que la virtud consiste. De esta manera decimos que
el examinar y perfeccionar las obras pertenece a cualquiera de los justos; mas a aquel
pertenece más estrechamente y con más conveniencia que se hallare ser más justo; porque si
todo hombre es obligado a ver y conocer lo que hace, si peca o no peca en ello, mucho más
estrechamente es a ello obligado aquel cuyas obras son más arduas, y de cuyo yerro se sigue
mayor ofensa.
Todo hombre debe amar y tomar consejo; empero, los reyes y grandes son a ello más
obligados. Así que, aconsejándote nuestra letra que examines tus obras y las perfecciones, no
lo entiendas bajamente ni que baste un examen común que más parezca cumplimiento que
prueba, como acaece en los que se han de ordenar y en aquellos que tienen anticipadas y
prevenidas las manos de los maestros que los han de examinar públicamente en las escuelas;
porque de esta manera se examinan los pecadores, no curando de tener más rigor en sus
obras del que basta para un cumplimiento humano; y la causa es porque el demonio les ha
untado las manos, que son sus malas obras.
No basta a los pecadores examinar ellos con mucha negligencia sus conciencias, sino que
cuando viene la cuaresma, en que son obligados a la dar al discreto examen del sabio y justo
sacerdote, buscan a un pecador que por sus pecados saque los ajenos, y las cotidianas culpas
lo muestren tal, o un ignorante que no sepa más examinar que el que viene a ser examinado, o
un muy pobre que, por no perder la pitanza ni dar enojo, absuelve de hecho lo que por
derecho no puede, y esto porque le han con algún don untado las manos o lo espera. Este que
así va examinado, no va de Dios aprobado, antes va engañado, según aquello de San Pablo
(1 Cor 2,14): Locura tiene, y no puede entender que espiritualmente es examinado.
La pasión y mal deseo humano se llama locura, porque la una saca de seso, y la otra es causa
que se ausente la razón del hombre hasta que la pasión se aplaque; la cual enseñoreándose de
alguno, se dice tener locura que de él aparta el sano juicio; y por entonces no puede entender,
así como no se puede ver el cielo hasta quitada la niebla que lo encubre. Aqueste de quien
hablamos, con la niebla del mal deseo y proprio amor tiene ciego el juicio de la razón, y no
entiende que aquel examen es ninguno por el engaño en que intervino; mas que
espiritualmente es y ha de ser examinado de Dios, que, según se dice (Sal 65,10-12),
examina con fuego apurando más a los justos en santidad, y mostrando ser peores los
pecadores; porque el fuego hace de más precio el oro y afínalo más, en tal manera que se
cobra siempre en la cualidad lo que se pierde en la cantidad; lo que no es en otras cosas, que
todas se pierden siendo echadas en el fuego.
Así, aunque los justos en lo exterior parezcan menoscabados, siendo de Dios con tentaciones
examinados, empero aquello sucede a mayor merecimiento de ellos; lo que no es en los
malos, que aquí y en el otro mundo y en las bocas de todos van siempre de peor en peor,
como Antíoco y los de Sodoma que siempre arden en el fuego; del cual no saldrán sino para
ser más condenados en el universal examen y estrecho juicio de Dios. Donde, por que allí no
haya que hacer en tus negocios ni detengas al examinador, te aconseja nuestra letra que
examines con estrecho examen tus obras y las afines más de cada día, para que del horno de
tu conciencia salgan cada día mejores, como el oro, que más fino sale mientras es más veces
echado en la fragua.
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