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Viste, hermano, cuán recogido es el recogimiento, no para que pierdas las fuerzas ni desmayes
en lo seguir, sino para que te ciñas de fortaleza y esfuerces tu brazo, que es el firme propósito
(Prov 31,17) y eches tu mano a las cosas fuertes y tus dedos tomen el huso, cuyo oficio es coger
y apretar el lino en sí mismo y coger las hebras; lo cual hace este ejercicio recogiéndote a ti y a
tus deseos, según viste; y por tanto te dice aquello del Señor (Mt 12,30): El que no coge
conmigo, derrama.
El mismo negocio espiritual tiene propriedad muy principal de recoger el corazón, y es ésta la
mejor señal o rastro que la gracia por esta vía recibida deja en el ánima, de la cual ahuyenta y
lanza todo cuidado superfluo e inútiles cogitaciones que solían derramar al hombre y echarlo de
su casa; empero este recogimiento lo restituye y lo quieta en gran sosiego; mas quiere que tú
también tengas cuidado de lo frecuentar, según dice nuestra letra, con todas las maneras
solícitas que pudieres, parando mientes con gran atención que no vayas contra la inclinación
que el recogimiento obra en tu ánima; la cual por la mayor parte será de se recoger más a lo
interior del desierto; porque, según está escrito, de dentro sale la gloria (Sal 44,14), a la cual
gloria se querría el ánima reducir como a centro de quietud y holganza (Ex 3,3). Tú no seas
contra ella, cesando de favorecer su inclinación; en lo cual te torna a decir que pares mientes,
porque en sólo no favorecer derramarás mucha harina, entremetiéndote en cosas que valen muy
poco en comparación de las que pierdes.
Para mayor declaración debes mirar que ninguno sale maestro en alguna arte sin frecuentarlo
mucho, y cuanto más la frecuenta y acostumbra, tanto más presto sale con ella. No seas tú mal
mirado que no guardes en este ejercicio y arte lo que veas guardarse en los otros oficios todos, y
son dos cosas: La primera, que lo aprendas por salir maestro en él, no contentándote con ser
toda tu vida principiante, lo cual es de hombres rudos y descorazonados que no tienen aviso en
sus cosas, y los tales aprenden siempre y nunca acaban de llegar a la ciencia de la verdad, y son
como aquel del cual se dice (Lc 14,30): Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.
De gran ignorancia sería el hombre que, habiendo de edificar casa, no tuviese los ojos puestos
en la acabar lo más presto que pudiese, para más presto gozar de su trabajo; y si tardaba muchos
años en la edificar por negligencia suya, no lo tendrían los hombres por negligente, sino por
loco, viéndolo ocupado toda su vida en cosa de que para sí ningún provecho saca, sino daño y
gasto y trabajo.
Tú, hermano, si quieres edificar para tu ánima la casa del recogimiento, ten este intento, que te
aprovechará mucho, y sea que pienses de salir con ello, como hace el que aprende carpintería,
cuyo intento es de salir carpintero; porque después él se aprovechará de su arte según viere que
le cumple; habido el oficio, fácil cosa será ordenarlo bien. De esta manera, pues que tú quieres
aprender el recogimiento, sea para salir recogido, no en baja significación del nombre, sino en
los grados y maneras muy estrechas que viste; y si pudieres tanto recogerte que subas a la
estrecha cumbre del monte gustando cosas altas, piensa que en el monte de Betel, que quiere
decir casa de Dios, hay muchas mansiones, según dice el Señor, y que la más baja de todas es la
tuya. No debes, empero, cesar, mas decir en hacimiento de gracias con el santo Job (Job
29,18-19): En mi pequeño nido moriré muerte preciosa; así como palma multiplicaré días; mi
raíz está cerca de las aguas abierta para mejor gozar (le ellas, y el rocío moraba en mi heredad;
mi gloria siempre será innovada, y mi arco en mi casa será instaurado.
La manera con que alcanzarás la ejecución de este ejercicio según tu deseo es usándolo, ca por
no haber David usado las armas (1 Sam 17,39), no pudo andar con ellas sueltamente y fue
constreñido a las dejar, sintiendo que le serían impedimiento para la batalla las que a los
ejercitados en ellas eran favor y daban osadía para pelear. Así acaece en este ejercicio a muchos
no usados en él; ca piensan que no es sino perder el tiempo e impedimiento de rezar sus
devociones, como según de verdad él sea cosa divina en la tierra, que a todos los ejercitados en
él da favor y osadía para grandes cosas; y tanto es él mayor en sí, cuanto en los ojos mal mirados
parece menor; lo cual tú conocerás si lo usas tanto como un santo viejo, que dijo a un su
especial amigo ser sólo el recogimiento remedio de todos sus males y enfermedades, y esto era
porque, según de él se conocía, estaba ya muy ensayado en su uso.
No diga que sigue el recogimiento quien todo el día o la mayor parte de él no anda sobre el
aviso guardando el corazón; ni se diga que tiene el recogimiento en uso el que con pequeña
ocasión se distrae y aparta de Dios; porque los ejercitados, aun en las obras manuales de por
casa están tan recogidos y puestos con Dios como los nuevos cuando están muy de rodillas en
secreto lugar; lo cual acontece que en los ejercicios corporales sienten los tales mucho trabajo;
porque no queriendo o no pudiendo aflojar en lo de dentro la oración y recogimiento, y no
cesando en lo que fuera la obra penosa de manos, son de entrambas partes combatidos, y por
tanto se debe guardar el ejercicio corporal para cuando el hombre sienta menos devoción.
Esta intención que se debe el hombre dar al recogimiento, que es por quedar con el uso de se
recoger en todo lugar, dice San Buenaventura que es lo mejor que podemos tener; lo uno,
porque nos llevará más presto a la perfección, y lo otro, porque no contradice a cualquiera otra
buena intención particular que te agrade.
El que, por uso y buena costumbre que tiene, obra alguna cosa de virtud, gana mucho: lo uno,
que la obra con delectación, gozándose en su obra; lo otro, que merece ser contado entre los
ancianos y está siempre aparejado para más merecer, porque obra muy libremente y está más
seguro de caer en el vicio contrario de la virtud que ejercita. Así con el uso gana fortaleza y
facilidad, y poco a poco se torna como ángel, al cual es dado orar en todo lugar, y también que
el uso de la oración se torna casi en naturaleza y es más de ángel que de hombre.
También han de parar mientes en el uso ya dicho los que se dan al ejercicio de la sacra pasión;
porque, según la doctrina de San Buenaventura, en ninguna manera se debe llamar ejercitado en
la sacra pasión el que lo más del día no la anda contemplando por una vía o por otra; así que
vergüenza es llamarnos recogidos o dados a la pasión sin haber por qué, pues carecemos del
uso.
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