CAPÍTULO III. DE CUÁN DE RARO HAS DE MUDAR EL LUGAR

La segunda salida que a muchos tiene desasosegados y les quita el reposo es la mudanza de los lugares. Salen con buena intención de un lugar para irse a otros, o procuran esto pensando que no es un sol el que alumbra su lugar y aquel do ellos han de ir y que no se rigen todos por un norte engáñalos una poca de diferencia accidental y un pensar que es bien trasegarse como vino, y probar lo uno y lo otro, creyendo que en una parte hallarán lo que en otra echan menos, y que tendrán más paz y contento espiritual quitadas algunas ocasiones que al presente le dan pena; las cuales no piensa hallar en la otra parte do quiere irse.

Empero acaece a los más (de lo cual pueden ser ellos mismos testigos) que hallan las cosas más al revés de como pensaban, y son compelidos a hacer como los peces grandes que se crían en agua dulce, que por probar cosas nuevas vanse a la mar, y en gustando su sinsabor pésales de haber dejado el lugar do fueron criados, y tornan agua arriba, ca salieron a buscar paz y hallaron mucha penuria de ella; buscaban quietud, y halláronla fingida; buscaban ángeles, y hallaron hombres. Y permite Dios que les acontezca como a Noemí, la cual, por evitar el hambre que sintió en Belén, fuese a la tierra de los moabitas (Rut 1, 1-5), donde, aunque evitó un mal, que fue el hambre, cayó en otro peor, que fue la muerte, que se llevó su marido y sus dos hijos; y después con gran dolor y angustia tornóse a su tierra, donde lloró la primera salida que tan sin provecho le había sido.

Medio mal sería si éstos hiciesen así y no hiciesen otras salidas tras la primera más aún sin provecho que no ella, en tal manera que de los tales se pueda decir aquello que de Jerusalén dice Jeremías (Lam 1,8): Pecado pecó Jerusalén, y por eso es hecha movible.

Apenas pueden las muchas salidas a diversos lugares y provincias carecer de pecado, donde uno de los vicios que la Escritura más reprehende (Eclo 27,12) y a los hombres peor parece es la liviandad o inestabilidad, o ser el hombre mudable, que es lo mismo al presente, y a los tales llama lunáticos, porque se mudan como luna, y llama cañas movedizas (Mt 11,7) con pequeño aire de un liviano parecer, al cual sigue como los muchachos las mariposas.

Estos tales son hechos semejables a la vanidad, y como la veleta del tejado muy movibles, a los cuales dice el Sabio (Eclo 5,11): No te des a todo viento ni vayas por todo camino. Son como Caín, cuya maldición fue (Gen 4,12) que anduviese vagabundo de tierra en tierra; y allende de esto dice que se le andaba la cabeza y tenía en ella gran movimiento. Así los inestables y movibles todo lo quieren andar como los gitanos; y no solamente la cabeza, mas aun los pies bulle siempre por ir a partes diversas, como si hubiesen de tomar lengua de todo el mundo.

Estos tales, aunque son viejos, no están confirmados; mas sin firmeza alguna son más mudables que el viento y como navíos sin áncoras; y son como árboles que después de se haber transplantado en el huerto tienen por echar raíces, y andan escogiendo eras do tengan holganza en el ánima. La cual nunca acabarán de hallar hasta que corporalmente busquen también quietud en cuanto en sí fuere; conforme a lo cual dice el profeta Jeremías (Jer 14,10): Plúgole mover sus pies, y no tuvo quietud ni agradó a Dios. Primero reprehende el mover los pies y luego lo que de allí se sigue, que es no tener quietud en el espíritu; la cual es aposentadora del Espíritu Santo, y no se agrada del que no la tiene, que es el último mal en que paran los movibles.

Pues tan mala es la mutabilidad, no la permitas en ti pasar sin castigo; y, dejada aparte la obediencia, aconséjate que la cosa de que más te guardes sea la mudanza del lugar, porque siempre vi seguirse de ella muy poco provecho y a las veces mucho daño.

Dije que se quedase aparte la obediencia, porque ella no es mudanza, sino más que sacrificio; ca yo conocí un religioso que pasaba de una parte a otra contra su voluntad; empero, por la obediencia, a la cual, aunque no quería su sensualidad, obedecía su razón; y en el camino, después de pasado muy adelante su compañero, cayó él en un arroyo al pasar, y no pudiendo salir, ahogóse allí; empero, después fue revelado a una santa persona que mucho oraba por él cómo le fue contada la muerte por martirio.

Todas la mudanzas, así de una provincia a otra como de una casa a otra, te encomiendo que trabajes de evitar de tu parte cuanto te fuere posible, porque son muy contrarias al recogimiento, que no tiene respecto al lugar, sino al corazón; y para esto debes te acordar que dice el Señor (Lc 9,4) que permanezcamos en la casa que entráremos, y no salgamos de allí, y también dice en otra parte (Lc 10,7) que no queramos pasar de casa en casa. Y San Pablo dice (1 Cor 15,1) que seamos estables y no movibles, y él mismo se alaba que no usó de liviandad (2 Cor 1,18); y en otra parte nos amonesta (Ef 4,14) que no andemos fluctuando y mudándonos como niños, y también ruega a los tesalonicenses (1 Tes 4,11) que trabajen de estar quietos.

Aunque según verdad, generalmente hablando, sea muy bien no ser el hombre mudable, sino permanecer en su lugar, algunas veces intervienen algunas causas que la mudanza sea provechosa y al salir de algún lugar se siga salir el hombre de algún vicio, que es la cosa que el justo más debe desear; empero todavía me parece que la cosa más acordada y mirada que el hombre debe hacer es mudarse de un lugar a otro; en figura de lo cual se lee que los hijos de Israel alzaban las tiendas al mandato de Dios y se salían de aquel lugar y no las tornaban a sentar hasta que el Señor lo mandaba (Num 9,18).

Si alguna vez estuvieres en duda si saldrás o no de algún lugar, creyendo que en otra parte podrás más a rovechar, paréceme que debes oír el consejo del Sabio, que dice (Eclo 11,23-24): Confía en Dios y permanece en tu lugar, porque cosa fácil es en los ojos del Señor hacer súbitamente al pobre que sea honesto; y la bendición del Señor se apresura por hacer mercedes al justo, y en honra ligera fructifica su proceso.

La causa que suele rrover a las devotas personas a salir del lugar do están y buscar otro es porque piensan aprovechar más en el otro lugar; y a esto responde el Sabio diciéndote que tengas confianza de aprovechar en el lugar do estás, y que permanezcas en él; porque si en él te quietas y asosiegas, cosa fácil es al Señor darte la honestidad interior de la gracia y la exterior de la conversación que tú deseas, si por su amor la salida del lugar conviertes en entrada de ti mismo, para te esconder cuanto más pudieres.

En lo que más dice el Sabio de la priesa que se da la bendición del Señor para hacer mercedes al justo, nos quiere dar a conocer una cosa que acaece hartas veces en esta vía del recogimiento, y es que muchos alcanzan grandes cosas del Señor en muy poco tiempo, de lo cual se suelen otros maravillar, y a las veces escandalizar, no creyendo que tan presto se pudiesen alcanzar cosas tan grandes; a lo cual responde el Sabio que la bendición del Señor se apresura por hacer mercedes al justo, y en honra ligera fructifica su proceso. La conclusión de la salida de tu lugar sea aquella que de sí mismo dice el santo Job (Job 29,18): En mi nido pequeño moriré, y así como palma multiplicaré días.

Aunque el nido y lugar donde tú estás te parezca pequeño en perfección piensa que más vale la poca perfección bien guardada que la mucha mal guardada; y conténtate de multiplicar allí tus días, que son tus buenas obras, las cuales tanto son más claras cuanto en más oscuro lugar son hechas, y aun aprovechan más, pues dan luz a los que más necesidad tienen de ella. Debes también ser como palma, yendo cada día aprovechando y nunca perdiendo el verdor de la justicia.

He amonestado que se guarden los varones de ser mudables, porque entre ciento apenas hay tres que hagan esto a debido y mejor fin, sino por otros respectos menos buenos, y por los descontentos que de las mudanzas voluntarias se suelen seguir, mayormente a los que tienen intento a se recoger y vivir en sosiego de espíritu, para lo cual son menester muchas cosas en que no caen los hombres, ni aun conocen las que tenían hasta después de perdidas. Si tú, hermano, quieres bien seguir el recogimiento, no salgas de ti, ni de tu provincia, ni de tu casa, ni de tu celda, ni de tu boca a hablar sin algún manifiesto provecho; y cuando salieres, debes ser tan cuidadoso de volver presto, como lo es el pez que se suelta del anzuelo y se vuelve con gran prisa al agua.




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