CAPÍTULO VIII. DE OTRA MANERA DE TENTACIÓN CARNAL.

La cuarta tentación es áspide sedienta, y tiene figura de la tentación carnal, porque, según dice la glosa, es un linaje de áspide tan pequeño que no lo ven cuando la pisan, y si muerde, mata de sed. El mal deseo carnal, que nunca dice basta, sino siempre daca, daca, se puede llamar serpiente, que todos pisamos cuando entramos en el mundo, pues que fuimos en él concebidos; y es tal esta serpiente, que no la vemos ni sabemos cómo nos muerde cuando sentimos sus rabiosos y sedientos bocados y sus aguijones de mala codicia; y por que nuestra mortal sed se remediase y no muriésemos de ella ordenó Dios el agua del bautismo, que reprime algo y tiempla esta sed del mal deleite que tenemos, y hace que lo que antes era culpa ya no lo sea, sino ocasión de más merecer.

Por dos vías puede ser un hombre tentado de lujuria: o por partes de fuera o por partes de dentro. De la primera baste lo que se dijo que hacía el demonio, y también se reduce a ésta la provocación de otras muchas cosas que nos despiertan a mal deseo; empero muchas veces es hombre tentado sin nada de esto, sino que la sola sed que nos queda del bocado de la dicha serpiente nos despierta a mal, porque cada uno es tentado de su mala codicia y atraído y convidado (Sant 1,14).

Pues por dos vías puedes ser tentado, debes parar mientes de dó procede el principio de tu tentación: si se provocó por alguna causa de fuera, o si de sí mismo se mueve naturalmente tu mal deseo sin ocasión alguna, como se suelen mover todos los otros apetitos del hombre mísero; y que debas parar mientes en esto para estorbar la causa, muéstralo el Sabio diciendo (Prov 27,23-24): Conoce con diligencia el gesto de tu ganado y considera tus greyes, porque no tendrás siempre poder, mas dársete ha corona.

Muchas son las reses y animales menudos y muy brutales que tenemos en la tierra de nuestro cuerpo maldita, que son los deshonestos movimientos; empero hemos de considerar quién son y de dó toman principio para les cortar la pasión, aunque, según dijo el Sabio, no tendremos siempre poder, porque veces hay que no basta industria humana para poner en razón estos animales; y también porque dentro en nosotros está nuestro enemigo, y aunque hombre sea muy solícito pastor, no puede reprimir estas bestias de tal forma que totalmente callen y olviden su perverso natural.

Lo peor que hay en este negocio es, como dice San Bernardo, que el hombre por fuerza ha de mantener enemigo con quien pelee; empero esto ordena nuestro Señor por nos dar corona de victoria, según dijo el Sabio. Y San Agustín, hablando a este propósito, dice: Dios conoció tu esfuerzo y mira tu voluntad, y está considerando la lucha que tienes con la carne, y te amonesta que pelees, y te ayuda para vencer, y mira la batalla, y levanta al que desfallece y corona al que vence.

Desde que las adversidades que de fuera nos vienen no nos fuerzan a ir a Dios, permite Él que salga de dentro de nosotros cosa que nos constriña a ir a Él, que es amparo de los justos; según aquello de San Gregorio: Mirad que Dios mezcla algunos azotes con sus dones para que nos sea amargo todo lo que nos deleitaba en el siglo, y se levante aquel encendimiento que nos inquieta siempre al celestial deseo y nos despierte.

En esto muestra este santo que aun las carnales tentaciones nos deben ser mensajeros para ir a Dios, que siendo tribulados viene y mora en nosotros, según lo prometió si por su amor contradecimos, en cuya figura se dice que vio el profeta la zarza que ardía y no se quemaba y que Dios estaba en ella, el cual sin duda la conservaba y detenía al fuego estorbando su operación.

Zarza muy espinosa es nuestro cuerpo, lleno de espinas pungitivas, que son las tentaciones que llagan el ánima; y aunque el fuego de la mala codicia que tienta esté en él ardiendo, no por eso se quema la voluntad, si no consiente ni huye de allí Dios, ca no aborrece la naturaleza, sino la culpa, y mora en el cuerpo sujeto a tentaciones, aunque huye del sujeto a pecados.

Pues has visto lo ya dicho, no te espantes si fueres tentado, ni creas a los que te dicen que por esto te has de apartar de Dios; pues que la pelea que dice San Pablo haber entre el espíritu y la carne no es en ti solo; ni digas que para qué concebiste tu buen ejercicio y devoción, aunque sientas dentro en ti la pelea de Jacob y Esaú, que son la sensualidad y la razón, ca poderoso es Dios para sacar la cosa a luz; y tras esos tiempos vendrán otros, como viene tras el invierno el verano, y entonces dirá el esposo a tu ánima que se levante y se dé prisa; mas entretanto no cese de levantarse, aunque no se pueda dar prisa como querría por ser agraviada de la carne corruptible que pelea contra el ánima (Sal 6,3). La carne atrae a la tierra de do fue tomada, y el espíritu torna al Señor que lo dio; lo cual si sabes sufrir en paciencia, pasarás por fuego y por agua hasta venir al refrigerio, y según la muchedumbre de los dolores que recibes en tu corazón, serán después las consolaciones que alegren tu ánima (Sal 93,17-19).

Acuérdate que, según dice el Sabio (Prov 17,3), nuestro Señor prueba los corazones con fuego, como se suele probar y apurar el oro y la plata en el horno, que es tu mísero cuerpo, donde el ánima se renueva de día en día.

Acuérdate del casto José, que, no pudiendo hacer más, dejó la capa en las manos de la mala mujer y salióse afuera (Gen 39,12). Si tu sensualidad ruega al espíritu, que es José, mira que él no consienta, para que así venga a ser señor de Egipto, y aun apellide y trabaje de lo derribar y decir que él tiene la culpa. Si él fuere cuerdo dejando la capa, que es la carne, a la sensualidad, apártese afuera desatando el lazo del consentimiento, como dice la glosa, y quedará sin culpa, aunque todavía se trabajará de lo inflamar con probables conjeturas, según otra glosa dice, aunque de verdad no lo haya podido vencer.

De todas partes cercaron los viejos a Susana para la deshonestas, y desde que no pudieron buscaron tal forma que todavía pareciese culpada, aunque en la verdad no lo era. Susana quiere decir lirio, y es el ánima afligida como lirio entre espinas, a la cual tientan los viejos movimientos cuando la ven entremetida en las cosas que tocan al amor de Dios, varón suyo; y desde que no consiente a los viejos, ellos todavía se trabajan de mostrar que es adúltera, formando escrúpulo donde no lo hay; y así la cercan de angustias y no le queda sino clamar a Dios, el cual no deja de la socorrer por Daniel, que quiere decir juicio de Dios, y es la razón que con su alto conocimiento se allega a Dios y se aparta de estos viejos perversos, y los condena.

Muévese a las veces tan gran tempestad en la mar muy amarga de este cuerpo, que parece sumirse debajo de las ondas del mal deseo nuestra ánima, navío de Dios; y esta tempestad no se levanta porque falta Dios, sino porque duerme disimulando y permitiendo la tormenta sobredicha para que nuestros gemidos vayan a Él, que puede con su palabra hacer seguridad y amansar aqueste nuestro mar bermejo, y darnos por el camino sin que sea de él contaminada nuestra voluntad, sino que pase por seco en medio de él para venir más presto a la tierra prometida, que es la pureza del corazón.

No me querría menos reveer en declarar estas miserias humanas que en dar a entender lo más delgado de la contemplación según mi posibilidad, porque no llegaremos a lo otro si aconteciere errar en esto; y porque el pequeño error en el principio no se nos haga muy grande al fin, conviene parar mientes y andar con cautela entre los lazos. Llama lazos nuestra mala inclinación y las ocasiones de fuera que el demonio procura, aunque sea dificultoso de conocer cuándo procede del demonio o cuándo de parte nuestra la pena que sentimos; y la dificultad es porque el demonio y la carne las más veces se conciertan contra nuestro buen deseo, como Eva y la serpiente contra Adán, y como Acab y Jezabel contra Elías, y como Herodes y Herodías contra San Juan; y entonces lo más seguro es tomar espada de a dos manos, para que ni por mal ni por bien nos engañen.




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