CAPÍTULO III. DE CÓMO EL SEÑOR REMEDIA LA SOLTURA DE LOS PENSAMIENTOS

Pues de esta flojura del corazón y rienda sin razón que tienes dada a tu pensamiento, se te sigue tanto mal y tanta falta de bien, muy bien sería que te esforzases a traer, según dice nuestra letra, contigo tu corazón; no te desapropies de la mejor joya que tienes, y si por la mala costumbre vieja están tus pensamientos tan derramados que no puedes, vuélvete a Dios, da queja de ti mismo demandando favor con fe, que luego serás oído, pues que de nuestro Señor Dios dice el profeta Isaías (Is 11,12-13): Alzará Dios una señal a las naciones y congregará los fugitivos de Israel, y recogerá de las cuatro partes de la tierra los derramados de Judá, y será quitado el odio de Efraín, y perecerán los enemigos de Judá. La señal que alza Dios a las interiores naciones e inclinaciones nuestras es aquel don gracioso de que hablamos en el principio de esta letra, la cual se da a los nuevos e incipientes que con fe y firme propósito de buscar a Dios la demandan. Por eso, hermano, si no la tienes, demándala al Señor, que de balde te la dará, para te provocar a que lo busques y vayas a El; no te quejes que te falta la gracia, porque en verdad con más razón se podría ella quejar de ti que tú le faltas. Nosotros faltamos a Dios; que Dios a ninguno que fielmente lo busca faltó, por lo cual dice el mismo Señor por Jeremías: ¿Qué maldad hallaron vuestros padres en mí, porque me dejaron y anduvieron tras la vanidad?

Aquel cuidado y solicitud infuso que llamó Isaías señal para que se congregasen los fugitivos de Israel, que son los vagabundos pensamientos del que quiere aparejar su corazón al Señor; aquel cuidado dalo el Señor gracioso, sin precio, a los que se lo piden, como el pregonero que el primer gusto o trago y vez del vino que pregona da de balde; empero, lo demás se ha de comprar. Así muchas veces acaece a algunos que, comenzándose a allegar a Dios, sienten devoción y se hallan muy bien, y dende a pocos días se hallan muy tibios y secos; lo cual no es sino que quiere nuestro Señor que ejerciten sus fuerzas y que se prueben, y quiere que casi por algún trabajo ganen y merezcan con alguna congruidad lo que les ha de dar; y para que entiendas cómo Dios tiene de recoger los derramamientos de Judá, esto es, de la persona devota, porque Judá quiere decir alabanza del Señor y tiene figura de todo fiel que lo desea alabar, cuyos cuidados están dispersos, según dijo Isaías, por las cuatro partes de la tierra, que son Oriente y Poniente, Septentrión y Mediodía.

Así como en este mundo mayor, que vemos, hay estas cuatro partes ya dichas, así en el mundo menor, que es el hombre, hay otras cuatro partes principales, de donde como de las otras vienen cuatro vientos o cuatro movimientos que mueven el mundo menor, y son cuatro pasiones principales que hay en cada uno de los hombres terrenos, que son gozo e tristeza, esperanza y temor. Y dícense estas pasiones o movimientos principales, porque a ellos se reducen todos los otros movimientos interiores del hombre, que son muchos, así como a los cuatro vientos principales se reducen casi todos los otros. La causa por que el corazón está tan derramado en tantas afecciones y apetitos, y deseos y cogitaciones y cuidados, es por tener vivas estas cuatro pasiones.

Por andar movidos estos cuatro vientos se causa en él tanta tempestad y torbellino; de una parte, como de Oriente claro, viene el gozo; de otra, como de Poniente oscuro, viene la tristeza; de otra, como de Mediodía, viene la esperanza mundana; de otra, como de Septentrión, viene el temor.

El corazón puesto en medio de cosas tan diversas, guerreando de cada parte, queriendo cumplir con cada uno de estos movimientos, pone cuidado y diligencia a todo, y así divide sus cuidados por todas las cuatro partes de la tierra de su pequeño mundo; así que se pueda de él decir aquello de Ezequiel (Ez 1,15): Apareció sobre la tierra una rueda cerca de los animales que tenían cuatro faces.

Rueda se llama el corazón por el poco sosiego que tiene volviéndose y estando casi siempre en continua mutabilidad; y esta rueda, que es el corazón, se dice aparecer sobre la tierra, porque sobre el cielo otra cosa será. Y esta rueda tiene cuatro faces, que son las cuatro pasiones y movimientos principales que tenemos dicho, los cuales se llaman faces porque, según el que reina en el corazón, se demuda y muestra el rostro.

Esta rueda de cuatro faces se dice estar cerca de los animales, porque en estas cuatro pasiones comunicamos con los brutos animales, y, por ende, es menester que estas pasiones se castiguen y domen en el que desea aprovechar, porque no se divida en ellas el corazón, lo cual hace el Señor mediante su don y gracia, mitigando estas cuatro pasiones y dando fuerza contra ellas a las cuatro virtudes cardinales, a las cuales como adormidas la gracia despierta, y fortalece a la justicia contra el gozo, y a la prudencia contra la tristeza, y a la temperanza contra la esperanza, y a la fortaleza contra el temor. Y estando así por las virtudes reprimidas las pasiones, el corazón no se derrama a partes como solía, pues ya está quitada la ocasión.

Y esto es recoger los dispersos que estaban desparramados en las cuatro partes de la tierra, y perecerán, como dijo Isaías, los enemigos, que son los males que de esta dispersión se siguen, y habrá paz entre Efraín y Judá; esto es, entre el ánima y el cuerpo, como [en] el texto lo profetizó Isaías, estando enemigos aquellos dos linajes, como, según dice San Pablo, lo están el ánima y el espíritu mientras reinan las pasiones ya dichas en el hombre. Y para que esta amistad se haga y el ánima pueda estar libre para se dar a Dios, no han de reinar éstas, ni el corazón ha de derramar en ellas sus cuidados, conforme a lo cual amonesta la filosofía cristiana a su discípulo que las evite y aparte diciendo: Si tú quieres con clara lumbre contemplar la verdad suprema, toma el camino por sendero derecho, lanza gozos lanza el temor, ahuyenta la humana esperanza y no tengas dolor; porque donde reinan estas cosas el ánima oscurecida es presa con cadenas.

De las cosas ya dichas debes conocer serte necesario para el camino espiritual desechar todo superfluo cuidado y amortiguar tus pasiones, las cuales toman alas y vida nueva de los negocios y cuidados en que tú te entremetes; por eso con mayor cargo te encomiendo desechar de tu corazón los negocios y pleitos para que no tengas tanta causa de derramarlo.

Este aviso es la primera piedra y fundamento de esta oración, por lo cual dice David (Sal 146,2): Edificando el Señor a Jerusalén, congregará las dispersiones de Israel. Jerusalén es tu pacífica voluntad; Israel, tu entendimiento luchador inquiriendo, al cual se promete la visión de Dios, y también ya por fe lo ve. Para edificar de nueva perfección tu voluntad, los difusos y nocivos discursos de tu entendimiento se han de quitar primero, para nunca más tornar a ellos; lo cual incluye nuestra letra diciendo: Anden siempre juntamente la persona y el espíritu, porque de esta manera podrás sentir si están congregados los dispersos de Israel; y si no lo están, conoce que la primera piedra del edificio espiritual de tu ánima está por asentar.




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