POSTRER TRATADO

HABLA DE LA PERSEVERANCIA CON QUE HEMOS DE PROSEGUIR EL RECOGIMIENTO, DICIENDO: POR LA TILDE TEN TEMOR DE DEJAR LO COMENZADO


CAPÍTULO ÚNICO

Cristo, nuestro Redentor, sabiduría del Padre, que, según San Pablo (Rom 10,4), es fin y perseverante conclusión de la ley, dice que la vino a cumplir, pues cumplió coda justicia (1 Cor 1,30); lo cual afirma el inmutable Señor con juramento diciendo (Mt 3,15; 5,18): En verdad os digo que antes se mudarán el cielo y la tierra que un punto ni una tilde de la ley, sino que todas las cosas han de ser hechas.

Mucho caso hizo aquí el Señor de una tilde, pues le dio más firmeza que al cielo, el cual, según dice David (Sal), por su ordenación persevera, causando día por la forma que primero, y la tierra para siempre tiene estabilidad; empero, quiso decir (Eclo 1,4) ser más posible mudarse aquestas cosas que dejarse de cumplir una tilde de su Escritura divina, o si queremos entenderlo según la glosa interlineal, quiso decir el Señor (Sal) que mientras pasaba el cielo y la tierra de la vejez que ahora tienen a la novedad que después han de tener, se cumplirá hasta una tilde de la Escritura (Apoc). Lo cual si queremos entender para nuestra doctrina, pues a ella se ordena todo, debemos procurar que de cada día se renueve nuestro cielo y nuestra tierra, que son nuestra ánima y nuestro cuerpo pasando de bien en mejor por la virtud de la perseverancia que incluye nuestra tilde, diciendo: Por la tilde ten temor de dejar lo comenzado.

Así como el Señor hizo cuenta de la tilde, según viste, no olvidando todas las otras letras para morar su propria perfección, así tú, si quieres ser perfecto, no olvidando las letras pasadas debes hacer mucho caso de la tilde presente, ca no por otra causa la puse al fin sino para mostrar que la perseverancia es fin de toda perfección; y pues lo que se dice al postre se pega más al corazón, permanezca en las telas del tuyo aquesta tilde escrita con la dulce péndola, que es la lengua del Señor, que dice (Ap 3,20): Mira que vengo presto; aprieta lo que tienes, por que no reciba otro tu corona.

Con amenaza nos amonesta aquí el Señor que perseveremos, no soltando de la mano, que es la obra, nuestro buen ejercicio, porque de otra manera recibiría otro la corona que fuera nuestra, perseverando, empero, por que no respondamos al Señor que nuestras fuerzas no bastan. Dice también que Él viene presto a nos dar favor y fuerzas para perseverar, según aquello que de Él dice Isaías (Is 40,29-31): Da virtud al cansado, y a los que no tienen fortaleza les multiplica la fuerza; desfallecerán los mozos y trabajarán, y los mancebos caerán en enfermedad; mas los que esperan en el Señor mudarán la fortaleza: tomarán alas como de águila; correrán y no trabajarán; andarán y no desfallecerán.

Cristo es el que da virtud al cansado para que de nuevo persevere; a Él debemos demandar fuerza, que como gigante sin se cansar gozosamente corrió su carrera; El permaneció en la cruz muy afijado, y sobre Él se quedó para siempre el Espíritu Santo, que en nosotros no reposa mucho, porque no tenemos constancia; empero, si la demandamos a Cristo, que da virtud al cansado, dárnosla ha como la dio a los apóstoles (Hch 1,14) y a todos los otros que estaban perseverantes en oración; porque solos aquestos que perseveran merecen recibir la gracia en gran plenitud y ser vestidos de la virtud de las alturas.

En decir Isaías que multiplica el Señor la fuerza a los que no la tienen, muestra que a los humildes que se conocen faltos provee presto de la virtud, quitando a los soberbios de la silla de la perseverancia y ensalzando en ella a los humildes, que siempre se juzgan por caídos y procuran levantarse a cosas mayores.

Los mozos y mancebos de poco saber que desfallecen y trabajan son los pecadores que van de vicio en vicio cayendo; de manera que los que van de virtud en virtud son los que pasan y suben; mas los que van de vicio en vicio desfallecen y caen, porque cada pecado no es sino caída y desfallecimiento de las cosas mejores; y aunque por entonces no se siente esta caída, por la pasión que ciega, después trabaja harto el corazón con ella.

Los que esperan en el Señor para obrar virtud en el su nombre mudan la fortaleza, siguiendo con tanto ánimo las cosas de Dios y poniendo en ellas tanta vehemencia cuanta ponían antes en las cosas del mundo. Mudan también los justos la fortaleza; porque si se llegan perfectamente a Dios, más parece divina que humana la fortaleza de ellos; y por tanto osan decir que pueden todas las cosas en el que los conforta, que es Dios, el cual dice al profeta (Ez 3,8-9) que le dio una cara más valiente que las de sus enemigos, que era como diamante, el cual siempre persevera en su fortaleza y no es empecido de los golpes.

Ítem, mudan la fortaleza los que esperan en el Señor, porque ellos se mudan continuamente de bien en mejor, diciendo en el corazón aquello de Job (Job 29,18-20): Multiplicaré mis días así como palma; mi raíz abierta está cerca de las aguas, y el rocío se detenía en mi segada; mi gloria siempre se renovará, y mi arco en mi mano será restaurado.

Aquel multiplica sus días así como palma que persevera en el bien que ha comenzado; y con mucha razón se compara este tal a la palma; porque si la palma siempre está verde, aquéste nunca deja su buen propósito, diciendo (Job 27,5-6): Hasta que desfallezca muriendo no me apartaré de mi inocencia, ni dejaré de tener la justificación que comencé.

No hay árbol tan amigo de compañía como la palma, porque sola no da fruto, ni hay virtud que tanto requiera otras como la constancia, porque sola en sí no es nada si no está fundada en algún bien; y si está fundada en mal, pierde el nombre, y los tales no se llaman constantes, sino cabezudos y pertinaces. Así que sólo el que persevera en alguna virtud se dice ser constante; y de aquí es que dice la sabiduría estar como palma ensalzada en Cades, que quiere decir santidad; porque en sola la santidad debe hombre perseverar y no en otra cosa; ca perseverando en otra cosa, si bien se mira, no persevera sino desfallece cada día más; donde Job dice (Job 17,9) que el varón justo ha de tener su camino, y añadir fortaleza a las manos limpias; lo cual hace perseverando en la vía de la justicia, que sólo requiere perseverancia.

El árbol que se dice vivir y durar más que otro alguno es la palma, y la virtud que debe siempre permanecer con el hombre hasta la fin, para que sea salvo, es la perseverancia; porque sin ésta poco valen todas las otras si ella no las conserva y procura de las perpetuar si fuere posible, para que así la perseverancia merezca recibir aquella parte de la bienaventuranza esencial que los teólogos llaman tensión, que es una seguridad perdurable de Dios claramente visto y amado; lo cual con asaz conveniencia pertenece a la perseverancia, que nunca volvió atrás del bien comenzado; mas echando su mano a cosas más fuertes, fortalece su brazo para recibir la palma de la victoria, que solamente se da a los que suben a la palma de la perseverancia, y dicen por obra aquello de los Cánticos (Cant 7,9): Subiré a la palma, que es la perseverancia, y arrebataré los frutos de ella.

Con mucha osadía solemos arrebatar lo que conocemos que nos conviene con mucha razón; y como no haya virtud alguna que tenga tanto derecho y acción al premio como la perseverancia, con gran fiducia dice que ha de arrebatar los frutos, según aquello del muy perseverante Apóstol (2 Tim 4,7-8): Buena batalla he peleado; acabado he mi carrera; guardado he la fe; en lo demás aparejada me está la corona de la justicia que en aquel día me ha de dar el justo juez, no sólo a mí, mas también a los que aman su venida.

Todos los cristianos esperan la venida del Señor, mas los perseverantes solamente la aman, porque saben que, según Él dijo, será bienaventurado el que velare cuando Él viniere; esto es, el que perseverare en el bien comenzado.

Todos los otros árboles parece que se cansan de ensancharse y crecer, pues que al fin y remate suyo se afilan y enangostan; mas la palma tan entera lleva su copa y su fuerza que parece tener imagen de perpetuidad; pues que mientras más vive más entera y poderosa sube; dando en esto a entender que no nos debemos ir disminuyendo ni apocando en la virtud comenzada, como hacen los relajados, que a manera de árboles viejos se van carcomiendo, y cada día se les seca una rama, menoscabándoseles una virtud, y siendo cada día menos, contra lo cual nos amonesta el Apóstol diciendo (1 Tes 5,23): Guárdese entero vuestro espíritu y vuestra ánima y vuestro cuerpo sin queja hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

Aquel guarda el espíritu entero que persevera en la contemplación que comenzó, y el ánima guarda entera el que no deja las cosas de la vida activa que puede hacer; y el cuerpo se guarda en virtud entera si perseveramos en la penitencia que le conviene; empero, lo que de estas tres cosas se puede guardar más entero y acrecentarse de cada día si perseveran es la contemplación, de la cual dice el Sabio (Prov 4,18): La senda de los justos como luz resplandeciente procede y crece hasta perfecto día.

Al principio es angosta como senda la contemplación, mas vase después ensanchando con perseverar, hasta que desea el ánima, como esposa del Señor, verlo en el medio día, que es el muy encendido y perfecto amor donde Dios descansa. No pueden subir tan fácilmente a hurtar el fruto de la palma, por ser alta, como suben a hurtar el fruto de los otros árboles; y así no admite fácilmente la perseverancia ni da lugar a los demonios, cuyo oficio es menoscabar el fruto de nuestras buenas obras; empero, si nos ven perseverar, huyen viendo que ponemos resistencia; de manera que no hay otra mejor cautela para vencer al demonio que la perseverancia, ni cosa de más peligro que el no perseverar; y de aquí es lo que el Sabio dice (Eclo 27,3): Si no te detuvieres en el temor de Dios, súbitamente y presto se derrocará tu casa; aquel se detiene en el temor de Dios que por él tiene temor de dejar lo comenzado.

En este mundo no se puede acabar este negocio del recogimiento, mas puédese comenzar; y la cosa que más hace al hombre perseverar en él es el temor santo de Dios, conforme a lo que dice el Sabio (Eclo 21,7): El que teme a Dios, convertirse ha a su corazón.

La causa por que los varones recogidos temen andar fuera de sí, dejando el recogimiento, es porque conocen por experiencia que él es amparo de todos los males; y que tanto se alejan de Dios cuanto se alejan del recogimiento del corazón, en el cual verdaderamente se halla nuestro Señor; y como lo que más precie Dios debajo del cielo sea recibir el ánima que se recoge a solo Él, y esto por la actual comunicación lo conozca el mismo hombre, síguese que no hay cosa que más deba temer, si cuerdo es, que apartarse de cosa en que tanto se agrada el Señor, a quien todos debemos enteramente agradar.

Si nuestra raíz, que es nuestro corazón, estuviese, como el de Job, abierto cerca de las aguas, que son las gracias que secretamente Dios infunde en él, bien podríamos perseverar; mas faltando esto, faltará también el rocío de las lágrimas en la segada de nuestro recogimiento, donde tenemos de cortar de la memoria todo pensamiento, para que así perseverando se renueve de cada día nuestra gloria, que es el testimonio de nuestra conciencia, con el cual es instaurado el arco de nuestro ejercicio.

Sin esta consolación que del muy alto ha de ser enviada para que nuestro corazón no padezca fantasías de diversas imaginaciones, apenas hay quien pueda perseverar ni media hora; mas aunque falte, no ha de faltar en ti la perseverancia, porque si falta no has de pensar que es sino porque quiere nuestro Señor ver si faltas o desfalleces tú, o porque espera que seas importuno, ca Él alaba en este caso mucho a los importunos.

El que alcanza luego sin mucha importunidad lo que demanda en la oración, solamente recibe una merced; mas el que no lo alcanza, luego recibe dos mercedes: lo uno, que trae lo que pide, y lo otro, que en haber perseverado cumplió el consejo del Señor, que nos amonesta muchas veces en el Evangelio que perseveremos. Siempre se cumple en el que persevera aquella palabra: Demandad y daros han, porque solamente perseverar es gran don de Dios, que da querer y perseverar.

Mientras más perseveras más sirves al Señor y más mereces delante de Él; y como sea cosa más gloriosa merecer el don que recibirlo sin lo haber servido, añadiendo perseverancia añades gloria y también acrecientas amor en lo que te han de dar, porque más solemos amar lo que alcanzamos con más trabajo.

No dejes, pues, de te recoger, aunque carezcas de devoción, ni falte por esto en ti la perseverancia, porque no seas como aquel del cual dice Gersón: El que no tiene devoción, y por esto no se quiere dar a contemplar las cosas espirituales, se compara al que padece frío y no se quiere llegar al fuego si primero no siente en sí el calor; y este tal se iguala al que perece de hambre y no quiere buscar de comer, si no se harta primero, porque ¿qué es la causa de darse uno a la oración o meditación sino porque se encienda con el fuego del divino amor y porque sea harto de los dones y gracias de Dios?

Los tales yerran pensando que pierden el tiempo cuando están en oración o meditación, si luego no son rociados con la lluvia de la devoción; a los cuales digo que, si se esfuerzan cuanto fuere en sí y trabajan y están en batalla y pelean continuo contra sus pensamientos con descontento, porque no se van ni los dejan tener paz, los tales por entonces mayores merecimientos llevan que si muchas veces les viniese de súbito la devoción sin la tal batalla; y la razón es porque sirven a Dios con sus proprios gastos y despensa y con mayor trabajo y pena.

Empero, conviene al que se quiere ejercitar tener gran espacio de tiempo, lanzado todo cuidado de otras ocupaciones, así de su parte como de otros, y constreñirse a permanecer fijo en un lugar luengo tiempo, ahora se siga consolación, ahora no.

Empero, para lo alcanzar, no cese de trabajar y sea continuo; y cuando se sintiere muy enojado diga asimismo que espere espacio de media hora, y haciendo su penitencia espere la limosna de la divina gracia; empero, pasada la hora, aún se amonesta a permanecer otra hora, y muchas veces el tal en la postrera parte de la media hora en su contemplación aprovechará más que en todo el tiempo pasado.

Empero, si no alcanzare lo que pide, conozca ser indigno y haga sacrificio de la dureza de su corazón; y por esta forma podrá vencer a Dios, para que cuando viere ser hora le dé su gracia. Lo de suso es sentencia en Gersón, donde nos ha dicho cuál ha de ser la perseverancia que para este ejercicio se requiere, y lo que él ha puesto que un día se entiende de todos los que viviéremos sobre la tierra; porque acaecerte ha que, si un día te descuidas y das la rienda a las vagueaciones humanas, casi pierdes todo lo pasado, y el día siguiente te halles nuevo, en tal manera que te sea necesario comenzar como de primero, según lo hacían los nazareos que estaban apartados para se consagrar a Dios (Num 6,9-12), los cuales habían de tornar a comenzar su consagración si se hallaban presentes a la muerte de alguno, de tal forma que los días pasados se daban por ningunos.

Siquiera por no perder lo servido deberíamos perseverar, no tornando atrás como aquellos santos animales de Ezequiel, que, como anduviesen su camino hacia donde estaba el ímpetu y fuerza del espíritu, no tornaban; mas es de doler que hay ahora algunos nazareos que vuelven más atrás en un día que caminaron en tres, como aquellos de los cuales dice Jeremías (Lam 4,7-8) que eran más blancos que la nieve, y desde ha poco se les ennegreció la cara más que carbones, y no fueron conocidos en las plazas.

Confusión te será grande si paras mientes cómo una palma, aunque esté plantada en tierra seca, nunca deja su verdor, ni en los grandes soles ni en los grandes fríos, y tú con pequeña ocasión cesas y desfalleces; pequeña dificultad, pequeña tentación, pequeña adversidad te derriban, viendo que un perro permanece buscando la caza entre las espinas, y desde que no la puede prender, por estar encerrada, se esfuerza y permanece dando voces para que le vengan ayudar, porque pueda presto dar fin perfecto a lo que comenzó.

Perseveran los mareantes entre los grandes peligros, y los caminantes pasan entre los salteadores, y los caballeros entre los enemigos sin desfallecer o morir, y tú no quieres perseverar por vivir más a placer de la sensualidad. Eres como manzana gusanienta, que presto se cae del árbol, y así tú debes tener vano el corazón, pues dejas tu ejercicio antes del fin deseado en que habías de ser harto de él.

Bien te puedes contar entre los siervos de Dios tú solo por estrella errática y mudable, siendo ellos como estrellas que permanecen en su orden para pelear contra el que nos acecha el calcañar (Jdt 1,11), porque dejarretados y heridos no perseveremos (Jdt 5,22-23; Gen 19,26) o a lo menos volvamos con la mujer de Lot la cabeza atrás, deteniéndonos siquiera algún tanto en las cosas pasadas.

Si te conoces por lunático, que ahora quiere uno y mañana otro, mucho te cumple ir a Cristo (Mt 17,15-20), que siempre quiso una misma cosa, y suplicarle que haya de ti misericordia y te dé la propriedad que conviene al varón justo, del cual se dice que permanece en la sabiduría de la contemplación así como sol, que en sí ninguna mudanza recibe por muchas nubes que pasen sobre él.

Debes mucho de temer, cuando determinas tornar atrás, que no sea causa de ello algún pecado oculto que haya en ti, o de proprio amor o de otra cosa ajena de Dios, porque no es pequeño azote que viene sobre ti el determinar de te apartar de la oración por darte a no sé qué obrillas de la vida activa, que, comparadas a las que Santa María hacía, son poco más que basura; así que cuando determinares de te apartar del recogimiento, debes comenzar a hacer penitencia de algún pecado si hay en ti, según aquello de Job (Job 11,14-18): Si quitares de ti la maldad que es en tu mano, y no quedare en tu morada injusticia, entonces podrás levantar tu cara sin mancilla y serás estable y no habrás miedo y dormirás seguro. No sin grave vituperio tuyo y placer de ellos dirán los demonios de ti, si no perseveras, aquello del Evangelio (Lc 14,30): Este hombre comenzó a edificar y no pudo concluir su edificio, ni siguió ejemplo de aquel que dijo: Consummatum est.

Solemos decir que al fin se canta la gloria, porque sólo el que perseverare hasta el fin será salvo; ca los obreros de la viña no fueron llamados para recibir lo que habían merecido sino a la tarde, y el Señor a la tarde solía venir a visitar a los suyos después de la resurrección, por nos dar a entender que nunca falta a los perseverantes, como parece en María Magdalena, que por más perseverar buscándolo halló primero.

Hasta el fin dice San Juan que amó Cristo a los suyos, casi dándonos a entender que aprovechará poco nuestro amor si no es perseverante; ca, según el Sabio dice, todo tiempo ama el que es amigo; lo cual es tan necesario que para siempre quedará por enemigo si la postrera hora de la vida no perseverare amando.

Con mucha razón te manda Dios perseverar en su servicio, pues Él siempre persevera haciéndote cada día nuevas mercedes, y nunca cesa de llover sobre ti bienes, aunque tú no lo ves, y tienes en peso el merecimiento de su pasión, y mana siempre la fuente de su bautismo, y está siempre en la mesa de su altar guisado y aparejado el manjar de los ángeles para tu ánima; y la gloria que te promete nunca tendrá fin ni hastío, aunque sola una hora de ella por ser tal bastara, si a rigor de su justicia hubiese de estar para galardonar todo tu merecimiento.

Pues que así es, con mucha razón debemos, según dijo Isaías, tomar alas a manera de águila, que persevera más volando que otra ave alguna; y no curemos mucho de los ojos agudos del águila, que son las especulaciones que escudriñan la lumbre del sol de justicia muy encumbrada, sino de sus plumas renovadas, que son aficiones nuevas de amor para abrazar y tener a Dios volando a Él solo; y así podemos también correr sin trabajo, pasando muy ligeramente por la contemplación de las criaturas sin distracción alguna que nos detenga ni haga dificultad.

Dijo también Isaías que los que mudan la fortaleza de bien en mejor, y no de bien en menos, como la estatua de Daniel, que desde su principio, que era la cabeza, iba empeorando, sino como el agua que pasó el profeta, que iba siempre creciendo mientras más estaba en ella. Aquestos tales con volar y correr andan y no desfallecen, porque los perfectos varones no son impedidos de la vida activa que anda por la tierra, aunque tengan su conversación en la vida contemplativa que anda por el cielo.

Bienaventurado serás si tuvieres perseverando el ejercicio que ya elegiste permaneciendo en tu vocación, y apartándote de andar salpicando y mudando pareceres; porque si te mudas muchas veces, acaecerte ha como a la planta, que medra poco por se trasponer muchas veces.

No quieras ser negligente ni cesar en lo que comenzaste, ca si lo haces así, permanecerás en tu vocación, según lo aconseja el Apóstol (1 Cor 7,20), y no pasarás de casa en casa, mas debes permanecer en una, según lo mandaba el Señor a los suyos; empero, debes parar mientes que corras en tal manera tu carrera que perseverando ganes la joya, porque sólo el que persevera goza de lo bueno de su camino; permanezca en ti, como dice San Juan (1 Jn 2,26-27), la unción que para eso recibiste cuando comenzaste el bien, porque recibas la corona de la vida y veas la bondad de Dios, si tú permaneces en bondad (Rom 11,22).

No seas como la mesilla de Júpiter, que es el demonio, llamada trípoda porque tenía tres pies, en que sacrificaban los malos y inconstantes, dando consigo en tierra a pequeña ocasión que bastaba para los apartar de algún bien que tarde comenzaban; mira que la ciudad de Dios está puesta en cuadra para denotar su gran sosiego y permanencia (Ap 21,16); no sea corta tu vestidura que no pueda cubrir tus pies, ca es deshonra tener la vestidura de la perseverancia corta, sino que cubra hasta la postrera parte de tu vida; no te espanten los trabajos que suele haber en los principios, pues que todos los vence la perseverancia y los torna muy apacibles, si con todas entrañas y corazón comienzas y perseveras algún día buscando esta sabrosa sabiduría que se aprende en la escuela del recogimiento; después apenas la podrás dejar; antes maravillosamente te hallarás preso de ella en cárcel de amor, de la cual tú nunca desearás ser libre, según lo cual dice el Sabio (Eclo 6,27): Con todo tu ánimo te llega a ella, y con toda tu virtud conserva sus caminos; investígala y manifestarse ha a ti; y cuando la tuvieres no la dejes, porque en tus postrimerías hallarás holganza en ella y convertírsete ha en solaz; y sus grillos serán a ti en amparo de fortaleza y en cimientos de virtud; y su collar te será estola de gloria, porque en ella hay hermosura de vida, y sus lazos son ataduras de salud.

No seremos presos en la bienaventurada prisión de la espiritual sabiduría si nosotros no la prendemos primero a ella y la echamos en la cárcel de la perseverancia, de donde ella nunca querría salir, porque no aborrece otra cosa más que el hombre mudable sin constancia; y el que solamente tuviere permanencia y perseverare, aunque tenga, por otra parte, otros impedimientos naturales, saldrá con todo lo que quisiere, si quiere perseverar en el bien que comenzó.

Dichosa eres, ¡oh bienaventurada perseverancia!, consagrada en aquel gozo como gigante corriendo hasta dar fin a su obra; tú eres amparo de las virtudes y báculo de mucho favor para los que pasan el vado de aqueste mundo, que sola llevas el bien al puerto deseado; tú tornas dulces las cosas amargas, desechas todo trabajo y al fin haces ligero lo que antes era pesado; tú fortaleces los flacos y sin ti los fuertes se tornan vituperables; tú sola, según dice San Bernardo, haces que las fuerzas alcancen gloria y las virtudes corona, y sin ti ni el que pelea alcanza victoria, ni el que vence lleva la palma; eres vigor de las fuerzas, perfección de las virtudes; eres recreación para el merecimiento, medianera para el premio, hermana de la paciencia, hija de la constancia, amiga de la paz, nudo de las amistades, lazo de unidad, defensión de la santidad, alabanza de fortaleza, y vences al invencible, y haces victorioso al que ninguna causa tiene de ser vencedor.

Si quieres, hermano, alcanzar aquesta virtud, haste de renovar cada día trayendo a la memoria los propósitos que algún tiempo tuviste de nunca desfallecer en tu ejercicio; para mientes que tu Señor te está siempre mirando, y así de miedo o de vergüenza, o por le agradar, nunca cesarás de orar; ten apuntados en tu memoria algunos pasos de la Escritura que hablen de la perseverancia, mayormente aquel dicho del Señor que dice: Conviene siempre orar y nunca desfallecer; piensa otrosí cómo el Señor oraba prolijamente, muchas veces toda la noche apartado de los suyos, por nos enseñar cuán buena era la soledad del ánima que se asienta solitaria y se levanta sobre sí misma; mira los votos y obligación que tienes de ser mejor según los dones que has recibido, y cómo el que tiene continua guerra contino le cumple pelear, y el que siempre recibe beneficios no debe cesar de hacer gracias, ni el que siempre es amado ha de aflojar en el amor; pues que, aunque ame siempre, no puede responder en alguna proporción al que lo ama sin entreponimiento; mira que mientras más perseveras te vas más acercando al fin, y que no tienes más de la perfección que tienes de la perseverancia, y de esta manera, conociendo que está en ella todo tu caudal, le pondrás más cobro.

Cuando por amor no pudieres perseverar, constríñete por fuerza con celo santo a entrar por esta puerta angostada del recogimiento, porque Dios da gracia de poder al que tiene osadía para perseverar; te aviso de apartar lejos de ti las cosas que te impiden, y podrás perseverar con más reposo; no seas menos mirado en el orar que lo serías en el dormir; si para dormir haces que cese todo ruido y ocupación y te encierras y quedas solo, perdiendo todo el cuidado de este mundo, esto mismo has de hacer para orar, convirtiéndote totalmente a las cosas del espíritu. Piensa que no te crió Dios para otra cosa sino para orar, ni demanda de ti otra cosa sino que ores a Él en espíritu y verdad, porque de esta manera avivarse ha en ti el cuidado de hacer tu oficio y salir en él maestro; despiértate a menudo y alegra tu corazón, atrayéndolo con halagos espirituales a que siempre ore al Señor; porque más dura la carreta untada que no la seca; y piensa en el premio y gloria de los perseverantes, para que así te enamores de aquesta virtud, y mira que está en tu mano dejar lo comenzado, y por ventura no podrás tornarlo a comenzar, y que en un día que se suelta de la jaula el ave que no estaba bien domada pierde toda la mansedumbre que había cobrado; empero, si la haces perseverar mucho tiempo, después la sueltan y no se va. Lo cual acaecerá a tu corazón si perseveras, ya que después estará tu corazón en el recogimiento si a los principios te das continuamente a él, y acaecerte ha que el mismo ejercicio te haga tornar muchas veces sobre ti, si ahora andas tú solicito sobre él con perseverancia, porque después de encendido el amor nunca huelga ni cesa de poner espuelas, y aquejar el corazón hasta lo unir sin medio alguno con lo que ama enteramente, que es Dios, al cual sea honra y gloria por todos los siglos sin fin. Amén.




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