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Tres palabras principales contiene nuestra letra, según las cuales tenemos tres puntos en la
exposición de ella. La primera palabra dice que examines las cosas dudosas y peligrosas. La
segunda, que comes experiencia de unas cosas para cómo te debes haber en otras. La tercera,
que de día en día vayas más afinando y reduciendo a mayor perfección tus obras.
Cosa muy justa es tener algún recelo en las cosas arduas, y no fiarse hombre sin la prenda de
la razón por tener segura la paga, porque escrito está (Eclo 18,27) que el varón sabio en
todas las cosas temió; y los mayores peligros más suelen ser temidos. Donde los avisados
marineros suelen llevar una cuerda larga, al fin de la cual atan algún plomo para ver cuánta
agua hay en aquel lugar, por que no tope la nao en lo bajo y padezca detrimento; y también se
rigen por la carta del marear, donde hallan muchos peligros escritos para su aviso; y llevan
también muchas velas para servirse de ellas, disponiéndolas según el viento lo requiere;
allende de esto, llevan el agua cerca del timón, que siempre mientras navegan debe ser
regido conforme a ella mirando al norte. Con toda esta diligencia y mucha más examina su
camino; lo cual aún no basta para les acabar de quitar el miedo, mas siempre el piloto vela
en regir la nao por miedo de los peligrosos lugares.
Estas cosas he dicho para nuestra doctrina, pues que nuestra vía es por el mar (Sal 76,20) y
nuestra senda por las muchas aguas; donde es de notar que cada ejercicio de virtud y
santidad es una navecilla, en que cada justo con su familia interior y mundo menor se debe
salvar; y así como hay muchas maneras de naos, así hay muchas maneras de ejercicios;
empero, cada uno con vocablo común se podrá llamar nao, según aquello del salmo (Sal
106,23-24): Sacrifiquen a Dios sacrificio de alabanza, y denuncien las obras de él en alegría
los que descienden a la mar en naos, haciendo operación en las muchas aguas; éstos vieron
las obras del Señor y las maravillas de él en el profundo.
De los mundanos que suben al mar alborotado del mundo no hacemos aquí mención, sino de
los que por humildad descienden en gruesas naos de grandes ejercicios, navegando por la
mar de la vida presente al puerto de la salud. Llamo la vida presente mar, pues que de tantos
torbellinos y tempestades es fatigada, en la cual perece el que no va en algunas de estas naos,
que son los santos ejercicios de virtud; porque a nado ninguno la puede pasar; y así como
unas naos van por aguas dulces y otras por salobres, así hay algunos ejercicios que la
costumbre ha hecho dulces, y las lágrimas que en ellos se derraman son dulces, por las
cuales navegan, y otros que son por alguna causa más penosos y sus lágrimas amargas;
empero, acaece que mejor y más seguramente se navega el agua salobre que la dulce, y así
no van peor librados los que van por agua salobre; antes que acaece que éstos por se ver en
más peligro, se examinan mejor y ofrecen más sacrificios y votos al Señor; y después de
libres de la tempestad anuncian, como dice David, con gozo las obras del Señor. Y tanto
mayor es la operación interior y exterior de aquéstos, cuantas más aguas de lágrimas tiene su
mar.
Las aguas de este tercero serán dulces, porque aún, según dice Plinio, hay mar dulce, al cual
se pueden estas terceras lágrimas de que hemos de hablar comparar; por las cuales si llevas
la nao de aqueste tercero y último ejercicio, verás, según dice David, las maravillas del
Señor en el profundo corazón tuyo, según dice la glosa. De estas naves, que son los santos
ejercicios, se puede decir aquello del Apocalipsis (Ap 18,19): Hiciéronse ricos todos los
que tenían naves en el mar. En esta nave del santo ejercicio nuestro duerme y reposa Cristo;
y acaece que mientras Él más duerme y reposa, se turba más el mar; y muchas veces mientras
Dios está con nosotros somos más combatidos, y siéntese Dios dentro en el ánima muy quieto
y la tentación en lo de fuera, lo cual permite el mismo Señor para probar nuestra confianza, y
no creo que cesará la tempestad hasta que Él lo mande; porque proprio es del mar
embravecerse, por cuyo remedio debemos ir al Señor y decirle que nos salve poniendo
tranquilidad y paz (Lc 8,24).
Estas naves, que son los santos ejercicios, hallarás figuradas en el libro de los Macabeos (1
Mac 13,29), donde se dice que Simón puso unas naves esculpidas sobre el sepulcro de su
padre y hermanos, para que las viesen los hombres que navegan por el mar. Simón quiere
decir obediente, y es todo buen cristiano que obedece a los mandamientos y consejos de
Dios. Éste esculpe naves obrando muy durables ejercicios sobre la sepultura de su padre
Cristo, que es su sacra pasión; la cual se pone por seguro fundamento de todo ejercicio, y
sobre los sepulcros de sus hermanos, que son los santos pasados que debemos imitar, y estas
naves se han de ver de los que andan por el mar de la vida presente, porque desean ellos
salvarse en ellas por imitación o por socorro de oración o en otra manera.
El viento próspero con que debe navegar la nave de nuestro ejercicio es el flato o
inspiración del Espíritu Santo, para que sea próspero nuestro camino y lleguemos con tan
buen viento al puerto de la salud, que es claro conocimiento de Dios, como aquellos de los
cuales se dice (Hch 13,4): Enviados del Espíritu Santo navegaron hasta Cipre. Aquéllos van
enviados del Espíritu Santo que obedecen a la inspiración suya, que hinche y abre
gloriosamente las velas de los deseos de ellos, para navegar hasta Cipre, que quiere decir
hermosura, de la cual está escrito (Is 14,7): Sentarse ha mi pueblo en hermosura de paz y en
holganza bastecida.
Dije que las velas eran nuestros deseos, los cuales han de ser de pureza y limpieza, pues que
el puerto do vamos es conocer a Dios, al cual no ven sino en los limpios de corazón, y por
esto se dice de la nao de Tiro (Ez 27,7) que sus velas eran de Holanda. El mástel sea el
amor de Dios, que se dice en el mismo profeta ser un cedro, que es árbol incorruptible,
porque no debe jamás faltar en ningún ejercicio; y ha de ser del monte del Líbano, que tiene
figura de la bienaventuranza, porque el amor caritativo infuso es el perfecto. A este mástel se
han de atar las cuerdas de la paz y concordia con Dios y con nos y con nuestros prójimos,
que se llaman lazos de caridad en la Escritura (Os l l,4). El aguja de la nao es la fe, por la
cual se ha de regir el timón y gobernalle de la nao, que es la discreción. El aguja señala el
norte, porque la fe nos ha de regir y llevar hacia la contemplación; entre las cuales esté la
discreción, que es muy necesaria entre la fe y la contemplación. El piloto es el buen consejo,
el cual se debe regir por la carta del marear, que es la santa Escritura, si no quiere errar. La
cuerda tanteadora es la prudencia que para tantear las cosas es necesaria si nos queremos
asegurar, y ésta debe por la mano del piloto, que es el sano consejo, medir el agua por do
navegamos, que es nuestra vida sin sosiego.
Las cosas ya dichas han de ser muy bien examinadas y miradas por miedo de los muchos y
grandes peligros que hay, en especial en este mar por que navegamos, que es la vida presente
sujeta a muchos engaños y también de parte de la misma nao; por alguna falta si hay en ella,
puede venir algún peligro, y también de parte del piloto, si es descuidado y sin aviso, porque
es obligado a lo examinar todo con diligencia.
Yo he leído muchos peligros marinos que pueden ser contrarios a la nao de nuestro ejercicio,
mayormente a este ejercicio de este Alfabeto tercero. En un libro leí doce y en otro otros
doce; y después de haber mirado sus amenazas y el multiplicar engaños que las personas
espirituales suelen caer, más me parecen espantajos causadores de temor que avisos
causadores de cautela. Suelen los hortelanos poner en sus huertas algunas cosas fingidas para
que las aves, espantadas de su vista, no lleguen a comer; así hacen algunos fingiendo razones
y temores y engaños que pueden acaecer a las personas espirituales por manera de aviso,
amonestándoles que examinen tal cosa y tal cosa, porque suele acaecer esto y esto, y que se
guarden de esto y de lo otro; lo cual ellos multiplican en tanta manera para humillar a las
tales personas, que se espantan y huyen del tal ejercicio, por juntamente huir el peligro y no
ponerse en tan estrecho examen; así que los tales, pensando de aprovechar, dañan mucho a
las personas simples que, según dice el salmo (Sal 13,5), temen donde no hay razón de
temer.
Miren éstos que mandaba Dios que no tomasen al deudor la muela inferior ni la superior,
porque para moler son menester ambas juntas. Aquel quita la muela superior que con sus
amenazas nos quita la esperanza de aprovechar en la contemplación, y aquel quita la inferior
que nos quita el temor de los peligros que suelen acaecer, lo cual no es menos mal que lo
primero.
Gersón pone también muchas cosas que debemos examinar; empero, porque me parece que
todo buen juicio caerá en ellas y que también son algo comunes, y que a cada negocio
pertenecen, no hago aquí mención de ellas, sino digo, según el mismo Gersón dice, y según
lo he platicado con personas en este negocio muy ejercitadas, que esta vía es segura y tiene
menos en que trompicar que otras; y los que atemorizan a los que por ella quieren ir, en
espantar a los otros piensan excusar a sí mismos de negligentes, cuasi diciendo que ellos más
lo dejan por temor que por falta de voluntad; y si éstos me creen no deben creer a sí mismos,
ni huir de la batalla antes que reciban en ella golpe, ni volverse del camino antes que vean
por qué.
No creas, hermano, a los que dicen haber en este camino muchos salteadores, porque si
algunos en él son salteados, fue por no ir ellos apercibidos de las virtudes que puse en la
comparación de la nao y de otras que pondré en diversas letras según conviene. Por uno que
matan en un camino suelen todos temer de ir por él; empero, no por eso se ha de dejar de
andar el camino, salvo que han de ir más recatados de ahí adelante los que fueren por él. A
mí, en conclusión, me parece que cada camino tiene algún trabajo, y también algún peligro; y
cada nao tiene algún recelo y hace que teman los que van dentro, porque no hay sino una
tabla entre ellos y la muerte.
Cosa notoria es que debemos más temer en las cosas más arduas, porque allí el errar es más
peligroso; empero, según dice Ricardo, el mucho miedo es en las cosas grandes mayor
tentación que otra alguna, porque no las suele quitar de las manos porque no erremos en
ellas, y no miramos que el mayor error es dejarlas de seguir por miedo.
No sin misterio mandó nuestro Señor a Gedeón (Jue 7,3), cuando quiso librar a Israel, que se
fuesen de la batalla, ca no eran dignos de victoria, los medrosos; y cuando habían de entrar
en alguna pelea mandaba Dios que dijesen a los batalladores: No se amedrente vuestro
corazón; no queráis haber miedo; no les deis la ventaja ni les hayáis miedo, porque vuestro
Señor Dios está en medio de vosotros. En fin, de otras cosas mandaba Dios que dijesen (Dt
20,8): Quien es hombre medroso y de poco corazón váyase y torne a su casa, por que no haga
que hayan miedo los corazones de sus hermanos. Aquí desecha Dios los medrosos por que
no hagan también que otros hayan miedo con sus corazones fuera de razón, si bien se miran.
Dicen éstos que tema el devoto orador, porque la gracia de la contemplación y gusto interior
se cuenta entre las gracias que pueden poseer aun los infieles, así como el hacer maravillas y
hablar en lenguas y otras muchas gracias que Dios da a los hombres, y que algunas veces se
da esta gracia en señal de reprobación, y se imputa a condenación, y dicen más y dan por
muy seguro consejo y muy fundado que no debe ninguno desear gustar en este mundo la
divina dulcedumbre.
Estas cosas y otras muchas dicen con que de verdad dañan mucho a los simples y santas
personas que se ejercitan en la muy loable y sobreexcelente devoción, y desean, según el
deseo y corazón de Dios, ver y gustar, como El lo manda, cuán suave sea su santa gracia y
amor.
Leí una vez un libro que hablaba cosas muy devotas, que cierto despertaron harto mi tibieza
al amor del Señor, y fui a un letrado a se lo alabar por útil y provechoso para los que en la
tierra quisiesen gustar el santo maná que Jesucristo envía del cielo a los suyos, y él
respondióme: ¡Oh cuántos ha de llevar ese libro al infierno! Y esto me dijo con una voz
quebradilla, que el son no mostraba menor mal que las palabras; de las cuales yo espantado
le pregunté la causa de tanto mal, y él me dijo que amonestaba a los hombres que se llegasen
a Dios por alcanzar gusto de dulcedumbre.
Del mismo libro habló otra persona devota a otro letrado, maestro de mucho saber y virtud, y
respondió que él había leído aquel libro y había hallado en él todo lo bueno que de
contemplación había visto escrito en otros libros difusamente.
En este contrario parecer de estos letrados puedes tomar aviso para tu examen, y no creerte
de ligero porque uno te diga mal de las cosas devotas. Si en algún libro leyeres que te has de
guardar de las personas que tienen arrobamientos, como si tuviesen rabiamientos, tampoco lo
creas; y si te dijeren que fue santo el que lo escribió, di tú que ningún santo condena con
atrevida sentencia lo que puede ser bueno sin primero lo examinar con mucho acuerdo; y por
esto creo yo que algunos indevotos mezclaron en la doctrina de aquel santo y de otros
semejantes cosas por tener que acotar.
Aunque en nuestros tiempos haya muchas personas visitadas de Dios con abundancia de
gracia, también hay muchos tan ajenos de ella, que viendo en otros por algunas señales
exteriores lo que no ven en sí, tiénenlos por locos y engañados o endemoniados, y el menor
mal que otros les atribuyen es la hipocresía; empero, lo más común que les dicen es locos o
endemoniados; así que de cada uno de los así perseguidos podamos decir aquello que se dijo
del Señor (Mc 3,21): Como lo oyesen los suyos, salieron para lo atar, y decían que se había
tornado loco; y los sabios que habían descendido de Jerusalén decían que tenía demonio.
Por el gran fervor del espíritu que el Señor tenía, lo querían atar; y padeció Él ser reputado
por loco, según dice San Jerónimo, por mostrar en sí lo que algunos siervos suyos habían de
padecer por Él. Los que no por santidad, pues no la tienen, ni por letras, pues no las saben,
no pueden conocer los movimientos que suelen tener las personas devotas, luego dan mala
sentencia en lo que no son jueces, y dicen que ninguno santo hizo cosas semejantes, como si
ellos tuvieran conversación con todos los santos mientras vivieron en este mundo.
Aunque no se escrebieron todas las cosas que los santos tuvieron, bien sabemos que Santo
Domingo y San Francisco y muchos de sus compañeros tuvieron cosas que no pudieron
encubrir sin (lar voces y gritos y tener otros movimientos no acostumbrados; y pues que ellos
los tuvieron, no es mucho que ahora los tengan otras personas devotas; empero, lo más
seguro es evitar toda cosa que de fuera parece, si se puede hacer sin perjuicio de la
devoción verdadera.
San Buenaventura habla de esto largamente, y los varones doctos que saben las raíces de las
pasiones inferiores del ánima, no se les hace de mal creer lo que tú apenas puedes oír sin
mostrar de fuera en el gesto la pasión que dentro recibes en oír alabar a los tales; y si oyes
burlar de ellos, has tan gran placer, que no puedes tener la risa, lo cual causa en ti lo que
dentro en ánimo se obra; y así en los otros has de creer que algo sienten dentro que causa lo
que de fuera parece; y lo de dentro es tanto, que vence la resistencia del que lo tiene para
que no lo pueda encubrir.
Conforme a lo cual dice el Sabio (Ecl 8,8): No es en el poder y mando del hombre vedar el
espíritu. Si la palabra que está ya concebida en el pecho no la puede el hombre retener,
según dice Job (Job 4,2), ¿cuánto menos se podrá detener el ímpetu de la palabra de Dios?
Responda el incrédulo a la pregunta en que el Sabio dice (Prov 6, 27): ¿Por ventura puede
alguno esconder en el seno el fuego sin que ardan sus vestiduras? Cuando alguno tiene en el
seno de su corazón a Dios, que se llama fuego gastador de nuestros males, no es maravilla
que el ardor del amor que dentro obra se muestre en la vestidura exterior del ánima, que es
el cuerpo, en el cual se causan diversos movimientos.
Pues que así es, hermano, toma el consejo de nuestra letra, que te dice haber de tener cargo
de examinar bien tus interiores movimientos y obras, para que no temas el examen de los
hombres; conforme a lo cual dice el Sabio (Eclo 37,30-31): Hijo, mientras vivieres tienta tu
ánima, y si fuese mala no le des poder, porque no convienen a todas las cosas ni place a toda
ánima todo género de cosas. Y Salomón dice (Prov 23,19): Oye, hijo mío, y sé sabio y
endereza tu ánimo en el camino. Y en otra parte dice (Prov 18,15): El corazón del prudente
poseerá la ciencia, y la oreja de los sabios buscará la doctrina.
A algunas personas hace Dios muchas mercedes, y por no ser solícitas en su conservación
pierden presto las mercedes; empero, si tú las quieres largo tiempo poseer, has de ser
prudente examinando todas tus cosas, no solamente las grandes, mas aun las pequeñas,
porque el menospreciador de lo poquito vendrá, según dice el Sabio (Eclo 9,1-12), de mal
en peor.
Debes también examinar las disposiciones corporales, porque nuestra carne finge necesidad
donde no hay ninguna; ca alguna vez te parecerá que tienes sed, y es fingida; y después de
mucho holgar te hallarás muy cansado y muy mal dispuesto, lo cual debes examinar con una
disciplina muy buena, que duela muy bien; y si fuere menester otra cosa, no te duela, para
que la pereza sea bien examinada, y si persevera la mala disposición, no debe ser pereza.
Conforme a lo cual acaece a muchos religiosos ir con mala disposición a maitines y al fin de
ellos hallarse buenos. Otros, después de muchas horas de sueño, se duermen, todo lo cual
manifiestamente parece procurado del demonio, que nunca duerme por no estorbar las velas;
y también se halla el engaño viendo el hombre que, haciéndose alguna fuerza, le va después
muy bien; de esta manera has de examinar cosas semejantes.
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