CAPÍTULO VII. QUE NOS ENSEÑA CUÁL SEA MEJOR: ENTRAR DENTRO EN SÍ O SUBIR SOBRE SÍ

Suelen los que siguen el recogimiento, ya entrados algún tanto en el ejercicio, dudar cuál sea mejor, entrar el hombre dentro de sí mismo o levantarse encima de sí. A esto decimos, lo primero, que ambas estas cosas son de aquesta vía del recogimiento, y que sin recogimiento no se puede hacer lo uno ni lo otro. El entrar el hombre en sí mismo es principio del subir sobre sí; porque aquí también tiene verdad aquel común dicho del Señor que dice: El que se humillare, será ensalzado.

Estas dos cosas: entrar el hombre en sí mismo y subir sobre sí, o retraerse el ánima en sí, o subir en alto, son las dos cosas mayores que se hallan en este ejercicio, las que el hombre más debería procurar y las que más satisfacen al corazón del hombre. El entrar en sí se hace con menos trabajo que no el salir sobre sí; y, por tanto, me parece que, cuando el ánima está pronta e idónea para ambas cosas igualmente, debes entrar dentro de ti, porque el salir sobre ti, ello se vendrá sin tú procurarlo; resultando de lo primero, que es entrar dentro en ti, y será más puro entonces y más espiritual; empero, de estas dos cosas siempre debes seguir la que más tu ánima desea, porque para aquello debe tener más gracia y favor.

Algunas veces acaece que se halla bien el ánima no se entrando en sí misma, ni subiendo sobre sí, mas en un medio, como quien está a la puerta, que ni quiere salir ni entrar; lo cual también es bueno si está cerrada la imaginación y hay algún contentamiento en el mismo recogimiento; de otra manera engaño debe de ser a menores bienes. Y lo que más debes procurar es levantar el espíritu o recogerlo dentro de ti, y no lo dejes ir a parte ninguna, sino que o junto entre dentro o junto se levante sobre ti, estando siempre entero en sí; según aquello que San Pablo dice (1 Tes 5,16-24): Gozaos siempre, orad sin entreponimiento, haced gracias en todas las cosas, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para todos vosotros; no queráis matar el espíritu, no queráis menospreciar las profecías; mas probad todas las cosas y tened lo que es bueno; apartaos de toda especie mala. El Dios de paz os santifique por todas las cosas, para que vuestro espíritu entero y ánima y cuerpo se guarde sin querella en la venida de nuestro Señor Jesucristo; fiel es el que os llamó, el cual también obrará.

En estas palabras toca el bienaventurado San Pablo casi todo lo que hemos dicho.

En lo primero nos amonesta que siempre tengamos alegría en el Señor; que es, cuanto al caso presente, en entero contentamiento del estado que ya elegimos; el cual contentamiento es causa de evitar las salidas que viste, porque la falta de este contentamiento hace salir a muchos de donde no deberían.

Dice también que oremos sin hacer intervalo, que es proprio del recogimiento; porque no admite, si perfecto es, algún medio de criatura alguna, que es con un intervalo que estorba al ánima y la detiene, no dejándola llegar tan presto a Dios como querría.

Hemos también de hacer gracias en todas las cosas, atribuyéndolas todas a Dios; lo cual si hacemos, usaremos de armas de justicia a la diestra y a la siniestra, teniendo quietud y reposo para no salir en palabras de ira ni en otra cosa que nos derrame fuera de nos, porque ésta es la voluntad de Dios, que permitió en Cristo ser así hecho para la doctrina de todos.

Dice más el Apóstol, que no mates el espíritu por encubrirlo. Bien es que lo encubras según te dije; empero, mal es que lo mates; Si no lo puedes encubrir sin matarlo, no lo encubras; mas dale lugar que respire, por que no perezca en ti, que sin él pereces.

Las profecías que dice el Apóstol que no queramos menospreciar son muchos secretos que en el recogimiento revela Dios al ánima devota; los cuales debemos probar con el toque de la razón, para ver si son de nuestro proprio espíritu, que muchas veces profetiza lo que desea, o si son del espíritu de Dios, que nunca yerra; y si en algo halláremos alguna cosa que pareciere mala, debemos abstener hasta que conozcamos ser buena.

Dice que probemos todas las cosas; lo cual, refiriéndose a las salidas y entradas espirituales del ánima, querrá decir que lo bueno a tu espíritu es aquello en que se halla mejor y a lo que se siente irás inclinado; lo cual debe tener conservándolo en unidad, para que Dios, que es amador de la paz del corazón, te santifique, dándote su gracia por todas las vías ya puestas de entrar dentro de ti o saliendo sobre ti en espíritu entero. El cual no puede estar entero si el ánima se derrama por algunos de los sentidos; y el ánima, si falta la quietud y encerramiento corporal, tampoco puede estar entera; y por tanto dice el Apóstol (1 Tes 5,23) que el espíritu, que es lo más alto, y el ánima, que es la parte inferior, y el cuerpo han de guardarse enteros sin querella de murmuración o descontento; y esta guarda ha de ser para la venida del Señor al corazón, con que lo quiere hallar todo muy entero, como en la Virgen lo halló; la cual corporalmente estaba recogida y encerrada, pues que se dice que entró el ángel a ella, y su ánima estaba entera, pues creyó la palabra sustancial de Dios, que no entra por los sentidos, y consintió su espíritu al Espíritu Santo, que obró en ella sobreviniendo y siendo en unidad de espíritu de ella recibido, saliendo fuera de sí, como al camino que aparejado tenía a sólo Dios, el cual con el mismo espíritu virginal se infundió en sus entrañas, para obrar realmente lo que cada día obra espiritualmente en las ánimas santas en que se transforma.

En lo que más dice el Apóstol no hace sino dar confianza de estas cosas, aunque sean grandes; pues el mismo Dios que las inspira y hace desearlas cumple en los corazones que se aparejan para ello, estando siempre consigo mismos y castigando la salida sin provecho.




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