OCTAVO TRATADO

HABLA DE COMO LOS QUE SABEN HAN DE ENSEÑAR, Y LOS QUE NO SABEN HAN DE SER ENSEÑADOS EN LA VIDA DEL RECOGIMIENTO, Y DICE: HARÁS MAESTROS A TODOS Y, AMÁNDOLOS, HUYE A UNO


CAPÍTULO I

Entre las otras causas porque el varón contemplativo se compara al águila, es una principal aquella que escribe el santo profeta, diciendo (Dt 32,11): Es así como águila que provoca a volar sus hijos, extiende sobre ellos sus alas volando encima de ellos muchas veces. El que sabe subir en alto por el vuelo de la contemplación y pone en las alturas el nido de su recogimiento, no es razón que olvide los que acá en lo bajo quedamos, sino que nos provoque a volar; pues tenemos para ello habilidad y deseo, razón es que extienda sobre nos sus alas, mostrándonos las maneras que él tiene en el volar; y si no bastare una vez, sea muchas; porque los muy nuevos deben ser muy informados, mayormente para tan alto vuelo como es el del recogimiento, donde acaece subir tanto que se pierde el contemplativo aun a sí mismo de vista, como el que decía no saber si estaba en el cuerpo o fuera de él (2 Cor 12,2).

A la cual cumbre y altura debe el contemplativo, como el águila, provocar a que los otros vuelen, siendo en ello tan solicito como el águila para que sus hijos vuelen, cuando los siente para ello aparejados. Y débelos provocar y volar sobre ellos, que es enseñarlos por palabra y por ejemplo; porque no basta provocar de palabra si falta la obra, que mueve mucho más; y también posar sobre ellos es exceder a los que enseña, porque sea el maestro sobre el discípulo y no al revés, sino que vuele más para que por oración vaya adelante a les aparejar favor de aquel a quien todos vuelan; porque de esta manera habrá muchos enseñados en el arte de volar; lo cual todos debemos desear y procurar con todas nuestras fuerzas, según lo amonesta nuestra letra diciendo: Harás maestros a todos y, amándolos, huye a uno.

Esta letra tiene dos sentidos, según los cuales su glosa tendrá dos partes. El primer sentido o declaración quiere decir que con nuestra buena doctrina y ejemplo hagamos a todos los otros maestros, enseñándolos en el arte del recogimiento si lo hubiéramos aprendido; y amando a los que así hubiéremos enseñado con amor especial, nos vamos huyendo a uno que sobre todos es maestro en los cielos; en tal manera que no echemos todo el tiempo en enseñar apartándonos de la escuela interior y secreta, adonde Dios enseña al ánima, ca no debemos ser como unos letradillos, que, siendo enseñados en una ciencia, se apartan de los estudios por la ir a enseñar a otros y no aprenden ellos otras cosas que les faltan; no así nosotros, sino que enseñando a los otros aprendamos en el continuo estudio del recogimiento cosas mayores, al cual debemos huir.

En el segundo sentido o declaración querrá decir nuestra letra a cada uno de los que siguen el recogimiento que aprenda de todos, teniéndolos por maestros de alguna singularidad o especial virtud que viere en cada uno digna de ser imitada, y en lo demás se aparte de todos, no dejándolos de amar, y vaya huyendo a uno que debe elegir en único maestro para que le enseñe este camino; y no debe tener con todos comunicación, sino que los imite en lo bueno que viere, y no dejándolos de amar, se vaya a guarecer y amparar a uno que sea tal cual conviene, al cual se debe dar sujeto para ser de él cumplidamente y con mucho amor enseñado; y, por tanto, te dice que vayas huyendo, porque si vamos huyendo a alguno, esperamos ser de él guarecidos, y favorecidos, y amados y recreados.

La causa que principalmente me movió a escribir este libro fue por traer a noticia común de todos este ejercicio del recogimiento; donde por esto puse en la letra esta palabra a todos, no siendo aceptador de personas, sino enseñando a todos cómo se han de llegar al universal Señor, que quiere ser de todos servido y tener con todos amistad; ca escrito está (Prov 8,1-3) que la sabiduría dulce y muy sabrosa llama y da voces a los hijos de los hombres, no solamente en los montes altos, mas a las puertas y entrada de la ciudad, y en las plazas da olor de suavidad.

Algunos, empero, hay que no sufren con igual corazón que tan delicado ejercicio se comunique a personas envueltas en pecado y dadas a los deleites carnales y entremetidas en los negocios mundanos, y dicen que mal puede pensar de Dios el que tiene la mujer .¡I lado. Al que dijere aquesto le puedo responder que yo no escribo ni amonesto aqueste ejercicio sino a los que guardan los mandamientos de Dios, sean quien fueren; y a los que no los guardan les notifico que son obligados a los guardar, y si los guardan les doy por muy sano consejo que sigan la oración y se aparten de las cosas ,pie los apartan de Dios, y vivan sin reprehensión de corazón, guardando los santos mandamientos de Dios, en los cuales está entera y muy cumplida salud; por lo cual se llaman mandamientos de vida, ca dan vida al ánima y la constituyen en caridad perfecta, para que el amor que procediere de la voluntad, informado de ella, sea más acepto para con Dios y merecedor de todo bien.

Y si alguno dijere que San Jerónimo dice no tocar la gracia del Espíritu Santo el corazón de los profetas en el acto matrimonial, bien lo creo; mas en este ejercicio no tenemos intento a ser profetas, sino amigos de Dios, lo cual pueden ser los hombres sin ser profetas, y puédenlo ser siendo casados, y aun merecer en esto mucho delante de Dios, si es el que debe, como lo son muchos; y, por tanto, no se les debe negar cualquier manera de oración que disponiéndose quieran usar. Si cuando San Jerónimo dice no tocaba el Espíritu Santo al casado profeta, pudiéralo tocar después cuando vacase a la oración. Ningún fiel cristiano negará lo ya dicho, si no quiere negar con algunos herejes el sacramento del matrimonio, en el cual, según tiene la santa madre Iglesia, comunica Dios su gracia a los que lo reciben dignamente; y por eso lo llama sacramento, que es señal de cosa sagrada que en él se recibe, la cual es la gracia interior.

Este santo matrimonio es orden, no de Santo Domingo, ni de San Francisco, ni de San Pedro, sino orden de Dios instituida por la boca del Padre Eterno en el paraíso terrenal, apoyada por su Hijo en Caná de Galilea, donde alegró los convidados por su nueva maravilla; es confirmada del Espíritu Santo, que comunica su gracia en el santo sacramento del matrimonio a los que sin pecado mortal lo reciben. Los que guardan los santos mandamientos de Dios y son leales en el sacramento del matrimonio, en ninguna manera deben ser apartados de la contemplación, si la quieren seguir, antes han de ser favorecidos; y los que les aconsejan que no oren, no pienso que pecan menos que si les vedasen entrar en religión; ni piense alguno que su intención lo salva, pues procede de ignorancia, que no excusa pecado.

Son hoy día algunos como los que defendían y apartaban los niños que no se llegasen al Señor cuando su Majestad pasaba por alguna calle, a los cuales reprehendió el Señor diciendo (Mt 19,13-14): Dejad los pequeños venir a mí y no los estorbéis.

Anda, sin duda, el Señor con su santa inspiración por las calles y por las plazas buscando muy especiales amigos, ca no se contenta con los que están encerrados, sino que también quiere de los otros; según dice San Gregorio sobre los Cánticos (Cant 3,1-3): Los que estamos encerrados debemos en espíritu salirlo a buscar, como hace la esposa; y esto ponemos por obra cuando tenemos humildad para imitar algunas especiales virtudes que tienen ciertas personas que ¡notan en el mundo mediante las cuales mora Dios en ellas.

Lo que hace a algunos dificultad, es aquello que comúnmente dicen de la bestia que era mandada apedrear si se llegaba al monte; lo cual ellos glosan a su propósito, mas no bien; pues que en el mismo capítulo (Ex 19,12-13) es también mandado apedrear el hombre que llegare al monte; y a los sacerdotes también se veda que no se acerquen al monte; donde, así como yerran en esta glosa, yerran en todas las autoridades de la Escritura y dichos de los santos, que alegan para probar que los seglares no deben ser instruidos ni enseñados en la oración mental, contra lo cual amonesta nuestra letra a todos los que han recibido este don que lo comuniquen debidamente a todos los fieles cristianos que quisieren darse al santo ejercicio; porque no creo que santo alguno, ni escritura auténtica, veda tal cosa, antes hallo que el bienaventurado San Pablo no amonesta en sus epístolas otra cosa con más instancia que inducir a los cristianos que oren y se den al santo deseo de las cosas divinales; y Cristo nuestro Redentor a la pobre mujer samaritana enseña cómo había de orar en espíritu, según oran los verdaderos adoradores de Dios; y le amonestó pedir del agua viva (Jn 4,14), que era el espíritu que habían de recibir los creyentes.

No sea nadie como Simón leproso, que luego juzgue por pecadores a los que no se contentan en la forma de su vida, porque Dios obra dentro en las ánimas que se convierten a Él otras cosas secretas. Ana, la madre de Samuel, lloraba en el templo (1 Sam 1,10-20), mas Helí burlábase de ella, juzgándola por muy entremetida en las cosas no convenibles; empero venció la humildad, y valió más su breve y Ferviente oración que no los muchos años que el viejo había gastado en el templo con mucha negligencia, por la cual él y los que por él habían de ser doctrinados perecieron.

Sabemos que el publicano, aunque estaba apartado del altar y no osaba alzar los ojos al cielo (Lc 18,9-14), miró Dios y se llegó a él, y tan llegado, que lo justificó para que descendiese a su casa justificado; lo cual no hizo con el fariseo, aunque se quedó en el templo haciendo gracias a Dios, empero no bien hechas.

No solamente recibe cada día Dios a los pecadores a penitencia, mas come con ellos el manjar interior, dándoles a sentir el gusto de la contemplación, y muchas mujeres suben con él de Galilea a la espiritual Jerusalén, que es la pacífica, y recogida oración; y no solamente recibe a los que vienen, mas El los llama con sus inspiraciones para que vengan, y los convida con su gracia para que lo reciban en la secreta morada del corazón; según parece en Zaqueo y San Mateo, que fueron provocados a recibir a Dios del mismo Dios. Lo cual he hallado por experiencia que hace Dios no menos ahora que entonces; ca sabemos que no oró el Espíritu Santo sobre solos los apóstoles, sino sobre toda la casa, que tiene figura de la universal Iglesia, en la cual a todos los fieles cristianos se comunica la gracia del Señor; según la cual dice el bienaventurado San Bernardo, hablando en esta manera: ¿Por ventura es solamente Dios de los solitarios? Mas antes por cierto es y de todos, porque de todos ha Dios misericordia y ninguna cosa aborrece de las que hizo. Quiero que pienses que en toda parte está sereno sino acerca de ti, y que juzgues peor de ti que de otro alguno.

El cristianísimo Gersón, no menos santo que letrado, por traer a noticia de todos la muy recogida oración, escribió en su romance un libro que se llama Monte de contemplación, y quísolo dirigir a unas hermanas suyas, por que no pensasen que fue su intento de hablar con solas personas religiosas, mas que también quería ver subir al monte de la contemplación personas seglares; y así yo no tengo intento en este libro de hablar solamente a personas retraídas, sino a todas querría enseñar, y en especial a las personas que están en el mundo; entre las cuales hay muchas deseosas de todo bien y que no les falta oportunidad, sino doctrina particular para se informar cómo se deban llegar a Dios en secreta oración, lo cual apenas declaran los predicadores, por estar tan ocupados en reprehender los vicios. No quiero reprehender a los que amonestan muy poco la oración, como sea un solo remedio del buen cristiano en sus grandes necesidades; y otros, si la amonestan, es por unos rodeos y palabras de admiración que más espantan que convidan, y son más para retraer los ánimos que para atraer los corazones. No hay cosa que la Escritura Sagrada amoneste más, ni que los santos hayan seguido y predicado con más instancia, que es la oración; mas nosotros así disimulamos con ella y la reprochamos, que aborrecemos a los que nos la amonestan.

La conclusión de esto es que ni aun los casados se deben desechar de la oración; empero, si la quisieren seguir o darse a ella, han de mirar que les conviene, según dice el Apóstol (1 Cor 7,5), cesar por algún tiempo del acto matrimonial por vacar a la oración, que, según dice la glosa, es elevación del ánima a Dios, la cual no se les niega a ellos.




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