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Este nombre espíritu en este lugar se toma por el pensamiento que vuela por partes diversas
como viento; y de esta manera el amigo de Job (Job 32,18) llama al pensamiento espíritu,
cuando dice: Lleno estoy de razones y constríñeme el espíritu de mi vientre. La memoria en los
Proverbios se llama vientre, donde Salomón dice (Prov 22,17-19): Junta tu corazón a mi
doctrina, la cual te será hermosa si la guardares en tu vientre y redundará en tus labios para que
tengas en Dios confianza. Dice, pues, la primera autoridad que el espíritu de su vientre lo
constreñía a hablar, porque los pensamientos y cogitaciones y razones que tenía en su memoria
eran muchos y de mucha eficacia; donde, pues, el espíritu quiere decir pensamiento, que, como
espíritu, va y pasa por doquiera.
El sentido de nuestra letra será que doquiera que vayas lleves tu pensamiento contigo y no ande
cada uno por su parte divididos; así que el cuerpo ande en una parte y el corazón en otra, sin
tener miramiento en las cosas que haces; mas antes sirves a Dios con este cuerpo mortal, más
digno para manjar de gusanos que para ser visto de gentes, y tu entendimiento anda con
diversas cogitaciones negociando vanidades.
No sé qué te diga, mayormente cuando estás en los oficios divinos y santos sacrificios, sino que
me pareces a Satanás, el cual se mezcló y puso entre los hijos de Dios, y como Dios supiese su
inquietud y bullicio, y como nunca reposaba ni se recogía, preguntóle diciendo (Job 2,2): Dime
de dónde vienes. Y él, sin vergüenza ninguna, respondió: Cerqué la tierra y andúvela toda. De
esta manera eres tú, que estando entre los hijos de Dios, que son los ángeles y los otros justos, si
te preguntasen dónde estaba tu pensamiento o de dónde venías, esto es, qué aparejo hiciste
antes que allí vinieses; si dijeses verdad, habías de responder lo que respondió Satanás: que
cercaste la tierra con el vaguerío de tus vanos pensamientos y que toda la habías andado, pues
ninguna vanidad vedaste a tu pensamiento. Empero, de las cosas celestiales no te pregunten,
pues a ellas sola esta persona corporal y grosera presentas, que carece de juicio y razón. Mira,
pues, esta letra; cata que te va mucho en ella, no me digas: ¿Y no quiere decir más de esto?, pues
esto es tanto que sin ella no podrás alcanzar perfección alguna.
Cosa notoria es que en el vaso quebrado y que cada pedazo tiene por sí, no ponemos licor
alguno, y del todo lo juzgamos inútil para guardar en sí alguna cosa; tienes tu corazón diviso en
tantas partes cuantos cuidados tienes; cada cogitación lleva su pedazo, y ¿piensas que Dios ha de
poner su gracia en vaso tan inútil? Pregúntalo al Sabio, que dice (Eclo 21,17): El corazón del
loco es como vaso quebrado, que no puede contener toda sabiduría.
Esta sabiduría devota y muy dulce de que hablamos pone Dios en los corazones de los justos,
que son vasos de oro con que Él bebe nuestros buenos deseos, figurados en los vasos y tazas
con que bebía el rey Salomón, que todos eran de oro (1 Re 10,20); porque así como el vaso de
oro no se puede de ligero quebrar, así el corazón del justo no se divide sin gran necesidad en
diversos negocios; mas los corazones de los hombres mal mirados son como vasos de barro mal
cocidos figurados en los vasos de barro que dieron a David en el desierto cuando lo perseguía
Absalón (2 Sam 17,28). Y este vaso de barro está quebrado, porque estas cosas exteriores y de la
tierra en que se ejercitan no las refieren ni hacen por Dios puramente, sino unas por aplacer a
los hombres, otras por inspiración del demonio, otras por se deleitar en ellas, otras por
vanagloria; y así es dividido el tal corazón, y, por ende, no podrá retener la gracia de la devoción
ni dulcedumbre del licuor celestial; y esto quiso decir el Sabio en la autoridad primera diciendo
que el corazón del loco no podría contener toda sabiduría, porque, en la Escritura, este gusto
actual de Dios se llama toda sabiduría, que harta todos los deseos del ánima devota. Donde el
Sabio dice (Eclo 1,1): Toda sabiduría viene del Señor Dios.
La sabiduría de los mundanos no se dice toda sabiduría, pues aun parte no es, como, según se
dice, sean sabios para el mal y el tal saber sea falta de saber; porque así como el poder pecar no
es poder, sino desfallecer, así el saber hacer mal es saber errar. De manera, pues, que como
poder pecar no es sino poder desfallecer, y saber hacer mal es saber errar y saber no acertar,
bien decimos que el saber de los malos no es saber, sino ignorancia y necedad, o, por mejor
decir, astucia diabólica o malicia, y de estos tales dice el Apóstol (Flp 3,18-19): Muchos andan
de los que os solía hablar, mas ahora llorando lo digo, enemigos de la cruz de Cristo, el fin de
los cuales es la perdición, y su dios es el vientre, y su gloria es confusión, los cuales saben las
cosas terrenas. Y debes saber que esta sabiduría mundana tanto se conserva más, cuanto está en
vaso más quebrado, al revés de la sabiduría de Dios, porque el que tiene más lazos armados y
más enredado al mundo con sus pleitos, aquél se dice ser más sabio.
Tú, hermano, avísate y suelda tu corazón y guarnécelo; junta todas tus piezas, que son los
cuidados, para que con todas tus fuerzas te puedas llegar a Dios; cubre el vaso de tu corazón,
por que el polvo de los vanos pensamientos no caiga en él (Num 19,15); acuérdate que decía
Dios: El vaso que no tuviere cobertura ni estuviere atado por cima será sucio. Es menester que
sobre la cobertura de tu corazón, que es apartarte de los negocios vanos y superfluos, pongas
una recia cuerda, que es firme propósito de perseverar en tu recogimiento, según nuestra letra te
amonesta en aquella palabra siempre. Por muy mal mirado tendrías al que fuese en algún
caballo desbocado si no llevase riendas, pues son necesarias cortas y recias para remedio de tal
defecto. Peor es en ti esta falta, porque si el otro lleva el cuerpo a peligro, tú el cuerpo y el
ánima, si no llevas en la mano de la discreción las riendas del aviso con que des sofrenadas a tu
desbocado corazón, reteniendo su ímpetu y refrenando su mala costumbre. Esto te amonesta el
Sabio cuando dice (Prov 19,8): El que tan solamente sigue las palabras, ninguna cosa tendrá;
mas el que posee su memoria ama su ánima, y el que es guardador de la prudencia hallará
bienes.
Aquel tan solamente sigue las palabras que se va tras sus pensamientos, que son palabras que
huyen, y éste ninguna cosa tendrá, pues tiene el vaso del corazón quebrado. Empero, el que
posee su memoria, haciendo riendas de vedamiento a sus cogitaciones, este tal ama su ánima,
pues en esto se busca mucho bien, lo cual se declara en lo que añade el Sabio, diciendo que el
que es guardador de la prudencia que se adquiere por sosiego, hallará muchos bienes, los cuales
declara en otra parte diciendo (Prov 15,15): La memoria segura es casi convite cotidiano que no
cesa.
Pluguiese a Dios que esta primera letra escribiese en tu corazón para que pudieses saber a qué
sabe este convite, y gustases algún relieve siquiera de él, y si miras en ello por su contrario,
podrás conocer en alguna manera qué tal sea este convite y hartura de gozo y consolación
continua que sienten los que recogen su memoria; porque mientras más pensamientos tuvieres,
más hambriento y deseoso estarás de cosas diversas; lo cual afirma el Sabio diciendo (Prov
19,15): El ánima desatada habrá hambre. Disoluta y desatada está el ánima cuando suelta
libremente sus pensamientos y memoria con una mala licencia que vayan por do quisieren; y
cuando acaece que tornan, vienen ya cansados y muertos de hambre, trayendo engendrados
nuevos deseos y codicias malas.
Mira bien en esto, que tú mismo confesarás ser verdad si paras mientes en tu vanidad y soltura,
de la cual se te sigue una desconfianza de las cosas espirituales, que te parece que no las hay en
el mundo, sino que es burla, y leer o ver que hablan y tratan de ellas te es fastidioso o cosa de
juego. Esto todo te viene, si me crees, de la soltura o disolución o flojedad de los pensamientos
y vagueación de tu memoria, porque, según dice el Sabio (Prov 10,9), el que anda sencillo y no
doblado, anda con confianza; mas el que destruye sus vías será manifiesto.
Mientras tuvieres más apartados de ti los cuidados y pensamientos, cosa clara es que estará más
sencillo tu ánimo, y cosa experimentada es que tendrás más confianza de las cosas de Dios;
empero, si destruyes tus vías, que son aquellas de las cuales dice Salomón (Prov 19,20) al
mancebo que ve andar por donde no debe: Anda en las vías de tu corazón. Estas vías se
destruyen cuando no se usan, como los caminos acá materiales se destruyen no usándose;
empero, si se usan, hácense más anchos y muy claros. De esta manera es en las vías del corazón,
las cuales tienes destruidas por no las haber usado, y así no es mucho que no sepas andar por
ellas. Tórnate, tórnate a ellas, y anden siempre juntamente la persona y el espíritu. No seas como
Caín, que se salió de la presencia de Dios y andaba fugitivo y vagabundo por la tierra (Gen
4,14).
Si mandaba Dios que se quemase la vestidura en que apareciese lepra volátil (Lev 13,52) y vaga
que se mudaba de un lugar en otro (erratica, ut ita dicam), ¿no piensas que ha de permitir y
mandar que tú seas castigado? Pues Dios no tiene cuidado de los bueyes, según dice San Pablo
(1 Cor 9,9-10), menos lo tendrá de las vestiduras, y, por tanto, debes conocer que por ti es
aquello escrito; ca ese tu cuerpo es vestidura del ánima, el cual entonces tiene lepra vaga y
volátil, cuando está lleno de fantasías e imaginaciones vagabundas, que desosiegan tu ánima, en
pena de las cuales, si eres negligente en las desechar, permitirá Dios que sea quemado con el
fuego de la mala codicia.
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