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Allende de esta tristeza que todas las personas devotas suelen tener en faltándoles la devoción,
hay otra que suelen tener los que siguen el recogimiento, y es mayor que no la que hemos dicho,
ca viene algunas veces con unos suspiros muy entrañables y provoca al hombre a estar en los
lugares tristes; y el que la tiene no se puede consolar en poco ni en mucho; y es cosa muy
dificultosa ver de qué procede, ca oscurece el ánima y éntrase en el corazón, y parece que tiene
de negro sus alas, y pone luto en lo de dentro y en lo de fuera, y trae consigo algún
desfallecimiento; y que parece que el hombre se querría entonces morir, y trae consigo una
manera de espanto y admiración, y a las veces causa lágrimas sin saber por qué ni por qué no. Y
suelen algunas personas que esto tienen sentir o ver con los ojos del ánima una manera de
sombra o niebla o humo que desciende sobre la cabeza, de la cual se les causa temor no
conociendo qué cosa sea, y trabajan por la desechar como cosa impecible, diciendo que es
fantasma; y esto suele acaecer de noche y de día, a lo claro y a lo oscuro; porque como pase en el
ánima principalmente, la luz y el lugar corporal o las tinieblas de la noche no le hacen
impedimento.
Esta tristeza tan inmensa y raigada en el corazón tengo yo por mejor que la primera, pensada la
cualidad de la persona que la tiene; y lo que debes hacer cuando en tu recogimiento la sintieres
es haberla por buena, ca es cosa que suele sentir en este camino; y hasle de dar tu corazón,
tomando aplacimiento en ella misma, sin pensar otra cosa alguna que sea. Empero, has de tener
este aviso: ni quites ni pongas en ella, mas déjala hacer su curso a su voluntad; porque, si la
desechas, desecharás con ella mucho bien, y si la quieres acrecentar, quitarle has mucho de su
valor, y no será tanto buena, sino que la dejes obrar a ella; y tú solamente has de poner un
aplazamiento para le dar lugar que obre, ca esto pienso que quiso sentir el Sabio cuando dijo
(Ecl 7,2): El corazón del sabio estará donde está la tristeza. No dice que la buscará, porque esta
tristeza no la podemos buscar ni hallar si ella no viene; ni tampoco dice que la acrecentará o que
huirá de ella, ni otra cosa alguna, sino que estará donde ella estuviere, queriendo morar
solamente con ella y acompañarla mientras durare.
Cuando tu ánima tuviere las cosas que descienden sobre ella de arriba, habiendo primero orado
y teniendo el corazón limpio de pecado mortal, hada de forzar a que no tema ni se espante, mas
ponerse a un riesgo de muerte y confiar en el Señor, el cual, pues tiene cuidado de sus enemigos,
mejor los tendrá de sus amigos; y por tanto has de hacer el corazón grande, desechando todo
temor y dando lugar en la voluntad a todo lo que te fuere enviando, teniendo fe que será de la
mano del muy alto, el cual es tan fiel amigo que, si hubiere de permitir que nos venga algún mal,
hará que aprovechemos con la tentación y que no sea mayor que nuestras fuerzas.
Acaecen cosas muchas veces en el recogimiento que han menester más fortaleza que la de
Sansón; y esta fortaleza no es otra cosa sino el osar el hombre ponerse a las cosas que vinieren,
creyendo que vienen de Dios. Lo cual debe creer todo aquel que guarda sus mandamientos,
porque a éstos ampara el Señor como hijos propios suyos, no permitiendo que sean engañados
del adversario en lo espiritual, como parece en Job, cuya ánima no permitió el Señor que fuese
engañada del demonio. Según lo cual dice el Sabio (Prov 10,29): La fortaleza del hombre
sencillo es la vía del Señor; miedo sea a aquellos que obran mal.
No puede tener un hombre mayor fortaleza ni confianza que guardando el camino de Dios y
andando por la vía de sus mandamientos; porque el mismo Dios tiene asegurado su camino en
cuanto a esto, que es no ser engañados los que van por él; y por eso se llama El vía que no
puede errar, y verdad que no puede mentir, y vida espiritual del corazón que lo sigue para
después no poder morir. Los que obran el mal del pecado teman y tiemblen y hayan miedo, mas
los que van por la vía del Señor tomen esfuerzo de corazón para ir adelante.
Con gran dificultad podrán los no ejercitados conocer la diferencia que hay entre las dos
tristezas ya dichas, si no las han tenido, aunque sea grande; porque la tristeza que viene al
hombre por la falta que siente de la devoción es penosa y harto desabrida, que parece a la que
tienen los que sacan oro y no hallan; empero, estotra tristeza del recogimiento es una tristeza
quieta sin pena alguna, que trae consigo una manera de desmayo y amor de soledad; y aquella
misma tristeza es amable y devota, aunque su devoción no se ordena a cosa humana.
De esta tristeza, que creo ser la mejor de las tristezas, ninguna cosa he leído; empero quise hacer
mención de ella para consolación de los que la alcanzaren, o por mejor decir la recibieren,
porque Dios la causa en el ánimo sin que alcancemos enteramente las raíces de ella.
Tres maneras de tristeza santa puedes considerar que pertenecen a los varones recogidos. La
primera pertenece a los principiantes y cáusase por haber ofendido a Dios; y la segunda, que es
de los aprovechados, se causa por no sentir dulcemente la presencia de Dios, como desean
abundancia; la tercera es de los perfectos, y ésta, según dije, es tan secreta que no se sabe de qué
procede, aunque pienso ser una manera de regalo espiritual, que sólo Dios que lo da lo
entiende. El remedio de todo esto y de otras muchas faltas que sentirás en tu corazón es el amor
que quita todos los defectos y, como aceite, por vía blanda remedia las cosas ásperas, con el cual
debes corregir siempre tu ánima para que permanezca en Dios.
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