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Es cosa de tanta excelencia y bondad el hacer gracias a quien nos hace mercedes, que si bien
miramos hallaremos esta virtud naturalmente engerida casi en todas las criaturas; las cuales,
aunque hablar no pueden, por obra hacen mejores gracias a sus bienhechores que no los
hombres por palabra; pues vemos que, en siendo la tierra visitada del cielo con agua y serenidad,
luego, como en hacimiento de gracias, comienza a brotar y enviar de sí hacia el cielo yerbas y
flores en pago de lo que recibió; y porque el hortelano es solicito en criar los árboles, ellos,
aunque sean altos, inclinan su fruta para que él pueda coger, y casi por obra dicen: Toma esta
fruta en pago de las mercedes que nos haces en nos curar. Y pues vemos, en saliendo el sol, las
avecicas cantar y chirriar, ¿quién dirá sino que lo hacen en gracias porque viene a les dar lumbre
y alegría, librándolas de la frialdad y peligro de la noche? Todos los ríos corren ligeros al mar
para le hacer gracias, porque ella los produce; tórnanse a las manos do salieron, haciendo gracias
porque fueron enviados.
Largo sería también de contar cuán gratos son muchos de los animales, cuya gratitud y
reconocimiento es tanta, que apenas son creídos los historiadores que de ello escribieron, y la
causa del no creer la mucha gratitud de los animales creo que es la poca que nosotros tenemos,
la cual parece claramente, pues no conocemos el bien hasta lo haber perdido; y esto se causa por
no haber hecho al que nos da los bienes suficientes gracias por ellos; de manera que nuestros
bienhechores, para ser gratificados, han de esperar que nosotros perdamos sus beneficios;
porque entonces, con la falta, conocemos el provecho pasado y nos movemos a hacer gracias.
Grande mal es sin duda que el carecer de la cosa nos mueva más que ella misma; la codicia del
poseer nos hace olvidar al que nos hizo posesores. Y según esta mala propiedad que los
mortales tenemos, no puedo hallar a quién mejor y con más razón debamos ser comparados que
a los puercos que debajo de la encina gozan de la bellota, los cuales jamás alzan la cabeza para
ver de dónde desciende ni curan de lo saber, así como si ninguna cosa les fuese en ello.
Acordemos, hermanos, que nos va mucho en ver lo que hemos recibido; porque, como dice San
Gregorio, cuanto crecen los dones tanto crece la cuenta que de ellos hemos de dar, si queremos
llevar muy buena cuenta y tener el recibo de los dones bien sumado. Lo que más para esto nos
puede aprovechar es el hacimiento de las gracias. Comencemos por esta vía a pagar al dador de
todos los bienes nuestro poco a poco lo mucho que debemos, y en una obra que es hacer
gracias haremos dos cosas: la una, pagar lo que debemos, y la otra, hacernos merecedores de
mayores dones. Donde Casiodoro dice: Mejores cosas merece recibir el que no perdió las que le
dieron, ni se le cayeron del corazón.
De este dicho se saca que no hay mayor manera de mandar lo que deseamos que haciendo
gracias por lo que recibimos; porque, según dice este doctor, mejores cosas merece recibir el
que no ha perdido las recibidas; y si alguno las ha perdido o no, en ninguna otra cosa se puede
mejor conocer que en el hacimiento de gracias, porque aunque tengamos los dones del Señor en
nosotros mismos, entonces perece el merecimiento de los tener cuando de ellos no le hacemos
gracias.
Hase Dios con nosotros en este caso como la mar con sus ríos, la cual se ve que tornan a ella;
parece juzgar no ser su agua perdida del gran mar y divina abundancia; no cesan de manar a nos
aguas de gracias y dones; si por gratitud a Él las tornamos a referir, serán como aquellos ríos de
los cuales se dice (Ecl 1,7): Todos los ríos entran en el mar, para que otra vez tornen a correr.
¿Quieres que nunca se seque el agua de la gracia que Dios te ha dado? Tórnala a referir a Él por
gratitud; y como El de ella no tenga necesidad, tornártela ha multiplicada y bendita, y alegrarse
ha, viendo en ti vivo su don, y que sube en alto como agua viva que se torna a su primera causa;
mas si retienes en ti los dones, no haciendo gracias por ellos, serás como río malo que no entra
en el mar, detenido en balsas y lagunas donde su agua muere y se corrompe, no criando peces,
sino cosas sucias y ponzoñosas.
Si detienes en ti los dones de Dios, apropiándolos a tus merecimientos y no haciéndole gracias
por ellos, luego se mueren perdiendo aquella divina aceptación, que es última y suprema vida de
todas las cosas; y se corrompen cuando de ser medios para ir al cielo se hacen medios para ir al
infierno y causa de soberbia; no engendran peces de buenas obras, sino jactancia y vanidad y
presunción de espíritu, que son cosas de mucho veneno para el ánima; y así son los tales dones
de mal olor y abominables delante Dios, por estar en la balsa y laguna de tu malicia.
No de esta manera, hermano, sino despierta tu ánima a que haga al Señor gracias a los
beneficios recibidos, según nuestra letra te lo amonesta diciendo: Bendiciones muy fervientes
frecuenta en todas tus obrar.
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