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"El pensamiento es un hombre en su totalidad atendiendo totalmente".
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"Ante la quiebra de la filosofía en la sociedad occidental moderna,
el vínculo entre razón y philia existencial […] debe hacerse
temáticamente explícito".
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Como es obvio, al atribuir inicialmente a Descartes la
«responsabilidad» de los acontecimientos teorético-prácticos que
hemos venido describiendo, apelo de manera exclusiva y un tanto
«libre» a lo que cabría calificar como responsabilidad lógica, y no
a una presunta imputabilidad moral o personal. En ningún momento
pretendo abrir un proceso a las intenciones. Resultaría de lo más
frívolo. Simplemente aspiro a poner de manifiesto la férrea
coherencia de unos principios, y a explicitar cómo los instaurados por
Descartes conducen sin posibilidad de escape, aunque no de forma
rectilínea ni ajena a la libertad, a las consecuencias que he apuntado
y estamos viviendo.
Nada de esto quiere prejuzgar —se trata de meras Cuestiones
preliminares— la densa y compleja pluralidad de expresiones de la
denominada filosofía moderna, incluso en el reducido sentido
axiológico en que la estoy utilizando.
El que apunto no es, por tanto, una especie de diagnóstico absoluto
y a priori, que pueda ser aceptado o rechazado globalmente. Su
vigencia habrá de ser puesta a prueba, paso a paso, al confrontarla
con cada uno de los principales pensadores de los últimos siglos. Lo
haremos en estudios sucesivos. La pretensión de estas páginas
responde a la exigencia, hoy improrrogable, de esclarecer el
pensamiento especulativo en sus mismos principios o fundamentos. Y,
desde esta perspectiva, considero perfectamente válido, e
ineludible, remitir la filosofía moderna —en la acepción axiológica
con que revisto a este vocablo— al nuevo comienzo instaurado por
Descartes; pero no, y la puntualización resulta de extrema
importancia, reducirla o resolverla en él.
Con otras palabras, Descartes ayuda de manera definitiva a establecer
una especie de humus —el conocido como inmanentismo—, donde
sucesivamente arraigarán y tomarán cuerpo buena parte de las
semillas, sin duda diversas, de los filósofos que le suceden, y que
contienen en germen el conjunto del pensamiento de cada uno de ellos.
Volviendo al fondo de la operación cartesiana, cabe sostener, en
apretada síntesis, que la supresión del ser a favor de una conciencia
des-substanciada tiene por fuerza que abocar al nihilismo. Tarde o
temprano, a tenor de la coherencia con que se despliegue la virtualidad
del principio radical…, pero en algún momento. Hasta que la cultura
y el pensamiento den un viraje como el que con este libro preconizamos,
y que pasa necesariamente por la recuperación de la metafísica del
acto de ser.
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