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Con toda conciencia he subrayado la diversidad de elementos que
componen y determinan la difícil situación del momento presente, así
como la recíproca y enmarañada imbricación de sus integrantes.
Sólo tras ponerlas de manifiesto, podría justificarse el alcance y
la complejidad de la alternativa que más adelante propondré.
Y adrede he adoptado, en alguna ocasión, un tono no del todo
académico, sino parcialmente divulgativo.
Llega ya la hora de cambiar de registro. De advertir que la nada
sencilla personalización a la que aspiro, y que se opone frontalmente
al proceso antimetafísico y aniquilador de la modernidad, incluye una
vertiente teórica rigurosa, cuyos fundamentos he insinuado per summa
capita en las páginas que preceden y en los que a partir de este
instante pretendo profundizar.
Dentro ya de esta vertiente, intentaré mostrar en el presente
capítulo que apenas existe en la cultura contemporánea establecida un
ámbito propio donde la razón filosófica tout court, la metafísica,
pueda desarrollarse. Y que, sin instaurar esa esfera, resultaría
vano el influjo de la voluntad al que hasta el momento hemos apelado.
Añadiendo, sin embargo, que también para la constitución de esos
dominios, el papel de la voluntad es determinante…, sin que ello
niegue, sino al contrario, la dimensión teórica estricta.
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